Este trabajo es un adelanto del libro, John William Cooke, Textos traspapelados (1957-1961) de Miguel Mazzeo, de próxima edición por La Rosa Blindada. A continuación, publicamos una parte del estudio introductorio y uno de los documentos que integran el apéndice.
Por Miguel Mazze (historiador, egresado de la UBA y miembro de la redacción de la revista Periferias)
El golpe de 1955 y sus consecuencias
El golpe de Estado de 1955, sobre todo a partir del mes de noviembre y del reemplazo del general Eduardo Lonardi por el general Pedro E. Aramburu, asumió como uno de sus principales objetivos la “desperonización” de la Argentina y la destrucción del poder de las organizaciones obreras. Propiciaba, además, un retorno a la institucionalidad previa al decenio peronista y un acercamiento estrecho al bloque occidental. La clase obrera, que se había expresado mayoritariamente a través del peronismo, perdió repentina-mente toda posibilidad de representación institucional y quedó marginada de la maquinaria estatal. El antiperonismo puede verse –entre otras perspectivas- como la forma ideológica y política que asumió una ofensiva antiobrera que le permitió a distintos sectores patronales obtener consenso en las capas medias y en los partidos tradicionales.
El carácter de ofensiva antiobrera, de “reacción burguesa” de la Revolución Libertadora, tuvo varias e importantes consecuencias para el peronismo. En primer lugar, a partir de 1955, en el peronismo en general y en John William Cooke en particular, se fue consolidando una visión clasista del enemigo. La nueva situación planteó claramente las oposiciones políticas como oposiciones de clase. Por otra parte, la feroz represión desatada por la Revolución Libertadora -y en buena medida por los gobiernos posteriores- alteró en las bases y en algunos dirigentes la clásica concepción del Estado como árbitro. El peronismo como movimiento político se había estructurado desde el Estado y la clase obrera mantuvo estrechos vínculos con éste durante más de diez años. Con la Revolución Libertadora el Estado va dejar de aparecer como el democrático y acogedor terreno en el que una pluralidad de grupos con intereses diversos ejercen lícitamente sus presiones y en donde la clase obrera contaba con las prerrogativas del amparo oficial. El Estado aparecía ahora –a través de sus facetas represivas- como el “instrumento” tendiente a reproducir la hegemonía de la clase dominante y su sistema de explotación. Este cambio en el rol y en la percepción del Estado implicaba reconocer –por lo menos para un importante sector del peronismo- que el ciclo de la conciliación de clases estaba agotado y que a partir de ese momento la clase obrera debía organizarse “desde abajo”[1]. Desde el punto de vista ideológico, la clásica ambigüedad del discurso peronista oficial comenzó a reflejar la existencia de fuerzas internas antagónicas en el seno del movimiento.
Hacia 1964, Regis Debray, por aquel entonces uno de los principales teóricos del castrismo, veía el proceso que se venía dando en el peronismo de la siguiente manera:
“La definición de clase del peronismo se ha visto retardada (…) pero finalmente ha terminado por aparecer a pesar de Perón: en general, la burguesía industrial no quiere saber nada con él y el proletariado argentino continúa esperando su regreso. Pero debido a todas las traiciones de la ‘burocracia sindical’ de la C.G.T., principal fuerza de acción del peronismo, la idea de los procedimientos insurreccionales toma cada vez más fuerza en su base, en los sindicatos y principalmente en la juventud obrera peronista que ha vivido su propia experiencia política sin Perón después de 1955 (golpes de Estado peronistas de 1956 y 1960, terrorismo, Uturuncos, torturas, asesinatos, encarcelamientos, represión continua desde 1955, huelga insurrecional “Lisandro de la Torre” en 1959, etc.) pero con Cuba como referencia y punto de comparación…”[2]
Uturuncos, “Alhaja”[3] y el año ‘61
Generalmente se sostiene que en Cuba “el ideario desprolijo” de Cooke “adquiere la savia de una ideología definida”[4], tan rutinaria como acríticamente se afirma que Cuba marca un antes y un después en el pensamiento de Cooke. Nosotros preferimos hablar de “confirmación” o “constatación” más que de descubrimiento. Esta “transición” de Cooke está básicamente condicionada por su percepción de los cambios estructurales en la Argentina, cambios en el modelo de acumulación de capital, en el papel de las FF.AA, en el rol de la “burguesía nacional”, etc.; también por la corroboración de la imposibilidad de remozar el frente policla-sista de 1945, y de la inviabilidad de las distintas tácticas puestas en práctica por el peronismo desde 1955 para recuperar el poder: pustchs militares (el general Valle en junio de 1956 y el general Iñíguez en 1960), elecciones, huelga general con insurrección (toma del frigorífico Lisandro de la Torre). Finalmente vemos –en la carta dirigida a “Alhaja”- un rescate del sentido de la experiencia de Uturuncos (diciembre de 1959) más allá de que se señalen sus deficiencias.
De alguna manera las dificultades de la guerrilla de los Uturuncos fueron las dificultades del peronismo “intransigente” y –claro está- las del propio Cooke, durante el período 1956-1959. Emilio Morales, en 1963, se refería a la heterogeneidad del grupo guerrillero: “detrás de cada uno de estos grupos, se encontraban las disidencias que operaban dentro del peronismo. John William Cooke parece ser la cabeza visible de aquellos que creen en la lucha armada como única salida revolucionaria en el país. La lucha de este dirigente contra la dirección de su propio partido, es el episodio que enmarca y termina por definir el movimiento de Uturunco y el terrorismo urbano. Cada uno de los triunfos parciales de Cooke sobre la derecha del peronismo, se transforma en un triunfo –y en nuevas acciones- de los elementos más radicalizados de ese partido. No nos parece casual que a su derrota política, haya seguido la detención del ‘extremista’ John William Cooke…”[5].
El año 1961 constituye un punto de inflexión. El mismo Cooke lo señala con toda claridad en la carta que le escribe a “Alhaja”: “El mundo del ‘61 no es el del ‘55, ni siquiera el del ‘59. Saltando el cerco doméstico de las pequeñas cosas que todo lo nublan, el panorama de todas partes se aclara rápidamente y positivamente en el sentido de las revoluciones populares” (itálicas nuestras). En esta carta define una línea de trabajo político que apunta a definir una estrategia revolucionaria, a la formación de cuadros (insiste en Cuba como escuela excepcional) y a la clarificación del nivel ideológico de las masas. Esta línea de trabajo condicionará su militancia hasta 1968, el año de su muerte. Podemos afirmar que hacia el año ‘61 Cooke realiza una triple constatación:
- “el ajedrez electoral no resuelve nada”. El pueblo no depositaba muchas ilusiones en los procesos electorales. Esta afirmación se ve corroborada un año más tarde cuando el gobierno de Frondizi desconoce el triunfo de Andrés Framini, dirigente textil de la “línea dura”, en las elecciones para la gobernación de la provincia de Buenos Aires. Tampoco sirve el “golpe militar peronista”. La tentación putchista estuvo presente con fuerza en el peronismo hasta 1960. Después de la revolución cubana, el putchismo será visto por los distintos sectores revolucionarios como uno de los rostros de la política reformista, puesto que comenzaba a asumirse que no se podía destruir en un solo acto el Estado semicolonial con los instrumentos de ese mismo Estado.
- “nada se puede resolver en el país si las masas peronistas no se movilizan revolucionariamente”. Esto planteaba la necesidad de una dirección revolucionaria ya que la experiencia inmediatamente anterior había mostrado cómo la clase obrera argentina, con toda su rebeldía y su potencial, seguía expuesta a la dirección burguesa y al reformismo. Cooke asume que la vía insurreccional (huelga general que deviene en insurrección) requiere de una organización político–militar de cuadros.
- “La revolución social, es decir la revolución socialista, avanza rápidamente en el continente a partir de Cuba”. La revolución cubana al asumir la forma de un proceso indefinido, sin etapas separables (democrático burguesa, socialista), había convertido en superflua a la discusión sobre la naturaleza de la revolución, colocando en el centro del debate el problema del poder de Estado
Cooke asume (en 1961!!) que la tarea principal consistía en “construir la vanguardia de la revolución para realizar la insurrección popular, por un método, por otro, o por varios combinados” y agregaba: “lo fundamental es tener cuadros, y muchos cuadros”. Ese mismo año, Angel Bengoechea –quien mantuvo una estrecha relación con Cooke y con su mujer Alicia Eguren- iniciaba las primeras experiencias de acciones armadas de carácter urbano, después de un largo y arduo debate que lo alejó de Palabra Obrera, organización a la que pertenecía.
Carta de John William Cooke a “Alhaja”
18 de agosto [1961]
Querido compañero Alhaja:
Con gran emoción humana y revolucionaria recibimos su carta del 23 de junio. También, por intermedio de un argentino que estuvo preso en el penal de Viedma tuvimos noticias de Mena y Oliva. En todo este tiempo no ha pasado por acá un compatriota identificado con Cuba y que entienda el problema argentino al cual no le hayamos pedido que no se movilizara por ellos. Les escribimos inclusive por intermedio de abogados de confianza para que se comunicaran con ellos. Por fin ahora, por intermedio del camarada P., que es quien estuvo con ellos, tenemos noticias directas de ambos y de Olga[6], de quien sabemos que está bien, que no la molestan, y que tiene un chiquito que sin duda saldrá un revolucionario de primer orden, nacido de esos padres, y en estos tiempos. Para ella y para el chiquito, así como para todos los heroicos compañeros que hoy sufren cárcel y persecución por plantear por primera vez una forma definitivamente revolucionaria de lucha en el país, nuestro más entrañable afecto y nuestro constante recuerdo.
Alhaja, si quizás usted estuvo con un compañero abogado del Partido Socialista Argentino, abogado, defensor de presos, el compañero Elías Semán, que anduvo por acá un tiempo largo, sabrá cuales fueron los inconvenientes insalvables entonces, por lo menos para nosotros, para que usted y otros compañeros pudieran venir acá. Puede usted buscarlo y hablar con él.
Muchos los llamaron, sin duda alguna “aventureros”. Yo quisiera saber qué hicieron en concreto los que eso dicen. En la lucha revolucionaria siempre es igual. El que triunfa es un héroe nacional; el derrotado es un provocador. La historia, por lo demás, la escriben los triunfadores. Si Lenin no hubiera tomado el poder en Octubre hubiera quedado como un espía alemán. Si Fidel no hubiese triunfado en Sierra Maestra, dirían de él hoy que fue un loquito, niño bien, que desató la represión contra el movimiento obrero. Eso no quiere decir, como usted bien expresa, que no haya que sacar conclusiones y experiencia. Si el núcleo inicial se hubiera podido consolidar, quizás otra sería la situación del país hoy, aunque la lucha no hubiera concluido y aun cuando después de un tiempo los hubieran aniquilado. Ustedes intentaron ser “el motor pequeño que pusiera en movimiento, que desencadenara, que largara a andar al grande”, para decirlo con palabras de Fidel al referirse a ellos mismos al embarcarse en el Granma. Es indudable, sin embargo, que un núcleo inicial, por pequeño que sea, debe tener disciplina militar rígida, una dirección política UNICA e indiscutida, una organización vertical sin vacilaciones. Y usted recuerda que no fue así. Cada vivo quería la paternidad, cada sector la dirección política, y eso se aceptó a pesar de que, a ojos vista, era un error grave. Pero no es el momento de estar echando nada en cara, porque lo importante, lo fundamental, es que la experiencia fue válida y también fue heroica, y ojalá todos los doctores en revolución del país tuvieran la mitad del espíritu heroico, de la resolución, de la clara visión en cuanto a la concepción del problema, que ustedes tuvieron.
El hecho de tener que moverse dentro –principalmente- de un movimiento inmenso pero inorgánico, en el cual muy pocos dirigentes tenían o tienen una visión más o menos claras de las cosas, y sí ambiciones suicidas en cantidades agobiadoras, hizo todo muy difícil por no decir intransitable.
Por lo que usted me dice, comprendo que están formando cuadros y dando instrucción tanto doctrinaria como específicamente militar. Eso es lo que corresponde, a mi entender. La difusión de la Revolución Cubana, no su aprovechamiento, ayudará enormemente a crear en el país, sobre todo en grupos juveniles, la idea de cuál es la salida, cualesquiera sean las combinaciones electorales actuales, combinaciones que nada lograrán.
Mi comunicación con ustedes ha sido hasta ahora imposible. Por primera vez, por intermedio de Tristán[7], recibo una carta suya. En una oportunidad Alicia[8] les envió a Montevideo una carta de 40 carillas explicándoles este proceso hasta fines del año pasado. No se si usted alcanzó a leerla. Desde entonces a ahora el proceso se profundizó inmensamente, y las circunstancias mundiales se han tornado incalculablemente favorables.
Los americanos no pueden voltear una revolución socialista a 90 millas de sus costas. Quiere decir mucho, como casi lo más importante para nosotros. Los países socialistas no abandonan sino que se juegan en la defensa de los movimientos de liberación en América Latina. Quiere decir algo tan importante como lo anterior. Las juventudes de todos los partidos, y fuertes sectores aun de los partidos tradicionales comienzan a tener la clara visión de que el ajedrez electoral no resuelve nada, y que tampoco nada se puede resolver en el país si las masas peronistas no se movilizan revolucionariamente. El mundo del ‘61 no es el del ‘55, ni siquiera el del ‘59. Saltando el cerco doméstico de las pequeñas cosas que todo lo nublan, el panorama de todas partes se aclara rápidamente y positivamente en el sentido de las revoluciones populares. ¿Qué hacer entonces? Pues construir la vanguardia de la revolución para realizar la insurrección popular, por un método, por otro, o por varios combinados. Pero lo fundamental es tener cuadros, y muchos cuadros, porque en la lucha se necesitará mucha gente y segura, y disciplinada, y con experiencia, que es lo que todos vamos adquiriendo. No hay que tener temor de decirle las verdades al pueblo, y debemos destruir el terrorismo ideológico que pretenden imponernos nuestros enemigos, así como la pasividad y el pacifismo de nuestros aliados en la lucha contra el imperialismo. Pacifismo puramente local, por otro lado, porque esa no es la línea en otros países, y eso poco tiene que ver con el marxismo leninismo. No hay que tropezar con ninguno de esos dos muros, y no hacer concesiones, sino tácticas. Cuando se tiene un estado mayor, es decir cuadros esclarecidos y disciplinados, y una línea estratégica clara, se pueden y se deben hacer todas las concesiones tácticas necesarias.
Mi querido compañero, mi querido hermano, permítame que así lo llame porque así lo siento, así lo sentimos a usted y a todos ustedes, porque el primer sentimiento que debe unir a los compañeros revolucionarios es una fraternidad profunda y más honda que cualquier otro sentimiento afectivo; la revolución social, es decir, la revolución socialista, avanza rápidamente en el Continente a partir de Cuba. La diferencia está en si la hace esta generación o llega aburridamente en una vuelta del cohete de Gagarin o de Titov. De cualquier manera llegará. Pero nosotros la queremos en esta generación, y peleada con sangre criolla. Intentaré nuevamente el viaje de ustedes. Por lo menos de usted y de algún otro compañero que usted indique. Esta es, sería para todos ustedes una experiencia demasiado preciosa, demasiado inmensa como para que nos resignemos a que no la realicen. Aquí aprenderán en muy poco tiempo lo que durante años no podrán aprender allá ni en ninguna parte, me atrevo a decir, porque esta es la revolución social en español, el socialismo en Latinoamérica y surgido de la tierra, con un vigor, con un sentido heroico, con un feroz sentimiento nacional como pocas veces se ha dado en el mundo. No quiero prometer cosas que no dependen de mí. No le puedo decir: prepárense para venir a Cuba porque no tengo la absoluta certeza de conseguirlo. Pero de todos modos le digo que usted, y dos o tres de los mejores muchachos consigan pasaporte, con el nombre que sea, que se estén en contacto con Tristán, que intentaremos nuevamente. Si tuvieran que comunicarse con nosotros, pueden hacerlo a nombre de: PRIMON DEL CASTILLO. NEPTUNO 973. LA HABANA. CUBA/ La carta debe ser despachada de Montevideo. Tan pronto como tengan los nombres de los pasaportes, háganlo, por favor.
Le envío un trabajo, aunque primera redacción, que es útil que lo lean, comenten y difundan. Es un programa para el movimiento. Es importante que lo hagan conocer, porque clarificar el nivel ideológico del pueblo es fundamental para toda nuestra lucha. Si el pueblo no entiende, cuando llegue el momento de cualquier forma de lucha, o bien no la hará, o más adelante se presentarán inconvenientes insalvables. También le envío colecciones de OBRA REVOLUCIONARIA. No son discursos políticos. Cada discurso (deben ser leídos en orden) es una explicación, un desarrollo, un anuncio de una ley revolucionaria. Siguiéndolos, pueden ustedes estudiar analíticamente este proceso que será el de toda nuestra América, ya que toda revolución, a esta altura del proceso, es socialista.
Estoy terminando otro trabajo que se llamará: CUBA, INFORME A LAS BASES PERONISTAS. También se lo haré llegar.
Hágame saber si recibió esta carta, y le seguiré escribiendo. Tengo la esperanza de tenerlos pronto por acá. Un abrazo muy afectuoso de Alicia y de
[John W. Cooke]Notas
[1]Gil, Germán Roberto: La izquierda peronista (1955-1974), Buenos Aires, CEAL, 1989. Ver p. 14, 21, 22 y 26.
[2]Debray, Regis: “El Castrismo: La Gran Marcha de América Latina”, en Revista Pasado y Presente, Año 2, Nro. 7-8, octubre 1964, marzo 1965, p. 157.
[3]Se trata de Genaro Carabajal, uno de los comandantes Uturuncos. En el trabajo de Emilio Morales “Uturunco y las guerrillas en la Argentina” publicado en la revista El obrero, Año II, Nro. 2 de diciembre–enero de 1964, aparece “Alaska” en lugar de “Alhaja”. En el Norte argentino, sobrenombres como “Joya”, “Alhaja” o “Alhajita” son muy comunes.
[4]Szpunberg, Alberto: “El pensamiento vivo de un militante”, en: La Opinión Cultural, Buenos Aires, domingo 9 de septiembre de 1973, pág. 3.
[5]Morales, Emilio: “Uturunco y las guerrillas en la Argentina”, en: Revista el obrero, Año II, Nro. 2, diciembre-enero de 1964, p. 37.
[6]Hermana de “Alhaja” y esposa de Mena.
[7]Se trata de Héctor Tristán, llamado el “Worker” o el “workman” por su condición de obrero metalúrgico. Fue un hombre muy cercano a Cooke sobre todo en el período que va de 1955 a 1960. Falleció en Buenos Aires en el año 1994.
[8]Se trata de Alicia Eguren, esposa de John William Cooke y militante de la tendencia de izquierda del peronismo. Está desaparecida desde el año 1977.