¿Trump será Trump? La nueva administración norteamericana, entre promesas y realidades
El partido demócrata ha quedado sin dirección y en retirada. El republicano, quebrado. La Fed, la Justicia y la política exterior aparecen sin una dirección clara. A todo eso, se han roto los vínculos que fidelizaban al conjunto de la clase obrera.
Nadia Bustos
Grupo de Análisis Internacional-CEICS
Desde que se conocieron los resultados electorales, muchos se preguntan cómo será su gestión real. Luego de una campaña atravesada por polémicas y provocaciones, Trump logró encauzar tras de sí el descontento de una fracción de la clase obrera blanca. Sin embargo, sus políticas se encuentran a merced de un Congreso adverso y la posibilidad de contención de la crisis.
El nuevo armado
Trump intenta llevar adelante un programa de defensa de la industria nacional, con el objetivo de contener una de las fracciones de la clase obrera más afectada por la crisis económica. Sin embargo, algunas propuestas profundizaron la interna dentro de su partido. La principal polémica gira en torno al aumento impuestos hacia aquellas empresas que muevan sus fábricas al extranjero. Kevin McCarthy, líder de la mayoría republicana, se opuso. En su lugar, promueve una reforma impositiva, que lleva la tasa corporativa al 20%.Trump, por su parte, propone una tasa del 15%. McCarthy cuenta además con el apoyo dos apoyos importantes. Por un lado, Paul Ryan, presidente de la Cámara de Representantes y, por el otro, la Cámara de Comercio, el representante más importante de las patronales.
Una de las promesas de campaña fue la derogación del Obamacare o Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible. Se trata de un programa elaborado por la administración de Obama en 2010, que obliga a todos los trabajadores a obtener un seguro médico o como contrapartida, el pago de una multa del 1% sobre los ingresos. A pesar de tratarse de una reforma que atacaba el salario de los trabajadores, los republicanos se opusieron a la Ley y al gasto inherente a ella. A los pocos días de conocerse el resultado electoral, Trump rectificó su postura. En lugar de derogar el programa, intentaría mantenerlo y realizar algunas reformas. Entre ellas, la prohibición a las aseguradoras de rechazar a un paciente a causa de su condición económica y la posibilidad de que los padres extiendan temporalmente el beneficio de cobertura de salud para sus hijos. El principal promotor de la derogación es, además de Paul Ryan, Lamar Alexander, quién preside el Comité de Salud, Educación, Trabajo y Pensiones del Senado.
A pesar de los desacuerdos, el principal problema que los republicanos enfrentan sobre el Obamacare, es qué hacer con los 22 millones de personas que pueden perder su seguro médico, en caso de que el programa se disuelva. Por este motivo, algunos sostienen que su derogación podría tardar hasta tres años.
La Reserva Federal (Fed) es otro de los focos de conflicto. La entidad se encuentra dirigida por una junta de siete miembros que no dependen directamente del Gobierno. Su principal función decidir sobre la política monetaria. No obstante, desde 2013, la junta está incompleta y no se han designado los miembros faltantes, producto de la crisis política durante el gobierno de Obama. Los cargos duran 14 años y son designados por el presidente, pero deben ser ratificados por el Senado. Hasta el momento, hay dos cargos libres y otros dos por expirar en 2018 (presidente y vicepresidente). La pregunta es si los EE.UU. lograrán poner un presidente para ese entonces.
A lo largo de la campaña, Trump denunció que la Fed estaba trabajando con Obama para mantener los tipos de interés bajos y creaba una economía ficticia. Se comprometió a eliminar una de las medidas impulsadas por la Fed, la ley Dodd-Frank emitida en 2010,que regula las operaciones financieras. Trump cuenta con el apoyo de Stanley Fischer, vicepresidente de la entidad, Eric Rosengren, (Fed Boston), James Bullard (FedSt. Luis), Loretta J. Mester (Fed Cleveland) y Esther L. George (Fed Kansas). Esto desató la polémica con Janet Yellen, presidenta del organismo, que se oponía a un aumento de las tasas y a la derogación de la ley. Yellen cuenta con el apoyo de todos casi todos los gobernadores de la Fed:Jerome Powell, Daniel Tarullo, LaelBrainard y William Dudley, vicepresidente del comité encargado de las operaciones en mercado abierto (FOMC) y presidente del Banco de la Reserva Federal de New York. En un intento por disminuir la polémica luego de conocerse el resultado electoral, Yellen anticipó que el aumento de tasas debería ajustarse al crecimiento de la economía.
Mientras logra tomar el control de la Fed mediante la designación de nuevos cargos, Trumpamenazó con realizar una reforma integral del organismo y, sostuvo que si se volvía necesario, el restablecería patrón oro.
El problema del aumento de las tasas de interés es el encarecimiento de la deuda norteamericana y posiblemente, del crédito interno. Esto producirá una mayor inflación que afectará a la clase obrera ocupada y desocupada. Además, el avance sobre el Obamacare limita el acceso a planes de salud más asequibles para el conjunto de la población.
La polémica alrededor de las propuestas de gobierno del magnate desnuda la interna dentro del Partido Republicano, que se debate entre una mayor intervención estatal para hacerle frente a la crisis o un achicamiento del estado.
Por el lado demócrata el resultado electoral dejó al partido en crisis. Con minoría en ambas cámaras, suma el control de solo 17 estados, de un total de 50. Sin un nuevo liderazgo visible y con la mayoría de sus cuadros políticos superando los 70 años, los demócratas quedan a merced de alianzas con los republicanos. Muchos de sus miembros optaron por declarar que debían “apoyar” a la nueva administración, como Sanders y Warren. Líderes sindicales demócratas, como Richard Trumka (de AFL-CIO), Denis Willams (de UAW), siguieron la misma política y manifestaron su intención de colaborar con el nuevo presidente electo. El nuevo líder del senado, Charles Schumer, coincide con la postura anti-china que Trump lleva adelante. Incluso recibió apoyo del magnate en sus campañas políticas.1
La política hacia adentro
Antes de asumir, Trump llevó adelante un acuerdo con la empresa Carrier que estaba por despedir a 2 mil trabajadores en Indiana y mover dos fábricas a México. Trump ofreció incentivos estatales por 7 millones de dólares, a cambio de la conservación de 1.100 puestos de trabajo.
Rexnord, compañía de rodamientos industriales, también está evaluando la posibilidad de trasladar su producción en Indianápolis a Monterrey, México. Trump se dirigió a la compañía específicamente y recomendó explorar traslado de fábricas entre los estados y la negociación de reducciones de impuestos.2
Por otro lado, nombró una lista de 16 líderes de negocios que orientarán al presidente a mediante el “President’s Strategic and PolicyForum”. Entre ellos, se encuentra Stephen A. Schwarzman (el co-fundador y director ejecutivo del Grupo Blackstone), Laurence D. Finkde (de la empresa de gestión de activos BlackRock), Mary T. Barra (de General Motors), Robert Iger (de Walt Disney), JamieDimon (Presidente Ejecutivo de JP Morgan Chase), Doug McMillon (de Walmart) y John F. Welch Jr. (el ex jefe de General Electric). Entre las medidas propuestas por Schwarzman, se encuentran la flexibilización de los préstamos, descuento en impuestos y el retorno de más un billón de dólares que actualmente las empresas norteamericanas tienen el extranjero.
Además, Trump declaró que eliminará las restricciones medioambientales a la extracción de petróleo y gas mediante la técnica del fracking. Esto permitiría aumentar aún más la producción nacional y el abastecimiento local.
La industria carbonífera también recibirá especial atención. A pesar de que se trata de una rama en declive, se estima que emplea aproximadamente 50 mil trabajadores3.
Trump espera lograr una expansión de las inversiones en infraestructura durante su gestión, pero también entiende la necesidad de ajustar en otros gastos. Uno de los lugares de ajuste será el empleo público. El plan de Trump es congelar la contratación de nuevos empleados durante los 100 primeros días de gobierno. Además, congelará los aumentos automáticos de salarios, expulsará a los trabajadores con “baja performance”, introducirá índices de rendimiento con compensaciones monetarias y reducirá las pensiones.
Trump intenta impulsar algunas ramas de la economía mientras lleva adelante una política de ajuste sobre la clase obrera ocupada, para incorporar a algunos sectores de la sobrepoblación relativa. La designación de Wilbur Ross como futuro Secretario de Comercio se vincula con esta perspectiva. Ross participa de la industria del acero y del carbón, tiene acciones en industria automovilística y textil e impulsa los aranceles sobre los productos chinos. Betsy De Vos, esposa del heredero de Amway, Dick DeVos, es la candidata para Secretaria de Educación. DeVos dirige desde hace tiempo una organización que pide el restablecimiento del trabajo infantil.
Trump nombró a Rex Tillerson, CEO de la petrolera Exxon Mobil, como Secretario de Estado. Se trata de un candidato sin experiencia política, pero que logró imponerse a la multiplicidad de aspirantes que fueron entrevistados por Trump. La designación sucitó muchas controversias dado los vínculos de Tillerson con Putin. La oposición dentro del partido no se hizo esperar y comunicaron su preocupación. Los primeros en criticar a Tilerson fueron los senadores Marco Rubio, James Lankford, John MacCain y Lindsey Graham.
Hacia afuera
Trump anunció que en su primer día como presidente cancelará todos los acuerdos vinculados al Tratado Trans-Pacífico (TTP). El magnate caracterizó al tratado como un “desastre potencial para nuestro país”, y propuso, en su lugar, reemplazarlo por acuerdos bilaterales. También fue tildado de “un fracaso total” el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que involucra a México, Estados Unidos y Canadá. Sin embargo, el magnate sostuvo que solo intentará llevar adelante una renegociación del mismo. Paralelamente, China ya ofreció a México una alianza estratégica para fortalecer el comercio entre ambos países.
Justamente, China ocupó un lugar central en la campaña de Trump. Las críticas se dirigieron a la devaluación de la divisa del gigante asiático y el aumento de la conflictividad en el Mar del Sur.4 Como forma de contrarrestrar el poder chino, Trump se propuso llevar adelante diversas medidas proteccionistas, como el aumento de los derechos de importación en un 45%.
Trump ya se encargó de desatar su primer conflicto diplomático serio, luego de la llamada telefónica a Tsai Ing-wen, presidente de Taiwán, que abre la posibilidad de reconocer a Taiwán como una nación independiente de China. Recordemos que Nixon había entablado relaciones diplomáticas con China sobre la base de no reconocer a Taiwán.
Otra novedad importante es el cambio en la estrategia en Siria. El magnate reconoce la derrota de la política llevada adelante por Obama de apoyo a los rebeldes sirios e irá hacia una alianza con Rusia.
Otro de los acuerdos que serán revisados por su gestión será el de Irán. Varios miembros de su nuevo gabinete se oponen abiertamente al acuerdo y promueven una renegociación. Entre ellos se encuentra, James N. Mattis, candidato a Secretario de Defensa; Mike Pompeo, futuro director de la CIA.
Durante la campaña, Trump declaró que tenía intenciones de disolver la OTAN por tratarse de una institución obsoleta. La crítica residía en el aporte monetario de los países miembros. Luego de una reunión con el Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, se confirmó que Trump no planeaba disolverla, pero tal vez exija una mayor inversión por parte de los países miembros.
La política proteccionista hacia adentro exige, también, una agresiva política internacional. Eso implica dejar de subvencionar a Europa y arremeter contra China. Una política que no necesariamente es compartida por el conjunto de la burguesía yanqui ni por las estructuras políticas.
Perspectivas
La victoria de Trump no solo se asienta en la crisis del conjunto del sistema político norteamericano, sino que la acelera. El partido demócrata ha quedado sin dirección y en retirada. El republicano, quebrado. La Fed, la Justicia y la política exterior aparecen sin una dirección clara. A todo eso, se han roto los vínculos que fidelizaban al conjunto de la clase obrera. Sobre esta incipiente tendencia a la disolución estatal se montó la candidatura de Trump. Tanto Hillary como Obama realizaron sendas denuncias de fraude informático. El presidente saliente incluso llegó a insinuar la injerencia de Rusia en el conteo. De haber persistido, hubieran desatado una crisis que podría haber derivado en el quiebre del Estado. Como personal del “orden”, es justamente lo que querían evitar. Pero es realmente un anticipo de la envergadura de los enfrentamientos que pueden esperarle a Trump si decide avanzar hacia algún tipo de bonapartismo. Y será Roosvelt o JFK…
NOTAS
1https://goo.gl/Tztx3g
2https://goo.gl/QcqEzG
3https://goo.gl/czAnIg
4Véase Bustos, Nadia: “Las aguas bajan turbias”, en El Aromo, nº 93, noviembre-diciembre de 2016.