«The Terror» o el problema de tener un capitán religioso

en El Aromo n° 102


Jeremías Román Costes
Grupo de Cultura Proletaria

Este año se estrenó “The terror” la serie emitida por HBO que narra la travesía de dos barcos y su tripulación enviados a reconstruir un mapa en medio de un desierto de nieve hacia mediados de 1800. Crease o no, el problema de conducción de los navíos, de su capitanía, se establece en función de la mirada religiosa de uno de los protagonistas. La serie ofrece en la piel del drama la posibilidad de discutir con una mirada anti dialéctica de la vida social, acción que nos remite a las tesis de los mapas cognitivos de Jameson… y a las políticas y los programas culturales de una parte de la izquierda argentina.

La muerte puede vestirse de blanco

Con una fotografía descomunal propiciada por la escenografía y el paisaje en la mayoría de los casos, la serie épica sobre el discurrir de aquellos navegantes del 1800 se roba las miradas de la audiencia y algunos sobresaltos también. Es que se trata de una novela clásica cocida y condimentada por los especialistas del suspenso y el terror. Renglón aparte merecen las actuaciones que permiten construir al espectador personajes lo suficientemente fuertes como para soportar con esperanzas la reducida trama.

El relato se desarrolla en una enmarañada geografía de islitas ubicadas en el hoy conocido “paso noroeste”​, una ruta marítima que une el océano Atlántico con el océano Pacifico, bordeando el norte de Canadá. Hasta esa zona inhóspita llegan dos barcos con su tripulación buscando reconstruir un mapa y completar al fin la cartografía desconocida hasta el momento. El clima comienza a complicar la estadía de los navegantes y la acción se abalanza sobre los capitanes haciéndonos ascender así al clímax de la novela.

La historia y su motor, una vez presentados los personajes y los navíos, los cuales cumplen un rol protagónico también, se puede definir como la disputa de intereses entre dos capitanes, uno al mando de cada una de las naves en curso, el navío HMS Erebus y el navío HMS Terror. Jared Harris y Ciarán Hinds representan a los líderes de cada barco, con posiciones diametralmente opuestas, construyendo una cita al pie de la historia escrita hacia fines del siglo XIX. Historia que pone a cada lado del versus ciencia y religión. La creencia en hechos y pruebas apreciables racionalmente, adecuadas a la realidad, se enfrenta al pálpito y la corazonada esperanzadora del religioso místico. Este par de opuestos se dan lugar en una constante batalla contra la naturaleza y sus propios impulsos.

En el desarrollo de la trama la tripulación es representada como la fuerza motriz de cada acción mientras los altos mandos son expuestos como aquellos elementos abocados a la tarea intelectual: la tripulación muere de una enfermedad extraña, posiblemente tuberculosis, los altos mandos se resguardan y toman medidas para no enfermar; la tripulación se amontona en condiciones animales bajo cubierta, los altos mandos gozan de aperitivos y cenas exóticas. Hasta este momento todo corresponde a la clásica historia de navegantes del pasado (incluida la cita al Potemkin en la escena de los marineros descansando en sus camastros), pero entonces aparece la desidia entre quienes deben dedicarse a las tareas intelectuales, es decir a dirigir a los hombres, y todo comienza a complejizarse: lo que era un viaje de exploración se convierte en una pesadilla de nieve y rezos.

A partir de la introducción de este giro dramático, la promesa de ver un thriller con mezcla de suspenso y terror, se convierte en una metáfora de época, de aquella y de ésta, suponiendo que en esos barcos naufraga o navega buena parte, de la humanidad, o al menos de los representantes de cada clase con sus virtudes y errores.

A lo largo de los capítulos las posiciones de los capitanes se agudizan en una mirada religiosa por un lado y una constante acción de oposición racionalista por el otro, frente a la realidad que los aqueja. Y en el medio a merced de las decisiones de los altos mandos, el cuerpo general de marineros debe aceptar una muerte a cuenta gotas, incluso ante la advertencia y sospecha de alguno de sus miembros convertido espasmódicamente en líder plebeyo que no logra construir un poder para los suyos, su clase sino disputar a muerte la salvación individual.

La propuesta entre mágica y metafísica, entre religiosa y fantaseada se superpone a la trama y a la historia cuando las decisiones que van a determinar el rumbo de todos son tomadas por el capitán “creyente” quien argumenta en la fe su decisión de llevar dos barcos y cientos de hombres hacia una posible muerte por congelamiento. Los directores ensanchan la brecha entre lo espiritual y lo racional a partir de aquí haciendo al público cómplice de la duda cuando aparece en la historia un animal misterioso que acecha a muerte a nuestros helados personajes. Resta decir que es notable la sutileza con la que se presentan los problemas a medida que el objetivo principal pasa a ser meramente sobrevivir. Aquí la serie paga una deuda con la veracidad histórica ya que cada elemento que explica y renueva la incertidumbre sobre la salud de los embarcados se basa en el estudio real del caso.

A pesar de todo lo recomendable que tiene la serie nos deja un sabor amargo. Como la realidad a veces, es el sabor de ver impuesta una mala decisión, una salida religiosa, la entrega al pálpito supersticioso, por costumbre o falta de decisión, aun sabiendo que la opción correcta fundada en la razón haría todo más fácil. Tal vez este sea el costado más trabajoso de la serie, entregar como creíble en términos dramáticos decisiones a todas luces erróneas, pero, es parte de la historia, y de los problemas que tenemos que saldar.

Los mapas, los navegantes y el lugar de la dirección.

Jameson propuso hacia 1984 su idea de mapas cognitivos a partir de la cual intentaba dar una posición superadora frente a la caracterización peyorativa que la burguesía, y buena parte de la izquierda, hicieran del rol pedagógico y didáctico de las artes. Junto con esta idea el autor norteamericano proponía una revisión tanto del rol que cumple la dialéctica en el análisis y la acción sobre la realidad como así también del acierto que significa tomar ciertos logros que la burguesía ha desarrollado para sí como potencias para el desarrollo del conjunto de la clase obrera.

La analogía que utiliza en este caso refiere a la acción de aquellos antiguos constructores de mapas parados sobre terreno (o mares) desconocido, y la necesidad de estos de realizar un constante ejercicio dialectico en pos de dar éxito al emprendimiento. Así, lo que se desarrolla es la idea de totalidad desconocida puesta a ser conocida por el hombre y la incertidumbre de no poseer aun las representaciones que permitan un apacible tránsito por los diferentes paisajes. Las herramientas de la época que son útiles para los marineros brindan al autor una conjunción de elementos para dar cierre a su propuesta: los nuevos elementos otorgan una nueva perspectiva de acción a la cual debe uno adecuarse; el sujeto y el mundo quedan mediados por el desarrollo de técnicas y útiles dando así lugar a un trabajo más complejo de la lectura de realidad en donde la perspectiva vivencial es superada por un manejo conceptual, abstracto. Es el paso del itinerario a la cartografía, de la repetición de la experiencia al conocimiento y dominio social de lo real.  ¡De haber escuchado al capitán más racional a tiempo!

Ejemplos como el que desarrollamos en “The Terror” parecen poner de relieve la necesidad burguesa de imponer el idealismo al mundo de las ideas sociales, de rescatar cierto elemento esotérico, religioso, cierta creencia de un más allá inmaterial, pero sobre todo de empujar al sujeto hasta adentro del conflicto impidiéndole tomar distancia crítica, haciéndolo una marioneta del devenir. Buena parte de los diálogos se encargan de reflejarlo cada vez que ponen en duda el carácter real de los problemas y la solución real de los mismos. Pero entonces, cuando parece que estamos presos del determinismo catastrofista, aparece la falla. Los barcos se hunden, los capitanes agonizan, la tripulación se revela, y todo se debe a un problema de dirección. El mismo contexto de crisis muestra los elementos útiles para la solución del problema. La dirección, la organización y la utilización que se le da a las herramientas actualizadas en función de los problemas actualizados: los monstruos de la superstición producen naufragios, la razón siempre es una posibilidad de torcer exitosamente lo que parece un destino de muerte por congelamiento.

Los mapas cognitivos son para Jameson una posible herramienta de intervención eficaz en el mundo de la cultura del capital, siempre y cuando se admita que cambiar el mundo actual, con sus relaciones actuales implica reconocer que está prohibida la mirada religiosa y el auxilio romántico de los héroes del pasado, todo esoterismo queda excluido para quien desea tener efectividad en la intervención social. Solo se admite la destreza dialéctica de poder conjugar lo que se tiene aquí con lo que necesitamos ahora, bajo un mando que represente las necesidades obreras.

El miedo al didactismo en las artes por buena parte de quienes desean derrotar al capitalismo, ajustan la soga justo donde está por cortarse. Por un lado porque desaprovechan un arma valiosa de construcción y expansión de sentido para dotar de representaciones que permitan la creación de un mundo propio a la clase explotada. Por otro porque además se la entregan a la burguesía, esa descarada amante de todo lo que sostiene su poder sea cual fuera su forma, más no su contenido.

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