Se van para la “B”. La competitividad del sector autopartista argentino – Emiliano Mussi

en El Aromo nº 52

15822175463_400af82e23_o-580x380 La dinámica del capital local autopartistas resume los límites de la  industria nacional en su desarrollo internacional, cuyo descenso se parece  cada vez al del equipo del barrio al que mi viejo me hizo hincha de chico.  Durante un tiempo jugó en primera, pero como no podía competir con los  grandes, descendió y nunca más volvió…

 Aquí están, estos son…

 La producción automotriz se efectúa en terminales que ensamblan los conjuntos fabricados por autopartistas. Estos conjuntos representan en promedio el 70% del valor de un vehículo. El mercado de terminales requiere cumplir con normas de calidad, productividad y eficiencia. Participar en este mercado es como “jugar en primera”. Está compuesto por diferentes firmas, divididas en “anillos de producción”. Los del primer anillo ensamblan las piezas que se producen en el segundo. Es decir, tanto los proveedores de categorías B como C venden piezas, luego ensambladas por los proveedores A formando así sistemas completos. Por último, la terminal reúne todo el sistema.
Ahora bien, existe otro mercado, marginal respecto al de terminales: el de reposición. Participan aquellas firmas que, por su escala, no pueden entrar al mercado de terminales, y “descienden” a este sector. Para
2006 se estimaba que existían cerca de 200 autopartistas en el primer y segundo anillo, y alrededor de 400 firmas orientadas a la reposición.
Su demanda está en función de la cantidad de vehículos del parque automotor y de su antigüedad, no de la producción de vehículos para los proveedores de terminales. Así, producen repuestos para vehículos que ya no se fabrican, como el Fiat 1500 o el Renault 12, con una tecnología que entró en desuso. Por la diferencia con respecto al mercado de terminales, este mercado se asemeja a jugar en la “B”. Las firmas que participan de esta “categoría” tienen en general una baja composición orgánica de capital, escasa inversión y máquinas obsoletas. Se da el caso de talleres que trabajan con prensas del siglo XIX, o con tornos de los años ‘30 utilizados para la fabricación de municiones durante la Segunda Guerra.1

Los que se van al descenso

Tanto las empresas del mercado de terminales, como los de reposición, son pequeños capitales. Un pequeño capital es aquel que no logra alcanzar la tasa media de ganancia.2
Al tener una menor eficiencia que el capital medio, venden sus mercancías por debajo de su valor individual. De esta manera, su situación tiende a empeorar progresivamente, ya que una menor tasa de ganancia no significa otra cosa que menor capacidad de ampliar la capacidad de acumulación y, por lo tanto, de desarrollar competitividad.
Estos capitales que quedan rezagados en el proceso de concentración y centralización, tienden generalmente a desaparecer. Sin embargo, en determinados sectores de la economía pueden sobrevivir por un plazo mayor, sin ser desplazados de inmediato por capitales medios. Aunque lo consiguen a costa de resignar masa de ganancia. Este es el caso de la industria autopartista. De todas formas, en el largo plazo los capitales menos productivos pierden posiciones y desaparecen o se estancan en las categorías menos competitivas. Eso puede observarse en la evolución de las importaciones en las últimas décadas: en promedio, para 1972 más del 87% de las piezas de terminales eran nacionales, mientras que para fines de los ‘90 apenas alcanzaba el 28,6%.3
Para el año 2006, el 63% del total de importaciones de autopartes era demandado por terminales. La baja competitividad de los productores locales de autopartes queda evidenciada en la evolución del saldo de la balanza del subsector: en 2006, el saldo de exportaciones e importaciones marcó un déficit del sector local del orden de los 2.880 millones de dólares. Durante el período 2002-2006, las importaciones crecieron a una tasa promedio del 23% anual contra un 10% de las exportaciones.4
Entonces, se observa en el largo plazo que la competencia extranjera comienza a desplazar a los autopartistas locales de los primeros anillos, quienes se refugian en el mercado de reposición. Es decir, la industria autopartista nacional desciende a la “B”, al igual que el club de mis amores, al no poder enfrentar las autopartes importadas.
En mayor o menor medida es ésta la regla, y no la excepción, de lo que puede ofrecer la industria en la Argentina. Es decir, una industria basada en tecnología obsoleta, protegida momentáneamente por una coyuntura favorable de precios agropecuarios y devaluación.
Como un equipo de oficinistas enfrentando al Barcelona, las posibilidades del sector para imponerse en la competencia son demasiado escasas.

Notas

1 En base a visitas y entrevistas realizadas por el autor.
2 Mussi, E.: “El reino de los pitufos” en El Aromo, nº 49, 2009.
Harari, Ianina: “El enfrentamiento entre autopartistas nacionales y terminales extranjeras por el régimen automotriz de 1971”, MIMEO; y Cantarella, J. et al: La industria automotriz argentina: limitantes a la integración local de autocomponentes, DT 01/2008, UNGS, Año 2008, p. 12.
4 Idem, pp. 18-21, en base a INDEC, Aduana, AFAC y ADEFA.

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