Por Juan Kornblihtt, Grupo de Investigación en Historia Económica Argentina, en el CEICS-RyR
La empresa Sasetru dominaba el mercado argentino entre mediados de los 50 y fines de los 70: exportaba cereales, tenía una gran compañía de buques de pesca, producía galletitas y pastas. Las acciones (como corresponde a una empresa exitosa) subían sin parar. Así, sus dueños -los tres socios argentinos Salimei, Seitun y Truco- eran el modelo del burgués nacional. Ese burgués que muchos reclaman y añoran, desde Kirchner y Lavagna hasta la CTA de Víctor de Gennaro. Pero el éxito de esos tres cruzados se esfumó en el ’78. De un día para el otro, la empresa cerró y dejó a miles de trabajadores en la calle y a proveedores con deudas incobrables. Así el caso Sasetru se convirtió en un nuevo modelo, ya no de empresariado innovador, sino de quiebra fraudulenta.
En el número pasado de El Aromo analizábamos el caso Arcor como el ejemplo a seguir que plantean desde los economistas de la escuela de Domingo Cavallo hasta los intelectuales de la centroizquierda para sacar adelante a la Argentina. Era el ejemplo de un capital que invierte, claro que no explican por qué sólo una empresa argentina triunfa y el resto no. Con Sasetru encontramos la otra cara de la misma moneda. Hay un lugar común que señala que con la dictadura del ‘76 el gobierno fue tomado en manos del capital financiero y que entre sus objetivos además de desaparecer a 30.000 luchadores obreros y de la pequeña burguesía estaba destruir al capital industrial y productivo. Es decir que era un enemigo de los burgueses nacionales que están llamados a defender los intereses de todos los argentinos.
Si así fuera, los pobres dueños de Sasetru serían los damnificados de Videla y compañía. Y ahora con un nuevo estado que apunte a la producción y al trabajo como tanto dicen Scioli y Kirchner el país va a salir adelante ya que los burgueses que de verdad quieren invertir y no especular van a tener condiciones seguras. Pero Sasetru no se fundió porque el Estado no la ayudó, sino porque no podía competir con sus rivales internacionales. Y en el capitalismo eso implica tener que disolverse. No porque la Argentina se desindustrialice, sino porque son expropiados por capitales más grandes, a veces extranjeros y a veces nacionales. Es decir que desaparecen porque hay más industria a nivel mundial y también en la Argentina: Sasetru desapareció, pero la empresa Molinos Río de la Plata, su principal competidora, sigue creciendo y expandiendo su mercado.
Entonces, en lugar de estar enfrentados al Estado, los Sasetru se aliaron con él y fue el supuesto gobierno anti burgués productivo el que les permitió llevarse toda la plata y les dio impunidad para escapar de la justicia. Hoy, el mismo Estado, en manos de representantes «productivos» como Duhalde y Kirchner, quiere impedir que Sasetru vuelva a renacer de la mano de la gestión obrera de sus ex trabajadores y de los desocupados del Polo Obrero. La burguesía demuestra que así como está incapacitada para impedir que se cierren las fábricas, se opone -por medio de su principal organización, el Estado Nacional- a una reapertura de este tipo porque implica violar la propiedad privada de los medios de producción. Por eso la lucha es la forma que tienen los obreros de lograrlo. Y de la mano de este movimiento piquetero cada vez más grande, la derrota en una batalla como en Sasetru y Brukman no significa que la guerra esté perdida. Pero para ganarla hay que sacarse de encima a los supuestos aliados (la burguesía productiva nacional) y pelear con una política y una organización independiente por la expropiación bajo control obrero de las fábricas ocupadas en el camino hacia un gobierno de los trabajadores.