Salvemos al capital.

en Revista RyR n˚ 10

Concentración y Centralización del Capital en la Argentina de los ’90 de Eduardo M. Basualdo, Universidad Nacional de Quilmes Ediciones, Bs. As., 2001.

Reseña de Mariano Schlez

Los “sectores populares” continúan siendo víctimas del gran capital, estimulados por las políticas estatales neoliberales que favorecen al sector más acomodado de la sociedad argentina en detrimento de los más desfavorecidos. Esta oración falaz, incompleta y sobre todo falsa, es nada más y nada menos que una de las afirmaciones más importantes del libro reseñado. Se trata de otra justificación del sistema capitalista, culpando por su estancamiento y crisis a las políticas empleadas por un Estado en una coyuntura y un momento histórico determinado. Explica, y más que eso describe, una situación estructural, económica y universal, a través de un análisis superestructural, político y coyuntural, aislando la realidad nacional de la dinámica capitalista internacional que la contiene y determina. Este libro entiende que desde el Estado puede manejarse la economía y que con un gobierno que atienda a los “sectores populares” pueden solucionarse la miseria, la explotación y la marginación creadas por el sistema capitalista.

Desde la introducción misma Basualdo afirma que la concentración y la centralización del capital son recurrentes en la economía argentina desde los años ’70, siendo estos fenómenos posibles por la regresividad en la distribución del ingreso (p.14). Luego afirma que esta será la problemática principal de su trabajo y que la resolverá analizando la composición y la evolución de las empresas más grandes de la economía argentina. Finalmente dice que la concentración de la producción y la centralización del capital es la resultante de las políticas estatales neoliberales aplicadas en las últimas décadas (privatización de empresas públicas, liberalización del mercado cambiario, ajuste de la administración estatal, derogación de los derechos de los trabajadores, etc.). Uno de los principales resultados de estas políticas sería la evolución diferencial de la producción y de la rentabilidad que tienen las grandes firmas con respecto al resto de las empresas. Reflejo de este proceso son las quiebras de pequeñas y medianas empresas, la transferencia de activos públicos y privados (ventas y privatizaciones) y la instalación de nuevos establecimientos productivos. También destaca que todo este proceso se encuentra precedido e impulsado por la interrupción del patrón de industrialización sustitutiva, es decir, el paso al predominio de la valorización financiera como ordenadora de las relaciones económicas

Las modificaciones estructurales desarrolladas a lo largo de los ’90 y que afectaron directamente a la cúpula empresarial pueden dividirse en dos grandes períodos: el primero, entre 1991 y 1995, muestra, en términos de los activos fijos, dos procesos estrechamente vinculados, la privatización de las empresas públicas y la irrupción de las asociaciones entre grupos económicos locales y diversos tipos de capital extranjero. Y el segundo, entre 1995 y 1997, da cuenta de las transferencias de propiedad de numerosas empresas privadas a manos extranjeras. Al mismo tiempo, los cambios en la propiedad de los activos fijos tienen su correlato en activos financieros en el exterior de los grupos económicos. Esto se observa en el aumento en la salida de capital local al exterior. En su “síntesis y conclusiones” Basualdo afirma que el proceso económico y social de la década de los ’90 se encuentra relacionado con la forma en que se resuelve la crisis hiperinflacionaria de 1989, que no es más que una creciente profundización de las tendencias a la centralización del capital y la concentración de la producción y el ingreso, desarrollados ya desde mediados de los ’70, pero acrecentados hoy por la superación por los sectores de poder de una serie de limitaciones a nivel estructural de los asalariados y del Estado. La resolución de la crisis, además de modificar a la cúpula empresaria, afecta directamente a los asalariados (disminución en la participación del ingreso, desocupación, precarización, desregulación, etc.) pero sin que “los sectores subalternos sean protagonistas activos del conflicto”.

Otro aspecto importante del proceso es que, según el autor, los grupos económicos poseen las ganancias mas altas de toda la cúpula empresarial (luego de las asociaciones), y a pesar de esto, venden. El dinamismo y la rentabilidad de estas empresas determina el altísimo precio en que son vendidas. Este proceso plantea el interrogante de por qué venden los dueños de los grandes grupos. La “nueva” estrategia de los grupos económicos sería concentrarse en las actividades que poseen ventajas comparativas naturales, es decir, producción agropecuaria y agroindustrial y apostar a la valorización financiera como fuente de ganancia. El destino de los capitales en el exterior sería el de adquirir bonos y títulos emitidos por el Estado y por el sector privado local lo que les permitiría obtener una renta diferencial, evitando el riesgo cambiario, apareciendo como otro acreedor externo. La venta estaría determinada por la posibilidad de esta concentración, de valorizar financieramente las ganancias y justamente, por esta alta rentabilidad inédita, conseguida a través de mecanismos políticos (escasos marcos regulatorios por parte del Estado para con las empresas compradoras, poseedoras de mercados cautivos de estos oligopolios y monopolios adquiridos, les permiten actuar con amplia libertad en torno al aumento de la rentabilidad), que sólo se realiza vendiendo en ese momento determinado y en una situación económica determinada.

Basualdo explica entonces la tendencia a la disgregación de los sectores dominantes. Las causas debemos encontrarlas en que los capitales que garantizan la articulación de las grandes firmas entre sí, y de todas ellas con el sistema político (los grupos económicos), pierden gravitación en la economía real y decaen en los espacios compartidos con otros capitales (asociaciones). Por otro lado, los capitales de mayor expansión (conglomerados extranjeros), se consolidan en base a sus empresas controladas, también disminuyendo su participación en las asociaciones, lo que deja a las mismas como un tipo de propiedad como el resto, porque quienes participan de ellas no controlan otras empresas de la cúpula. Todos estos elementos parecerían demostrar estas nuevas contradicciones en formación. Las asociaciones, símbolo mayor  de la “comunidad de negocios” surgida en los ’90 como intereses convergentes entre los acreedores externos y las diversas fracciones del capital concentrado interno, comienzan a disminuir su importancia y mostrar su tendencia a la disgregación, lo que no es más que la disgregación de esta “comunidad” nacida a costa de los activos estatales y la pauperización de los ingresos de los trabajadores. La causa principal que comienza a producir esta crisis es la venta de empresas o participaciones importantes de las mismas. Las contradicciones se desarrollan ahora entre las distintas fracciones del capital que componen la cúpula empresaria y no entre todos ellos y los acreedores externos (como era anteriormente). Los cambios estructurales de los ’90 comienzan a generar posiciones enfrentadas.

Los grupos económicos intentan reconstruir los dos pilares en que se basaba la “burguesía nacional” durante la sustitución de importaciones, aludiendo a la necesidad de reconstituir una reindustrialización exportadora con base en los empresarios. El enfrentamiento de posiciones dentro de la cúpula empresaria expresa sus divergencias también en cuanto a las opiniones sobre  las políticas a tomar en torno al Plan de Convertibilidad. Los conglomerados extranjeros y las trasnacionales poseen gran cantidad de activos fijos en el país con un creciente riesgo cambiario que ante una modificación de la tasa de cambio perderían una gran cantidad de capital en términos de dólares. Por otro lado, los grupos económicos se verían ampliamente beneficiados ante el crecimiento de sus activos financieros en dólares, invertidos en el exterior. Entonces, durante el proceso de ventas de empresas, a los compradores les conviene mantener la tasa de cambio para que no se vean afectados los valores en dólares de sus activos físicos y a los vendedores les interesa la devaluación para acrecentar en moneda local (pesos) sus activos líquidos dolarizados. Esto explica las propuestas de los capitales extranjeros de “dolarizar” la economía argentina y la resistencia por parte de los grupos económicos locales que exigen una devaluación del tipo de cambio.

Este libro posee un logro fundamental. Todo el trabajo empírico fáctico que realiza Basualdo es destacable y demuestra que son una realidad los procesos de concentración y centralización de capital en la argentina de los ’90. Por medio de fuentes del Ministerio de Economía, elaboraciones propias de FLACSO, balances de empresas, revistas especializadas (Mercado), INDEC e informes bancarios y a través de una gran cantidad de citas sobre la temática estudiada, el autor demuestra que no está escribiendo sin fundamentos y logra una buena descripción de los hechos. El problema surge a la hora de explicar porqué se producen. Y es allí donde diferimos radicalmente con su postura.

Su propuesta política de superación de esta situación de crisis económica y social es producto de atribuir a todo este proceso determinantes equivocados. El proceso de concentración y centralización no se explica por “la regresividad en la distribución del ingreso”. Esta explicación lo lleva a buscar la solución en una “redistribución” de las ganancias a través del Estado, que no es más que pedir que el capitalismo detenga o transforme su lógica de reproducción, lo que llevaría a una regresión en las fuerzas productivas. En última instancia, esta propuesta no lleva a atacar el problema desde su raíz, sino a intentar solucionarlo mediante mecanismos políticos. Si Basualdo comprendiera que no son las “políticas neoliberales” las causantes reales de este proceso, sino, la dinámica propia del sistema capitalista, llegaría a propuestas realistas y que den una verdadera salida a la crisis en curso. Pero tampoco comprende el carácter clasista del Estado, separando en su análisis lo “político” de lo “económico”. Todas las medidas y acciones políticas deben entenderse como resultados de una determinada estructura económica objetiva. Nunca una acción política se explica en abstracción de esta relación. Al mismo tiempo, el autor  no se da cuenta que las grandes empresas, no poseen una “evolución diferenciada de la rentabilidad y la producción” porque se abstraen del ciclo. Las empresas no se “desligan” del ciclo económico. Es justamente este ciclo el que, durante las crisis, les posibilita sobrevivir a las empresas de capitales mayores, a costa de los de menor tamaño. Es la lógica normal del sistema, aquí y en todos lados.

En síntesis, su propuesta de “shock redistributivo, autonomía nacional y democratización”1 parte de una equivocada interpretación de la realidad, que le hace proponer soluciones que pueden aparentar acabar con los problemas, pero que nunca atacan las causas últimas generadoras de las crisis, es decir, el sistema capitalista. Llega en ciertos momentos a rozar el núcleo del problema, el agotamiento del capitalismo por su propio desarrollo, pero las propias limitaciones de su ideología burguesa liberal le impiden llegar al fondo de la cuestión, lo que significaría dejar en claro las contradicciones del sistema y de la clase a la que él defiende y justifica.

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