Que vuelva el Rey… El Instituto Histórico Dorrego y el revisionismo kirchnerista

en El Aromo nº 67

a67marianovsdorregoMariano Schlez
Grupo de Investigación de la Revolución de Mayo-CEICS

El Instituto Manuel Dorrego nació con el objetivo de difundir la “verdadera” historia argentina. Mezcla de ignorancia y citas a ensayistas (que repetían a la vieja academia), el resultado es una historia de muy baja calidad, que defiende la contrarrevolución feudal.

Hace unas semanas salió al mercado el primer trabajo conjunto del instituto de historia revisionista Manuel Dorrego: La Otra Historia. El revisionismo Nacional, popular y federalista1. Pese a que se presenta su trabajo como una gran novedad, los divulgadores oficialistas no son originales ni siquiera en la elección del título, ya utilizado por Howard Zinn, Eduardo Azcuy Ameghino y Norberto Galasso2. Lo más triste del asunto es que se construye un relato completamente ficticio, sin fundamento y que, bajo ropajes izquierdistas, tiene por objetivo justificar una política capitalista.

Oficialistas y pro-yanquis

Aunque en sus trabajos abunden todo tipo de adjetivos hacia el imperialismo, los divulgadores de la “doctrina de la historiografía nacional, popular y federalista” esconden una profunda admiración por el desarrollo capitalista norteamericano. Así es como uno de los autores del libro, el Dr. en Ciencia Política de la Universidad del Salvador y docente de la Escuela de Guerra, Marcelo Gullo, señala que el “el punto de arranque de la superioridad anglosajona en el Nuevo Mundo” proviene de la unidad de las trece colonias, a diferencia de la fragmentación latinoamericana en múltiples Estados nacionales. En la misma lógica, Gullo considera que los latinoamericanos desperdiciamos la chance de construir un capitalismo de primer nivel durante el siglo XIX, por no desarrollar una política “proteccionista”, como lo hizo Estados Unidos.
Esta perspectiva resume el corazón del planteo revisionista: la generación de Mayo entregó el país al imperialismo inglés, provocando la histórica “dependencia” económica argentina. Que habría comenzado con el triunfo de Mariano Moreno y su “librecambista” Representación de los Hacendados, frente a la “proteccionista” Representación de los comerciantes gaditanos de Miguel Fernández de Agüero. Desde 1809, entonces, el comercio inglés se habría devorado la posibilidad de un desarrollo industrial sustantivo.
¿Cómo fundamentan sus ideas? Con una cita de autoridad: así lo dijo José María Rosa en Defensa y pérdida de nuestra Independencia económica (1941)3. Y cuando digo cita (en singular) no exagero: en diferentes artículos, O’Donell y Gullo apelan al mismo párrafo de quien se habría encargado de “revisar (y refutar documentos en mano) el montaje mitrista, ajeno a la verdad”.

El maestro se copió

El problema es que no es del todo cierto esto de los “documentos en mano”, por lo menos en lo que refiere al debate de 1809. En el trabajo citado por los “historiadores” del Dorrego, José María Rosa apela al trabajo de los historiadores de la Academia, a quienes supuestamente viene a criticar, como Levene, Callet Bois, Torre Revelo y Juan Agustín García. De hecho, todo su estudio no hace más que repetir las ideas que Diego Luis Molinari expuso en La representación de los hacendados de Mariano Moreno; su ninguna influencia en la vida económica del país y en los sucesos de Mayo de 1810, escrito en 1939.
Pese a que Rosa no haya pasado del ensayismo, el Instituto Dorrego elige su nombre para otorgar un premio a la “investigación” en historia argentina. Paradoja que no es la única, dado que quien es reivindicado como un historiador que buscó “quebrar el coloniaje” y “denunciar sus mecanismos”, fue en realidad un ferviente admirador del imperialismo español. Al igual que los nacionalistas católicos, Rosa afirma que el dominio de la corona permitió “un alto grado de progreso industrial” en América, e incluso su “autonomía” en términos productivos, gracias al monopolio comercial. Incluso aseguraba, en consonancia con el posmodernismo más reaccionario y liberal, que América no fue colonia española hasta principios del siglo XVIII.
Para el revisionismo original, el origen de todos nuestros males se encontraría en la dinastía borbónica y sus sucesores, los revolucionarios de Mayo: los primeros habrían convertido a los territorios americanos en colonias y los segundos los habrían “entregado” a los ingleses. Recordemos que los Borbones (sucesores de los Austria) ocuparon el trono español en el siglo XVIII y se destacaron por su innovador reformismo (Carlos III fue llamado el Rey Sol, por su vinculación con el iluminismo). Al igual que sus discípulos, Rosa defiende a los buenos capitalistas, proteccionistas e industriales, como Estados Unidos y Francia. En cambio, la dinastía borbónica y los revolucionarios de Mayo habrían hipotecado el futuro para salvar su presente, es decir, salvaguardaron sus revoluciones concediendo la “libertad de comercio” a los servidores de Su Majestad. Los únicos progresistas en esta historia son los Austrias…
Claro que lo revisionistas también tienen sus héroes “antiimperialistas”. En este caso, los comerciantes monopolistas Martín de Yáñiz, Síndico de Consulado, y Miguel Fernández de Agüero, apoderado de los comerciantes gaditanos. Desde su perspectiva, ambos defendieron el “antiguo sistema protector […] con razones de experiencia y de sana lógica a la economía vernácula”. Le hicieron frente al “abogado de los ingleses” Mariano Moreno, e intentaron resguardar a la “industria americana”: los ponchos cordobeses y santiagueños, los tejidos de Cochabamba y a la “multitud innumerable de hombres y mujeres que se mantienen con sus hilados”. Tanto admira Rosa a los partidarios del Rey que les otorga cualidades premonitorias, señalando que Agüero poseía una “visión profética”, que desnudó los intereses del “imperialismo económico inglés” y el “capitalismo invasor”, denunciando el origen de un “cartel de compradores” para imponer un precio a los productores americanos, luego de fundir toda la industria nativa. Su derrota habría transformado al Río de la Plata en una “virtual colonia económica inglesa”.

La verdadera Historia

Los divulgadores del oficialismo saben poco de historia. Poco de historia general y del comercio colonial en particular. Dicen barbaridades como que, frente a las invasiones inglesas, “los comerciantes se ilusionaron con los negocios que se acercaban”, a diferencia del “pueblo” que “se levantó en armas y expulsó a los invasores”. La pregunta que surge es si su grado de desconocimiento es tan grande o han ocultado información deliberadamente. Los comerciantes monopolistas se opusieron a las invasiones  y combatieron contra el ejército británico. No fue otro que Martín de Álzaga el héroe de la Defensa.
En segundo, carecen de todo método de investigación, eligiendo hacer lo que reprochamos a diario en los colegios: copiar y pegar ideas ajenas. Para colmo, repiten a historiadores que tampoco analizaron las fuentes, con lo que el resultado es bizarro: los principales dirigentes contrarrevolucionarios del período son, para los kirchneristas, los primeros luchadores antiimperialistas.
El conocimiento no es fruto de la improvisación. Para conocer la vida de los Agüero, hemos revisado toda su correspondencia privada y comercial, el cargamento de todos los buques que entraron y salieron del Río de la Plata en el período 1770-1820 y la totalidad de los protocolos notariales que firmaron en Buenos Aires. Se trata de la revisión y sistematización de cientos de miles de documentos viejos, sucios y difíciles de leer. Trabajo arduo pero necesario, para realmente conocer la verdadera historia.
El análisis de estos documentos prueba que los monopolistas, lejos de defender los intereses de la “industria” americana, sólo buscaban mantener los privilegios que le permitían tener el monopolio de ingresar ellos mismos las mercancías inglesas (españolas, holandesas y francesas) que traían desde Cádiz. Es decir que no temían el surgimiento de un “cartel de compradores” ingleses, como interpretan los revisionistas: cuando Fernández de Agüero plantea que “los ingleses nos han de poner la ley, aun en el precio de nuestros frutos”, está advirtiendo a los funcionarios españoles de que el fin del monopolio iba a anular el sobreprecio del que se apoderaban los monopolistas y el Estado colonial español y anunciando el advenimiento de la ley del valor, que beneficiaría a la naciente burguesía agraria.
Lo que efectivamente defendieron Yáñiz y Agüero fue a la nobleza española, que sostenía su imperio gracias a los impuestos que percibía en sus colonias y a las “regalías” que le dejaba la circulación mercantil a través de los puertos españoles, fundamentalmente Cádiz. En septiembre de 1809 no se enfrentaron “proteccionistas” y “librecambistas”, sino la naciente burguesía rioplatense y la nobleza española. Su resultado no arrojó al Río de la Plata a las garras inglesas, sino que fue uno de los primeros pasos que dieron los hacendados pampeanos en la construcción de un mundo a su medida. No existe “otra historia”. Existe el conocimiento científico y la ideología. En este caso, esto que hemos reseñado no califica siquiera para esta última. Un grupo de funcionarios y periodistas (llamarlos historiadores sería insultar a quienes nos curtimos el lomo trabajando en la profesión), que defiende a una de las dinastías más reaccionarias de la historia europea, es todo lo que el kirchnerismo supo traernos como novedad.

NOTAS

1 Compilación de trabajos de Pacho O’Donell, Felipe Pigna, Hugo Chumbita, Eduardo Anguita, Araceli Bellota, Hernán Brienza, Ana Jaramillo, Marcelo Gullo, Osvaldo Vergara Bertiche, Pablo Vázquez, Víctor Ramos, Fernando Del Corro, Fabián D’Antonio, Pablo Hernández, Enrique Manson y Enzo Regali, Ariel, 2012.
2 En 1980, Howard Zinn publicó La otra historia de los Estados Unidos; en 2002, Eduardo Azcuy Ameghino escribió La otra historia. Economía, Estado y sociedad en el Río de la Plata colonial; y en 2011, Norberto Galasso produjo el documental La otra Historia, Corrientes Historiográficas.
3 Aquí utilizamos la edición digital, preparada por el hijo de José María, Eduardo Rosa, octubre de 2001.

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