¿Qué pasa en el mundo? Brasil marca el camino…de la burguesía

en La Hoja Socialista 9/LHS¿Quépasaenelmundo?

En julio pasado, el Senado brasilero aprobó la reforma laboral, que modifica significativamente las formas de contratación de los trabajadores cariocas. No se trata de algo extraño: justo cuando estamos en una crisis económica mundial, lo más común es que la burguesía intente avanzar en distintos países, con mayor o menor fuerza, sobre la clase obrera. En este sentido, la llamada “flexibilidad laboral” es un objetivo de largo plazo, con el que buscan aumentar su ganancia a partir de una mayor explotación de los trabajadores. ¿Cómo? Aumentando el horario de la jornada laboral, disminuyendo los descansos, o incrementando la intensidad del trabajo con incentivos o premio a la productividad, etc. De ese modo, se reducen los costos laborales.

Así, en Brasil, se modificaron más de cien puntos de la Consolidación de las Leyes del Trabajo (CLT), una Ley del Contrato de Trabajo brasilera. Entre ellos, se reformó el aspecto más importante: aquel que señala que los acuerdos –sin importar su nivel– pueden no ajustarse a lo dictado por la CLT. Todavía más, los acuerdos por empresa pueden prevalecer sobre los acuerdos por rama de industria. Además, los convenios colectivos y acuerdos por empresa no podrán tener una duración mayor a dos años, quedando prohibida la ultraactividad (es decir, la prórroga automática de los convenios firmados hasta que se proponga alguna modificación).

De este modo, se somete a cada trabajador o a grupos reducidos de trabajadores a negociar con la empresa en una situación obviamente desfavorable. ¿Qué cuestiones? Extensión de la jornada (más horas, más días, menos descansos), su intensidad (pago incentivado por los premios o ganancias) y sus condiciones de salubridad. Divide y reinarás, ¿le suena?

Atendamos así, a algunos cambios. Primero, la jornada laboral puede extenderse hasta un máximo de 12 horas, por la vía de los acuerdos mencionados y sin necesidad de que sea por cuestiones excepcionales. Así, lo que antes se pagaba como “hora extra”, ahora se pagará como una hora regular. Además, se reduce el descanso obligatorio de 60 a 30 minutos y puede dividirse el descanso vacacional en tres periodos, cuando antes era divisible en dos y solo en casos “excepcionales”.

Es posible también que los contratos sean verbales, quedando sujetos a la palabra del patrón contra la del obrero. Sabemos lo que vale la palabra del patrón… Se introduce también el banco de horas para compensar horas extras, que puede admitirse por acuerdo individual escrito, siempre que la compensación se realice en un plazo de seis meses.

Y no es todo: ahora incluso podrá llamarse “trabajador autónomo” a trabajadores que posean vínculos de exclusividad, eventualidad o subordinación a una empresa. O sea, se avanzará sobre sus derechos laborales. También aumentarán los contratos basura y el trabajo tercerizado, ahora ampliados a la actividad principal de los establecimientos. Para colmo, las mujeres embarazadas y en período de lactancia tendrán que demostrar que no están en condiciones de realizar tareas insalubres, mediante certificado de su médico.

Respecto a las condiciones de despido, se incorpora la figura de despido por común acuerdo, que reduce la indemnización de un 40 a un 20% del Fondo de Garantía de Tiempo de Servicio y el preaviso de 30 a 15 días. Se imagina que tan “en común” será ese acuerdo de despido… Además, los despidos colectivos ya no deben ser negociados con los sindicatos.

Otras medidas desfinancian a los gremios y crean organizaciones paralelas. Los aportes sindicales pasan a ser voluntarios y se establece la creación de una comisión de representantes de los trabajadores, por empresa o por región o Estado en caso de que tenga varias fábricas o sedes, que puede negociar directamente con la empresa.

Como se ve, el caso brasilero es una clara muestra de un ataque a la clase obrera que toma forma. En octubre, gane quien gane, nos espera lo mismo a los trabajadores argentinos. Debemos poner en pie una respuesta del conjunto de los trabajadores –ocupados y desocupados– para hacer frente a la burguesía con coordinación y organización.

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