“La izquierda local ha tenido un déficit enorme en tratar seriamente a la teoría”
Presentación de la colección Básicos del Socialismo, de la Biblioteca Militante con Eduardo Sartelli, Christian Castillo y Miguel Vedda
¿Para qué leer ciertos textos? ¿Qué hace de un libro un clásico? Estas y otras preguntas fueron debatidas por un panel compuesto por Cristian Castillo, Miguel Vedda y Eduardo Sartelli, en la presentación de Básicos del Socialismo, de nuestra Biblioteca Militante.
El sábado 10 de noviembre, presentamos en el Centro Cultural Barrilete Libros, la Colección Básicos del Socialismo, de la Biblioteca Militante. Son textos imprescindibles de autores clásicos y no tan famosos. Hasta ahora Ediciones ryr ha editado La lucha de clases en el apogeo de la Revolución Francesa de Daniel Guerin, El año I de la Revolución Rusa de Víctor Serge, Revolución y foquismode Guillermo Lora y Marx: ensayo y biografía intelectual de Maximilien Rubel. Estuvieron en el panel Eduardo Sartelli, Christian Castillo y Miguel Vedda. A continuación, le ofrecemos al lector un extracto de sus disertaciones.
Eduardo Sartelli: La pregunta que podría usar como disparador es para qué sirve leer textos viejos, que hablan sobre una tradición, pero que están enfocados en una historia ya pasada. Dicho de otro manera, para qué releer y editar textos que no se pueden ajustar a la coyuntura, en la medida en la que fueron escritos para problemáticas de una época que ya pasó.
Nosotros editamos estos libros con el criterio de que poner en circulación a ciertos autores tiene una utilidad practica. No lo hacemos con ningún espíritu archivista. Nosotros editamos estos textos porque creemos que tienen una importancia presente, porque siguen siendo útiles, porque creemos que vale la pena volver a leer. Entonces, ¿qué importancia pueden tener estos textos hoy? Todo rescate de textos pasados supone una relectura desde el presente. En estos casos, siempre esa relectura es interesada, porque uno concientemente edita el libro para que sea leído en un ángulo determinado, aunque el lector puede leer en otro ángulo (esto puede suceder). La colección BS es una colección de clásicos consagrados por la tradición socialista como los receptáculos de experiencias sociales importantes. Se han escrito muchos libros sobre experiencia sociales, sin embargo no todos los escritos son igualmente importante. La Historia de la Revolución Rusa, de Trotsky (un libro que nosotros también editamos), por una serie de razones que allí explico es un receptáculo particularmente importante sobre ese hecho social. La tradición socialista no solo ha seleccionado una serie de hechos sociales que son importantes y que hay que pensar siempre (la Comuna, el ‘48, la Revolución Rusa, etc), sino que también ha seleccionado un conjunto de libros escritos por determinados autores que hablan sobre esos hechos, que son más importantes que otros. Frente a eso siempre nos planteamos el mismo problema: la única forma de que esos textos fomenten una forma de pensar la realidad, que ayude a su transformación, es no tener una actitud religiosa frente a esos libros, a esos autores. Dicho de otra manera: esos autores no lo dijeron todo, también se equivocaron y plantearon cosas que hoy ya no tienen sentido.
Es indudable que si los reeditamos es porque algo de eso sigue vivo y esto tiene que destacarse frente a lo que ya ha muerto. Es importante tener una actitud crítica y no transformar el texto en algo sagrado porque lo dice tal autor. De lo contrario, lo que se termina haciendo es reeditar la Biblia, un texto que se lee sin ninguna conciencia crítica y que para lo único que sirve es para extraer citas que puedan justificar cualquier cosa. Cuando nos enfrentamos a la edición de Trotsky, o Luckács, nos enfrentábamos siempre al mismo problema: siempre que alguno quería tocar alguna coma no podíamos por el autor. De manera tal que uno siente la presión de la historia de ese texto y de ese autor.
Con el criterio de pensar que en definitiva el autor es un ser humano corriente, hemos escrito siempre los prólogos con cierto veto de irreverencia. La idea es que se le vea la hilacha a cierto autor, algo que la historia parece haber pulido y todo esto para colocarlo en el debate actual ejerciendo una crítica desacralizante.
En La Historia de la Revolución Rusa nosotros marcábamos que la tesis de la revolución permanente no se aplica más. Que aquello dicho por Trotsky ya no tenía sentido y que el libro podía usarse, en todo caso, como un manual de la acción social. Es decir, aprender cómo fuerzas se organizan, se desarrollan y enfrentan y viven combates. De cómo un partido político como conjunto organizado debe polarizarse frente a otros a fin de colocarse en la cresta de la ola para llevar la conducción de esas fuerzas. El valor de La Historia de la Revolución Rusa es más formal que concreto. Está más ligado al análisis social abstraído de las condiciones concretas, que al análisis concreto. Por lo tanto, mantiene una utilidad casi como un manual de análisis social y no para una propedéutica para la revolución en el mundo contemporáneo. De manera que el programa de transición y la revolución permanente, carecen de valor para la Argentina. Es una tesis fuerte sobre todo considerando nuestra cercanía a la tradición trotskista.
Literatura y revolución es un libro en que también queremos señalar una serie de cuestiones. Ayuda a entender como en ciertas áreas de la vida social se reproduce esa relación de fuerzas que enfrenta fuerzas y alianzas sociales en el resto de los campos de la vida social. Es decir, cómo en el campo de la vida literaria se producen los mismos enfrentamientos que se producen en el resto de la sociedad, y por las mismas razones. De allí, a decir que Trotsky sabe algo de literatura, hay mucha distancia.
No hay una política intelectual seria que se deduzca de este libro. Lo que Literatura y revolución muestra es el contenido de la vida intelectual de la lucha de clases, y al igual que en el caso anterior, tiene un valor de análisis formal del cual se pueden tomar ciertos elementos, pero no una política intelectual.
Otro tema mal llevado es el de la “libertad al arte”, algo que ni el propio Trotsky creía. Ningún partido revolucionario puede darle libertad a nadie, menos a un artista. Si un partido pudiera darle libertad a los artistas que se la dé a los obreros, que la necesitan más. La libertad en el arte no se da, se conquista. Es un proceso de lucha en el cual el artista lucha como parte de una fuerza. Y en esa lucha conquista una libertad positiva, no como algo que le permite actuar autónomamente en relación a, sino como algo que le permite construir positivamente con. La libertad es aquello que yo construyo con los demás. Estos debates están presentes en el propio Trotsky y son interesantes para pensar con la cabeza limpia del peso de la tradición.
Para sintetizar, editar, volver a leer ciertos libros, es la mejor forma de hacer higiene conceptual. Liberarnos, por el proceso de la crítica, del peso muerto de las tradiciones, para extraer de allí el valor vivo de esos procesos, que todavía siguen con nosotros y nos obligan a seguir luchando.
Christian Castillo: Lo primero que quería decir es que me parece que la mesa, de algún modo, tiene que ver con que, lamentablemente, en el campo de la izquierda son limitados los intentos por tener una editorial que mantenga vigente, para un público mas amplio, los clásicos de la tradición marxista. Y también las nuevas elaboraciones. No sé si hay muchos casos más por contrarrestar la enorme producción editorial que tiene la burguesía en los distintos campos. Particularmente en la época de los ´90, barrió la posibilidad de acceder a los textos del propio Marx, de Lenin, Trotsky y Rosa Luxemburgo, de todos los clásicos del marxismo.
El PC tenía una política editorial estalinista, aunque ya totalmente degradada para su propia producción. El MAS tuvo una edición muy limitada, y el PO, durante la década del ´70, pero con poco cuidado en la edición. El morenismo, en los ´70, sí tuvo política editorial, y también una actitud pionera con la edición de los escritos de Trotsky en español. Pero después, en los ‘80 y ’90, toda esta tarea desapareció.
Entonces, tenemos planteado en esta nueva situación política un esfuerzo adicional. Las nuevas generaciones que comienzan a tener una dinámica crítica respecto al sistema pueden tener acceso a clásicos y a nuevas elaboraciones contemporáneas. La crisis histórica del capitalismo que hoy estamos viviendo, no solo ha planteado una dinámica nueva de lucha de clases, sino que ha abierto espacios de combate ideológico.
Nosotros, desde el PTS, a través del IPS, hemos editado las obras escogidas de Trotsky. Mi vida, es el segundo tomo, después de un libro de Stalin. Esa edición fue un trabajo conjunto con el Museo de Trotsky, tratando de poner a disposición la mayor cantidad de su trabajo. Son obras escogidas, y no completas, porque gran parte no ha sido traducida. Además vamos a publicar las obras escogidas de Lenin y Rosa Luxemburgo. También editamos este año un texto de divulgación de Marx y Engels, de David Riazanov, y un trabajo sobre la Crisis del ’29, de Isaac Joshua.
Yo recomiendo los cuatro libros editados, y no puedo dejar de distanciarme respecto a lo que planteó Eduardo acerca de las obras de Trotsky. Obviamente nuestra edición tendría prólogos diferentes respecto a la de RyR. Vuelvo a esta idea de que la izquierda local ha tenido un déficit enorme en tratar seriamente a la teoría. En ese sentido la publicación de libros es una tarea importante, creo que tiene un valor muy importante.
Miguel Vedda: Agradezco a RyR la invitación a formar parte de este panel. Quería felicitarlos por la idea de crear esta colección, por los títulos que eluden el contexto de lo previsible en cuanto a una selección de clásicos y por la atención y el cuidado estético.
En función de lo que sigue voy a abordar la cuestión desde una perspectiva un poco diferente de las anteriores, para eso aclaro algo relacionada en calidad de que estoy hablando de este tema. En mi trabajo intelectual hay dos ejes que son centrales: la germanística, el trabajo con la literatura y la teoría literaria alemana y, por otro lado, la ocupación con la teoría marxista. El primero es una tarea que vengo ocupando desde hace mucho, lo que implicó no solo docencias, investigación y traducción, sino también la formación de traductores. El segundo campo, el de la teoría marxista, se relaciona con lo anterior, con marxistas que escribían en lengua alemana: K. Marx, G. Luckacs, E. Bloch, W. Veniamin [NdE refiere al escritor Walter Benjamín. Veniamin es su traducción en ruso], S. Kracauer, etc. Hay entre esos dos campos de trabajo puntos independientes, pero también conexiones múltiples. Es decir, el hecho de que me haya ocupado de pensadores de Europa central y que compartieran esa lengua hace que confluyan las dos cosas. Eso en cuanto a una actividad que tuvo que ver con publicaciones varias, pero sobretodo con lo que hemos hecho en Herramienta, una producción en cuanto a libros que es sensible a partir de 2002.
Con esto abandono lo personal pasando a un contexto mas amplio y mas importante. El 2001 marcó nuestra historia, pero también la producción editorial de clásicos marxistas. Todos sabemos cosas acerca del 2001, acerca de una crítica respecto de formas anquilosadas de pensar y hacer política, respecto de perspectivas acerca de la democratización de la vida cotidiana. Pero también aportó lo suyo en cuanto a formas y posibilidades de leer el marxismo. Hay una tradición que estaba en un sensible declive pero que, después de 2001, recibió un golpe fuerte, y es ese tipo de lectura a la que refirió Eduardo. Es ver a los clásicos marxistas como escritores sagrados, como figuras incuestionables. Ciertamente hay un agente histórico en nuestro país y es sobre todo la influencia ominosa del Partido Comunista Argentino. En relación a esto, la perspectiva era doble: decir por un lado de qué modo debían leerse ciertos clásicos, y, por otro lado, hacer un índex de autores prohibidos. Recuerdo frecuentemente hablar con comunistas argentinos mayores decirme: “yo no sé por qué no leí a Gramsci y a Luckacs”. Sabemos por qué no. Las perspectivas muy católicas formadas por Marx, Engels, Lenin, Stalin forman la perspectiva correcta de lectura y los otros fueron parte del índex como el de la Iglesia católica. Hay en relación a esto un desafío, con respecto al 2001, que es la posibilidad de leer sin una guía previa los clásicos. Poder enfrentarse con la obra de Marx, de Luckacs y de Veniamin sin que nos señalen previamente qué está bien y qué mal. Poder leer estos autores sin considerar que las cosas ya estaban resueltas antes de que los leamos. Una perspectiva que es genuinamente crítica y que tiene algo del orden de la exploración, porque aquel que lee y no sabe todavía y que cree que puede establecer con las obras una relación personal.
Hay un segundo punto en el cual 2001 me parece importante y tiene que ver con algo estrictamente económico. Me gusta citar siembre la frase de Brecht, que dice “primero viene la comida, y después la moral”. En ese sentido hay algo que es muy gravitante para la edición de texto como estos. Recordemos que durante el periodo del 1 a 1, de mayor auge del neoliberalismo, editar un libro en nuestro país era una operación casi imposible. Que ese elemento forma parte de todo lo que se ha hecho en el plano de lo editorial en la Argentina.
Hay una tercera cuestión que en el contexto de los últimos 10 o12 años es central. Hablamos de clásicos del marxismo y en general estamos hablando de autores traducidos. Algo que ha cambiado para mejor es el modo de pensar el traductor, el comentarista de obras clásicas como estas. Hay un término corriente que quiero usar es traducción militante que no guarda alusión a Biblioteca Militante. Hace unos años se entendía por traducción militante una traducción hecha por una persona o grupo de personas sin formación en traducciones y que en muchos de los casos no conocían la lengua del texto original. Creo que estamos en un contexto en el que, además, no estamos atados a la maldición de la tradición militante, cuyos riesgos paso a comentar brevemente. La traducción militante puede haber sido una necesidad y, hoy en día, en todo caso, podría ser considerada una rémora, ya que felizmente hoy día tenemos otra opción.
Otra cosa que celebro es la constitución de la mesa y que cada uno podamos recomendar las publicaciones del otro y pienso en lo importante que es realizar avances en este sentido. Muchas gracias.
ES: Nosotros como izquierda revolucionaria protagonizamos el fracaso de la asamblea del FIT. Un fracaso incluso pronosticado. Fue una verdadera y triste farsa. Porque la izquierda revolucionaria no quiere darse ese espacio, ya que tenerlo presupone reunir ciertas condiciones. Primero, pone un cerco que delimite que allí no entra cualquiera, porque sino cuál es el sentido de armar un grupo. Si yo lo armo es porque aspiro a que no todos estén ahí adentro. Segundo, le doy un programa, por lo tanto es obvio que si le doy personalidad alguno queda afuera. A estas cuestiones siempre se me contesta con que estoy a favor del autoritarismo. Pero si queremos conformar algo con determinada personalidad alguien tiene que estar adentro y otros afuera. El FIT no pudo poner un límite a ese espacio y terminó invitando a gente que después firmó en Carta Abierta, en Plataforma, y para lo único que sirvieron fue para introducir en el espacio una serie de contradicciones que dieron a lugar a la ruptura. Entonces, cuando uno decía que cierta gente no podía estar ahí, se lo tildaba de autoritario, estalinista. Pero si no somos del mismo partido no podemos estar en la misma tribuna, es algo muy elemental.
Por un lado, la asamblea del FIT decidió no tener límites y por el otro decidió no debatir, no posicionarse de la manera que una asamblea lo debe hacer. Nosotros que somos Razón y Revolución alguna vez pensamos que nada de lo que saliera publicado de allí tuviera una coma editada por nosotros. Y nosotros no somos trotskistas, de hecho estamos en contra de una serie de puntos fundamentales, por ejemplo la declaración Malvinas. Pero si en una asamblea se vota algo contrario a lo que pensamos no vamos a romper, nos bancamos esa declaración. Pero eso es elemental, los que están adentro de ese espacio se aguantan, ya que no hay otra forma de proceder.
La asamblea fue una farsa con un objetivo netamente electoral que sirvió para juntar un montón de nombres a los efectos de una campaña electoral. No logró producir ningún documento, ninguna crítica.
Yo estoy de acuerdo con Christian. El PTS hace un enorme esfuerzo intelectual, cultural, están preocupados por la teoría. Tenemos diferencias, pero así es la vida. Pero si queremos construir un frente intelectual, debe hacérselo como se construye todo frente: con algunos adentro y otros afuera. Y los que están adentro toman decisiones y no se dejan apabullar por presencias dominantes, abusivas y que no tienen otra intención que la más pura manipulación. Según Christian, la política que se deduce del arte de acuerdo con Trotsky es correcta. Pero lo que dice Christian es lo mismo que han dicho los de Izquierda Socialista, los del PO, que son increíbles. Ellos hablan de toda la libertad al arte y lo primero que hacen es expulsar a los compañeros que van a todas las marchas. Votan, no sometemos a disciplina, para después hacer actos con Gargarella, reivindicar a Diego Rojas, a Martín Kohan… Christian, el esfuerzo de tu partido sobre este asunto yo lo veo, es sincero. Pero me parece que el PTS no puso lo que tenía que poner respecto a la Asamblea de Intelectuales y ese es un déficit grave. La izquierda revolucionaria no tiene una voz sino que, además, las que aparecen como pertenecientes a la izquierda revolucionaria no son las mejores.
CC: Bueno, veremos si la asamblea del FIT esta viviendo una crisis o no. El destino del FIT está abierto. Con algunas de la observaciones de Eduardo coincido y con otras no. El FIT se hizo en base a una declaración de 22 puntos programática, con la cual los compañeros de RyR no tienen acuerdo con esos puntos. Sin embargo, la asamblea del FIT no exigía el acuerdo en todos los puntos para participar. Además hay que distinguir entre la asamblea propiamente dicha y la declaración a la que hubo gente que adhirió. Nosotros no le podíamos poner un veto a gente que adhería a las declaraciones del frente. Si Martín Kohan apoyaba las declaraciones del FIT yo no podía decir “no, tu firma no la acepto”. Lo mismo Gargarella y el apoyo a la fórmula que integré con Altamira. Un apoyo a una declaración en la cual se interviene partiendo aguas y colocando al FIT como un referente político de agitación nacional detrás de una perspectiva de clase. Ahora, otra cosa es la participación activa en la Asamblea de Intelectuales, en relación a Plataforma 2012. Uno fue el de Pablo Alabarces, con quien ya habíamos tenido discusiones previas, pero cuando salió Plataforma, prefirió adherir a ellos. Y el caso de Diego Rojas, quien va y viene entre la izquierda y Plataforma. El resto de los miembros de la asamblea participó en el FIT con debates. Dentro del FIT, nuestra posición siempre fue que todo se debatiese y votarse en asamblea, posición minoritaria ya que las otras fuerzas no estaban de acuerdo con esto. Además, opinábamos que había que tener una política no como si fuera un partido, en tanto las expulsiones o no, sino que dentro de la asamblea había que tener una política más de seducción, convicción y los que no quisiesen estar no estuvieran, pero sí tener una política mas laxa. Esto porque no todos los que participaban tenían un compromiso militante permanente. Por ende nos parecía contraproducente algunas de las discusiones que planteaban los compañeros de RyR cuando le planteaban a tal “vos sos un fundido”, etc. El requisito para participar del FIT no era ser un militante orgánico de las tendencias sino que era ser alguien quien adhería a la asamblea del FIT y tenia además una práctica intelectual. A partir de eso, lo tratábamos de convertir en militante en algún aspecto. Si alguien era un fundido o no lo era, no nos parecía criterio válido dentro de la asamblea. Partíamos de que además de los que somos militantes de un partido había compañeros que no estaban encuadrados y que lográbamos traerlos a alguna actividad militante. Por lo tanto, teníamos la impresión de que la política ultimatista ni de RyR, ni del PO hacia RyR. Teníamos un programa inicial del FIT. Ese programa son puntos que hoy habría que re actualizar y volver a discutir, ya que han surgido puntos de divergencia importantes frente a hechos de la realidad nacional. La crisis de la asamblea de intelectuales es producto de que no avanzamos hacia un partido común, ni hacia una discusión organizada a posteriori del buen resultado electoral que tuvimos, sino que primaron elementos de divergencia.
Actualmente, estamos discutiendo pronunciamientos conjuntos sin eludir la existencia de diferencias programáticas. Si leen la prensa de izquierda, verán que los compañeros del PO ya están pidiendo proponer los candidatos del FIT para el 2013, mientras que nosotros estamos preocupados en que van a decir esos candidatos. Por lo tanto, tenemos que clarificar las posiciones políticas y programáticas.
La impostura del kirchnerismo es abierta. Por ende, creo en la necesidad de terciar en la izquierda y reconstruir el FIT recobrándolo desde otra envergadura. Insisto, la asamblea debe funcionar con los votos de sus miembros. Luego, la participación o no se dará en función de una serie de debates programáticos que son relevantes.
ES: Los puntos que mencionó Christian ameritaría un debate más largo. Preferiría convocar a una nueva reunión, porque tengo bastante para decir. Me gustaría terminar con la propuesta de reflotar seriamente la asamblea del FIT. Me parece que si queremos tener un frente de izquierda revolucionaria reflotemos algo de esa asamblea para poder discutir programa y llevar acciones en común. Nosotros no le vamos a imponer nunca a compañeros que tiene una envergadura superior a la nuestra que adopten nuestro criterio. Pero sí creemos en que ese espacio es necesario. Nosotros nos fuimos porque cuando uno tiene un mínimo de dignidad, se va. En la asamblea del FIT nos habían planteado, básicamente, que nos quedemos, pero que no jodamos. Y nosotros fuimos a joder, para propiciar el debate. Y se dejó dentro a compañeros que, incluso, tenían más diferencia que nosotros con esos 22 puntos. Me parece, Christian, que vos y el PTS tienen la obligación, si es que todo lo que dijiste hoy es cierto, de que la asamblea del FIT exista, aunque sea como espacio solo del PTS. Nosotros no tenemos ningún problema de ir a ese espacio, aunque dentro de él se nos plantee una situación de minoría ínfima. Y cuando otros vean que ese espacio produce resultados, vos sabés que van a venir. Pensá como reflotar ese espacio o como construir algo similar a eso.
CC: Tomamos la propuesta para discutirla con los compañeros con quienes compartíamos la propuesta de que la asamblea publicara una revista. Propuesta que otros compañeros no apoyaron. De hecho, pusieron palos en la rueda. Dicho esto, opino que debemos tener una política y plantear debates sobre las capas sociales representadas en agrupamientos que hoy plantean diferentes posturas. Sigue siendo una tarea pendiente lograr una presencia mayor de la izquierda revolucionaria en los debates nacionales. En este sentido, tomo el desafío que plantea Eduardo.