Petróleo nacional y militar
YPF, la Dictadura y su rol en la transferencia de renta a la burguesía
Betania Farfaro Ruiz
OME-GIHECA
El kirchnerismo presenta la estatización parcial de YPF y su política petrolera como expresión de un proyecto popular, pero hace lo mismo que hizo la dictadura de 1976: usar la empresa para vender petróleo barato al mercado interno y pagar sobreprecios a los proveedores, como forma de transferir renta a la ineficiente burguesía radicada en el país. ¿El resultado? La quiebra de la empresa.
En el imaginario populista, la Argentina está llamada a ser una potencia económica. Si no lo logró, dicen, es por culpa del imperialismo y de sus aliados en el país, que impidieron ese destino. El petróleo argentino sería en ese esquema una pata fundamental. En abstracción de sus condiciones específicas de extracción, escriben que los problemas surgieron porque la empresa fue quebrada en favor del capital financiero y la patria contratista. Dicho vaciamiento tuvo por resultado la privatización en los ´90, y habría tenido su punto de partida con el golpe del ’76.
Sin embargo, al analizar la política llevada adelante por YPF bajo el gobierno militar, vemos que intentaba hacer lo mismo que ahora: vender el combustible barato para transferir renta petrolera a la burguesía que lo consume, y pagar a los proveedores por encima del precio internacional. Es decir, actuaba como representante del capital en su conjunto. El problema es que al igual que ahora, la magnitud de la renta petrolera argentina no alcanza para compensar la ineficiencia de la burguesía local. En su afán por seguir haciéndolo, YPF perdió recursos y tuvo que endeudarse. La quiebra que luego llevó a la privatización no fue resultado de una política “neoliberal” o “entreguista” sino de los límites del petróleo nacional: alcanza para que sea rentable en tanto empresa individual (sea estatal o privada) pero no para ser el sostén del resto de la burguesía radicada en el país.
Respirador artificial
En artículos anteriores expusimos los límites de la industria petrolera, por sus altos costos de extracción producto de un petróleo de baja calidad y disperso a lo largo del territorio [1]. En abstracción de esta realidad material, suele citarse el caso del “vaciamiento” de YPF como ejemplo de las políticas de la dictadura. En particular, la fuerte expansión de deuda como símbolo de una política de “valorización financiera” anti-industrial. Debemos entender la situación en el contexto de la crisis económica mundial de fines de los ’70 y comienzos de los ’80. En un momento de recesión, en el que el Estado estaba en crisis y no podía endeudarse fácilmente, YPF, como empresa con activos y rentable, actuó como vía de endeudamiento público. La deuda le permitió continuar su operatoria a pérdida, debido a que financió gran parte del mercado de energía para los capitales que acumulaban aquí. De esta forma, indirectamente la deuda tomada por YPF se transfirió a la burguesía nacional en su conjunto. La idea de que YPF se endeudó sólo para sostener la “bicicleta financiera” y los precios diferenciales [2] excluye del análisis toda consideración del rol que supo desempeñar a favor del capital nacional. La renta petrolera y el endeudamiento amortiguaron los efectos de una crisis que sin esas compensaciones habría implicado quiebras aún mayores. El Estado, como garante de la acumulación, operó aminorando los efectos de la crisis intentado salvar capitales, involucrando sus principales recursos.
La dictadura continuó una política previa. Ya desde inicios de los ’70, se buscó aumentar la producción para conseguir el autoabastecimiento y estimular la demanda. Esto implicó firmar acuerdos con contratistas, en gran parte nacionales. Estos se encargaban de las tareas de explotación de las áreas designadas por YPF; a cambio recibían un precio superior al que la estatal vendía el crudo a refinación [3]. Esta política estimuló la participación de privados, y significó el financiamiento de su acumulación (Pérez Companc, Bridas, Astra, etc.) mediante la transferencia de renta petrolera.
Estas no fueron las únicas transferencias. La venta de derivados a precios inferiores al internacional y el endeudamiento externo operaron subsidiando el consumo. Esto, a costa de perjudicar la rentabilidad individual de YPF [4]. Consecuencia del financiamiento a otros sectores fueron sus reiterados quebrantos. El propio Secretario de Energía notificaba en 1981 a Martínez de Hoz:
“es notorio que la causa principal [de la descapitalización de YPF] no es otra que el insuficiente nivel de los precios oficiales del crudo, que al no guardar relación con los costos de producción, han llevado a la empresa a elevados niveles de endeudamiento […]. Hasta la fecha, se ha insistido ante YPF para que mantenga el ritmo de su actividad productiva y prosiga con sus programas de licitaciones, aún cuando ello le represente en muchos casos obtener el petróleo a costos muy superiores respecto de los precios que recibe de las empresas refinadoras” [5].
Durante el periodo ‘75-‘77 el quebranto operativo fue de 35% promedio y para el ‘81-‘86, del 85%. Además, los ingresos por ventas locales no solo estaban en pesos devaluados, sino que además se mantuvieron las tarifas constantes de 1978 hasta el final del régimen.
Ante la incapacidad de sostener esta política de transferencia a través de precios bajos, la empresa comenzó a financiarse a base a deuda externa. Tal fue el endeudamiento, que en la vuelta de la democracia, el pasivo en dólares llegó a 4.451 millones, equivalente al 10 % de la deuda externa. La propia empresa consideraba la posibilidad de incluirlo en las renegociaciones de la deuda nacional.
De esta manera, la ecuación precios bajos y costos altos erosionó su rentabilidad individual en beneficio de contratistas y refinadoras, pero también (vía derivados baratos) en provecho del resto del capital que acumulaba a escala nacional.
YPF comprometió sus activos al endeudarse porque era la única empresa estatal capaz de hacerlo. No dependía de los fondos del Tesoro sino que contaba con los recursos suficientes. Esto se produjo al operar, justamente, como un recurso estratégico-social ante la crisis a costa de rentabilidad individual. Su quiebra fue un sacrificio en favor del capital nacional y extranjero radicado en el país. El mismo que ahora festeja la reestatización parcial de YPF.
Otro intento más y van…
El problema de fondo no es el financiamiento en sí mismo ni el carácter privado o estatal, como tampoco las relaciones del “capitalismo de amigos”. Actualmente, ninguna de las empresas “beneficiadas” con las políticas de precios logró una posición de peso. La consideración de Astra o Pérez Companc como grandes capitales beneficiados esconde una mirada nacional. En realidad, son la expresión de la incapacidad de la burguesía nacional por alcanzar proyección internacional, ya que fueron absorbidas por empresas más grandes a nivel mundial.
La cuestión central es el hecho de que ni a base de sacrificar una empresa rentable como YPF se logró revertir la falta de competitividad internacional de los capitales que aquí acumulan. A diferencia de lo planteado por el desarrollismo la historia de YPF, aún en la dictadura, demuestra que transfirió (bajo distintas administraciones y formas) hasta donde pudo, para impulsar la rentabilidad de otros capitales. Sin embargo, tales esfuerzos no lograron contrarrestar el hecho de que en las últimas décadas el capitalismo argentino pierde participación en el mercado mundial.
La propuesta estatista del gobierno supone la reedición de tareas que, a pesar del discurso, la petrolera supo llevar adelante durante los ‘70 y ‘80. Esto implica que, como recurso estratégico, YPF deba colocar su riqueza al servicio del desarrollo del capitalismo nacional. Los reiterados fracasos de la industria local por alcanzar competitividad internacional debería llamarnos la atención sobre los proyectos “nacionales y populares”. YPF en manos del Estado no va a significar un beneficio para el “pueblo” sino todo lo contrario. Como bajo los militares, la renta petrolera bajo administración K a lo único que lleva es a otro intento más a favor de una incapaz burguesía nacional.
NOTAS:
[1] Dachevsky, Fernando y Farfaro Ruiz, Betania: “La argentinización de YPF y los límites de la política petrolera del kirchnerismo”, en El Aromo Nº 63, 2011 y Farfaro Ruiz, Betania: “Detrás de la pelea del gobierno con Repsol”, en El Aromo N° 65, 2012.
[2] Barrera, Mariano: “El legado de la ultima dictadura en el mercado hidrocarburífero: la antesala de las reformas de los noventa”, enRealidad Económica N° 267, 2012, p. 22.
[3] Castellani, Ana y Serrani, Esteban: “La persistencia de los ámbitos privilegiados de acumulación en la economía argentina. El caso del mercado de hidrocarburos entre 1977 y 1999”, en H-Industria, n° 6, 2010, p. 5.
[4] Pistonesi, Héctor, et al: Política de precios de la energía en Argentina, 1970-1986, IDEE, 1988.
[5] Citado en ibídem, p. 182.