Obreros de primera, obreros de segunda. Los trabajadores en negro y su situación salarial durante el Kirchnerismo.

en El Aromo nº 57

trabajo-informalFernando Dachevsky

OME – CEICS

La recuperación salarial de los últimos 7 años sólo benefició, en términos históricos, a una porción minoritaria de la clase obrera. Es cierto que los trabajadores mejores pagos recibieron importantes incrementos en su poder de compra. Sin embargo,  la situación de esta porción no es representativa del conjunto de la clase. Por el contrario, se ha consolidado una capa importante de obreros de segunda con peores condiciones laborales y con salarios reales estancados. Para los capitalistas, tener a su disposición una gran masa de obreros de segunda que por igual tarea llegan a cobrar salarios incluso menores a la mitad de un trabajador registrado, es un negocio fenomenal. Como se puso en evidencia con el asesinato de Mariano Ferryera, ni el gobierno ni las organizaciones sindicales afines a él parecieran estar interesados en cambiar la situación en términos generales. En definitiva, aunque la etapa actual representa una mejora en relación a la hecatombe de 2001, más allá de algún avance en algunas ramas particulares de la producción, el conjunto de la clase obrera está peor que en los ‘90, década que constituye ya un techo muy bajo en términos históricos.

Blanco y negro

Al kirchnerismo y a Moyano les encanta enumerar la cantidad de aumentos salariales que fueron otorgados durante los últimos años. Lo que no se dice es que en muchos casos dichos aumentos vienen corriendo detrás de la inflación (real, no la que publica el INDEC) y quienes efectivamente recibieron aumentos superiores a la inflación constituyen una porción minoritaria de la clase obrera.

En base a datos de evolución de salarios nominales por sector y condición de actividad publicados por el INDEC y el Ministerio de Trabajo, en comparación con un indicador de inflación construido en base a los registros de 7 provincias(1)  se observa que ciertas fracciones de la clase obrera han logrado aumentos relativamente importantes del salario real. Este es el caso de los obreros manufactureros en blanco, quienes lograron superar en un 20% el salario real promedio de la década de 1990. En efecto, el caso de los obreros manufactureros en blanco es una muestra de que, en ciertos casos, las condiciones laborales, o por lo menos las remuneraciones salariales, mejoraron de manera relativamente importante.

Sin embargo, la situación de esta fracción, los manufactureros en blanco, constituida por alrededor de 1,6 millones personas, si bien puede darse incluso en otros sectores también, representa sólo un 8% del conjunto. Al tomar datos agregados, se observa que los salarios del conjunto de los trabajadores en blanco del sector privado recién en 2006 llegaron a recuperar el poder de compra previo al estallido de la crisis. Sin embargo, desde ese año los aumentos nominales apenas compensaron la inflación. En consecuencia, el salario real se encuentra estancado en los niveles de la década de 1990 (ver gráfico).

Ahora bien, dentro del sector privado registrado se esconden, a su vez, realidades distintas. Por ejemplo, los trabajadores del comercio (que hacia 2007 constituían 1,7 millones de personas) superaron el salario que percibían en 2001 (que venía de años de reducción), pero se encuentran en torno a los niveles de salario real que percibían durante la década de 1990. Otro ejemplo interesante son los trabajadores registrados de servicio doméstico que, hacia 2007 (último dato disponible), estaba conformado por más de dos millones de personas, no lograron recuperar los niveles previos a la crisis. Hacia 2009, su salario real se encontraba todavía un 11% por debajo del de 2001.

Los casos mencionados son ejemplos que dan cuenta de las diferentes trayectorias seguidas por los salarios reales en distintos sectores de la economía. Donde incluso dentro del sector en blanco se encuentran diferencias notorias. Sin embargo, las diferencias se vuelven más pronunciadas al considerar los trabajadores en negro, que no sólo no tienen obra social, ART, ni aporte jubilatorio, sino que además reciben una remuneración mucho menor.

Los salarios reales de los trabajadores en negro, en conjunto, percibidos en 2009 se encontraron todavía alrededor de un 13% por debajo del promedio de la década de 1990. Alguien podría creer que estos datos se vuelven cada vez menos relevantes en la medida en que el gobierno nacional y popular va avanzando en erradicar el trabajo en negro. Sin embargo, esto no es así. Mientras durante la década de 1990 el trabajo en negro rondaba el 40%, en la actualidad la cifra sólo se redujo al 36%. Es decir, luego de casi diez años de proceso industrialista, el trabajo en negro sólo se redujo en cuatro puntos porcentuales. Luego de casi diez años, nos encontramos con niveles de trabajo en negro cercanos a los del menemismo y con un salario real para este sector por debajo del de aquellos años.

La disparidad seguida por el salario registrado y el salario en negro provocó que la brecha entre ambos se haya agrandado durante estos años (ver gráfico). Hacia la década del ‘90, el salario de un trabajador en negro representaba alrededor de un 32% del salario de un trabajador en blanco. Desde la devaluación de 2002, dicha brecha se incrementó llegando el salario en negro a representar un 22% del salario registrado. Luego, desde 2007, sin haberse registrado ningún cambio significativo del empleo en negro, se registró una rápida mejora de la relación entre salario en negro y blanco. En qué medida esta mejora relativa del trabajador en negro obedece a que casualmente en 2007 se produce la intervención el INDEC, es difícil de determinar. Lo cierto es que, aun así, la relación salario en negro sobre salario en blanco sigue peor que en los noventas.

Esta diferenciación entre trabajadores en negro y trabajadores en blanco, a nivel general, esconde, a su vez, situaciones diferentes dentro de las distintas actividades económicas. En el caso de la industria manufacturera, donde habíamos visto la recuperación a nivel salarial fue mayor, sin embargo para los trabajadores no registrados los beneficios no fueron tan jugosos: el porcentaje de empleo en negro se mantuvo en los niveles del menemismo, en torno al 30%, y  se amplió la brecha entre salarios. Donde el salario en negro pasó de representar un 32% del salario en blanco, durante los noventas, a un 23% en la actualidad. Es decir, casi 1/3 de los trabajadores manufactureros cobra 5 veces menos de lo que cobran sus compañeros registrados en el sector que se supone más fue beneficiado en estos años. Situación peor se vive en la industria de la construcción, en la cual, el trabajo en negro se mantuvo, durante los últimos veinte años, en torno al 60% y la brecha entre salarios en negro y blanco se incrementó. En promedio, durante la década de 1990 un obrero de la construcción en negro recibía un salario que representaba cerca del 40% del salario de un obrero de la construcción en blanco. En la actualidad, esa cifra bajó y gira en torno al 30%.

En el caso de los trabajadores del transporte la reducción del empleo en negro fue mayor que en el total general, pasando de un 50% promedio durante los noventas a un 37% en 2009. Sin embargo, la brecha entre lo que cobra un chofer en blanco y uno en negro aumentó. Mientras que en la década menemista un transportista en negro cobraba un salario equivalente al 45% del salario del transportista en blanco, esa cifra se redujo a un 28%(2) . En el caso de la producción agraria, donde el trabajo en negro es mayoritario, se pasó de niveles en torno al 70% a cerca del 60% en la actualidad. Allí la brecha entre salario en negro y blanco se mantuvo en torno al 50%.

Por último, cabe señalar que a la fragmentación de salarios que surgen del grado de formalidad de los puestos de trabajo, se le agregan otras determinaciones no menos importantes. Por ejemplo, el tamaño de las empresas. Las pequeñas empresas son las empleadoras por excelencia de trabajadores en negro. Según cifras del propio Ministerio de Trabajo, las empresas más pequeñas (ordenadas según la cantidad de obreros empleados(3) ) emplean cerca de un 80% de su fuerza de trabajo en negro. A medida que el tamaño de la empresa es más grande, esa cifra se reduce. Es así que en las empresas denominadas medianas, el empleo en negro representa alrededor de un 30% y en las grandes sólo un 10%. En consecuencia, mientras más pequeña es la empresa, los niveles salariales tienden a disminuir y la situación del obrero es más precaria. Esto último, se observa no sólo a partir del salario. Por ejemplo, el porcentaje de empresas con presencia de delegados sindicales aumenta a medida que éstas son más grandes (10% en las pequeñas y cerca del 60% en las denominadas grandes), así como también, la frecuencia de accidentes de trabajos mortales se reduce en el mismo sentido.(4)  De estos datos surge por un lado una explicación al crecimiento de la tercerización por parte de las empresas más grandes y por el otro el carácter anti obrero de todas las políticas pro pymes.

Fragmentación creciente

La devaluación de 2002 implicó, en lo inmediato, una importante reducción del salario real. El proceso inflacionario que no tardó en desatarse tuvo su consecuencia esperada. En menos de un año, los trabajadores argentinos vieron reducir el poder de compra de sus salarios en alrededor de un 17%, en el caso de los privados en blanco, y un 25% para los trabajadores en negro. De esta manera, se profundizaba una tendencia a la caída del salario que se remonta a 1974.  En los años posteriores, el salario real comenzó a recuperarse. Sin embargo esta recuperación fue dispar.

Tomando a la porción mejor paga de los trabajadores (los empleados en blanco del sector privado), se observa que el salario real alcanzó los niveles previos a la crisis. Sin embargo, dentro de los propios trabajadores registrados se observan trayectorias diferentes. A su vez, es necesario dar cuenta que esta porción (todos los registrados en blanco) en total representa el 45% del conjunto de los trabajadores. Es decir, para más de la mitad de los trabajadores la situación fue distinta. Si bien en este artículo no hicimos referencia a los empleados públicos, cabe señalar que sus aumentos salariales apenas compensaron la inflación durante los últimos años, pero no lograron recuperarse de la violenta reducción de sus salarios reales que significó la devaluación de 2002. El caso de los trabajadores en negro merece una atención especial. Por un lado, es importante remarcar que el empleo en negro no se redujo de manera significativa. Por otro lado, se acentuó la diferencia salarial entre los trabajadores en negro y en blanco.

Si bien, lo hasta aquí descripto no agota los problemas que hacen a la reproducción de la fuerza de trabajo, brinda un panorama general que muestra con claridad  los límites que tuvo la recuperación salarial en la Argentina. Constituye, a su vez, una muestra clara de la existencia una gran masa de obreros precarizados cuya situación no ha mejorado ni parece estar en vías de mejorar dentro de los planes K.

En la actualidad, el trabajo en negro se mantiene en niveles cercanos a los del menemismo. Al mismo tiempo, se redujo el porcentaje de lo que representa el salario en negro con respecto al salario en blanco.

Notas:

(1) CENDA sobre la base de información de las Direcciones Provinciales de Estadística de Chubut, Entre Ríos, Jujuy, La Pampa, Neuquén, Río Negro y Salta.
(2) Valores hasta 2007 (último dato disponible).
(3) La clasificación de empresas de acuerdo a variables como la cantidad de obreros empleados surge de una mirada superficial de la acumulación de capital. Para una crítica de esta concepción que ordena las estadísticas oficiales, véase Mussi Emiliano. “El reino de los pitufos”, en El Aromo, nº 49, 2009.
(4) En base a datos del Ministerio de Trabajo.

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