Al rescate de un escritor humillado
En la Biblioteca Nacional, Horacio González y Rosana López Rodríguez pusieron en relieve la formidable prosa del autor de Villa Pueyrredón, hasta ahora condenado a ese ostracismo de los libros que salen pero nunca se reeditan.
Por Silvina Friera
Enhorabuena, Don José, “la cebolla tiene que estar bien doradita”. La telaraña de rabia sorda que se va tejiendo día a día en la cabeza de Ernesto –la plata se le escapa “como arena fina entre los dedos” a este vendedor ambulante de encendedores– es un relato del pasado que lastima en tiempo presente. Estos personajes son algunas de las tantísimas “pequeñas criaturas” que circulan por las venas abiertas de la obra de Humberto Costantini, un escritor que integra el panteón de los humillados y olvidados, cuyos libros no vuelven a ser publicados. Enhorabuena, para todos los lectores, los de ayer y los de hoy, se editan por primera vez sus Cuentos Completos (Ediciones RyR), prologado por Rosana López Rodríguez. En la Biblioteca Nacional (BN), Horacio González festejó la aparición del libro por “su enorme valor”. “Afirmaría para mí que casi había olvidado a Costantini, pero lo había leído en mi adolescencia por muchas razones.” Una de las razones de esa temprana aproximación es un barrio de Buenos Aires donde vivió el escritor y el director de la BN: Villa Pueyrredón.
Se hablaba de Costantini en Villa Pueyrredón; en algunas esquinas se leía El grillo de papel, El escarabajo de oro –dos revistas en las que el escritor publicó cuentos y textos críticos–; el nombre de Abelardo Castillo era conocido. González se preguntó por qué motivos entra un autor en el afán del lector. Las respuestas pueden ser muchas, pero el sociólogo se detuvo en particular en los intereses de lectura de un joven de un barrio marginal de la ciudad –él mismo–, a principios de los años ’60, y los ecos que le llegaban de las lecturas corrientes que estaban, entonces, en debate en el horizonte temporal. “En Villa Pueyrredón lo poco que conocíamos del debate de la literatura argentina, como destino barrial, sólo podía estar más cerca de Boedo que de Florida, aunque con los años se matizaría gradualmente”, repasó. Al releer los cuentos, González comprobó que aparece Villa Pueyrredón, tal como creía recordar, con dos colectivos sin los cuales no existiría el barrio: el 107 y el 217. “Villa Pueyrredón es un barrio sin destino literario, y sin embargo aparece en la literatura de Costantini, del cual no se habla mucho.”
González subrayó que no es fácil ubicar la obra de Costantini porque “desafía el modo en que se escribe la literatura argentina”. Pero más allá de ese obstáculo, propuso reflexionar sobre la herencia literaria del escritor que se puede rastrear en los Cuentos Completos, que incluyen De por aquí nomás (1958), Un señor alto, rubio, de bigotes (1972), Una vieja historia de caminantes (1967), Háblenme de Funes (1980), Bandeo (1975), En la noche (1985), y relatos publicados en revistas, que no integraron ninguno de estos libros, como “Trasvasamiento”, “Política y pantalones largos”, además del inédito “Los limonares de Sodoma”. “Parte de lo que leí me recordó algo de Roberto Mariani, sin duda no sería tan inadecuado para la época por el estilo coloquialista”, sopesó el director de la Biblioteca Nacional. “Por cierta idea de una ternura pesimista, quizás esté vinculado con Enrique Wernicke. Y a la distancia con Haroldo Conti; hay evidentemente un lirismo compartido: el lirismo de los realistas. El realismo no evita las grandes figuras de la retórica; al contrario, las tiene y muchas.” González encontró en ciertas zonas de la obra algo relacionado con los cuentos jasídicos. “El cuento jasídico refleja la enorme paradoja de la existencia: las cosas no se encuentran donde se esperaban. Y todo eso contado con una respiración de lo coloquial. Las pequeñas criaturas tienen mucho que decir; están tocadas por un sentimiento trascendente, muchas veces de naturaleza sagrada, pero tan teñido de pesimismo, de fracaso, de angustia, que muy remotamente está Roberto Arlt, sólo que envía a los personajes al otro lado, a la loma de los quinotos. No hace lo mismo Costantini”, aclaró el sociólogo.
López Rodríguez dijo que publicaron los cuentos completos del escritor porque, “a pesar de haber tenido mucho éxito internacional, sobre todo en la década del ’80, no es conocido ni divulgado en nuestro país”. Los críticos, señaló la responsable del prólogo, suelen advertir que la obra de Costantini está atravesada por la preocupación social, una tradición que conecta al autor con el boedismo y el realismo socialista. “En nuestra historia de la crítica literaria tanto boedismo como realismo socialista están considerados negativamente. El boedismo es determinista, pesimista, miserabilista”, aseguró. “Después de trabajar con los textos de Costantini, si hay algo que no aparece es este pesimismo, este determinismo para con los destinos de sus personajes”, agregó López Rodríguez. “Costantini –aclaró– se desvinculó del PC justamente por las discrepancias con el programa del estalinismo, con lo cual tampoco se puede acusar a su obra de estalinista ni de haber tenido un programa dirigido por el partido. Todavía hoy la palabra realista es mala palabra, porque al realismo se lo entiende en un sentido superficial de imitación, de copia, de reflejo. No es el verdadero sentido que tendría que tener la palabra realismo, que debe ser entendida como representación de la vida con todo el movimiento que esa vida implica.”
González destacó que “Guardado”, la historia de un militante político perseguido, es un cuento “excelente”. “La literatura de Costantini es una literatura extremadamente atenta a los desgarramientos de una sociedad, a las luchas políticas; pero hay algo vinculado a lo que les falta a las existencias. Y que nunca tendrán. Hay una idea de que el mundo político como lucha siempre implica abandonar el mundo barrial, donde se podría ser feliz. Es un combate que ocurre en la Argentina, en un barrio de la ciudad, pero sin embargo hay una apelación a la idea de género humano en su conjunto. La destreza de Costantini lo lleva a la peripecia universal, al desgarramiento de las vidas y sus angustias características. Pero va más allá del realismo socialista. La historia transcurre en un barrio de Buenos Aires, pero puede ser un barrio de San Petersburgo.”