¿Por qué sigue habiendo pobres en nuestro país?
Por Tamara Seiffer*
Primero, lo primero: la pobreza existe porque existe el capitalismo. El capitalismo es una forma de sociedad en la que no importan las necesidades de las personas, sino la ganancia. La pobreza de millones es la base de la riqueza de unos pocos. Por eso, estar contra la pobreza y querer sostener el capitalismo es una contradicción.
Alguien podría decir que hay países en donde hay más pobres y donde la gente es más pobre que en otros. Y es cierto: cada país tiene su particularidad y su historia. La pregunta que hoy está en boca de casi todo el mundo es ¿por qué, si en la Argentina hubo creación de empleo y más planes asistenciales, una de cada tres personas es pobre?
En primer lugar, porque el empleo que se creó es precario y/o con bajos salarios. Uno de cada tres trabaja en negro o haciendo changas y la clase obrera ocupada puede comprar con su salario solo la mitad de lo que compraba en 1975 y un poco menos de lo que compraba en los ’90s. Esta fue una de las claves del crecimiento de la economía durante el kirchnerismo. Los capitalistas se enriquecieron a costa de las mayorías.
En segundo lugar, la política asistencial viene a complementar esta situación: los planes se masifican y llegan a millones de hogares (un hogar de cada cinco). Pero esta masificación no se vio acompañada por una transferencia adecuada. El poder de compra de lo que se recibe permite comprar una pequeña porción de lo necesario para vivir.
Para que más trabajadores no caigan en la pobreza, es necesario luchar por trabajo en blanco y por más planes sociales, porque ambos se adecuen a la canasta alimentaria y se actualicen al ritmo del aumento de precios. Pero, por sobre todas las cosas, es necesario luchar por transformar las bases de la sociedad.
* Investigadora del Centro de Estudios e Investigación en Ciencias Sociales.
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Nota previa completa:
EL INDEC SUSPENDIÓ LA DIFUSIÓN DE LOS NÚMEROS DEL ÚLTIMO SEMESTRE DE 2013
Pobres chicos ricos
La indefinición en torno a las cifras oficiales sobre pobreza alentó mezquinas especulaciones políticas y evidenció la importancia de contar con estadísticas confiables.
Por Melisa Marturano
Hace diez días, el Indec tenía estipulado publicar, como lo venía haciendo desde 1993, las cifras oficiales de pobreza e indigencia. Pero, inesperadamente, la difusión de los datos se pospuso con fecha incierta. El jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, justificó la decisión al señalar que la medición tenía “severas carencias metodológicas” y destacó “la imposibilidad de empalme con el nuevo Índice de Precios al Consumidor”, que se publica desde enero.
Paralelamente, se difundieron otras mediciones, como la de un grupo de técnicos, ex trabajadores del Indec, que aseguró que el 36,5 por ciento de la población es pobre, y las del Observatorio de la Deuda Social Argentina, que considera que esa cifra ronda el 30 por ciento. Como era de esperar, la polémica no tardó en llegar. Y, con ella, las especulaciones políticas por parte de distintos referentes que aprovecharon esas mediciones, como suelen hacerlo, para tener un minuto más de exposición.
Desde el diputado nacional y dirigente del Frente Renovador, Sergio Massa, quien descubrió que “la inflación es una fábrica de pobreza enorme” y aseguró “querer ayudar”, aunque sin un programa concreto, pasando por su compañera de bancada, Graciela Camaño, quien calificó la situación como “un papelón” hasta llegar al radical Ernesto Sanz, quien se limitó a la chicana: “Antes, adulteraban la información; ahora, la esconden”, sostuvo.
Todos quisieron endilgarle, exclusivamente, a esta gestión un problema que el país acarrea desde hace décadas y que este Gobierno ha tendido a mitigar, aunque aun no haya logrado exterminarlo.
Pero, también, el oficialismo quedó encerrado en su propio laberinto porque el desconocimiento de las cifras sobre dos de los indicadores sociales clave genera desconcierto y alienta las especulaciones. El problema de credibilidad del Indec seguirá vigente mientras se sucedan estas situaciones: la medición previa, correspondiente a los primeros seis meses de 2013, daba cuenta de 4,7 por ciento de hogares pobres y 1,4 por ciento de indigentes. Si se tiene en cuenta el aumento sostenido de precios que se viene dando desde 2007 y que se acentuó tras la devaluación de enero, es posible deducir que esos porcentajes son bastante mayores.
La corrección de los índices de inflación desde principios de año permitió al Estado llevar adelante políticas como el programa Precios Cuidados.
Blanquear los datos sobre la pobreza, así como se ha admitido desde el Indec que la producción cayó seis por ciento durante marzo y que el crecimiento económico se ha tornado más lento, permitiría tomar mejores decisiones.
Tampoco hay que olvidar que la credibilidad es el principal capital político con el que puede contar el Gobierno. Y, también, la mejor herramienta para combatir la mezquindad de los pobres chicos ricos que solo buscan exposición mediática a costa de un tema tan sensible como es la situación de quienes están expuestos a la vulnerabilidad social.
La cifra
4,7 por ciento fue el índice de pobreza que el Indec relevó para los primeros seis meses de 2013.