La investigación del sociólogo Nicolás Villanova concluye que son empleados en negro del gobierno porteño, ya que no cobran un salario pero sí un “incentivo”. Sus argumentos. Qué dicen los referentes de la actividad.
La aglomeración de vehículos en algunas arterias durante las llamadas “horas pico”, de personas en los andenes del subte o en las paradas de colectivos que dejan a sus pasajeros haciendo señas, ya se han convertido en parte del paisaje cotidiano de la Ciudad de Buenos Aires (CABA). También se integraron a esa categoría decenas de conciudadanos que recorren las calles juntando material reciclable. El cartoneo, esa actividad que surgió a mediados de los ’90 pero arreció durante la crisis de 2001/2002, no disminuye con el paso del tiempo sino que se mantiene y, según algunos observadores, hasta crece. La diferencia con aquellos años es que en algunas zonas los cartoneros se han organizado en cooperativas y, mediante contratos con el gobierno porteño, realizan su tarea de manera más estructurada. Nicolás Villanova, sociólogo e investigador del Conicet y del Centro de Estudios e Investigación en Ciencias Sociales (CEICS), estudia el movimiento desde hace años y concluye que, en realidad, los cartoneros son obreros pagados en negro por el Estado porteño.
En conversación con Veintitrés, Villanova contó que no buscaba esa relación sino que se propuso “analizar una de las tantas manifestaciones que asumió la clase obrera en los últimos años, a partir de los cambios en el capitalismo, de concentración de capital y destrucción de puestos trabajo”. Puede parecer extraño que se asocie a los cartoneros con aquellos obreros de las fábricas, cuando las había. Pero el investigador detalla: “Trabajan en jornadas diarias y producen mercancía, condiciones básicas a cualquier trabajador. Y son explotados, aunque los que se benefician no sean visibles. Del relevamiento que hice surgió que la mayoría de los cartoneros son obreros desocupados o tienen empleos precarios y deben complementar sus ingresos. Y en el último tiempo un componente muy fuerte es el de jóvenes que no logran ser empleables”.
Intermediarios e industria papelera son los beneficiarios directos del cartoneo, según el sociólogo. Los primeros porque a cambio del carro obtienen la exclusividad del material que cada cartonero recolecta, imponiendo precios y condiciones. La segunda, porque incorporó el cartón como insumo para la fabricación del papel y lo obtiene con mano de obra barata.
Y como beneficiario indirecto aparece el gobierno porteño. “Los cirujas antes y los cartoneros ahora evitan el traslado de material reciclable a las zonas de relleno y el gasto de su tratamiento”, señala Villanova. Además de permitir que esas zonas no se agoten, un problema acuciante que llevó en 2006 a la sanción de la ley 1.854, conocida como “Ley de basura cero”, reglamentada en 2007. El objetivo era eliminar progresivamente el envío de residuos al relleno sanitario, disminuyendo la cantidad de toneladas un 30 por ciento en 2010, 50 por ciento en 2012 y 75 por ciento en 2017. La ley establecía la colocación de contenedores especiales, la recolección diferenciada por parte de las empresas recolectoras y la creación de “Centros verdes” para procesar los materiales “secos”.
“Cuando se construyeron las plantas de reciclado, los cartoneros recibían productos recolectados por las empresas de basura en los grandes generadores, oficinas del Estado, grandes hoteles y oficinas, etcétera. Se procesaban 203 toneladas por año y el Estado porteño abonaba 125.708,75 pesos por cada una, incluyendo el costo de los contenedores naranja y de la publicidad. Pero en 2008, los mismos cartoneros denunciaron que mientras ellos juntaban 600 toneladas diarias, las empresas privadas trasladaban 200 toneladas en un año. Una diferencia abismal”.
El Estado porteño cambió su política de reciclaje y concedió a las cooperativas de cartoneros el servicio de recolección de materiales en determinadas zonas de la ciudad. El monto de dinero destinado por la Dirección General de Políticas de Reciclado Urbano en el año 2008 a los cartoneros fue de 30.873.812,20 pesos. Un monto a prorratear entre más de 130 mil toneladas de productos reciclables y 500 toneladas de productos obtenidos de la recolección diferenciada en los grandes generadores. El costo por tonelada procesada fue de 213 pesos, contra los 125 mil que venía pagando. No hay duda del beneficio que obtiene el gobierno porteño.
“Además entregó camiones, uniformes, incentivos mensuales para cada cartonero registrado en cooperativa por un monto que en diciembre de 2012 era de 1.600 pesos y de 6.800 para los choferes de los camiones. Los beneficiados son alrededor de cinco mil, en tanto algunas ONG estiman que la cantidad real de cartoneros asciende a más de 20 mil”, agrega Villanova, para quien “claramente el Estado porteño se comporta como empleador”.
Las razones que esgrime para esa afirmación son atendibles: el gobierno provee lugar de trabajo, uniforme, logística, los incentivos que pueden verse como un salario, y personal del Estado controla la asistencia, ya que cuando un cartonero falta más de dos días en su ruta establecida, se le descuenta un proporcional del incentivo.
“Lo que cobran representa la mitad de un salario de un trabajador no registrado, que todos sabemos es de los que menos ingresos tienen. Si le sumamos lo que obtienen por la venta del material recolectado, alcanzan el 50 por ciento del salario de un trabajador en blanco”, reseña Villanova.
En la actualidad hay cinco plantas de reciclado en las que los cartoneros clasifican el material que juntaron antes de venderlo. Las cooperativas tienen mayor poder de negociación a la hora de fijar un precio, pero sólo unas pocas lograron comerciar con las empresas papeleras, la mayoría continúa vendiendo a los intermediarios. Además, los cartoneros integrados a las cooperativas son pocos en relación al total que integra el movimiento, que reconoce otras dos formas de trabajo: asentamientos en predios tanto públicos como privados, en casillas de chapa y cartón, con techos de bolsas, plásticos y cartones, donde la familia vive, clasifica, enfarda y acopia el material; e independientes (el cartonero en general retira el carro de un galpón acopiador y al final de la jornada lo entrega cargado, cobrando en el momento). Estos dos modos quedan fuera de los convenios con el Estado porteño.
Según el investigador, “en términos políticos el movimiento influye en esta política de subsidios, de hecho se movilizaron para reclamarlos, incluso pidieron en 2005 un subsidio por hijo, ya que no pueden registrarse menores de edad y ellos argumentan, sin mentir, que el trabajo es del grupo familiar”.
–¿Cuál es la diferencia con otros programas de subsidios, como Jefes y Jefas de Hogar?
–Se diferencia por la infraestructura, puesta a disposición de los beneficiarios, por el control de asistencia por parte de personal del Estado, y porque está muy lejos de beneficiar al conjunto de los cartoneros que recogen material en la ciudad. Sólo contempla aproximadamente a la mitad de los cartoneros registrados con credenciales vigentes, cifra que probablemente no represente la totalidad de los que realizan este trabajo. El cartonero independiente no tiene incentivo, ni vestimenta, ninguno de los beneficios. Entonces, para impedir que ciertos productos reutilizables vayan al Ceamse, el Estado porteño utiliza una mano de obra barata.
Sergio Sánchez, referente del MTE
“La basura tiene sus riquezas”
Por Jorge Repiso
jrepiso@veintitres.com
Sergio Sánchez es referente cartonero del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), reconocido incluso a nivel internacional, ya que fue invitado a participar de la XIII Reunión del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que se realizó el 15 de noviembre en Cali, Colombia, sobre “Soluciones para el Cambio Climático desde la Sociedad Civil”. Pero Sánchez, lejos de ser seducido por la estadía en un cinco estrellas, pateó el tablero de los organizadores. Con un documento conciso y elaborado, expuso sus críticas a las políticas impulsadas por el organismo. “Fui con ánimo de reflexionar para construir, para que las cosas se hagan equitativamente y para todos. No se puede pensar en grandes proyectos dejando de lado la inclusión social”, dice en el arranque de la conversación con Veintitrés.
–¿Esperaban su exposición?
–Gracias al BID me sentí incluido pero a la vez como sapo de otro pozo porque estaba entre organizaciones, empresarios y banqueros. Mucha gente que trabaja por la inclusión pero si no muestra lo que hace, nunca se sabrá. Yo pude mostrar nuestro trabajo, hecho con pocos recursos pero trabajo real al fin y lo contrapuse con una nena revolviendo basura en Mar del Plata.
Se refiere a un préstamo de 60 millones de dólares concedido por el BID para la erradicación de basurales a cielo abierto, entre ellos el de Mar del Plata. “Allí pasan los años y los chicos siguen revolviendo la basura. Me imagino que habrán abierto los ojos cuando les pregunté qué pasó con ese dinero, porque no sé si se entregó o si la obra empezó”.
Durante las reuniones, Sánchez lució una remera blanca con varias inscripciones: La deuda externa nunca más; BID, tus créditos no sacan a nadie de la pobreza; Sólo el pueblo salvará al pueblo. “Fue como una bandera. No fui a callarme la boca ni a pasear. Con los millones que se habrán gastado en esa cumbre podrían haber ayudado a un montón de pobres. Se rompió el cronograma de debates y se hicieron reuniones importantes porque se trataba de los préstamos. Pero no tienen en cuenta que si no cuidamos el ambiente, los préstamos no les van a servir a nadie”.
–Esperaban otra cosa…
–Esperaban que dijera cosas buenas o pidiera dinero, pero nosotros dijimos bien claro que la palabra BID significa deuda externa. La gente del BID que estaba en la mesa se asustó un poco.
–¿Cuál fue su aporte al debate sobre el cambio climático?
–Dije que los recicladores de la ciudad de Buenos Aires aportaban en el cuidado del medio ambiente, al tratar de que no se entierre toda la basura. De parte del BID no escuché todavía acerca de ningún trabajo de inclusión social en ese sentido y nadie se acercó para averiguar lo de Mar del Plata. Fui con una consigna y la expuse públicamente. Cualquiera quisiera viajar, pero no quise lujos para mí y no lo hacemos por lobby como muchos sino para que se siga trabajando en inclusión social.
–¿Por qué pelean en la actualidad?
–Hoy somos tres mil personas, por decir un número, los que estamos reconocidos como recicladores, pero quedan otros tres mil que no tienen nada. No tenemos la posibilidad de decirles que vengan a la cooperativa porque no tendríamos recursos, ropa, obra social, monotributo, incentivo por trabajar. Desde la ciudad me pueden decir que van a solucionar el problema de los seis mil pero seamos conscientes de que será de a poco. Para seguir combatiendo la exclusión el Gobierno de la Ciudad debe seguir armando centros verdes. Estamos contentos pero por otro lado tristes, porque nos pueden conseguir un camión nuevo, pero es feo pasar con ese camión con cuarenta personas mientras abajo hay otros cuarenta. Somos trabajadores pero no de una fábrica. Para los recicladores hubo un gran cambio, tanto que hoy tenemos algunos beneficios que costaron conseguir.
–¿No es mejor cobrar un sueldo mínimo que un incentivo?
–Sí, me pueden pagar un sueldo pero ¿con la mercadería, qué hago? ¿Se la dejo a la ciudad? No. La basura tiene sus riquezas. Trabajé siete años en Barrio Norte y nunca me compré nada, ni ropa, ni heladera, porque todo me lo regalaban. La plata no es todo, es la relación que se establece con la gente. Hoy un cartonero, entre incentivo y lo que recoge, se lleva unos 4.500 pesos. Y si se queda dos horas más en la calle, va a ganar más.
Salario promedio de los cartoneros 2009 2010 2011
Salario promedio de los cartoneros
(sin incentivo) 358,43 653,89 673,22
Salario promedio de los cartoneros
(con incentivo) 688,32 951,12 1092,73
Salario promedio de los cartoneros
con incentivo como porcentaje de
remuneración de trabajadores no registrados 68 90 96
Salario promedio de los cartoneros
con incentivo como porcentaje de
remuneración de trabajadores registrados 34 45 48
Fuente: Ponencia de Villanova en el Instituto Gino Germani
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