Misiones – Degradación recargada: la educación disruptiva y la escuela del futuro

en El Correo Docente 21

Ezequiel Flores y Orlando Medina
Conti-Santoro


La “Secundaria de innovación”, un bachillerato con orientación en informática y especialización en robótica, comenzó a funcionar este año en un edificio dónde ya lo hacen otras dos escuelas. En su inauguración, la plana mayor del gobierno provincial anunció la creación de la primera “secundaria del futuro” en la provincia, en sintonía con los lineamientos que la reforma asume en Misiones: la denominada “educación disruptiva”. Por eso, conviene revisar la experiencia y sus antecedentes para anticipar lo que se viene.

La escuela del futuro

En un sentido es el punto de llegada de una serie de experiencias anteriores: el “flipped learning”, la “Escuela de robótica” que a su vez posibilitaron la sanción de la Ley de educación disruptiva a fines de 2018. En otro, es el punto de partida para profundizar la degradación. Veamos.

El “aula invertida” o “flipped learning”, tiene por objetivo sacar el conocimiento fuera de la escuela y llevarlo al núcleo de aprendizaje del individuo, es decir, su hogar. Así, cada estudiante accede a un video online sobre un tema a desarrollar y luego, en el aula, se saca las “dudas” que tenga, debate y resuelve problemas “participando activamente” de su propio aprendizaje. La provincia fue pionera en esta modalidad, organizando en 2018 el Congreso Internacional de docentes “fliperos”. Ahora bien, el recurso básico (internet) constituye un problema no sólo en las escuelas (el 60% no cuenta con conexión) sino también a nivel general: Misiones se ubica 8va en la escala nacional con sólo 200.000 conexiones domiciliarias. Entonces, ¿qué “experiencia flippera” se puede desarrollar sin escuelas ni estudiantes con conexión a internet? Ninguna. Pero además, incluso salvando este problema, la propuesta parte del presupuesto erróneo según el cual cada alumno aprende autónomamente y los docentes sólo tenemos que “guiarlo” en ese “proceso de exploración”.

Lo mismo sucede en la “Escuela de Robótica”, otro de los antecedentes de la “Secundaria de innovación”. La “Escuela” funciona en contra turno organizando trayectos diferenciados por edad para estudiantes de entre 5 a 19 años. Insertarse al mundo de la robótica los prepararía para incorporarse activamente a una sociedad compleja. Los estudiantes comienzan con juegos que progresivamente van adquiriendo mayor “complejidad social”. Llegados a la adolescencia, se enfrentan a situaciones reales y tienen que usar su aprendizaje para resolverlas. Por ejemplo, tienen que “innovar” tecnológicamente para una empresa que se atrasa en la competencia. Más que un juego, los preparan para ocupar un puesto en la empresa desarrolladora de software Lagash que, tras un convenio firmado este año con el gobierno provincial, contratará un puñado de “egresados” de la Escuela de Robótica. En la misma línea van los acuerdos con “Smart Cultiva” para llevar el programa a las EFAs y con Dinatec para el programa “Suma tu escuela”. Más que ciudadanos críticos, la escuela de robótica sirvió para entregar en bandeja trabajadores a empresas que se buscan instalar en la provincia.

“No se pueden desperdiciar talentos que son aplastados por la pedagogía tradicional”

Esa fue la definición del cambio que hizo Rovira, Presidente de la cámara de Diputados e impulsor de la Ley de Educación Disruptiva. Lógico, el gobierno está envalentonado por las nuevas inversiones que estas experiencias trajeron. Por eso, funcionarios del Ministerio de educación ya advierten una reestructuración curricular completa. La Ley de Educación Disruptiva sancionada en octubre de 2018 dio marco legal a las “pedagogías disruptivas” y nos insta a todos a formarnos en ellas. Ahora bien, ¿Cuál es nuestro rol en la escuela del futuro? Tanto el flipped learning como la Escuela de Robótica son ejemplos de flexibilización curricular y degradación del rol docente. Pasamos a ser meros “facilitadores” y nuestra tarea será la de “acompañar” el proceso de aprendizaje de los estudiantes. La educación disruptiva vacía el contenido que implica ser docente, a saber, ser intelectuales que encarnan cierto conocimiento y lo ponen en juego en cada clase formando la conciencia de los estudiantes. Lógicamente, el problema es qué ideas transmitimos, qué partido tomamos en la lucha de clases. La idea de facilitador busca anular ese proceso. Para la burguesía los “talentos” serían trabajadores acordes a las necesidades del capitalismo: dóciles, flexibles, embrutecidos en su mayoría y un puñado hiper-calificados. Ya lo dijo Paolo Rocca, el dueño de Techint: esta escuela no nos garantiza una porción de mano de obra calificada. La reforma de la provincia busca darles respuesta. Y para el resto, ficción. Por eso, poco importa que la mayoría de los alumnos no puedan cumplir con los requerimientos técnicos de acceso a internet requeridos por la nueva pedagogía. Hoy más que nunca, nuestra tarea es dar batalla y recuperar nuestro rol porque sí nos importa formar sujetos capaces de pensar (y hacer en pos de) la construcción de una nueva sociedad donde la vida (y la educación) se ordene en pos de las necesidades y potencialidades humanas. Una sociedad socialista. Por eso, a su reforma debemos oponer nuestro propio proyecto educativo y, por su puesto, nuestra propia pedagogía. Solo eso hará que la reforma no nos aplaste.

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