Mala señal. Acerca de Señales el nuevo disco de Callejeros.
Gabriel Falzetti
Grupo de Investigación del Arte en la Argentina e integrante de Río Rojo – CEICS
Por diferentes motivos, el crimen social de Cromañón, aparece constantemente en las noticias día tras día. En estas últimas semanas, ha cobrado vida en torno a la edición de Señales, el nuevo disco del grupo Callejeros. La prensa burguesa sólo ha sabido responder a la salida del disco con críticas superficiales y erradas. Críticas que van desde lo económico (¿a usted le parece que un disco cueste $45?), hasta lo ético (¿qué opina acerca de que la banda grabe un disco después de todo lo que pasó, eh?). Y es que la prensa burguesa, esa misma que se indigna por el precio de un disco pero no por el de la carne, ha usado a la banda como chivo expiatorio. Esto tiene que ver con que su clase, la burguesía, no puede explicar la realidad sin entrar en contradicción con sus propios intereses. Por eso inventa misterios innecesarios: ¿las canciones fueron escritas antes o después de Cromañón? Más allá de que esto sea aclarado por la propia banda, fechando cada tema, resulta inútil tal preocupación. Cromañón es el capitalismo mismo. Aquello que la burguesía tituló como tragedia (crimen social diremos nosotros), no es más que la vida cotidiana bajo el sistema económico en el que nos toca vivir. La barbarie se presenta por doquier. Claro, no siempre sucede lo de diciembre de 2004, pero siempre estamos a un paso (sin hablar de los crímenes que comete el capitalismo todos los días, a saber todas las muertes por causas evitables). Nosotros no hablaremos del precio del disco, ni de si es ético o no grabar después de sobrevivir a un crimen social. Hay un problema más importante que sólo se entiende cuando se examina el programa político que guía la factura del disco.
La muerte no sienta bien
Es acertado el comienzo del disco. El primer tema es Daños, una marcha fúnebre de una dureza extraña. Dureza que sale de la voz de Pato Fontanet retratándonos la experiencia más terrible que pueda vivir persona alguna. Y es que el disco surge de la muerte misma. Así se plasma musicalmente. Los vientos, apesadumbrados, sostienen notas largas y agonizantes en contrapunto con una guitarra eléctrica distorsionada. Junto al bajo y los platillos, dan un comienzo que marcha al paso de los muertos aún presentes. Mientras la canción dice “…voy a perder la calma”, reclama “…no quiero daños nunca más.” Le sigue a este tema un rock and roll titulado Puede. Apenas superado el sufrimiento, acaece el dolor y se vuelve a preguntas sin respuesta aparente. Sin embargo, recorriendo el disco, encontraremos más de una. La primeras de ellas serán los dos temas siguientes: Límites y Creo. De carácter tanguero, el primero de ellos expone una posición resignada frente a, justamente, los límites del capitalismo. Como todos los tangos, resulta impotente. Un bandoneón abre el tema. Se suma la voz que nos dice: “Entre canciones de duda y la calle hambrienta. Por ese límite la vida siempre irá”. Sumida en el dolor, la voz no puede más que descreer. El dolor, etapa inevitable, esperamos verlo superado: nadie puede vivir un duelo eterno. Por eso hay una segunda canción que esgrime una posición frente a la vida titulada Creo. Esta pieza intenta, tanto en su texto como en su música, sobrellevar el peso de lo acontecido. Resulta sumamente hermosa, pero individualista. Es la antesala que nos prepara para el momento de mayor emotividad. Frente al río es el homenaje del líder de la banda a su novia muerta la noche de Cromañón. Desgarrada, sincera y terrible, capaz de conmover hasta el llanto. Con ese aire casi rioplantense, resulta un suspiro, una evocación al dolor de la pérdida. La soledad de alguien “con más ganas de creer que de pensar”, hacia la mitad del disco, nos muestra la búsqueda por superar el dolor. Pero esto no pasará. ¿Es mucho pedirle esto a un sobreviviente? Lo importante es saber si es necesario. Y nosotros creemos que sí. Éste el problema del disco: la imposibilidad de salir de la angustia. El disco nos pasea por una tristeza muy profunda, pero no deja casi esperanza. Hasta los temas que intentan proponer salidas nos suenan desgarradores. Si bien podemos considerar al disco en sí mismo una salida, uno siente hundirse aún más.
Aparece entonces la muerte como alternativa de escape. Ya, en Frente al río, se manifiesta a través de una breve frase: “Un Capitán en la estación para subir: a tu espacio en algún tren me voy a ir”. En el siguiente tema, Día a día, aparece algo similar: “…igual decile a tu mamá que cuando termine me mando para allá”. No puede ser la salida a un problema en la vida, la negación de la misma. Más que una solución, la banda propone la inacción. En el próximo tema, Sueño, como en la primera canción, aparecen la calma y el daño, ahora en un sueño que “atraviesa montañas” en ritmo de reggae. De lo onírico sobreviene lo real. Hoy, el próximo tema, compuesto por Fontanet en el verano del 2005, vuelve sobre temas ya expuestos. Al igual que la ya mencionada Frente al río, está muy influida por la pérdida física de la novia del cantante. En este caso, el tema está marcado por la bronca y es interesante por plantear la necesidad de la lucha. Y aún más interesante es que el autor tome la música como forma de lucha. Dice: “hoy sigo llorando pero por vos, luchando, para que tu esencia no desaparezca”. El dolor se vuelve lucha, pero sin un programa claro, sin una visión de la necesidad de dar una lucha colectiva. Nuevamente, el mensaje es individualista. Este individualismo impide ver la totalidad, y es allí donde el tema (el disco) se frena, es allí donde detiene su avance, en la falta de una visión más amplia. Llegando al final nos encontramos con: 9 de Julio, una canción escrita antes de Cromañónque toma el mismo sentido de la anterior. Le sigue la que le da título a la placa, Señales. Sólo citaremos un fragmento: “Tal vez te asombra que no crea ni en mi sombra o te sorprende que aún pueda cantar. Es que cuando la canción canta verdades ni la censura, ni el rencor la han de callar”. Interesante, pero del disco no se desprende verdad alguna. Sólo dudas. Dudas, muerte y un inmenso dolor. Esta canción reivindica que se cante verdades, pero ella misma no lo hace. Esta canción dice que se puede seguir cantando, pero el disco siempre está al borde de dejar de hacerlo. Una prueba de esto es el último tema del disco.
Ni el tiro del final…
La banda eligió hacer una versión del tango Desencuentro, y nosotros, inevitablemente, lo entendemos como un balance. Y es el peor de los balances posibles. Es un tango que describe el escepticismo y el descreimiento más absoluto. Un tango que termina concluyendo que no vale hacer nada por nadie, ya que nadie te lo va a agradecer o que, peor aún, uno probablemente será víctima de una estafa. O sea, después de todo lo vivido, lo único que aprendimos fue que nada sirve y que nadie te va a dar jamás mano alguna. Suena injusto, al menos con todos aquellos que hemos luchado (y seguimos luchando) contra toda la mugre escondida detrás del crimen de Cromañón. El mayor desencuentro de la banda, entonces, es con el programa político que la guía. El disco empieza con una especie de marcha fúnebre y termina con un suicidio errado. La muerte atraviesa todo el disco. Imposible no tener una carga de emotividad durante la escucha del material. El dolor en el desgarro de la voz de Pato Fontanet produce una sensación contradictoria: a pesar de la falta de matices y de inflexiones, está llena de sentimiento. Todo el tiempo atravesamos múltiples sensaciones a pesar de la poca variedad armónica y melódica de la música. En este sentido, el disco es una experiencia emocionante. El peso de la experiencia Cromañón se convierte en arte. Le guste a quien no, el disco sintetiza la experiencia. Sin embargo, no empuja a quienes experimentaron el hecho a llegar a conclusiones acertadas. A la muerte sólo se le ofrece dolor y más muerte. Reivindicar la vida es organizarse, es luchar contra el verdadero responsable de toda la miseria en el mundo. La vida es el feroz combate diario contra el capitalismo. Callejeros está en un amargo desencuentro con la vida. Justamente, la falta de organización en torno a un programa revolucionario le impide ver quién tiene la culpa de lo ocurrido y cuál es la salida para seguir viviendo. Que el tiro del final sea el que le de fin al sistema que nos mata a diario.
Un planteo funcional (al capital)
Gonzalo Sanz Cerbino
Grupo de Investigación de Crímenes Sociales – CEICS
Muchos músicos dieron su propia opinión acerca de los responsables de Cromañón. En este caso, recordamos la de León Gieco en el contexto de una entrevista a Clarín (9 de agosto de 2005) donde explicaba su decisión de remover la canción Un minuto de su último CD (cuya crítica desarrolló Gabriel Falzetti en “Un León (de peluche)” en El Aromo nº 22, agosto de 2005).
“Acá nadie respeta a nadie. Mirá, cuando subió Chabán a decir: ‘¡No tiren bengalas porque se va a incendiar el lugar!’; la gente le decía: ‘¡Maricón! ¡Puto! ¡Tomá!, te tiro una bengala en la cara’. En cambio, en los Estados Unidos o en Europa, sube un tipo al escenario y le dice a la gente: ‘Córranse dos metros para atrás porque no sé qué’, y la gente se corre dos metros para atrás, hermano. Acá es un anarquismo mal. Mal, porque es un anarquismo solitario, ¿viste?
Ni siquiera es el movimiento anarquista. El anarquismo de ‘me importa un carajo’. Estamos hablando todo el tiempo de Cromañón, de que la culpa es de Callejeros, de Chabán. Pero el chabón que tiró la bengala al techo, ¿ese hijo de puta quién es? Ese sí es un asesino. Porque si la bengala no se hubiera clavado en el techo, baja y le quema la cabeza a un pibe, loco. Esa es la pérdida de valores sobre la que canto.”