Finalmente, pasaron las PASO. Los resultados que estas elecciones arrojaron bien merecen un análisis, para comprender que tareas por delante tenemos los trabajadores. Ya la escena que vimos por la tele el mismo domingo a la noche, adelanta el panorama: Macri, de fiesta, se fue a dormir temprano; Cristina, sudando la gota gorda, se quedó hasta bien entrada la madrugada contando votos, para poder “celebrar” un empate técnico.
Mauricio se mostró capaz de armar verdaderas topadoras electorales. Logró triunfos aplastantes en grandes distritos (Capital y Córdoba) y desbancar a quienes llevan treinta años de dominación política (San Luis y Santa Cruz). En Capital, relegó a su real competidor (Lousteau) y, en Córdoba, su triunfo le permite no tener la necesidad de negociar la gobernabilidad con De La Sota. En Santa Fe y Buenos Aires, preparó el seguro triunfo en octubre. En esta última, ganó con un candidato impresentable contra quien gobernó el país doce años. A nivel nacional obtuvo el 36%, lo que es bastante. Pero hay que entender que es solo un piso.
¿Cómo consiguió este resultado en medio de la crisis, sin haber logrado absolutamente nada? Muy sencillo: apeló a la política. Más aún, jugó el papel de “opositor” en una campaña puramente negativa. “Queremos cambiar el país y Cristina no nos deja” fue el mensaje. “Que se vaya”, respondieron las urnas.
Cristina, por su parte, sufrió una debacle. Sacó menos votos que Aníbal en 2015. Del 54% a nivel nacional, en 2011, pasó al 37% en 2015 y, ahora, al 16% cifra que puede bajar aún más si algún dirigente del PJ se le pianta. En dos años, estando en la oposición de un gobierno que no mejoró la economía, el kirchnerismo no solo no consiguió sumar votos, sino que perdió más de la mitad de los propios. Con estos números, cuesta creer que haya compañeros que todavía piensen sinceramente que Cristina representa algo. ¿Fue esto una sorpresa? Si cree que sí, vuelva a leer el número anterior de La Hoja Socialista, donde lo adelantábamos.
Hay que anotar también al PJ disidente como gran derrotado, que no pudo armar una coalición nacional y ni Randazzo ni Massa representan la dirección un movimiento de masas. Son solo una alianza de administradores de cajas financiadas por el Estado central. Y, por lo tanto, muy cambiante. Van a donde vaya la plata, y hoy por hoy, la caja es de Mauricio.
¿Y la Izquierda? También, derrotada. El FIT volvió a sacar menos votos que el 2013 y solo un poco más que las PASO 2015. A nivel nacional, obtuvo el 3,7% de los votos. Nada. En medio de la crisis económica, con un ajuste en curso y un gran descontento, no aparece como opción real. Como anticipamos, de nada sirvió lavar el programa, dejar de hablar de Socialismo, cambiar a “Nico Despacito” de lugar, defender a De Vido y marchar con Milani. No se cosechó ningún voto más. Los kirchneristas duros votaron a su Jefa y no a una mala copia. Los que estaban en crisis, votaron a alguna variante burguesa que se mostrara diferente. Y el grueso del electorado castigó a Cristina.
Pasando en limpio, hay que destacar tres elementos. Una muerte, la del peronismo, que desaparece, ya no como movimiento histórico, sino como estructura política. Un nacimiento, el del macrismo, como el personal político y el partido de la burguesía que va a intentar cerrar la crisis del 2001. Y una oportunidad, la de poner en pie una izquierda revolucionaria que se anime a recorrer un camino propio, sin defender a corruptos, millonario ni asesinos y que proclame sin tapujos la opción real de la clase obrera: el Socialismo.