Las elecciones en Francia y la crisis de la Quinta República – Guido Lisandrello

en El Aromo nº 95

franciaC’est fini. Las elecciones en Francia y la crisis de la Quinta República

 La gravedad del asunto se termina de calibrar cuando se atiende a un dato que en las encuestas aparece siempre relegado: de los trabajadores empadronados alrededor del 40% está pensando en no votar. Todo un síntoma del desinterés generalizado. Se trata de una masa enorme de trabajadores que está a la espera de una dirección.

Guido Lisandrello

Grupo de Investigación de la Izquierda Argentina – CEICS


Desde el nacimiento de la Quinta República, con la Constitución de De Gaulle de 1958, el régimen político en Francia se basó, sobre todo a partir de la década del 70, en la alternancia de gobiernos del Partido Socialista (PS) y de lo que ahora lleva el nombre de Los Republicanos. Sin embargo, ese sistema hoy se encuentra en crisis, que se expresa en un rechazo a los partidos “tradicionales” y en el crecimiento de candidatos surgidos al margen de ellos.

El superclásico en crisis

El ascenso de Benoit Hamon, ex Ministro de Educación de Hollande, puso en evidencia el virtual colapso del PS. Su figura cobró visibilidad el año pasado, cuando el gobierno de su propio partido impuso la reforma de la Ley de Trabajo, extendiendo la jornada laboral y descentralizando las negociaciones laborales. Hamon fue uno de los 56 parlamentarios que intentaron presentar una moción de censura contra el decreto del Primer Ministro Valls. Aunque no lo lograron, se ganaron el mote de “diputados rebeldes” e incluso se los acusó de “desestabilizar”. Es que de prosperar la moción la ley no sería aprobada y el Gobierno caería. De hecho, Los Republicanos también apostaron a la misma maniobra, pero finalmente desistieron. Si obtenían el apoyo de los rebeldes, la moción prosperaría y desataría una crisis de envergadura. Los “rivales” dejaron de lado sus diferencias superficiales y garantizaron el orden.

Las tensiones dentro del PS siguieron creciendo. Las elecciones internas, para definir candidato presidencial, enfrentaron a Hamon contra Valls. El primero llevó adelante una campaña opositora al centrar su discurso en la derogación de la Ley de Trabajo y poner sobre la mesa un paquete de medidas destinadas a mejorar las condiciones de existencia del conjunto de la población: la creación de un Ingreso Universal de Existencia que llegaría a los 750 euros, financiada a través de un impuesto a los robots para contrarrestar la expulsión de trabajadores que estos generan; la reducción de la jornada laboral a 32hs y el reparto de las horas de trabajo para combatir el desempleo; un impuesto progresivo sobre las riquezas; y la participación de los sindicatos en las tomas de decisión de las empresas. Asimismo, planteó la necesidad de defender “nuestros intereses” contra el “liberalismo económico” suspendiendo acuerdos de libre comercio en defensa de la “soberanía democrática”, la creación de una visa humanitaria para los inmigrantes e integración de todos los refugiados, aunque a su vez defendió la necesidad de un incremento del presupuesto militar.1 Valls, por su parte, mantuvo el perfil “oficialista” y defendió la gestión de Hollande.

En la segunda vuelta de esas primarias, Hamon se hizo con la victoria, con un 58%. El propio partido le dio la espalda a la gestión de Hollande y votó un programa más bien radical. Como el voto a Bernie Sanders en EE.UU., muestra un corrimiento a la izquierda del electorado. Por otro lado, es evidente que se trata de un nuevo escalón en la crisis partidaria. Apenas se conocieron los resultados, una veintena de diputados socialistas se rehusaron a hacer campaña por el candidato electo al que calificaron de “izquierda radicalizada”, por lo que no estarían “dadas las condiciones para apoyarlo” salvo que recupere su “sensibilidad centrista”.2 Hamon insistió en que defendería su programa y algunos disidentes redoblaron la apuesta insinuando que apoyarían a Emmanuel Macron del movimiento En Marcha (EM). Ante el riesgo de colapso, Jean-Christophe Cambadelis, primer secretario del partido, intervino para contener la crisis amenazando con la expulsión de aquellos que no respetaran el mandato de las primarias. A pesar de que Hamon fue investido oficialmente, el episodio no clausura el problema, puesto que toda la estructura partidaria quedó subordinada a un candidato que agita un programa radical contrario al que desplegó su gobierno.

Los Republicanos, por su parte, tampoco tienen un escenario favorable. Si bien sus internas fueron más ordenadas, su candidato François Fillon se encuentra en franco retroceso. Su programa apunta a restaurar la competitividad de las empresas con medidas de flexibilización laboral que combatan “el miedo a contratar” y fomenten el trabajo en oposición a la asistencia, la extensión de la jornada de trabajo a 39hs, el control de las fronteras, el endurecimiento de los castigos penales y el relanzamiento de Europa fortaleciendo la soberanía de cada nación. Con el apoyo del Movimiento de Empresas de Francia, inicialmente aparecía como un candidato capaz de disputarle el terreno a la estrella de estas elecciones, Marine Le Pen del Frente Nacional (FN). Sin embargo, el estallido del llamado Penelope Gate, a comienzos de este año, lo hirió gravemente. Se trata de un escándalo de corrupción que se desató al conocerse que había contratado a su esposa como asistente parlamentaria, con un sueldo de 900.000 euros, por un trabajo que jamás realizó. En caso de ser procesado, se vería obligado a retirar su candidatura, lo cual sería aún más escandaloso. Pero incluso, si ese escenario no ocurriera, lo cierto es que su candidatura se desplomó completamente: mientras en que noviembre-diciembre las encuestas le asignaban un 27-34% de los votos, obteniendo el primer lugar, a mediados de febrero las cifras habían caído a 16-20%, quedando en tercer lugar detrás de Le Pen y Macron.3

Tanto en el caso del PS como de Los Republicanos, lo que se observa es la descomposición de los dos partidos del régimen que sostuvieron la Quinta República en los últimos 40 años. Mientras que en la primera vuelta de las dos últimas elecciones presidenciales de conjunto cosechaban entre el 55 y el 57% de los votos, hoy con dificultad superan el 30%.

La rebelión de los outsiders 

Al día de hoy, los dos candidatos que se perfilan como las opciones más serias para llegar a la segunda vuelta son Le Pen del FN y Macron de EM. Se trata de candidatos que escapan a los dos partidos tradicionales, pero no son completamente ajenos a la política. Aunque a Le Pen se la ha comparado con Trump, lo cierto es el FN ha tenido peso electoral desde 1988 y ella misma es candidata presidencial por segunda vez. En cuanto a Macron, ha apoyado a Hollande en un comienzo y en 2014 estuvo a cargo del Ministerio de Economía. Sin embargo, en 2016 se alejó del PS –al que nunca se incorporó formalmente– para formar su propia plataforma política “transversal”, con la cual en escasos meses llegó a cosechar 92.000 afiliados.

Programáticamente, Le Pen se ha pronunciado por una política dura respecto de los inmigrantes, defendiendo un cupo de 10 mil por año (cuando en 2014, por ejemplo, ingresaron 106 mil), el establecimiento de un impuesto para quienes los empleen y la eliminación del derecho de ciudadanía por matrimonio y para hijos nacidos en Francia. En sintonía con esta defensa de las fronteras, desarrolló un discurso nacionalista poniendo el eje en la soberanía nacional y en contra del Euro, la OTAN y la Unión Europea, promoviendo el “Made in France” con “patriotismo económico” y “proteccionismo inteligente” en oposición al “modelo económico ultraliberal”.4 Al tiempo que señaló la importancia de garantizar protección social con reducción de tarifas, mantener la edad jubilatoria en 60 años y la jornada laboral de 35hs, derogación de la Ley del Trabajo y aumento de los salarios más bajos y pensiones financiado con un impuesto del 3% a las importaciones. A esto suma la derogación de la ley de independencia del Banco de Francia, permitiendo al Tesoro financiarse directamente a través de él, lo que parece indicar que apuesta a reducir el salario real por la vía de la emisión monetaria y la inflación. De hecho, la han acusado de chavista y kirchnerista…

Macron, a pocos meses de la primera vuelta, no reveló aún un programa electoral integral. Solo ha deslizado algunas opiniones y medidas: retrasar la edad jubilatoria, revisar el Código de Trabajo para renegociar condiciones a nivel de empresas, aumento de salario por la vía de reducir la diferencia entre bruto y neto, una jornada laboral flexible de 35hs para jóvenes e inferior para los mayores de 50 años, un impuesto que no grave a las empresas sino a la renta inmobiliaria y la necesidad de colaborar en el relanzamiento de la economía pero sin aumentar el gasto público. Estas definiciones genéricas y ambiguas, con las que parece buscar ocupar la vacante de “centroizquierda moderada” dejada por el triunfo de Hamon en el PS, refleja una estrategia orientada a permitirle moverse con holgura en un escenario electoral inestable y cambiante.

Esta estrategia parece rendir frutos, toda vez que Macron concita una intención de voto del 19/20%, lo que lo deja segundo y potencial candidato al ballotage con Le Pen, quien según las entrevistas retiene cómodamente el primer puesto con un 25/27%. Mención aparte merece Jean-Luc Mélenchon, de Francia Insumisa (que integra al Front de Gauche) que con un programa no muy diferente al de Hamon (“Revolución fiscal”, “planificación ecológica”, defensa de la soberanía nacional y Asamblea Constituyente) proyecta cosechar un 10% de votos y coquetea con un improbable frente con el PS. De este modo, los partidos que surgieron al margen del régimen de la Quinta República son los que mejor se han posicionado en su crisis para intentar canalizar el descontento dentro de los marcos del capitalismo.

El candidato ausente

Al margen de todo este escenario, se encuentra la izquierda que no pudo hacer pie en el proceso de movilización que se inició el año pasado y tampoco pudo canalizar siquiera una porción de todo ese enorme descontento. Lucha Obrera, una organización trotskista que en las elecciones presidenciales de 1995 y 2002 había cosechado votos en el orden del 5% y 6% hoy apenas araña el 0,5%, mientras que el Nuevo Partido Anticapitalista (ex Liga Comunista Revolucionaria) no parece llegar al 1%. La gravedad del asunto se termina de calibrar cuando se atiende a un dato que en las encuestas aparece siempre relegado y oculto detrás del éxito del Frente Nacional y de En Marcha: de los trabajadores empadronados alrededor del 40%5 está pensando en no votar e incluso se teme que, en la segunda vuelta, ese abstencionismo se agrave por el hecho de tratarse de un fin de semana largo. Todo un síntoma del desinterés generalizado. Se trata de una masa enorme de trabajadores que está a la espera de una dirección y sobre la que una verdadera izquierda socialista revolucionaria tiene mucho que ofrecer si quiere poner un pie en la historia.

Notas

1https://goo.gl/otD7Ej

2https://goo.gl/5wYp37

3https://goo.gl/LN06Vk

4https://goo.gl/Geztq1

5https://goo.gl/euOLng

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