Héctor Eduardo Löbbe
“….Ayer, cuando se presentó Rodríguez, el camarista Leopoldo Schiffrin lo interrogó, con la documentación en mano, sobre el pedido de “eliminar elementos subversivos”. El sindicalista contestó: ‘Ha pasado tanto tiempo…hay detalles que no recuerdo’…”1
Las acciones y las declaraciones de los hombres, en especial en tiempos de crisis, suelen ejemplificar de manera luminosa la función que cumplen las instituciones que integran y los intereses puestos en juego. El presente artículo intenta probar con dos ejemplos concretos (Ford y Mercedes Benz) el papel pro-patronal y anti-obrero que jugó la burocracia sindical entre 1974 y 1976.
A comienzos de los años ‘70 en todas las plantas automotrices argentinas, encuadradas dentro del Sindicato de Mecánicos y Afines del Trasporte Automotor (SMATA), se produjo un intenso proceso de movilización obrera desde las bases, para crear o recuperar los Cuerpos de Delegados y Comisiones Internas como instrumento de lucha. Tuvieron decisiva participación una camada de jóvenes activistas político-sindicales de la izquierda peronista y de corrientes marxistas. El punto más alto de este proceso fue el triunfo de la lista anti-burocrática y clasista de la seccional Córdoba, liderada por Renée Salamanca. Este episodio fue resultado de la maduración y experiencia que venía acumulando el proletariado argentino y que se venía insinuando desde el Cordobazo (1969).
Desde la llegada del peronismo al gobierno, en 1973, las empresas, la burocracia sindical y el Estado establecieron una “Santa Alianza” contra los trabajadores, con un objetivo central: aplastar las luchas obreras, descabezando a la naciente conducción gremial alternativa, que levantaba banderas clasistas y anticapitalistas. El instrumento que el gobierno “popular” puso en marcha fue la ley de Asociaciones Profesionales (sancionada en Diciembre de 1973), que le concedía a la conducción burocrática de los sindicatos nacionales la facultad de intervenir a las seccionales rebeldes y desafiliar a los dirigentes más combativos. En el SMATA, la aplicación de esta ley dio por resultado inmediato la intervención de la seccional cordobesa y la expulsión de Salamanca en Agosto de 1974. Como el propio Rodríguez reconoce, “…nosotros en Córdoba teníamos un problema y lo hemos solucionado: a Salamanca no lo sacó la policía , lo echó el gremio…”.2
José Rodríguez, un hombre de palabra
A comienzos de 1975, en la Ford Motor de Gral. Pacheco (norte del Gran Buenos Aires), los trabajadores, encabezados por un grupo de activistas político-gremiales había constituido un Comité de Reclamos para presionar a la Comisión Interna, de cara a la discusión paritaria que se avecinaba al concluir la vigencia del “Pacto Social” con el que Perón había logrado prohibir todo reclamo por aumento de salarios. En esta lucha se resumirían las posiciones en conflicto: la burocracia, el gobierno y la empresa pretendían cerrar un acuerdo salarial que pulverizaba los ingresos obreros, en medio del estallido inflacionario del Rodrigazo. Los trabajadores de Ford, deciden en asamblea el lunes 16 de Junio, movilizarse hacia la sede central de la CGT, recorriendo a pie 17 kilómetros de la ruta Panamericana durante 6 horas en una columna de 5.000 operarios. La marcha recogió a su paso la adhesión de la gente y fue sumando grupos de otras fábricas. Sólo pudo ser detenida en las proximidades de la Gral. Paz por un operativo policial que reunió más de 200 agentes federales, 21 patrulleros y 3 carros de asalto.3 De allí en más, los obreros paralizaron la producción e iniciaron una agitación en las fábricas de la zona norte, invitando a la coordinación obrera desde la base, para enfrentar los planes del gobierno, las empresas y el freno que imponía la burocracia. De este proceso nacen las movilizaciones de fines de junio y la formación de la Coordinadora Interfabril de Zona Norte, donde se destacan los trabajadores de Ford, de astilleros de Tigre, Del Carlo, Laboratorios Squibb, Terrabussi y otras grandes fábricas.
La burocracia sindical sólo atina a llamar a la cordura, la calma y la defensa del “gobierno popular”. Llamado desoído por la Asamblea de la Ford, que después de la Huelga General del 27 de junio y del 7 y 8 de julio (arrancada con la lucha a la cúpula burocrática de la CGT), se resistió a convalidar el nuevo convenio salarial firmado por Rodríguez: un aumento del 80%, cuando sólo el costo de vida había alcanzado más del 110 %. En medio de una recesión que ya empezaba a producir suspensiones masivas y despidos (entre abril de 1975 y abril de 1976, la desocupación subió del 2,3% al 4,8% en el Gran Buenos Aires), el nuevo convenio se transformaba en un momento de prueba para medir la capacidad de resistencia y lucha del proletariado.
En la asamblea del 9 de julio, los trabajadores de la Ford decidieron desconocer los mandatos de los delegados gremiales del SMATA, reemplazándolos por un Comité de Lucha por aumento del 100%, incremento salarial de emergencia, pago de los salarios caídos y no cumplimiento del descuento propuesto por la CGT (la donación de un día de salario mensual para reactivar la economía del país). El rechazo fue acompañado por un paro de actividades que se reanudó con todo vigor desde el jueves 10 de julio.
La respuesta del frente gobierno-burocracia-empresa no se hace esperar: en una reunión a la que concurren el presidente de la Ford, Juan M. Courad, el comisario Héctor García Rey (conocido como “el chacal” y denunciado como organizador de la Triple A por uno de sus integrantes) en su condición de Subsecretario de Seguridad y José Rodríguez, se acuerda declarar ilegal la huelga, proceder a despedir a más de 300 trabajadores (entre los que se destacan los miembros más activos de la oposición anti-burocrática) e instaurar un régimen de control policial al ingreso y dentro de la planta, parte del ensayo general de la ocupación por tropas del Ejército de la fábrica, a partir del 24 de Marzo de 1976.4
La Ford, publica una solicitada el día 13 de julio, acusando a “…un pequeño grupo, que invocando la falta de acuerdo respecto al convenio de trabajo, incita y promueve las medidas de fuerza. Paros ilegales, abandono de trabajo y asambleas sin recaudos legales ni comunicación al sindicato, producción deficiente, indisciplina y amenazas, han culminado ahora haciendo que el personal hiciera abandono de sus tareas desde el jueves 10 de julio…”. Y agrega: “…las medidas en consideración no pueden en manera alguna enmarcarse dentro del concepto del legítimo ejercicio del derecho de huelga al punto tal, que la propia entidad sindical que nuclea al personal en cuestión, no vacila en calificarlas de ilegales…”, justificando la declaración de ilegalidad de dichas medidas por resolución n° 32/75 de la Dirección Nacional de Relaciones del Trabajo5. Igualmente, de manera vergonzosa y desnudando su carácter anti-obrero, en una solicitada publicada al día siguiente, pero que sería fruto de una decisión anterior a la reunión tripartita, el SMATA denuncia a “…los grupos minoritarios provocadores […] que han llevado a los trabajadores a una huelga sin razón y fundada exclusivamente en los designios subversivos y golpistas de los agentes del caos y la anarquía…”6, en lo que constituye el reconocimiento más claro a la acción militante de los activistas político-sindicales que, en efecto, lideraban todo el proceso de lucha.
La maniobra quedó así consumada, y el día lunes 14 de julio, en medio de un despliegue policial que registran las fotos de los principales periódicos, la empresa procede a impedir la entrada de los trabajadores cesanteados. La vanguardia clasista que se expresaba a través de la Coordinadora Interfabril, denuncia la maniobra de la burocracia y la empresa y convoca a un paro de 15 minutos por turno en todos los establecimientos de la zona, en una formidable manifestación de solidaridad proletaria. Más allá del relativo éxito de esta medida, Rodríguez y la cúpula del SMATA proseguirán su “guerrilla” de declaraciones, condenando la medida de solidaridad y la representatividad misma de la Coordinadora.
La efectividad de la acción de pinzas de la Ford y la burocracia, paralizó la iniciativa obrera, obligó a un repliegue y una paulatina vuelta al trabajo. En términos organizativos, el descabezamiento de la Comisión de Reclamo no pudo ser fácilmente remontado debido a la instalación del control represivo en el interior de la planta. De todas maneras, el activismo que no pudo ser detectado, reinició medidas reivindicativas, pero en condiciones de semi-clandestinidad. Esta presencia y actividad se puede rastrear en sucesivas acciones de protesta protagonizadas antes del golpe militar del 24 de marzo de 1976 y aun después, sin alcanzar empero la magnitud de junio y julio de 1975.
Bajo el gobierno del “Ejército ARGENTINO… garante de la ley, la moral y las instituciones”10
En el corto lapso de cuatro meses, la burocracia del SMATA, con una sugestiva coherencia entre el hacer y el decir, procedió a arrasar con la oposición “clasista” y combativa, que amenazaba su poder desde los organismos de base. No nos debiera sorprender: ese es el rol que le concede la burguesía en la lucha de clases, como instrumento de control y freno en el corazón mismo de la producción (la fábrica), del proceso de toma de conciencia y organización del proletariado. La utilización reiterada en el discurso de términos como “la patria”, “la ley”, “las instituciones” es indicativa del contrabando ideológico burgués. Burguesa es también su pretensión de encarrilar las demandas dentro del “orden” impuesto por el capital, la manera de maniatar con pretextos formales e institucionales las acciones de “democracia proletaria” como las asambleas, la elección de dirigentes consecuentes y las propias formas de lucha adoptadas por los trabajadores. La referencia a la “guerrilla industrial” y el carácter de “subversivos” de los trabajadores concientes ilustra también sobre los campos enfrentados: los que defienden el sistema de explotación y los que pretenden abatirlo. Es igualmente luminosa la elección de los aliados: el Capital, el Estado a cargo del gobierno peronista, las Fuerzas Armadas que preservan ese “orden”.
Rodríguez, fiel a su trayectoria, encontró también su lugar bajo la dictadura. La máxima dirigencia del SMATA (como el resto de la cúpula de la CGT), conocía con antelación los planes militares de exterminio de la vanguardia clasista, continuación del terrorismo selectivo de la “Triple A”, con el beneplácito activo del tercer gobierno peronista. A diferencia de las organizaciones revolucionarias, que alertaron a los activistas más expuestos para que se replegaran15, Rodríguez nada hizo para preservar la vida y la libertad de cientos de delegados y obreros. El testimonio de Pedro Troiani, ya mencionado, es sumamente ilustrativo: “…llegó un momento que hemos estado con José Rodríguez … y él nos afirmó que venía un golpe de estado y que los cuadros medios iban a ir presos [….] y calculo que [esa reunión] no fueron más de veinte días [antes del golpe]…”. Preguntado Troiani acerca de la actitud tomada por Rodríguez, si manifestaba preocupación, responde: “No, no, no, José Rodríguez es un tipo muy frío, así como le puede hablar de una muerte como de un cumpleaños de la misma forma. Así que, yo creo ya estaba todo, para él todo resuelto…”. Más adelante, al preguntarle acerca de como reaccionó el SMATA ante la detención y los secuestros, como el que sufrió el propio Troiani, este responde: “Con nosotros SMATA no colaboró en lo más mínimo y José Rodríguez que era el Secretario General, él sabía muy bien que había gente desaparecida y gente detenida […], el sindicato no nos quiso directamente ni poner abogado, todos los que hemos ido al Sindicato, el Sindicato nos dio la espalda…”.
El comportamiento de la dirigencia nacional del SMATA anteriormente citado para con el Cuerpo de Delegados de la Ford, cuyo 80% pertenecía a la lista Verde (oficialista de José Rodríguez), demuestra la “moral” de esos dirigentes. Pero, como muestra final, rescatamos éste último tramo del testimonio de Troiani: “Pregunta:…En la época en que ustedes estuvieron detenidos, hubo una colecta de dinero que organizó la FITIM, que es la Federación Internacional de Trabajadores de la Industria Metalúrgica… Troiani: Sí… Pregunta: Que era en principio para ayudar a los presos… Troiani: Sí… Pregunta: … ¿Usted sabe qué pasó con ese dinero?… Troiani: No, sobre eso yo sentí el comentario … gente conocida del gremio me decían … que me habían pagado los días de detención, entonces yo comenté … ¿cómo es eso? Entonces … me dicen que la FITIM había mandado plata para los familiares de los detenidos para … la gente detenida y yo juro no haber recibido un solo peso…”.
1Página 12, 19/9/2002, página 3.
2El Cronista Comercial, 7/5/75, página 12.
3El Cronista Comercial, 17/6/75, página 3.
4Ver el testimonio del delegado obrero Pedro Troiani, en Razón y Revolución, n° 10, Primavera de 2002.
5Ultima Hora, 13/7/75, página 2. Los destacados son nuestros.
6S.M.A.T.A.: “A LOS TRABAJADORES MECÁNICOS Y A LA OPINIÓN PUBLICA DEL PAIS”, en Ultima Hora, 14/7/75 Página 4
10Según la elogiosa manera de referirse a él por Rodríguez, en la solicitada del 6 de Noviembre de 1975.
15Ver “El ataque a las fábricas”, editorial de El Combatiente, órgano oficial del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), 25/2/76, citado por Daniel De Santis: A vencer o morir, Eudeba, Bs. As., 2000, páginas 539 y 540.