Las crisis capitalistas tienen la virtud de dejar en evidencia la inviabilidad de este sistema para sostener la vida de millones de seres humanos. Y, sobre todo, de que la única forma que la burguesía tiene de sobreponerse es hundiendo al proletariado aún más en la miseria. La que estamos atravesando no es la excepción. El capitalismo argentino ha venido remontando con dificultad las crisis a costa de un ataque cada vez mayor a las conquistas históricas de la clase obrera. Esto significa que luego de cada crisis, aparece una recuperación, pero con nuestros salarios, nuestras condiciones de trabajo y de vida desmejoradas. Por ejemplo, desde mediados de la década del 70, el poder adquisitivo de los salarios obreros fue cayendo a la mitad. El desempleo bien medido, o sea sin las formas que tiene el Indec de encubrirlo, se ha consolidado en torno al 25%. Los que tienen empleo, y tienen la suerte de ser de la minoría con trabajo en blanco y con contrato por tiempo indeterminado, ven que sus condiciones de trabajo empeoran década tras décadas con convenios cada vez más “flexibles”. El empleo en negro crece, al igual que los contratos precarios. La pobreza, otra vez bien medida, también se ha estancado hace décadas en torno al 30%. Un 60% de los obreros tienen problemas habitacionales. Es decir, ya ha quedado en claro que tener trabajo no asegura “salir de pobre”. Por eso, una parte importante de obreros necesitan más de un trabajo, o hacer horas extras. Es decir, romperse el lomo. ¿Y para qué? Para cubrir necesidades elementales: comer, vestirse, y quizás unos días de descanso para seguir aguantando el yugo diario el resto del año. Es claro que eso no es vida.
Frente a esta decadencia histórica, ¿qué alternativas hay? Lo que nos ofrece el gobierno ya lo estamos sufriendo: ir licuando los salarios con la inflación, bajar los “costos laborales”, o sea seguir flexibilizándonos, y ajustarnos más los cinturones. No es diferente de lo que nos pasó con el kirchnerismo. Podía parecer que en relación al 2001 estábamos mejor, pero cualquier indicador social muestra que no estuvimos mucho mejor que en los 90. Es que la receta de la burguesía argentina no tiene muchas variantes. Cuando entra dinero al país por la vía del aumento del precio de la soja o porque se consigue deuda, el Estado tiene aire para sostener el conjunto de la economía. Pero cuando el chorro se corta…
El problema que tiene el capitalismo argentino no es la deuda: la cuenta de suma y resta muestra que ingresó más dinero del que se pagó. El problema no es que necesitamos “más industria”, porque en la Argentina ninguna industria se sostiene por sí misma. La solución tampoco es apoyar más a la “industria nacional”. La industria nacional es el nombre que se ponen para parecer más simpáticos una runfla de burgueses parásitos que como no pueden competir sin que el Estado les de plata, nos quieren convencer que nos conviene que ellos mantengan sus ganancias. Todas las propuestas que apuntan a reconstruir el capitalismo nacional, no son más que planes de rescate de un conjunto de parásitos que viven a costa de que nosotros estemos como estamos. El peronismo, en todas sus variantes expresa eso. Incluso sus dirigentes sindicales más “combativos”. Moyano, Palazzo, la Corriente Federal y el peronismo eclesiástico de la CTEP, son una variante más camuflada de esto. Nos dicen que se preocupan por nosotros, y hasta salen a la calle. Pero se contentan con una paritaria por debajo de la inflación (Moyano y Palazzo) o subsidios con los que seguimos en la miseria (Grabois). Los gordos de la CGT ni siquiera se preocupan por disimular y las CTA han perdido cualquier atisbo de combatividad. No son traidores, son consecuentes con un programa político que pone por delante los intereses de la burguesía, en parte porque muchos de ellos son parte de esa clase.
La clase obrera viene haciendo una experiencia con el peronismo hace 70 años, tanto en los sindicatos como en el gobierno. También se ha ilusionado con políticos burgueses de otro signo. Sufrió decenas de crisis capitalistas. Soporta niveles de miseria cada vez mayores. Pero todavía parece que para muchos compañeros es difícil decir lo obvio: ningún político o sindicalista burgués, incluyendo los peronistas, nos va a ofrecer algo mejor. Incluso más difícil es explicar que el problema es que el capitalismo no tiene nada mejor que ofrecernos. Parece que nos vamos adaptando a la degradación. Por ejemplo, en lugar de denunciar el deterioro histórico del salario, y pedir una recomposición real, pedimos por un salario igual a la canasta básica. ¿Y qué es la canasta básica? Lo mínimo que tiene que ganar alguien para no ser pobre, o sea, un peso por encima de la línea de pobreza. ¿Esa es nuestra aspiración?
Hay que animarnos a hablar claramente. Porque lo que queremos no es simplemente uno o dos puntos más en la paritaria para ver si le empatamos a la inflación. Queremos una vida distinta. Queremos una sociedad que destierre la miseria. Los únicos capaces de construir otra sociedad son los obreros (ocupados y desocupados). Y la única vía posible, es el socialismo.
Razón y Revolución
Mañana paramos y nos movilizamos en estos lugares. Sumate!
CABA: Obelisco, 7.00 hs.
Puente Pueyrredón, 7.00 hs.
Acceso oeste, altura Hospital Posadas, 7.00 hs.
La Plata: bajada a la autopista, 7.00 hs.
Junin: Plaza 25 de Mayo, 10.30 hs.
Colón, Entre Ríos: Plaza Washington, 9.30 hs.
Concepción del Uruguay: Plaza Ramírez, 11.00 hs.
Posadas, Misiones: Plaza San Martín, 9.00 hs.
Candelaria, Misiones: Plaza central, 9.00 hs.
Chaco: puente Chaco-Corrientes, 9.30 hs.
San Luis: Plaza Pringles, 11.00 hs.
San Juan: Plaza 25 de Mayo, 10.30 hs.
Rosario: Autopista Rosario-Buenos Aires, 8.00 hs.
Palpalá, Jujuy: Paseo de las Esculturas, 10.00 hs.
Esquina, Corriente: Av. Bartolomé Mitre y Rivadavia, 8.00 hs