La Revolución, el partido y la democracia obrera. Debate sobre las tareas revolucionarias en la presentación del libro Historia de la Revolución Rusa, de León Trotsky
El 1 de diciembre, en la Sociedad Argentina de Escritoras y Escritores, organizamos la presentación del primer libro de nuestra serie Clásicos revolucionarios. Asistieron, además de Eduardo Sartelli, Jorge Altamira (PO) y Pablo Vasco (MST). A continuación, un extracto del extenso debate.
Pablo Vasco: Había leído con mucho interés el prólogo de la edición de la Historia de la Revolución Rusa, de Eduardo, y es buena la comparación del 2001 con 1905. Me parece que efectivamente es así. Nuestro partido, el MST, dijo que hubo una revolución. Revolución, no en el sentido de tomar el poder, sino según la concepción leninista: “los de arriba ya no pueden, los de abajo ya no quieren vivir como hasta ahora”.
Eduardo dice que el aspecto central de la concepción de la revolución permanente en Argentina es la extensión internacional y que no están planteadas tareas democráticas. Nosotros creemos que están planteadas importantes tareas de carácter democrático. Por supuesto: tareas que sólo podrá llevar adelante la clase obrera.
El segundo matiz es en relación al propio movimiento de masas, que está minimizado. A nuestro modo, hacen falta dos condiciones, además de la situación objetiva general: la existencia de una dirección y que el movimiento de masas constituya organismos de participación. Se trata de la importancia que tiene la democracia obrera. Por supuesto, otro eje fundamental es la construcción del partido revolucionario. No entendido como “un partido, una clase”, porque eso no es así. Por supuesto, lo que está en discusión es qué tipo de partido. El partido bolchevique no era monolítico. Era un partido donde circulaba un debate de ideas.
Jorge Altamira: El primer punto que tenemos que dejar claro es que la Revolución de Octubre es, antes que nada, la manifestación de una gigantesca crisis mundial del capitalismo. Ante una demanda como la de Razón y Revolución sobre qué nos enseña este libro para el futuro, nosotros tenemos dos grandes perspectivas revolucionarias. Una, que se está desenvolviendo en América Latina. La otra son las que se van a producir en Rusia y en China, como consecuencia de esta crisis capitalista. Las condiciones históricas de la Revolución de Octubre están más reunidas ahora que entonces.
Dicho esto, me quiero centrar en un único punto del libro y sacar todas las conclusiones que emergen de él: “La característica fundamental de la historia de la revolución rusa, es que es la historia de la irrupción violenta de las masas en la historia”. En lugar de una historia rectilínea, lo que va modificando constantemente el escenario histórico de la revolución es la actitud de las masas. Este es un punto cardinal, porque es el punto al cual tiene que hacer referencia un partido para determinar su política en el curso de la revolución. Un partido no puede ir a una revolución con una política que luego ignore los procesos de transformación que las masas producen al irrumpir violentamente. Cuando las masas intervienen en la Revolución de Febrero su estado es kerenskiano: les parece natural que gobierne la burguesía. Entonces un esquemático diría: “Kerenski, es la encarnación de la revolución”. El gran mérito de Lenin es haber comprendido que los problemas de la revolución iban a alterar ese punto de vista de las masas.
El elemento clave de la personalidad de Lenin es simple: el partido bolchevique entra en la revolución rusa con un programa y sale con otro. El programa del partido bolchevique era el programa que defendían Kamenev, Stalin, Zinoviev y Bujarin. Pero Lenin plantea un cambio. Lenin puede comprender este problema, y el partido bolchevique entenderlo, y las masas del partido entenderlo, porque, como partido, estaban ligados a las luchas revolucionarias de las masas.
El partido bolchevique era un partido monolítico, era un partido homogéneo. Porque era un partido que llevaba adelante, en primer lugar, un debate sobre un programa. Se ponía de acuerdo sobre las conclusiones de ese programa y luego actuaba en conformidad. Lo que el partido bolchevique demostró no es que no fuera monolítico, sino que la revolución, por sus convulsiones, trasladaba las crisis adentro del partido. Porque siempre había más de una opción y más de un problema. Entonces el partido las discutía. Pero cuando se adoptaba la nueva solución, se marchaba en la dirección que había aprobado, porque había sido educado en la afirmación de que un partido que no es monolítico tiene que ser tirado a la basura. ¿Ustedes creen que hubiera sostenido la guerra civil si no hubiera sido monolítico? La democracia obrera es un instrumento para la acción. No es un producto artístico, que uno contempla y dice: “¡Por fin hay un lugar donde hablar!”.
Hay un escritor norteamericano que dedica varias páginas a un relato que me ha provocado una impresión descomunal. Es julio de 1917. La vanguardia del movimiento obrero cree que hay que tomar el poder. Entonces, pide una reunión con Lenin. Obreros robustos, enérgicos, le exigen la toma del poder. Pero Lenin les dice “no”. En un momento en que todo el mundo parecía que era un traidor, quedaba Lenin, quedaba el partido bolchevique. ¿¡Lenin dice que no!?, ¡¿Otro más?!, ¡A la mierda con todos! Lenin tenía la tensión de estar hablando con obreros psicológicamente afectados por la sucesiva serie de traiciones desde la izquierda. Pero él creía que no era el momento. Hay una fuerte discusión. Es sorprendente la estructura nerviosa del hombre, de su personalidad. Y dada su autoridad y argumentos, termina convenciendo a los obreros. La conclusión que ellos sacan es la siguiente: “Prefiero equivocarme con Lenin a tener razón contra él”. Es decir, los obreros sentían que ellos no podían tomar el poder sin Le- nin. Esto es porque 20, 30, 40 años de lucha revolucionaria dan una autoridad. Ahora bien, este proceso no es un proceso político democrático. Es el reflejo de las crisis políticas y partidarias de un proceso con- vulsivo. No hay que confundir, en mi opinión, una cosa con la otra.
Eduardo Sartelli: Dijo Pablo [Vasco] que, en la introducción, yo enfatizo más en el partido que en los organismos de masas. Yo creo que es así. Hoy, el gran problema de la Argentina, en términos ideológicos y políticos, es el problema del partido. Que las masas se van a movilizar y van a crear sus organismos, es cierto, pero brota del proceso revolucionario mismo y es un caballo que hay que cabalgar. Pero para poder cabalgar ese caballo hay que tener el instrumento. La situación argentina hoy es de una extremadamente perversa denostación de cualquier forma de organización. En particular, de algo parecido al Partido Bolchevique. El antipartidismo, la idea de que no hay que organizarse, es el principal cáncer político ideológico que atenta contra la organización revolucionaria.
Un partido tiene un programa y una dirección. La dirección implica que se discute, se acuerda y después se acata. Por eso el partido tiene que ser muy abierto a la discusión, pero tiene que ser muy monolítico en la acción porque si no, no funciona, no es un partido. En ese sentido, esos partidos que tienen 400 fracciones, que cada una tiene derecho a cualquier cosa, y en un lugar hacemos una cosa y en otro hacemos otra…Ese es el oportunismo más craso.
En otro punto, yo quería intervenir sobre el tema de la unidad de la izquierda. Hace unos cuantos años ya, escribí un artículo que se llamaba “No quiero la unidad de la izquierda”. Sigo sosteniendo lo mismo. La idea de la unidad por la unidad misma no tiene ningún valor. Es obvio que hay coyunturas en las cuales uno tiene que tratar de aliarse y hacer acuerdos. No hago de esto una cuestión de principios. Pero buena parte de la cantinela sobre la “unidad de la izquierda” es que se opone a discutir abiertamente los programas y a reconocer que se tiene otro programa. Cuando se tienen programas distintos, no conciliables por ningún elemento de la realidad, es mejor que la gente vea la diferencia y que vayan separados. En ese sentido, la unidad por la unidad me parece un chantaje político. No es la unidad el problema. El problema es el balance de la situación, la perspectiva, la estrategia y la lucha en el seno de las masas, cuando las masas irrumpen en la acción.
PV: Sobre el problema de la unidad de la izquierda, me parece que importantes sectores del activismo permanentemente nos interpelan a los partidos sobre ese problema. Porque, al día siguiente de las elecciones, ven que la burguesía larga la campaña de “la peor elección de la izquierda”. Falso, porque la izquierda, ensuconjunto, sacómediomillóndevotos. Sí, la unidad es importante. Habría que pensar como avanzar en el camino de la unidad. Habría bancas para la izquierda que cumplen un rol muy importante cuando se tienen y se siente mucho cuando no se tienen. Por supuesto que no es la unidad por la unidad. Tiene que ser alrededor de un programa y tiene que ser con algún objetivo.
Nosotros no creemos nosotros en el partido monolítico, homogéneo, en el sentido de que todos y cada uno de sus militantes piensan igual. Por supuesto, defendemos la concepción de partido centralizado. Para actuar, para golpear juntos. Ahora, ¿que nunca en un periódico se puedan escribir debates y distintas posiciones?, ¿O acaso tenemos partidos tan grandes en la izquierda argentina que reflejan al conjunto del movimiento de masas? Nosotros desde el MST creemos que no. Que somos todos partidos chicos, que no hay ninguno que se destaque, que tenemos mucho para aprender de los activistas y militantes.
JA: Es muy esquemático decir que “la izquierda no se debe unir”. Especialmente cuando uno observa que hay una inquietud. Hay que tomar iniciativas Uno tiene que marcar el planteamiento. Si las organizaciones de izquierda no quieren coincidir, es una responsabilidad de ellas. En América Latina hoy, el problema está muy claro porque hay un proceso muy convulsivo. El sentido que habría que adoptar sería caracterizar este proceso e indicar su orientación. Habría que hacer un debate en la izquierda, a ver si nos podemos unir en torno a una orientación estratégica. Entonces, establecer una división, en todo caso, de dos bloques, pero no de diez. Porque al fracaso de Lula, Bachelet, Morales y Chávez, o lo capitaliza la izquierda o lo capitaliza la derecha.
ES: Insisto, no quiero la unidad de la izquierda. Porque la unidad es un resultado del proceso histórico concreto. Hubo momentos importantes donde se producen procesos de unidad general. No de elecciones aquí o allá. Lógicamente, en sindicato sería hasta ridículo no plantearse listas unitarias. Pero no ese es el problema de la unidad. El problema de la unidad es el problema del programa, de la estrategia. En ese sentido yo estoy en contra de la unidad de la izquierda. Estoy en contra de una internacional armada con un criterio tan amplio que entra cual quiera que defiende a Chávez y también el que no defiende a Chávez. Lo que está claro, es que en la Argentina cuando las papas quemaron, la izquierda se unió. ¿Qué fue la Asamblea Nacional de Trabajado res ocupados y desocupados? Fue eso, un gigantesco proceso de unidad política, del más diverso pelaje. Mucho más amplio y mucho más diverso de lo que hay acá sentado. Ahí se enfrentaron furiosos debates, peleas, batallas y se sacaban resoluciones. Esas resoluciones se enfocaban unitariamente. Ese proceso de unidad es el proceso de unidad de lucha política en el seno de las masas en su desarrollo. Por eso yo no creo en las proclamaciones de unidad. Creo en la luchapolítica enelsenodelasmasasquesedesarrollan. Y esa lucha política presupone claridad y diferencia. Este es el sentido del problema de la unidad. Por eso hubo un fabuloso debate en la ANT. Cuando nosotros definimos el 2001 como el ’05 argentino, lo que estamos diciendo es que allí nació, allí está el germen del futuro organismo revolucionario. Allí se estaba gestando el partido del proletariado con una furiosa lucha de tendencias. Eso es lo que hay que alentar, la furiosa lucha de tendencias. Entonces las unidades para ir a las elecciones, son cuestiones tácticas, coyunturales. No es ése el problema. Yo prefiero la claridad de los programas y el debate político.
JA: Llegado este punto, creo oportuno decirles algo: no estoy de acuerdo con el centralismo. El centralismo no funciona. La dirección leninista de un partido tiene que ser estratégica, no administrativa. Nuestro partido tiene un papel muy destacado en esta crisis del Colegio Carlos Pellegrini. Pero yo he tenido un montón de tareas y hace por lo menos tres semanas que no puedo decir una palabra sobre el conflicto. Así que ustedes ven que el centralismo en el PO es una cagada… Pero ellos tienen un planteo estratégico, votado en un congreso, que es común a todos los miembros del PO y lo van a llevar adelante. Esa dirección va a cometer errores. Bueno, muy bien, haremos un balance.
El monolitismo en un partido consiste en que su centralización no es administrativa sino que su centralización, su método de dirección, es estratégico. Menos centralista administrativo es un partido cuando más monolítico. Y cuanto más centrista es, tiene que estar expulsando gente todo el tiempo. Porque el que no cumple una orden, se desvía de lo que se está haciendo. Y como la línea política cambia todo el tiempo, porque no hay una orientación estratégica común, no se puede llevar adelante.
Con respecto a la unidad de la izquierda, Eduardo está equivocado en un punto. Todos estamos de acuerdo en que las unidades tienen que tener un contenido, pero cuando un problema está planteado. Además, hay que abordar el problema: la importancia de las elecciones. Porque yo hasta podría suponer que a Eduardo le son indiferentes las elecciones, porque nunca participa de una elección, ni es candidato. Entonces al final, para él los resultados no tienen importancia. Pero en las fábricas, en los talleres y en las escuelas, cuando los resultados son desfavorables para la izquierda, se siente en términos negativos. Y uno lo que tiene que tratar es de hacerlo en términos positivos.
ES: Una aclaración no menor. Nosotros no creemos que la lucha parlamentaria sea incorrecta. Estamos a favor de eso. La defendemos. Es más, siempre llamamos a votar por el Partido Obrero, en forma pública.
JA: Quiero decir es que el debate ha sido muy importante. Se discutieron los problemas que había que discutir, esto no ocurre normalmente. Por lo tanto, el objetivo del foro de Razón y Revolución se consiguió: establecer una relación concreta, y no hagiográfica, del libro con otra realidad, y arrancar definiciones en los partidos que están presentes en la mesa.