La recompensa. Los obreros rurales de La Pampa a la hora de la jubilación – Gonzalo Folco

en Clase obrera/El Aromo nº 53

paisano Esta investigación la iniciamos en el año 2008, momento en el que pudimos entrevistar a  numerosas familias de obreros rurales jubilados de Colonia Santa María -pequeño pueblo  agrícola ubicado a unos 100 km de la capital de la provincia de La Pampa en dirección sureste.  En el artículo nos proponemos poner al descubierto una paradoja más del sistema en el que  vivimos: la paupérrima situación actual de aquellos sujetos que durante la primera mitad del  siglo XX se constituyeron en los principales productores de riqueza en el este del Territorio  Nacional de La Pampa.

 En el estudio constatamos que las ocupaciones rurales se vincularon de manera directa con la  estructura económica y productiva de la región, que funcionó históricamente como un apéndice marginal del complejo “pampa-húmeda”1. En los ámbitos rurales en general, y como característica central, pudimos distinguir entre la fuerza de trabajo orientada a la agricultura de tipo mixta diversos oficios tales como hachadores, alambradores, peones de campo, bolseros, estibadores, foguistas, maquinistas, boyeros, domadores, caballerizos y esquiladores, entre otros. En lo que a las condiciones de contrato y salario de esta población respecta debemos considerar que las remuneraciones pagadas a los obreros presentaron disparidades significativas, no sólo por diferencias de ocupaciones, sino por áreas de cultivo, contribuyendo a definir un mercado  de trabajo rural fragmentado.
El predominio de los jornaleros 2 dentro de la estructura ocupacional de Colonia Santa María es significativo: para el año 19283 representaron un 56,5%4. Estos datos evidencian que los obreros del agro se constituyeron en momentos previos a la crisis del ’29 en el principal aporte de trabajo de la localidad. Esta realidad se repetía por todo el Territorio Nacional de La Pampa durante el período 1895–1928. Si hacemos una comparación porcentual de todo el periodo veremos que el promedio que representaron los obreros del agro, es decir, los jornaleros, peones de campo, trabajadores domésticos y trabajadores rurales especializados era de un 49,68%.5 En efecto estos sujetos se constituyeron durante todo el período estudiado en la principal fuente de trabajo del Territorio.

Recuerdos de la explotación

La característica distintiva de los trabajadores rurales, aquello que los diferenciaba de otros sujetos que participaban de las relaciones sociales en el agro pampeano, fue la necesidad de vender su fuerza de trabajo en un mercado a cambio de un salario -sea este en cereal o moneda-. Junto a esta paga, otros ingresos extras como la venta de productos derivados de la caza, la huerta y la crianza de aves de corral conformaron sus posibilidades adquisitivas. En este sentido la exclusión a los beneficios procedentes de otros rubros como la renta y los intereses por la posesión de alguna propiedad o capital, determinaron su dependencia en el mercado de trabajo y su condición de explotado. El relato de Jorge Frank, de 83 años, es un ejemplo claro de esta condición:

“La mayor parte de mi vida fui hachero. Nos íbamos al monte contratados por una o dos semanas y ahí dormíamos en carpas que hacíamos en la tierra. Después ya más grandes nos dedicábamos a otros trabajos, fuimos a trabajar en una estancia de mensuales. Bueno en la estancia había que trabajar de todo. A mí me tocaba manejar máquinas, tractores… también alambrando… En casa eramos dos hermanas y seis hermanos, ocho éramos en total. Tuvimos que salir a trabajar muy temprano. En aquel entonces no se podían hacer aportes… o eso nos decían vio, así que imaginate que ahora conseguimos una jubilación de 650 pesos. Pero así se vivía antes y así se vive hoy. Yo esta casita me la hice con el sudor mío… no es un lujo, pero bueh…”.

Si repasamos un poco la historia, veremos que en lo que hace a la contratación para la cosecha y otras labores, el Censo Nacional (1914) registraba un total de 12.197 trabajadores empleados en las explotaciones agropecuarias de La Pampa. Las actividades agrícolas como la preparación de los suelos, la siembra, el cuidado de los cultivos, la siega y la trilla se consolidaban por ese entonces como las que mayor mano de obra demandaban. Esta situación aún se mantenía durante la década del ‘30 y el ’40. Juan que está por cumplir 81 años nos comentaba al respecto:

“Yo empecé a trabajar a los 15 años… soy del ‘29 así que date una idea de los años que trabajé… Empecé haciendo changas, trabajaba en el campo… en la cosecha, la trilla, otras veces en los tiempos que no había actividad salía a matar vizcachas; la gente iba a matar vizcachas antes, vio… o si no cuidaba ovejas a veces en el campo, algún que otro año me contrataban como cocinero en la cosecha… otras veces cosía bolsas, de todo… Hoy lo que tengo lo hice trabajando y ahora apenas me alcanza, a veces tengo que pedir porque con 800 pesos por mes no se puede hacer nada…”

El trabajo agrícola más importante, tanto por la cantidad de brazos que su ejecución requería como por el pago de jornales más elevados que otros, era el de la cosecha. Dado el volumen de mano de obra necesario para poder realizar en el tiempo preciso una tarea tal como la cosecha, el mercado de trabajo rural perdía temporalmente su carácter local, posibilitando la concurrencia de inmigrantes extranjeros y de otras provincias. Es que durante las tareas de la cosecha cerealera se daba un desplazamiento permanente de trabajadores en el tiempo y en el espacio. Cirilo de 77 años, recuerda que de muy chico tuvo que abandonar la escuela y trabajar en el campo junto a su padre y un hermano. Otras veces viajaban a caballo para contratarse en campos de Unanue y Epu-Pel, localidades cercanas a la Colonia:

“Nosotros luchábamos y luchábamos!.. Arábamos por tanto, tirábamos las máquinas con los caballos, todavía tengo el arado de dos rejas!.. y después trabajábamos con la Australiana… Tenía un peine que cortaba la espiga, lo metía adentro y ahí a un cajón que entraban cuatro o cinco bolsas. Después había que vaciarlo… parar y vaciarlo. Y después coser las bolsas. En el campo cuando no había donde parar armábamos unas carpas de chapa contra el alambrado y ahí pasábamos la noche… A veces se hacía muy duro, sobre todo en invierno. Mira yo trabajé veinticinco años en un campo. El patrón era Ollo… el estuvo seis años, después trabajé con Rossi que era gerente del banco. Diecinueve años estuve con él. Y el decía: sí sí estoy aportando, te voy a aportar!… No aportó un carajo! Ahora hace unos años fuimos con la abogada del pueblo a Santa Rosa a ver el tema de los papeles… y tenía unos meses nomás de aporte… Sabes qué, 700 pesos cobro de jubilación y no me alcanza… Encima ahora anduve medio jodido, estuve tres meses internado por cuestión de los pulmones… Se me ha formado como agua en los pulmones y al fermentarme se me iba agua al cuerpo y me faltaba el aire… Puede que sea el frío… y algo del cigarro…”.

Ayer y hoy… la misma situación.

De los relatos se desprende la situación actual de estos pobladores que lejos de vivir de una jubilación digna, deben recurrir a la familia -allí cuando conservan parte de la misma. Esta es una situación que lejos de ser reducida a la Colonia observamos repetidamente en cada paraje o “pueblo fantasma” como gustan llamarlos aquí para invisibilizar y silenciar a la manos sangrantes de la tierra. Pero allí no hay fantasmas, allí viven muchos de los obreros que pusieron en marcha la producción agraria durante la primera mitad del siglo XX, que muchas veces prefieren no recordar con cuánto esfuerzo se trabajaba ayer porque les recuerda la artrosis en las manos, les recuerda el dolor en la espalda y les recuerda el vacío en el estómago. Esa parece ser la recompensa que espera a los principales productores de la riqueza argentina.

NOTAS
1 Los resultados de la práctica de la agricultura en un espacio de características marginales reflejan rendimientos sensiblemente inferiores a los obtenidos en áreas centrales de la pampa húmeda. En el periodo 1912/1913 – 1941/1942 el promedio en todo el país se ubica en 848 kg/ha, mientras que en el sureste de La Pampa sólo alcanza a 490 kg/ha.
2 De los documentos es muy difícil inferir el tipo de actividad específica que desarrollaban hombres y mujeres jornaleros que ejecutaron tareas como palero, cuarteador de parva, cosero, bolsero, aguador, cosechero, etc. Este tipo de trabajador se ajusta más a la práctica simultánea de diferentes tareas en el ámbito rural.
3 Debe considerarse que para el año 1928 los datos fueron reconstruidos a partir del Padrón Electoral del Territorio y que por lo tanto las mujeres y menores de 18 años no han sido registrados.
4 Los datos que arroja el padrón electoral de Colonia Santa María para 1928 son los siguientes: Jornaleros 113, Medianos y pequeños productores agrícolas 45, Comercio,  Industria y Transporte 15, Profesionales, administradores y funcionarios 7, Empleados 7, Ganaderos 6, Peones 4, Otros 3.
5 Para el año 1895 los obreros rurales constituían el 57%, en 1914 el 48%, en 1920 el 41% y en 1928 el 52,42%, lo que da una media entre 1895 y 1928 del 49% aproximadamente. Fuente: Censo Nacional (1895; 1916). Censo Territorial (1923) y Padrón Electoral 1928.

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