La ley del más fuerte.

en Revista RyR n˚ 9

Una aproximación a la centralización del capital en la rama harinera (1870-1920)

Una de los investigaciones encaradas por RyR se orienta a medir el avance de las relaciones capitalistas en la Argentina. La concentración del capital, el grado de desarrollo de las fuerzas productivas y los cambios en los procesos de trabajo son indicadores de esa evolución.

Por Juan Kornblihtt (estudiante de historia e investigador de Razón y Revolución)


La lucha entre los capitalistas dista de ser apacible. Para sobrevivir en esa pelea, los capitales deben desarrollar sin cese su capacidad productiva y así poder destruir o anexar al capitalista enemigo. En términos marxistas, una concentración (aumento de la capacidad de acumulación) y centralización (la expropiación de un capitalista por otro capitalista) del capital. Procesos que, pese a los vanos intentos por frenarlos, se viven desde los inicios del capitalismo hasta nuestros días.

En este trabajo, nos aproximaremos a ver cómo se da esa lucha intercapitalista al interior de la rama harinera y qué pasa con las empresas molineras en la Argentina entre 1870 y 1920. Por tratarse de un trabajo preliminar lo haremos en abstracción del mercado internacional, de la lucha con capitales de otras ramas y de la apropiación de plusvalía obrera. Sin embargo, intentaremos inferir hipótesis sobre algunos aspectos de la lógica de la centralización y la concentración del capital molinero en sus orígenes.

I. Del molino local a los “trust” harineros. Evolución de la molinería.

El primer dato sobre la existencia de un molino en la Argentina es de 1580 en la provincia de Córdoba. Sin embargo no fue hasta mediados de 1870 que la rama comenzó a crecer, como se comprueba en el Segundo Censo Nacional de 1895, donde se observa que el 60% de los molinos existentes había sido fundado a partir de 1876. Hasta 1877 el país debía importar harina[1], pero ya en 1878 las empresas instaladas en el país comienzan a exportar. De 1870 a 1920 la rama estudiada se mostró atractiva para los capitales, se desarrolló y llegó a competir en los principales mercados mundiales.

Antes de la década de 1870, la producción harinera se realizaba en base a molinos locales. Estos molinos conocidos como “atahonas” se caracterizaban por utilizar piedras para moler el trigo y, sobre todo, porque su fuerza motriz era la tracción a sangre. Otro rasgo de los molinos de la época es que eran subsidiarios de otros establecimientos productivos (panaderías o fideerías) como se ve en 1855: según el registro estadístico en Buenos Aires hay «133 establecimientos, atahonas, almacenes de harina y panadería”. En cuanto a las empresas que sólo se dedican a la molienda de trigo, de las 102 censadas, 98 funcionan con tracción a sangre, sólo existe un molino a fuerza hidráulica y 3 a vapor.[2]

II. El centro harinero de la Argentina: Capital Federal, Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y Córdoba.

El estudio se centra en estas cinco provincias por una razón clara: allí se fabrica en 1895 el 91,81 por ciento, en 1907 el 94,63 y en 1913 el 95,24 de la producción total de harina de la Argentina.[3] Al comparar el número de molinos no hay, sin embargo, tanta diferencia entre la zona elegida y el resto del país (en 1888 hay 232 molinos en la zona estudiada y 406 en el resto del país y en 1895 hay 316 contra 343 en el resto del país). Se trata entonces de una diferencia cualitativa más que cuantitativa. La zona estudiada tiene molinos más desarrollados con mayor producción para abastecer zonas más pobladas o para la exportación. Mientras en el resto de la provincias hay molinos que sólo abastecen a sus alrededores e irán desapareciendo a medida que aumente la competencia.

III.a. Aumento de la producción y primera crisis. 1870 a 1895

Luego de la incipiente actividad vista a principios de los ’70, vemos un fuerte crecimiento productivo a partir de 1880. Ese año, en Santa Fe, se introdujo el primer molino con tecnología austro-húngara de la Argentina (tecnología que había sido inventada en 1839).[4]Hasta esa fecha la molienda se realizaba con piedras que giraban movidas por diferentes tipos de fuerza motriz. En cambio, con la nueva tecnología importada se trituraban los granos de trigo mediante cilindros metálicos que, gracias a su mejor y mayor superficie, permitían obtener mayor rendimiento de los granos con menos desperdicios y una harina de mejor calidad. El desarrollo también se ve en los cambios en la fuerza motriz y, para cuando se realiza el censo general de la provincia de Buenos Aires de 188,1 ya se registran 57 molinos a vapor frente a 40 a atahonas.

El número de molinos crecerá hasta 1895 mostrando la atracción que ejerce para los capitales. En todo el país en el año 1888 vemos 638 molinos y en 1895, la cifra llega a 659. Específicamente en la zona elegida se pasa de 313 molinos a 316 molinos en 1895. El crecimiento no sólo es en cantidad sino en calidad de la producción. Los censos ya no registran establecimientos pequeños en conjunto con panaderías o fidererías y se da un aumento de los molinos a vapor o hidráulicos frente a una disminución de las atahonas: en 1895, a nivel nacional quedaban sólo 56 atahonas de las 173 atahonas que había en 1888 y en la Provincia de Buenos Aires en el mismo período se pasa 41 atahonas a 12 ( ver tabla 1).También en este censo se observa que en la Capital Federal se da la mayor productividad. En 1895, sus 28 molinos, todos con fuerza a vapor y cilindros, producen el 17,7% de la producción nacional y son sólo superados por Buenos Aires (33,41% de la producción con 97 molinos) y Santa Fe (25,61% con 74 molinos).

El aumento del número de molinos va de la mano del aumento de la producción hasta 1895, pero el Censo Agropecuario de 1908 nos mostrará un cambio en la situación ya que el número de establecimientos comienza a disminuir. La crisis parece ser el desencadenante de este nuevo proceso. A mediados de la década del ‘90 la producción harinera sufre una fuerte crisis. Emilio Lahitte aborda este tema en su artículo de 1901 y afirma que entre 1890 y 1898 los molinos de toda la república producen al 50% de su capacidad.[5]Este autor polemiza sobre las causas de esta situación crítica al afirmar que no es provocada por la falta de un mercado o de apoyo estatal, sino por la falta de la materia prima básica: el trigo. Una muestra de esta crisis es la reacción de la Cámara de Diputados de la Nación en el informe realizado por un a comisión parlamentaria en 1897[6]:

“Industria nacida al calor de las necesidades reales, ha sido muy productiva, desarrollándose siempre paralelamente con el aumento de las cosechas de cereales hasta los años 1889 á 90, época en que la capacidad industrial superó las necesidades del país.

Los proficuos resultados obtenidos, al llegar al conocimiento general, tentaron la iniciativa de unos cuantos se creían con capital y aptitudes para implantar nuevos molinos, dando por resultado un exceso cada vez mayor de producción sobre la necesidad de consumo.”

III.b. Concentración sin indicios de centralización en 1892

En 1892, Carlos Lix Klett realiza un estudio sobre las firmas molineras y su capacidad de producción en Capital Federal, Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos.[7] De sus resultados se infiere que las empresas han desarrollado su potencial productivo, pero que aún no se ha profundizado el proceso de centralización.

En Capital se pueden producir 4.260 bolsas por día que están distribuidas en forma pareja entre los 25 molinos que contabiliza Lix Klett (3 molinos producen menos de 100 bolsas diarias, 10 entre 100 y 150 bolsas diarias, 8 entre 200 y 250, 4 entre 300 y 350). En la provincia de Buenos Aires se da una mayor polarización. De los 63 molinos encuestados, casi la mitad (36) tiene capacidad para fabricar hasta 100 bolsas diarias, 16 molinos entre 100 y 150 bolsas por día, 8 entre 200 y 250 y sólo 3 entre 300 y 350 bolsas diarias. En cuanto al poder de las distintas firmas se ve que los dos capitalistas más importantes son M. Bancalari que cuenta con 4 molinos en Capital y Buenos Aires con capacidad productiva de 670 bolsas por día y Bacigalupo que posee tres molinos en el mismo territorio con capacidad de producción de 530 diarias. Se trata de una concentración incipiente ya que la producción de Bancalari representa el 5,6% y la de Bacigalupo el 4,45% de la capacidad productiva de Capital y Provincia de Buenos Aires.

Aún no se ha dado el proceso de centralización, todavía persisten pequeñas firmas, que se verá a partir de la crisis. Pero sí se observa al comparar los datos de Lix Klett con el Segundo Censo Nacional de 1895 que ya se trata de una rama productiva con tendencia a la sobreproducción. Para Lix Klett, en 1892 la capacidad productiva de Capital, Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos era de 691.884 toneladas, mientras que en el Segundo Censo Nacional de 1895 se ve que la producción de harina fue de 383.147 toneladas. Es decir que el 44,6% de la capacidad productiva (sin contar el cambio de la productividad entre 1892 y 1895) no es utilizada. La Tabla 1 muestra la evolución de la industria entre 1888 y 1895:

Tabla 1[8]

 

IV. 1895-1920. Concentración, centralización y grandes molinos.

IV.a. La centralización desde los censos

Frente a la crisis ya descripta se producen expresiones de descontento de los molineros. En agosto de 1894, los delegados de la Sala de Comercio de 11 de Septiembre (representación gremial de las empresas harineras argentinas y futura Bolsa de Granos de Buenos Aires) realizan un reclamo al gobierno nacional para obtener un apoyo para la rama. Se les conceden ventajas fiscales y sin embargo los reclamos se extienden al pedido de “leyes para salvaguardar la industria, préstamos o exenciones del estado” [9]

Aunque no pretendemos hacer una correlación directa entre la demandas políticas y el estado de desarrollo de la producción harinera (ya que la Sala podría haber peticionado aunque la industria no estuviese en crisis), esta insistencia en el reclamo es un indicio para pensar que los intentos políticos de los pequeños productores fracasan frente al desarrollo normal de un industria en el régimen capitalista.

Los datos que surgen de la comparación del Segundo Censo nacional de 1895, el Censo Agropecuario Nacional de 1908 y el Tercer Censo Nacional de 1914 son contundentes para confirmar la presencia de un proceso de centralización del capital en menos manos. De 1895 a 1907 aumentó en un 76,83% la producción y al mismo tiempo se redujo en un 47% el número de molinos en todo el país. Y para 1912 quedan 306 molinos frente a los 659 de 1895.

Al analizar las cifras de la producción vemos que la disminución de los molinos coincide con el aumento de la capacidad productiva (en 1907 se fabrica un 76,83% más de harina que en 1895 y en 1913 la producción aumenta un 25,62% más). Es decir menos molinos, pero mucho más competitivos.

Todos estos son indicios de que en la lucha entre los capitalistas triunfa aquel que produce más en menos tiempo. Y ese triunfo implica la desaparición de los productores más ineficientes como se comprueba con la siguientes cifras: en 1907 quedan sólo 13 atahonas de las 56 que había en 1895 y en el Censo industrial de 1912 como en el Tercer Censo Nacional de 1914 no se registra la producción de harina con tracción a sangre en los datos. Otro factor que favorece el triunfo de los molinos más productivos es el crecimiento en un 145% de la red de ferrocarriles de 1895 a 1914. Con la llegada de los trenes, los pequeños molinos locales pierden la ventaja que les ofrecía el, hasta entonces, alto costo de los fletes.

En los censos se observa que la concentración se da a nivel geográfico. En la Capital Federal, los 19 establecimientos existentes (todos muelen con cilindros y utilizan vapor como fuerza motriz) produjeron el 29,74% de la harina de todo el país. Y si se le suma la producción de la provincia de Buenos Aires con la de la Capital se observa que allí se fabrica el 59,48% de la harina argentina. Pero en 1907, según otro estudio de Lahitte, la capacidad productiva no se utiliza al máximo. Si ello hubiese ocurrido, afirma Lahitte, los molinos bonaerenses habrían podido producir toda la harina exportada y el 47% de la necesaria para el consumo interno de la Argentina[10].  La tabla 2 muestra la evolución de la industria 1907 a 1937.

Tabla 2:

IV.b. Molinos Río de la Plata. Un caso de centralización.

La sociedad de molinos y elevadores Río de la Plata nace en 1901 cuando por decreto se le conceden los terrenos del dique II en Puerto Madero. Sus dueños son una sociedad belga, donde se destacan los Bunge y Born, que, gracias a la capacidad de inversión, al año de concedidos los terrenos ya tienen en funcionamiento uno de los principales molinos del mundo. La mayor diferencia con el resto de los molinos radica en la fuerza motriz utilizada. Mientras que los otros 18 molinos presentes en Capital Federal en 1907 sólo suman el uso de 1500 HP, Molinos Río de la Plata posee motores con 3500 caballos de fuerza (HP). Esta fuerza les permite producir 277.200 toneladas por año.

En 1916, el número especial del diario “La Nación” por el centenario de la Independencia (1816-1916) le dedica dos páginas enteras al Molino Río de la Plata.[11]Allí se informa que la producción anual es de 993.539 toneladas y se lo considera “superior a los molinos de Estados Unidos”. Sin embargo esta cifra parece un tanto exagerada para corresponder a la producción realizada y debe tratarse de la capacidad de producción del Molino Río de la Plata (en 1916 se produjeron 993.539 de toneladas en todo el país)[12]. Por su vaguedad, este dato sólo nos sirve como muestra del poder de la empresa. En las fuentes obreras encontramos otra manifestación que da cuenta del tamaño de los molinos del grupo Bunge y Born. En las actas de la Sociedad de Resistencia de Obreros Molineros, se afirma que en 1917 los 602 socios son obreros de la empresa Molinos Río de la Plata, mientras que en 1918 de los 969 socios 830 son de la empresa del grupo Bunge y Born[13]. También en esta empresa es donde se producirán las principales luchas obreras de la rama en 1918[14]. Gracias a la centralización u concentración Molinos Río de la Plata se convertirá en una de las empresas más poderosas. Una situación que provocará controversias en la Cámara de diputados entre 1918 y 1919. En 1918, el diputado socialista Nicolás Repetto declara:

“… la constitución del trust molinero en la República Argentina colocó en situación de clausura (…) a la mayor parte de los molinos de nuestro país. Recórrase el interior de la provincia de Buenos Aires, y se contarán por docenas los grandes molinos clausurados desde hace años, porque no pueden luchar ventajosamente contra el trust formado alrededor de los molinos de Río de la Plata[15]

La controversia continúa en 1919 cuando una comisión antitrust investiga si Molinos Río de la Plata tiene prácticas monopólicas. Aunque sólo se la encuentra culpable en la provincia de Mendoza, en el informe se observa que la poderosa empresa posee 13 molinos por lo menos (ya que los diputados socialistas sostienen que son muchos más bajo otro nombre). Mientras Repetto afirma que la producción de la empresa es de 810.000 toneladas (cifra que supera todo el consumo de harina en la Argentina), Buelinckx, presidente de Molinos Río de la Plata, dice que su compañía sólo produce 250.000 toneladas por año. Más allá del debate político no quedan dudas de la importancia de la empresa de origen belga y hay indicios para considerar que se ha dado un proceso de centralización en favor suyo.

V. Conclusiones

En los primeros 25 años del período estudiado se observa el crecimiento de una rama productiva que atrae por su dinámica a numerosos capitales. Afluencia que provoca una competencia entre los empresarios molineros para sobrevivir. Esa lucha lleva a un aumento de la productividad mediante el reemplazo de tecnología (principalmente el abandono de la tracción a sangre como fuerza motriz y la adopción de los cilindros en lugar de piedras para moler) que llevará a la rama a una crisis de sobreproducción.

Es a partir del 1908 (en el Censo Agropecuario Nacional) que se advierte una fuerte centralización del capital en un menor número de empresas harineras. Este proceso que favorece a aquellos que gracias a incorporar cilindros para moler y poseer de mayor fuerza motriz tienen mayor capacidad productiva. Los mismos sectores se ven favorecidos también por la expansión del ferrocarril, en detrimento de la atahonas y otros molinos menores.

La concentración, capacidad de acumulación de las empresas, continúa profundizándose en paralelo con un aumento de la producción incesante acompañada por una centralización del capital. En 1894, la representación gremial de lo molineros (Sala de Comercio 11 de septiembre) y en 1918 el Partido Socialista buscarán desde la política apoyo estatal para frenar esta doble dinámica para favorecer a los pequeños productores. Sin embargo, el proceso continúa como lo revela la reducción del número de molinos que se observa en 1937. Indicios para pensar que los intentos por obtener un desarrollo capitalista “bondadoso” vía regulación estatal en el que no se destruyan capitales fracasaron.


Notas

[1] Argentina, Segundo Censo Nacional, Mayo 10 de 1895, Bs. As., Capítulo X, p. CVI.

[2] Ibídem, p. CVI

[3] Las estadísticas de este apartado surgieron del Segundo Censo Nacional, Mayo 10 de 1895, Capítulo X y del Tercer Censo Nacional de 1914.

[4] N. Lobos y V. Flachs, “Cincuenta años de industria molinera en Córdoba. Su repercusión en la actividad nacional (1860-1914)” en Cuadernos de Historia, nº 36, Bs. As, Academia Nacional de Historia., pp. 82 y 83.

[5]E. Lahitte, La cuestión molinera, 1901”, enE. Lahitte, Informes y estudios de la División de Estadística y Economía Rural, Bs. As. 1908, p96.

[6] Citado en. ibídem pp. 97 y 98

[7] C. Lix Klett, Estudios sobre producción, comercio, finanzas e intereses generales, Bs. As., 1900, pp. 411 a 413.

[8] Construida en base a datos del Segundo Censo Nacional, Mayo 10 de 1895, Capítulo X. La suma de Sistema empleado y Fuerza Motriz no es igual a Número de molinos ya que hay molinos que no dieron datos. Cuando se habla de número de molinos se trata de establecimientos y no de firmas.

[9] Citado en E. Lahitte, op. cit., pp. 93 y 94

[10] E. Lahitte, “La industria harinera”, en Censo Agropecuario nacional. La Ganadería y la Agricultura en 1908. Monografías, Bs. As, 1909, p. 459.

[11] “La Nación”, Número especial 1816-1916, Bs. As. 1916, pp. 226 y 227.

[12] O. Gimenez,. op. cit., p. 449.

[13] Actas de Reuniones y Asambleas de la Sociedad de Resistencia de los Obreros Molineros, Buenos Aires, 03/11/1917 al 29/03/1919

[14] Para una descripción del huelga en la empresa Molinos Río de la Plata de 1918 ver: Rapalo, M. E. y Grillo, M. V., “La organización de los obreros molineros y la confrontación con la empresa Molinos Río de la Plata (1917-1918)”, en Estudios Sociales nº 18, Primer semestre, 2000.

[15] Congreso Nacional, Cámara de Diputados, Sesión de enero 10 de 1918, p. 815.

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