La guerra del fuego

en El Aromo n° 31

Fabián Harari
Editor responsable

Cuando este número del El Aromo esté en la calle, la marcha de Blumberg habrá quedado atrás. Esta editorial está escribiéndose el mismo 31 de agosto, por lo que no puede hacerse un balance profundo de la convocatoria. No obstante, puede decirse que no logró la masividad de aquellas del 2004. Mientras que en abril del ese año logró juntar alrededor de 150.000 personas, este acto en Plaza de Mayo movilizó entre 30.000 y 40.000. Claro que la oficialista no juntó más de 3.000.

Su cruzada antikirchnerista resulta, por lo demás, bastante extraña. En primer lugar, ha recibido la autorización para realizar su demostración en perfecta connivencia con la Policía Federal, cuando la última marcha piquetera masiva, el 26 de junio de este año, fue bloqueada por un cuerpo de infantería que amenazó desatar la represión. En efecto, este gobierno ha utilizado la violencia contra 43 manifestaciones.1 Por su parte el reclamo por mayor seguridad contó con el sonido puesto por el gobierno de la ciudad.

Lo que ningún medio, de derecha o progresista, ha dicho es que este gobierno le ha aprobado todas y cada una de las leyes que Blumberg propuso. En este número puede verse su aplicación en el caso de los detenidos por los incidentes en la estación Haedo. Kirchner es un abanderado de los proyectos del ingeniero. De 1996 al 2001, las fuerzas policiales de Menem y De la Rúa asesinaron a 541 civiles en Capital y Gran Buenos Aires.2 El gobierno K ya ha asesinado 505 en todo el país, en la mitad de tiempo. Es cierto que la cifra, a nivel nacional, de los seis años anteriores al 2001 puede matizar la dureza kirchnerista. Sin embargo, el 50% de los asesinatos se producen en Buenos Aires y el conurbano. Por otro lado, hay que tener en cuenta que estamos hablando de seis años contra tres y, en los primeros, de una fuerte conflictividad social en el período 1999-2001. Asimismo, desde que asumió, el gobierno “nacional y popular” incrementó la cantidad de población carcelaria en todo el país, de 30.000 a 63.000, casi el doble.3 En Capital Federal, hay más 4.924 presos sin condena, contra 4.130 que sí la tienen y más de la mitad es aun jurídicamente inocente, pero está encerrada.4 En la Argentina, los obreros que pueblan las cárceles no tienen derecho a la presunción de inocencia. Lejos de tener un programa alternativo, la marcha se inscribe, entonces, en el lanzamiento de una candidatura que expresa un problema que afecta al sistema de dominación burguesa en la Argentina post Argentinazo.

 

La savia del poder

 

El fuego ocupó un lugar preponderante en la supervivencia de los primeros pueblos humanos organizados. Sus propiedades permitían la iluminación nocturna, hacerle frente al frío, ahuyentar a las fieras y cocinar los alimentos. Hasta que el hombre no logró producirlo por él mismo, debió depender de la aparición de rayos. Entonces, utilizaban el fuego resultante hasta que se extinguía.

El sistema de partidos burgueses cumple una función similar en la organización de la dominación. Una cosa es el consenso general al sistema, otra cosa es el apoyo a tal o cual líder y, algo muy distinto, es la participación popular en un movimiento burgués. Esto último representa un punto nodal en la construcción del consenso, pues permite la adhesión de las masas por un tiempo prudencial. Cuando ese entusiasmo decae, y la crisis amenaza, debe surgir un movimiento similar, pero renovado. Tal fue el caso del radicalismo ante la debacle del sistema conservador o el peronismo ante la crisis política a comienzos de los ’40. Alfonsín también lo intentó, pero su proyectó se derrumbó con la economía. Estos casos marcaron un antes y un después en la política argentina y reacomodaron el sistema de partidos. Se trató de movimientos de masas que dieron su apoyo al régimen burgués, le dieron una importante prolongación y su impacto quedó grabado en la memoria colectiva de tal manera que llegó a obstaculizar el acercamiento de la clase obrera hacia el programa revolucionario. A fines de los ’90 se produce una crisis general de los partidos burgueses, acelerada por el Argentinazo. Una dispersión aun no resuelta. La UCR ha implotado. La última convención legalizó la ruptura. Las causas no son cuestiones ideológicas, ya que ambas partes se pondrán detrás de candidatos peronistas. El dilema es entre quienes ya tienen funciones ejecutivas y dependen de las prebendas del Poder Ejecutivo y aquellos que quieren cerrar con en duhaldismo y el macrismo (Lavagna). Sin embargo, la Convención de radical de Rosario oculta un problema mucho más grave aun: la desaparición del partido. La UCR, como todo partido burgués vive de la caja estatal de las elecciones y del aporte de los empresarios por votar sus leyes. En la última elección este partido sacó el 2% de los votos. En 2007, caducan los mandos legislativos. Si no se alían con el gobierno o con algún candidato con posibilidades, pueden quedar fuera del parlamento, con la con-siguiente quita de fondos estatales y privados. En Rosario se decidió la muerte del partido viviente más antiguo.

El justicialismo no parece gozar de mejor salud. Ya en las elecciones de 2003 se presentó con tres listas. El año pasado se liquidó a su núcleo duro (el duhaldismo). En mayo último, para poder mostrar cierto poder de convocatoria se recurrió a organizaciones sociales externas al partido y a una dirigencia sindical cuya masa de apoyo, comparada con la que supo ostentar en otros tiempos, resulta vergonzosa. En éste último caso, se sacó a relucir un acuerdo muy precario con un sector que se haya sumamente dividido. No vale la pena, suponemos, hablar del ARI o de los partidos de derecha.

El kirchnerismo tiene el consenso necesario para ganarle a cualquier candidato, por lo menos por unos años. Pero no ha estructurado un nuevo partido, una nueva divisoria de aguas en la política argentina. Su construcción política está en su apogeo, pero es frágil: depende de una serie de alianzas personales. Como contraste, podemos observar fenómenos de un movimiento renovador en Venezuela y en Brasil. Evo Morales intentó realizar la misma proeza en Bolivia. La diferencia entre estas construcciones y la patagónica es que las primeras responden a un proceso genuino.

Este contexto permite el ascenso de figuras sin ninguna pertenencia orgánica. Por un lado, son vistos como personajes “nuevos”, desligados de los aparatos partidarios. Por el otro, no están atados a ninguna estructura en crisis y pueden construir la suya propia sobre las ruinas de los grandes partidos. En ese sentido, se proponen dos alternativas de oposición: Lavagna y Blumberg. El primero es una opción parecida a la kirchnerista: se trata de una serie de laxas alianzas que recorren a los restos de la UCR y del PJ, anudados con el PS. Presentado como un “independiente”, el ex ministro supo trabajar en el último gobierno de Perón, en el de Alfonsín, en la Alianza, con Duhalde y, por último con la administración que hoy critica. El segundo, aunque también buscará recolectar los residuos del estallido, aparece como una opción que intenta surgir como fruto de una movilización real: la alianza de la burguesía más concentrada con sectores descontentos de la pequeño burguesía. A diferencia de Lavagna, Blumberg pide la calle. Pero no parece ser éste el tiempo más propicio. Debería haber aprovechado su momento dorado de hace dos años.

La burguesía ha recompuesto gran parte de su dominación y es lógico que vaya por más. Si no logra alcanzar su sueño del nuevo rayo, al menos quiere tener a mano una oposición estructurada. No sea que cuando se agote el ciclo K se encuentre con las manos vacías. El campo revolucionario tiene la misma tarea: pertrecharse de la mejor manera para que, en la próxima tormenta, el fuego esté de nuestro lado.

Notas
1Véase CORREPI: Informe de situación
2003/2006, en www.correpi.lahaine.org.
2Información extraída del sitio www.cels.org.ar/
Site_cels/index.html.
3CORREPI: op. cit.
4Información extraída del sitio www.cels.org.ar/
Site_cels/index.html.

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