Por Juan Kornblihtt
Grupo de Investigación de la Historia de la Economía Argentina-CEICS
La salida del default fue anunciada con bombos y platillos por el gobierno. Pese a los malos augurios del FMI y el Banco Mundial. Pese a que los economistas de los think tank de la burguesía habían augurado un fracaso, la aceptación del canje de la deuda fue de algo más del 76%. Para los medios el resultado era como el de un partido de fútbol. Argentina, contra todos los pronósticos, había ganado.
Al día siguiente, los mismos que habían criticado el canje, economistas como Broda o Solanet, salieron a felicitar al gobierno. Éste, en cambio, salió a criticarlos al igual que al FMI. Pero lo que molestaba al gobierno no era que estos economistas no reconozcan que se habían equivocado. El problema estaba en que esos economistas decían lo que el gobierno ocultaba: el canje fue un éxito porque la quita era mucho menor a la que había dicho el gobierno públicamente. Es decir, que el gobierno se comprometía a pagarle a los bonistas incluso más de lo que muchos pretendían.
La quita que no fue
El default en realidad nunca existió. El gobierno K junto a su antecesor Duhalde han estado pagando religiosamente la deuda externa a los principales acreedores, el FMI y el BM. En estos años pos crisis del 2001 los pagos netos alcanzan más de 10 mil millones de dólares, casi lo mismo prestado en el 2001 a De la Rúa en el llamado Blindaje. Esto ocurrió durante el supuesto default.
El canje anunciado por el gobierno es un acuerdo de pago para los acreedores más chicos que tienen casi la mitad de la deuda argentina. Es decir, se les empezará a pagar a ellos también. Mucho más de lo que en un primer momento se dijo. Después del 2001, el valor de la deuda de estos deudores (en su mayoría privados) en el mercado era casi nulo. El gobierno amenazó con hacerles una quita del 75% pero en él se les reconoce más del 60% del valor de la deuda e incluso algunos cobrarán más por efecto de la inflación. Pero lo más importante es que empezarán a cobrar ya. De hecho, el gobierno ya anunció un pago de alrededor de 600 millones en concepto de intereses atrasados para el mes de mayo. En definitiva, la salida del default implica para estos acreedores la posibilidad de cobrar por papeles que estaban desvalorizados.
Esta actitud servicial del gobierno hacia los acreedores externos busca encubrirse con las permanentes diatribas hacia el mundo de las finanzas. Pero el gobierno sabe que sin los capitales más concentrados no se sostiene en el poder.
Vuelve la bicicleta
Los pagos hasta ahora se han realizado con el superávit fiscal logrado, por un lado, gracias a las retenciones sobre las exportaciones agrarias y, por el otro, por el cobro de impuestos hacia capitales que se han reactivado, sobre todo gracias a la baja salarial producto de la devaluación.
Estas fuentes alcanzan para pagarle al FMI los vencimientos, pero no para toda la deuda en default. Es que el aumento de las exportaciones en un 15% se debe sólo en un 5% al aumento de la producción, mientras que el resto está supeditado a la suba de precios. Si, como prevé el Departamento de Agricultura de los EE.UU. (USDA), los precios agrarios comienzan a caer, el Estado deberá buscar otra fuente de finan
ciamiento.
Mientras la Argentina estaba en default, los préstamos eran muy caros ya que nadie apostaba a un país que oficialmente no pagaba.Ahora, la Argentina está en condiciones de volver a pedir y de hecho Lavagna ya anunció nueva emisión de deuda.
Con este nuevo panorama, la economía se encuentra en medio de una encrucijada. O se vuelve a pedir préstamos como se hizo durante los ’90, o se “vive con lo nuestro”. La segunda opción se hace cada vez más difícil por la caída de precios explicada. La primera parece la opción que tomará el señor K. Pero con esos préstamos, los capitales a quienes responden el FMI y el BM pedirán mayores ganancias en la Argentina y eso implica actualizar las tarifas y una baja del dólar. Ambos pedidos son la pre misa para que lleguen préstamos, pero implican que empeoren las condiciones para las exportaciones, obligando al Estado a saldar la caída en la recaudación con más préstamos. Ese mecanismo de endeudamiento sostuvo a Cavallo y a Menem en los ’90, pero también los tiró abajo. Kirchner parece repetir esa historia aunque ahora a una escala menor y, por lo tanto, de menor duración.