La estrategia de Mauricio

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hombre lunarEl segundo año de Macri en la presidencia comenzó con nuevos ataques a los trabajadores. Básicamente, con despidos, flexibilización laboral y aumentos de tarifas. Así busca equilibrar las cuentas públicas y compensar la reducción de impuestos a los empresarios a los que se premia bajando los costos laborales.

¿Por qué Macri insiste con medidas tan impopulares en un año electoral? El actual presidente heredó una economía en crisis. Una crisis que comenzó allá por el 2011, pero en la que inciden problemas de fondo que tienen por lo menos 50 años. El ataque a los trabajadores es una parte central de la estrategia de Macri para resolver la crisis y relanzar la economía. Una estrategia condenada al fracaso, que lo único que conseguirá es que empeoren aún más nuestras condiciones de vida sin que se resuelva ninguno de los problemas de arrastre.

El problema central de la Argentina es que la mayor parte de su industria no es competitiva. ¿Qué significa esto? Básicamente, que es cara. Sus costos son muchísimo más elevados que los de los países que dominan el mercado y, por lo tanto, en la competencia mundial siempre pierde. Para desarrollarse y sostenerse requiere siempre de algún tipo de protección. Manteniendo un dólar caro o tarifas aduaneras altas que impiden el ingreso de productos importados. Beneficiándose de rebajas o exenciones de impuestos, reintegros a la exportación, tarifas subsidiadas y chanchullos por el estilo. Todo eso implica una enorme transferencia de riqueza para que las empresas puedan seguir funcionando. ¿De dónde sale esa riqueza? Del campo, o más bien, de los obreros del campo, que son los únicos que trabajan y producen lo que luego se exporta. El campo es el único sector competitivo, que puede exportar sin ninguna ayuda y traer al país dólares frescos. Así ha sido históricamente. Sin embargo, desde la segunda mitad del siglo XX han aparecido dificultades: los dólares del agro ya no alcanzan para sostener a toda la industria y a sus trabajadores. Desde ese momento se han ensayado diferentes respuestas, todas igualmente fracasadas. Sacarle más dinero al campo, algo que solo es viable en aquellos momentos en que los precios internacionales aumentan mucho. Así se sostuvo el tercer gobierno de Perón y el kirchnerismo, experiencias que se derrumbaron cuando cayeron los precios agrarios. Otra vía es tomar deuda externa, algo inviable a largo plazo: las deudas tarde o temprano hay que pagarlas. La tercera vía es el ajuste, de los gastos estatales y de los salarios obreros. Flexibilidad laboral, recorte de subsidios, sueldos por el piso. En suma, hacer que los obreros produzcamos más con menos. Menos salario, menos derechos, menos trabajadores por fábrica.

El macrismo, al no gozar de los beneficios con que contó Cristina (los precios de la soja por las nubes), debe recurrir a una combinación entre la segunda y la tercera vía: más deuda y más explotación. Con la deuda, puede atenuar momentáneamente el ajuste (eso que llaman “gradualismo”). Sin embargo, no dejará nunca su combate por aumentar la productividad (mejor dicho, la explotación). Confía en que los problemas del capitalismo argentino se resolverán cuando las industrias (al menos un puñado de ellas), igualen los costos de los países líderes. A competir y el que no pueda, que se dedique a otra cosa. Sin embargo, los problemas son mucho más profundos. Macri no puede recortar los subsidios no solo porque los trabajadores resisten el ajuste, sino porque los propios empresarios se oponen. Y no solo los más pequeños: se oponen Techint, Fiat, Celulosa. Las empresas de mayor tamaño, y las que se supone más cerca estarían de alcanzar los niveles de productividad que les permitirían competir sin protección.

El problema de la estrategia de Macri es que toda la industria en la Argentina es ineficiente, y esa ineficiencia no podrá compensarse ni con mayor explotación de los trabajadores ni con más “competencia”. Cada avance que hacen las empresas argentinas en materia de productividad (incorporando nuevas tecnologías o nuevas formas de producción), es compensada con creces por los países líderes, que siguen avanzando a pasos más grandes. Cada intento de forzar a los empresarios a competir (abriendo la importación, por ejemplo), es resistido por los propios empresarios, que terminan obteniendo siempre alguna nueva ventaja bajo la amenaza de agravar la crisis social con cientos de despidos. Ni la estrategia de regalarles nuestra plata (kirchnerismo), ni la de ayudarlos para que nos exploten más (macrismo), que se han probado cientos de veces, han servido para que la economía argentina despegue. Va siendo hora de desprendernos de esta manga de parásitos, que se llenan los bolsillos a costa nuestra.

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