¿La década ganada? Nuestros bolsillos

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En varias oportunidades, dijimos que uno de los puntos principales del plan de Macri era atacar nuestro salario. Decíamos, también, que para llevar adelante esa tarea Mauricio no tenía que inventar nada nuevo. Cristina ya le había dejado buenas herramientas: inflación y paritarias a la baja, entre las principales. En esta nota, vamos a ponerle números al asunto. Como siempre decimos, no nos crea a nosotros, vea los datos.

El gráfico que tiene frente a usted, muestra la evolución del salario real de bolsillo de los trabajadores, entre los años 1974 y 2016. Allí se distingue entre trabajadores registrados y no registrados. Usted ya sabe, lo explicamos en La Hoja Socialista nº 4, que los obreros “en negro” son aquellos que no gozan de los derechos más elementales de cualquier trabajador en relación de dependencia. Por lo tanto, su sueldo suele ser muy inferior al de un compañero registrado.

El primer dato que salta a la vista es que nuestros salarios vienen cayendo en picada, por lo menos desde 1975. Vea como, a pesar de tener subidas y bajadas, tanto la línea de los registrados como de los no registrados, nunca llega al punto de 1975. Ese año, un trabajo “en blanco” cobraba a plata de hoy, casi $21.500 de bolsillo y uno “en negro” casi $15.000. Hoy, esos mismos compañeros cobran $10.400 y $4.600. Es decir, el compañero registrado vio caer sus ingresos a más de la mitad, mientras que el no registrado a un tercio. Ambos trabajan igual que hace 30 años. Incluso, muchos lo hacen en peores condiciones o en jornadas más largas. Pero cobran cada vez peor.

“Hay momentos y momentos. No vamos a comparar lo que vivimos en los ’90 con el kirchnerismo”. Seguramente, alguna vez escuchó ese argumento. Vamos a los datos. Si hacemos un promedio de los sueldos, durante la década de los ’90 los trabajadores argentinos cobraban unos $9.500 de bolsillo. El promedio de la “década ganada” estuvo en $9.200. Doce años de Néstor y Cristina apenas sirvieron para (no) llegar a los sueldos que pagaba Menem. ¿Se da cuenta por qué insistimos en que el kirchnerismo es puro humo?

“Bueno, me convenció, pero ahora está Macri y él es mucho peor”. ¿Seguro? Veamos. Es cierto que, en 2016, el salario de un compañero registrado cayó un 15% y el de uno no registrado, casi 25%. Pero si miramos bien el gráfico, podemos notar que ambos salarios empiezan a caer ya en 2014. Quizás no se acuerde, porque lo hicieron en enero aprovechando que los laburantes estaban disfrutando de esa única semanita en el año que tienen para descansar. Pero en esa fecha, Kicillof aplicó una devaluación que redujo los sueldos en promedio un 10%. Es decir, Macri profundiza la caída que ya había iniciado el kirchnerismo.

Detengámonos en un último dato. Si miramos con atención el gráfico se puede apreciar cómo, a mediados de 1990, las dos líneas se abren, se separan más entre sí. Esto quiere decir que el sueldo en negro es cada vez más bajo que el blanco. En la década del ’70 el salario del empleo no registrado era casi un 70% del registrado. En la última década, es un 50%. Es decir, un compañero al que negrean cobra básicamente la mitad de otro que tiene aportes y vacaciones pagas. Uno cobra más que otro, los dos realizan trabajos más o menos iguales y los dos se encuentran en un nivel de miseria más o menos parecido. Recuerde que, en nuestro país, los obreros en negro son más de 4 millones de personas y representan un tercio del total de los asalariados.

Pasemos en limpio todo esto. En primer lugar, lo que queda claro es que hay una tendencia de largo plazo a la caída de los salarios. En esto han colaborado todos los gobiernos de turno, porque es una estrategia de la burguesía, la clase a la que representan. En segundo lugar, la “recuperación” kirchnerista no superó a la menemista e incluso inauguró un nuevo descenso que aceleró el macrismo. En tercer lugar, se viene ampliando la brecha salarial entre registrados y no registrados.

Todo esto deja en claro que no podemos salir a luchar simplemente por un salario igual a la canasta básica. Un salario que apenas (y de muy mala manera) nos permite comer, vestirnos y dormir. El piso de nuestra pelea tiene que ser recuperar el nivel histórico del sueldo, ese que cobrábamos en los ’70. Y tenemos que exigir el fin del trabajo precario, en negro o no registrado. Esos compañeros trabajan igual que todos, no se puede tolerar que cobren menos para engrosar aún más los bolsillos de los patrones. Ese debe ser nuestro piso y es lo que tenemos que conseguir ya. Pero nuestro horizonte debe ser más amplio. Queremos una sociedad donde no trabajemos para otro ni vivamos para trabajar.

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