Uno de los mayores versos del gobierno K es el de presentar la estatización de las AFJP y el traspaso de los fondos –unos 98 mil millones de pesos- al Fondo de Garantía y Sustentabilidad de la ANSES como un hecho de por sí progresivo. En aquel entonces, la medida era defendida por el chorro de Boudou –que era titular de la ANSES- como un acto de “solidaridad”: “Venimos a esta reunión a dar nacimiento al sistema previsional argentino, un sistema de reparto de base solidaria y de administración estatal». Al mismo tiempo, Cristina decía: “los principales Estados, integrantes del G-8, están adoptando una política de protección hacia los bancos y en nuestro caso estamos protegiendo a los trabajadores y jubilados”. Todo humo, que para peor inauguró una política que continuó el macrismo y continuará Fernández.
La realidad es que con la estatización, más de la mitad de los fondos de la ANSES seguían estando en títulos públicos, es decir, eran papeles que difícilmente podían cobrarse. El resto estaba puesto en la participación accionaria de las mismas empresas que tenían las AFJP, activos de capitales nacionales berretas e improductivos. Sí, la burguesía planera. Ocurre que las formas en que funcionaban los fondos jubilatorios era la misma que antes, invirtiéndolos en actividades productivas, títulos y acciones. El asunto es que para que el futuro beneficiario reciba lo que le corresponde, hay que esperar que los capitales donde se depositaron las inversiones generen la riqueza correspondiente. El nuevo sistema, entonces, pasó a funcionar igual que el antiguo y con la misma composición de activos. Para que quede claro: usted, compañero, en su etapa laboral, aporta a la caja. El gobierno lo usa para beneficiar a los patrones, que son los que lo explotan a usted. Y cuando a usted le llega el turno de cobrar lo que aportó, recibe miseria. Claro, porque los patrones se la fumaron.
Ya para 2010, años de triunfalismo K, los títulos públicos –o sea, la deuda que el Estado tenía con la ANSES- eran el 61,3% del total del Fondo de Garantía. Eso dice mucho de la medida del gobierno kirchnerista. La realidad es que el gobierno quería contar con una caja que le salvara las papas ante la crisis.
Además, la ANSES también cuenta con participación directa en 43 empresas privadas: entre ellas, el Banco Macro, Edenor, Grupo Galicia y Molinos Río de la Plata, el Grupo Clarín, Metrovías y Metrogas, respectivamente. La ANSES, entonces, respalda sus compromisos futuros en las ganancias de estas empresas. Sin embargo, para que las empresas sean rentables, necesitan subsidios permanentes del Estado. Así, la ANSES también pasó a subsidiar empresas. El kirchnerismo lo hizo con las automotrices: Peugeot Citröen Argentina, Volkswagen, Ford, Renault, Toyota, Mercedes y General Motors Argentina. Al mismo tiempo, estas empresas suspendían o despedían. Otros beneficiaros de los fondos de la ANSES fueron los proyectos de obra pública (como Central Atucha, AySA, Enarsa). Sí, el negocio de los sobreprecios, la corrupción y el despilfarro.
Pero, como bien sabe el lector, la caja de la ANSES está financiada por los aportes de los trabajadores. Es la base para costear el “salario diferido”. Todo el asunto es que saquearon la caja de la ANSES, la caja de los trabajadores, para financiar negocios ajenos. Mientras los jubilados veían cómo el gobierno vetaba el 82% móvil, mientras cobraban un haber mínimo de $900 pesos (para 2010), las empresas recibían millones en subsidios y el Estado saqueaba la caja. Lo mismo que hace hoy Fernández cuando pide a los jubilados que cobran haberes miserables, que sean “solidarios” con los de la mínima. Estamos ante una verdadera manga de chorros y sinverguenzas.