Osvaldo Regina
Colaborador externo
En este artículo, nuestro colaborador plantea que las políticas estatales europeas buscan profundizar la crisis para efectivizar el ajuste y critica a los economistas burgueses por sólo ver errores técnicos donde existen intereses de clase.
El plan Merkel avanza sin prisa ni pausa hacia una prueba de fuerza con los trabajadores europeos. En ese camino, se irán perdiendo las ilusiones iniciales de la UE, las soberanías, los derechos del trabajo y algunas formalidades democráticas. Por el momento, el ajuste relanzó las protestas masivas en España, destituyó a Sarkozy en Francia y llevó a que la izquierda arbitre desde Grecia el futuro de la UE. La impasse del Euro reduce la integración europea a utopía del capital y EE.UU. sigue sólo en el trono de los desarrollados.
El 17 de junio, Grecia otorgó una victoria pírrica a la derecha. El resultado electoral fue próximo entre los principales partidarios del ajuste (Nueva Democracia 30%, Socialistas del Pasok 12%) y quienes lo rechazan (Syriza 27%, comunistas 5%, derecha anti-ajuste 14%). Este cómputo refuerza la perspectiva de un gobierno débil pro-ajuste, condenado a ser fusible y a reprimir la indignación y la resistencia.
Pocos días antes, la soberanía española fue ridiculizada por un inescrupuloso golpe de mercado a cargo de la UE (=Merkel)/Banco Central Europeo/FMI para torcer el brazo del presidente pro-ajuste e imponerle un endeudamiento excesivo y anticipado de la banca y el Estado cuyo ofrecimiento había rechazado Rajoy repetidamente, durante la semana previa, por todos los medios de difusión. La maniobra de la troika fue difundir un informe de auditoría bancaria del FMI con ribetes ahuyenta-inversores que elevarían el “riesgo país” de España, mostrando la falta de fondos de la banca española ante la crisis y ratificando la perspectiva recesiva para esa economía.
La crisis bancaria y de endeudamiento europea que pone en duda la continuidad del Euro es hoy, ante todo, una crisis política originada en la inviabilidad del proyecto burgués para la extinción concertada de los Estados pequeños y disfuncionales (llamado “integración regional”).
Mientras tanto, los políticos europeos trabajan en favor de continuar con la recesión para reducir ingresos y bajar costos de producción, arriesgando así a Europa a soportar el eventual estallido de una crisis mayor. Las cifras dejan ver que la crisis económica europea se fue acotando hacia 2011, con pocos países que registran caída en sus mercados (ver Tabla 1). El pronóstico para 2012 es de base política y augura una recaída inducida de la actividad económica como arma contra las conquistas obreras. Esta expectativa se refleja en las estimaciones de la agencia estadística europea, Eurostat.
Pero las noticias de cada día muestran a la clase política empeñada en salvar a la banca prestamista usando al Banco Central Europeo (ver Tabla 2) mientras sumerge en la depresión, el desempleo y la miseria a las economías subdesarrolladas del Euro. La tónica esencial de los préstamos es que la plata distribuida por los organismos financieros internacionales no la usan los endeudados en crisis sino que se queda en manos de la banca alemana o francesa como cancelación de esos fondos que hoy serían incobrables por vías normales.
Los europeos del sur se habían endeudado gracias a su nuevo status monetario con respaldo alemán para financiar gastos públicos y especulaciones privadas que, de conjunto, elevaron la capacidad de consumo en esos Estados y, así, la autoridad de sus gobiernos. Esto es una paradoja del Estado burgués contemporáneo. Cuando camina hacia la quiebra, aumenta su control sobre la sociedad. Pero pierde autoridad si decide ser prudente y austero en sus gastos.
El capitalismo contemporáneo supone una manipulación cotidiana del mercado de dinero por cada Estado, pero no sólo por motivos de técnicos, sean legales o financieros, sino, mucho más importante, para orientar la producción y el consumo de acuerdo con objetivos políticos y de control social. En esta oportunidad, tales manipulaciones están al servicio de pretender imponer con elegancia imperial una derrota histórica al proletariado europeo. Violencia de la moneda dirían Aglietta y Orléans.
Miseria de la Economía
Las aparentes torpezas de los políticos y economistas europeos en el manejo de la crisis que ellos mismos provocaron y que con esa conducta eternizan no ocultan sino que revelan el secreto del Euro. La moneda regional no se lanzó para borrar las diferencias con los parientes pobres sino, al contrario, para empobrecerlos más en aras de la competitividad regional. Con la promesa de integración, el Euro resultó ser un recurso político destinado a construir una red financiera para reducir el gasto público y forzar una baja rápida y sustancial del costo salarial directo e indirecto (gasto social, jubilaciones, etc.).
No entender esto y buscar errores técnicos exige estar inmersos en una visión histórica orgánicamente superficial, típicamente burguesa, de las categorías económicas. El Euro no entraría en la circulación guiado por su valor intrínseco, como era el caso de las monedas de oro y de plata, sino por un complejo sistema de banca central con gran autonomía y sin Estado capaz de manejar tasas de interés, precio de los activos y rendimientos de las inversiones en cada país de la zona Euro. En particular, permitió consolidar gobiernos adscriptos al proyecto alemán de unificación monetaria mediante un boom artificial de consumo público y privado, a base de deuda en la nueva moneda fuerte.
Sin señalar jamás esa función política estratégica del Euro y sin aludir a las dificultades estructurales de una verdadera integración económica, los expertos, que desde la prensa mundial critican el actual manejo de la crisis europea, venden sus espejitos de colores envasados en prolijas descripciones del fracaso actual como si fuera por problemas “técnicos”. Soros, Roubini, Krugman por un lado proxy-keynesiano, algunos liberales enfrente y el resto de los críticos con prensa prometen resultados exitosos si se corrigen ciertos “errores” de los planes o su implementación. Por ejemplo, que los políticos europeos tienen reacciones lentas. Que el diseño del Euro no supuso un control bancario y presupuestario unificado. Que algunos billones más de emisión y de subsidios traerían la paz social y un ajuste fiscal viable. Que, por el contrario, lejos de prestar más Euros a los superendeudados bancos españoles o al Estado griego, mejor reducir el endeudamiento dejando que se declaren en bancarrota, etc., etc.
La formación académica generalmente despolitizada y ahistórica de los economistas da plafond para sostener frente a la opinión pública tales opiniones, etiquetadas como “ciencia”.