Hace rato que la economía argentina no encuentra salida. Como lo venimos explicando número a número, el problema es de nacimiento: el país es tardío, chico y no tiene buenos niveles de productividad más allá del “campo”. La devaluación de hace unos meses, la sanción del presupuesto de ajuste de 2019 y las negociaciones con el FMI vienen a confirmarlo. Veamos.
Comencemos por descartar falsas explicaciones. A un lado, el kirchnerismo dice que lo que se votó fue el “Presupuesto del FMI”, que trae un ajuste brutal. Se olvidan, sin embargo, que ellos mismos ajustaron (¿Recuerda la “sintonía fina”?) y que con Cristina el endeudamiento público creció (¿Recuerda la gira internacional de Kicillof para conseguir deuda?). La izquierda, muy nacionalista como es, reproduce esta lectura y cree que el problema de la Argentina es que agentes externos (el imperialismo, el FMI, etc.) deciden la política económica y buscan exprimir la nación. Si se lo mira bien, izquierda y kirchnerismo comparten la misma lectura. Para ellos, el problema está afuera y, más abiertamente (los K) o más solapadamente (la izquierda) depositan ilusiones en los capitalistas locales.
Como explicábamos en el número anterior, salvo la rama agraria y alguna otra más, los capitales argentinos son ineficiente y necesitan de subsidios. Una de las vías por las que llega ese dinero es la sobrevaluación del peso, es decir que el peso vale más en relación al dólar de lo que debería valer. Todo el chiste de la política económica en este punto, es evitar que el tipo de cambio (la relación peso-dólar) se dispare. Por eso Cristina puso el famoso “cepo cambiario” y utilizaba las reservas del Banco Central, para vender dólares y bajar su precio o realizar “micro-devaluaciones” y evitar que todo estalle. Así fue que se chupó las reservas, que pasaron de 52.400 millones en 2011 a 25.000 al final de la “década ganada”.
Macri, por su parte, hizo campaña contra el cepo y cuando asumió, lo eliminó. Realizó una devaluación del 36% (el dólar pasó de $9,8 a $13,4) y se dedicó a conseguir financiamiento externo. ¿Para qué? Ya sabe, subsidios a la burguesía planera. Pero el problema no se eliminó, porque el dólar no se sinceró por completo y sigue siendo necesario contener las presiones a la suba. Para eso echó mano a la misión de letras (Lebac, Leliq). En criollo, papelitos que uno compra con la esperanza de que unos años más tarde el gobierno se los devuelva con intereses. Así, se busca que, en lugar de comprar dólares, el dinero vaya a estos papelitos. El dólar se contiene, pero la pelota se patea para más adelante. ¿Por qué? Porque tarde o temprano el gobierno deberá pagar. Y no es poca cosa, para que sean atractivos, estas letras tienen tasas superiores al 60%. En definitiva, esta maniobra solo permite ganar algo de tiempo, patea la bomba para más adelante, pero no la desactiva e incluso la vuelve más grande.
¿Hacia dónde va la Argentina? Por ahora, no hacía buen puerto. La economía nacional está en recesión desde 2012, con un déficit fiscal (gasta más de lo que tiene) que crece día a día. Mauricio creyó que con una estrategia “gradualista”, la podía ordenar. Pero un cambio en el escenario internacional, le demostró que no. Intentó entonces profundizando el ajuste y el endeudamiento, pero es apenas una curita en un cuadro de hemorragia masiva. Las cuentas tienen un gran agujero negro: la burguesía nacional que despilfarra todo el dinero. Por dar un ejemplo, solo una planta de lo que se suponía sería una gallina de huevos de oro, el yacimiento Vaca Muerta, recibió 700 millones en subsidios.
Tal como le ocurre a una empresa quebrada que debe pedir al banco o estafar a sus trabajadores para subsistir, o una familia a la que no le alcanza la plata y debe “tarjetear”, la bancarrota de la Argentina es completa. Y no es producto del neoliberalismo o de la “presión externa”, el problema es interno: la inutilidad de la clase que la gobierna, la burguesía, que solo sobrevive por la vía de pedir prestado y aplastando a los laburantes que intentamos sobrevivir. Para que este barco llegue a buen puerto, es hora de cambiar de capitán y dejar de depositar ilusiones en los que nos tienen a la deriva hace más de 200 años.
No entiendo, son socialista pero critican con perspectiva liberal ortodoxo? La verdad que este post deja mucho que desear, no hay nada nuevo mas de lo que ya sabemos todos…
Justamente porque somos socialistas preferimos mirar a la realidad tal cual es y no esconderla detrás del «relato». La respuesta que planteamos es la revolución socialista, para que gobernemos los trabajadores y no los patrones.