La continuidad de Theresa May y el desenvolvimiento de la economía del reino están pendientes del hilo. Pero cualquier Brexit va a implicar un avance sobre las condiciones laborales de la clase obrera, ya que los capitales tendrán que adecuarse a los nuevos tratados con nuevos socios.
Evelyn Pérez
Grupo de Análisis Internacional – CEICS
El divorcio que viene
A mediados de abril, los británicos se encontraron con las declaraciones de Theresa May sobre el adelanto de las elecciones Parlamentarias que debían ser en 2020. El movimiento realizado por la mandataria buscaba legitimar y reforzar tanto el apoyo popular como al interior del Partido Conservador, a uno de los movimientos más vertiginosos de la historia del reino: separarse de la Unión Europea.
Pero la estrategia no salió como se esperaba. Con un 69% de participación de la población (un 2.3% más que en las generales de 2015) el partido Conservador obtuvo una frágil victoria, en la que perdió la mayoría absoluta en el Parlamento (hasta estas elecciones poseía 330 bancas, ahora 318), lo que en un principio provocó la renuncia de varios tories a su mandato y la necesidad de buscar una alianza hacia dentro de la cámara que le permita conformar gobierno. Con estos resultados, sumando la consolidación de un Partido Laborista en aparente fortalecimiento (quien obtuvo 30 bancas más conquistando un total de 262), y el escaso desempeño en las negociaciones por el Brexit, lo único que se escucha en los pasillos de Westminster es “¿Cuándo se va May?”.
Recientemente, y tras dos meses de los comicios, Theresa May habría obtenido la mayoría parlamentaria al lograr un acuerdo con el Partido Unionista Democrático de Irlanda del Norte (DUP), que obtuvo 10 bancas. La alianza fue sellada con el pago de un millón de libras, junto a la promesa de no entorpecer el mercado norirlandés, manteniendo las fronteras con la República de Irlanda lo más flexibles posibles, junto a los aranceles comunes para con el reino. En las calles, esta alianza provocó el rechazo inmediato, debido al conservadurismo recalcitrante del partido norirlandés, donde de inmediato se inició una petición que hasta el momento cuenta con más de 500.000 firmas para que se disuelva. Un nuevo punto de presión que oscurece la continuidad de la líder tory.
Make Britain great again?
El proceso abierto en 2016 denominado British Exit (conocido como Brexit), en el que Gran Bretaña busca divorciarse de la Unión Europea ya no parece aquel sueño dorado que tuvieron los euroescépticos. La agenda de las negociaciones está siendo manejada por Bruselas -el centro de comandos de la UE- quién determinó qué temas serían tratados en primera instancia: los derechos de los ciudadanos, el monto a pagar y la frontera de Irlanda del norte, para luego tratar las relaciones comerciales con el Reino Unido como un tercer país.
Como era de esperar, el nudo principal se encuentra en quién debe pagar por el divorcio. Antes de las elecciones, la premier británica apuntaba a que el mismo sea abonado por la UE, sin desconocer las obligaciones legales que tiene el país, ya que las acciones que poseen invertidas en el Banco Europeo de Inversiones (BEI) y el Fondo Europeo de Inversiones (FEI) -más aquellas que tienen en conjunto con otros Estados europeos- suman miles de millones de libras. Mientras que los tories más agresivos como David Davis, ministro a cargo de la ruptura, o Boris Johnson afirmaban que si la suma que se pide es incoherente, Gran Bretaña se iría sin pagar un penique.
Pero la cuestión no es tan sencilla, la burguesía industrial agrupada en la Confederation of British Industry (CBI) salió a presionar debido al impacto perjudicial del Brexit “incertidumbre”. En una encuesta realizada por el grupo, el 42% de las firmas del Reino Unido cree que el Brexit ha dañado sus expectativas de inversiones. Por eso, el primer punto de recomendación de la guía elaborada por la CBI, “Principios clave de la negociación entre el Reino Unido y la UE”[1], es mantener “una relación sin barreras” con su aliado más cercano y antiguo, es decir mantener el Mercado Común con la Unión Europea siendo que el bloque recibe el 54% de las exportaciones del reino e ingresan a este un 62% de sus productos.
La propuesta ya había sido sugerida por el conservador Phillip Hammond y por los Laboristas Keir Starmer y John McDonnell, quienes salieron a tamizar las posiciones más duras de sus partidos desde el primer momento. Estos creen que serviría para negociar unos mejores aranceles aduaneros, así como un acuerdo en servicios y bienes, mientras se renegocian nuevos acuerdos comerciales con Estados Unidos, China, Japón, India y los estados del Golfo.
Las divisiones hacia dentro de la burguesía británica entre los que apoyan un Brexit duro y los que desean mantener los beneficios aduaneros repercuten en la mesa de negociación de la UE, que se materializa en el gran descontento de estos sectores hacia la falta de claridad de May sobre el asunto. David Davis, quien en un principio no ponía un penique, agachó la cabeza al darle el visto bueno a la propuesta de Bruselas de mantener el Mercado Común hasta 2019 a cambio de un monto importante, que cubra el divorcio. Sin embargo, desde Europa se exige resolver los derechos de los inmigrantes europeos y las obligaciones financieras.
Miseria del sindicalismo
GMB (Britain’s General Union) y Unite the Union son los sindicatos más grandes que posee Gran Bretaña, donde se agrupan más de un millón y medio de trabajadores de diversas ramas. El secretario general de Unite, Lean McCluskey es uno de los principales apoyos que tiene Jeremy Corbyn, la nueva cara de la oposición laborista. Aunque en 2015 amenazaron con formar un nuevo partido de los trabajadores, lo cierto es que ante los recortes salariales, el aumento en las medidas de austeridad y la privatización del Servicio Nacional de Salud, Unite sólo está a la expectativa del camino que tomará el Brexit. Si bien han denunciado este accionar de la premier británica y han comunicado un plan para fortalecer el sector industrial frente a la embestida conservadora de libre movilidad para las empresas, aún no se ha plasmado en ningún accionar que convoque e interpele a la clase obrera.
Por su parte, GMB salió a denunciar las intenciones de estas elecciones adelantadas: obtener la mayoría necesaria para hacer pasar un nuevo ajuste a los salarios, los derechos laborales y sindicales, y hacer la vista gorda sobre la creciente precarización laboral.[2] También han criticado la falta de control sobre las empresas que incumplen el “Acuerdo Nacional para la Industria de la Construcción de Ingeniería” donde se fijan los salarios y montos a pagar. El sindicato denuncia que estas empresas no buscan contratar mano de obra local altamente calificada, y que, cuando lo hacen, se les pagan salarios de miseria que se licuan debido al alza inflacionaria.
Ambos sindicatos concuerdan en que el Partido Laborista sería la mejor opción para frenar la avanzada contra los trabajadores que se está llevando a cabo. Sin embargo los sindicatos no están respondiendo a las necesidades de trabajadores, sus huelgas se dan de forma aislada y sin un programa que discuta el Brexit burgués.
La izquierda británica no parece tener intenciones de brindar un programa, por fuera de los sindicatos, que movilice a la clase obrera. En lo que sí todos acuerdan es que la base del gobierno tory puede desaparecer en cualquier momento, estimando que May no llega a las elecciones locales de 2018. Frente a esto la izquierda está dividida. Unos ven a Jeremy Corbyn como el candidato de los trabajadores por sus propuestas anti-austeridad y pro-salida del Mercado Común. Llegan a delirar con un “Brexit socialista” al nacionalizar servicios básicos (electricidad, transporte y metalurgia). Otros adhieren a la opción burguesa del Brexit “suave” (sobre todo la rama “blairista” del Partido Laborista junto a los sindicatos más grandes como Unite y el GMB). Por último, están aquellos que ven en Corbyn la causa del descenso de la movilización en la clase obrera y su falta de organización como el Revolutionary communits group, pero no tienen propuestas superadoras.
Final abierto
Sea un Brexit “duro” o uno más “suave” la realidad es que sólo imperan esas dos opciones burguesas para definir el destino de Gran Bretaña. Los trabajadores frente a este panorama no encuentran un programa que logre romper con las pretensiones de un puñado de capitalistas. Jeremy Corbyn aún no logra posicionarse hacia dentro del Parlamento y en las calles como el dirigente obrero que ciertos sectores de izquierda ven en él. Una muestra de esta debilidad es que con el paso del tiempo y la falta de apoyo de los parlamentarios laboristas, tuvo que matizar su propuesta y proponer un Brexit “más suave”. Obviamente, cualquier Brexit va a implicar un avance sobre las condiciones laborales de la clase obrera, ya que los capitales tendrán que adecuarse a los nuevos tratados con nuevos socios.
Las divisiones en el seno de la burguesía, que no sabe qué hacer con su relación con Europa, mantienen y profundizan la crisis política. Sin embargo, todavía la clase obrera británica no puede dar una respuesta acorde a sus propias necesidades.
[1] http://www.cbi.org.uk/business-issues/brexit-and-eu-negotiations/
[2] http://www.gmb.org.uk/about/gmb-and-politics/about