G20. Los principales patrones del mundo se reúnen

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Hace unas semanas se reunió el G20 en Buenos Aires. Se trata de la reunión anual de representantes de las burguesías y organismos más importantes del mundo. Estas reuniones comenzaron a ser importantes en el año 2008. La crisis obligaba a las principales potencias a buscar alternativas. De lo que se trata, es de lograr acuerdos (siempre inestables) entre las potencias capitalistas, para patear un tiempo el destino al que los condena el capitalismo: la competencia, el enfrentamiento y la destrucción.

Así, se decidió juntar las burguesías más grandes (Alemania, Estados Unidos, China, Rusia, entre otras) con otras de segundo orden (Sudáfrica, Argentina, México, Brasil, India, Arabia Saudita, entre otras), organismos internacionales (Banco Interamericano de Desarrollo, Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, Naciones Unidas, Internacional del Trabajo, entre otros) y también más de mil empresas multinacionales.

Más allá del documento final –que fue un saludo a la bandera-, lo más importante estuvo en las reuniones bilaterales, donde los representantes de los patrones de cada país negocian entre sí. Trump consiguió lo suyo. Cerró acuerdos comerciales con México y Canadá, para aumentar la producción de autos y vender productos lácteos. Y sobre todo, negoció una tregua a la guerra comercial con China. A cambio de no implementar más aranceles a las importaciones, Trump pidió comenzar conversaciones sobre robo de propiedad intelectual, barreras no arancelarias y transferencia forzada de tecnología. Además, dejó en claro que si después de 90 días, no hay progreso en las conversaciones, elevarán esos aranceles al 25%. China también acordó aumentar sus compras de bienes agrícolas e industriales.

¿Por qué Trump se impuso? Por el tamaño del mercado norteamericano. Los capitales chinos necesitan por ahora el mercado norteamericano. Pero China también tuvo algunas ganancias de las reuniones. En particular, aquellas referidas a la regulación de la producción de acero: la UE y EEUU quisieron limitar la producción de acero en China, pero no lo lograron.

¿Y Macri? Aprovechó la oportunidad, mediando entre China y Estados Unidos, y cerró varios acuerdos importantes. China concedió un swap (así se llama a los acuerdos de compra mutua a futuro) de 60 mil millones de yuanes (más de 8.600 millones de USD). Se firmaron más de treinta acuerdos bilaterales. Tuvo gestos discursivos con China y acordó la compra de porotos y aceite de soja chino. Eso tuvo sus costos: Trump pidió que Macri no acepte los proyectos de las centrales nucleares rusas y chinas. Y así Macri se excusó aduciendo falta de fondos para hacer frente a un financiamiento por 9.000 millones de dólares.

Para contrarrestar la injerencia china, Trump propuso desembolsar 250 millones de dólares para la construcción de obras que se harán en asociación con la constructora norteamericana Astris. El acuerdo puede ser el inicio de un desembarco mayor de capitales norteamericanos en la obra pública, luego del desprestigio de buena parte de la burguesía local con la causa de los cuadernos.

Macri aparece así, con una política que media entre dos potencias. Esto demuestra que, contra lo que dicen kirchneristas, nacionalistas e izquierdistas, la burguesía nacional no está “colonizada”: hace sus propias apuestas en un lugar de debilidad, para sacar ventajas. Eso sí, si la guerra comercial se profundiza, Argentina habrá importado los enfrentamientos, sin la capacidad para poner límites.

A nivel mundial, no hay un dominio claro de una potencia para la salida de la crisis. Todos los acuerdos implican una aceleración de la crisis. Por un lado, el “mercado común” que acelera la centralización y concentración del capital, dejando el tendal de quiebras y desocupados. Por el otro, se mantiene la sobreproducción de acero que puede ser el detonante de la aceleración de los enfrentamientos. En definitiva, estamos ante una clase que nos lleva a la miseria y a la guerra. Y una diplomacia más cercana a las vísperas de la primera guerra mundial que a los años de la posguerra. No hay nada nuevo bajo el sol: una sociedad regida por la ganancia y la competencia, necesariamente conduce a estos enfrentamientos en los que los acuerdos solo consiguen patear la crisis. O los laburantes tomamos el toro por las astas o vamos a terminar tarde o temprano en una enorme masacre mundial.

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