Julieta Paulos Jones
Grupo de Investigación de Filosofía – CEICS
La advertencia que inicia este artículo fue pronunciada por Isaac Newton y expresaba el rechazo, por parte de los naturalistas, de todo lo que no pudiera remitirse inmediatamente al mundo de la experimentación y la comprobación empírica. Esta gente, reflexionaba Engels, nada bueno podía esperar de la filosofía. De allí que pasara por alto una revolución que había tenido lugar en las ciencias “naturales”, a saber, la irrupción de la dialéctica en su interior por medio de la “teoría de la nebulosa”, de Immanuel Kant1 . La física y la astronomía hubieran avanzado más, dice Engels, si se hubieran percatado de las potencialidades revolucionarias de este hecho. Hoy en día, probablemente, Engels llamaría, más que introducir un poco de historia en las ciencias naturales, a verter un poco de “naturaleza” en la historia, habida cuenta de esa perversión del historicismo que es el posmodernismo. En efecto, es corriente encontrar en el análisis de la ciencia una distinción tajante entre naturaleza y sociedad, que se traduce en la tentativa de “desnaturalizar” los fenómenos sociales, como sinónimo de rechazar “lo dado por la naturaleza” y defender “lo construido por el hombre”. Al punto tal que, de una defensa de las leyes propias del mundo social, se pasa a la negación de la existencia de toda ley, incluso en el mundo “natural”. El posmodernismo es, precisamente, la contrarrevolución que arrasó con las conquistas de dos siglos de ciencia. Esa contrarrevolución presupone una nueva forma de la recaída en la inmediatez, concepto hegeliano que alude a la pérdida del proceso de génesis de todo fenómeno (“social” o “natural”) y que culmina con la deshistorización de la ciencia.
La “recaída en la inmediatez”
Uno de los pocos epistemólogos marxistas que ha tenido la Argentina, el recientemente fallecido Juan Samaja, explica con claridad el contenido y la importancia de la “recaída en la inmediatez”. En efecto, preocupado por mostrar el “lado oscuro de la razón”, es decir, por recuperar las nociones de génesis y proceso a través de la historización de la ciencia misma, Samaja se propone ilustrar el proceso paradójico en el que la ciencia se constituye como un tipo universal mientras que pretende reflejar o coincidir con su objeto real, es decir, como una unión entre la particularidad y la universalidad. El lado oscuro de la razón es aquél que presenta su opuesto, su materia: el desorden, la confrontación de particularismos, la pasión, la lucha, a la vez que se muestra a la ciencia en su cierre estructural como una forma final ordenada, universalista, racional y equilibradora. Hablar “de un ‘lado oscuro de la razón’ obliga, entonces, a explicar por qué esta materia y génesis quedan ocultas detrás de su estructura actual con la notable apariencia de operaciones formales equilibradoras.”2 El modelo ontológico que se deriva de la relación entre la producción genética y la reproducción estructural de los componentes de la génesis como una transposición en la que la estructura se consolida, muestra cómo la materia y la génesis de todos los orígenes quedan ocultas detrás de su estructura actual. Dicho modelo, contrapuesto al que plantea el positivismo, consta de una dinámica en la que los niveles anteriores quedan suprimidos pero conservados y superados en los posteriores. De aquí que sea imprescindible concebir el proceso jerárquico de génesis no sólo en una organización estructural, sino también funcional, es decir, según su historicidad, dado que cada estrato contiene su pasado en su presente bajo la forma de “movimientos auto-reproductivos”. Es posible aplicar la tesis de la “recaída en la inmediatez” como modelo para analizar situaciones en las cuales la organización estructural de un fenómeno prevalece frente a su organización funcional, a su materia, a su génesis.
La historicidad de la naturaleza
Engels señala que la concepción primera de los naturalistas modernos entendía a la naturaleza como algo osificado, inmutable y creado de golpe. Con esto, advertía que la ciencia aún no había podido secularizarse, en tanto que “buscaba y encontraba la causa última en un impulso exterior, que no debía explicarse por la naturaleza misma”3 . Engels, en este contexto, le atribuye a Kant la apertura de la primera brecha en la concepción petrificada de la naturaleza, con la eliminación del asunto del metafísico “primer impulso”. “La cuestión del primer impulso quedaba eliminada; la Tierra y todo el sistema solar se presentaban como algo que se fue formando en el transcurso del tiempo.”4 La naturaleza, según esta nueva concepción descripta por Engels, había nacido y se había desarrollado. Su estado geológico, geográfico y climático actual, y su flora y fauna, entonces, también eran algo que debía haber ido haciéndose, debía tener una historia, no sólo de coexistencia en el espacio sino de sucesión en el tiempo. Engels también describe los progresos de las ciencias naturales. La geología señaló los estratos terrestres, las conchas y esqueletos de animales extintos, los troncos, hojas y frutos de plantas ya inexistentes contenidas en dichas capas, con lo cual demostró que no sólo la tierra en su conjunto sino además su superficie actual y las plantas y animales que viven en ella, poseen una historia en el tiempo. La física efectuó enormes progresos, a partir de la determinación del equivalente mecánico del calor y la prueba de que las llamadas “fuerzas físicas” se convierten la una en la otra, en condiciones definidas, sin pérdidas de energía, demostrando en física el principio cartesiano de que la cantidad de movimiento presente en el mundo es constante. La química también atacó las ideas conservadoras sobre la naturaleza franqueando el abismo que se creía entre la naturaleza orgánica y la inorgánica, a partir de la preparación –por medios inorgánicos- de compuestos que hasta entonces sólo se producían en el organismo vivo. La biología, a partir de los viajes y expediciones científicos organizados sistemáticamente, acumuló materiales y datos que hicieron posible el método comparativo, el que abrió paso al análisis de distintas floras y faunas. La astronomía, cada vez más, estuvo obligada a reconocer la existencia de cuerpos oscuros y, por lo tanto, de soles extinguidos en nuestro sistema solar.
La morfogénesis del “cielo”
Samaja, siguiendo a Engels, presenta la obra de Kant titulada Historia Natural y Teoría General del Cielo como “la primera gran conquista en las Ciencias Naturales y como el nacimiento en este campo de la gran tesis evolucionista que culminaría posteriormente con Charles Darwin (…) y con Karl Marx”5 y la enmarca en la necesidad de superar los problemas que debió atravesar la teoría newtoniana. La tesis que encabeza la obra kantiana sostiene que “la síntesis de una contradicción no es una fórmula sino un movimiento”; la misma representa, en el sentido indicado, un salto de talla inimaginable en la comprensión de la naturaleza. Samaja la desarrolla no sin antes señalar que fue fruto de la aplicación sistemática del “método dialéctico de ‘sancionar’ las contradicciones”. Los argumentos de Kant “a favor de la morfogénesis del ‘cielo’” son presentados a partir de dos hechos observados y constatados, que constituyen sus premisas: “los movimientos planetarios responden a una única causa material” pero “ninguna causa material puede ser el origen de la concordancia de los movimientos de los planetas, dadas las inmensas distancias y los espacios casi completamente vacíos de materia que hay entre ellos.”6 Estos dos hechos observados entran en contradicción, en tanto que el primero afirma que existe una única causa material del movimiento planetario y el segundo niega la actuación de una causa material. Samaja explica que, frente a una contradicción, existen tres formas de solución: la primera consiste en eliminar alguno de los dos términos; la segunda, en afirmar los dos términos a través de una fórmula ecléctica; la tercera, aceptar la contradicción y descubrir un movimiento en el que los opuestos pueden ser reunidos en un nuevo término. La respuesta de Kant ante esta contradicción va a implicar un gran salto respecto de las que se habían intentado. Newton, en particular, había optado por la primera solución, lo cual fue juzgado por Kant como una apelación a que “la mano de Dios” se encargó de establecer ese orden, sin aplicar las leyes de la naturaleza. Según Samaja, la respuesta kantiana “va a sostener la vigencia de ambos hechos y propondrá reunirlos en un único concepto: (…) el concepto de la génesis del sistema planetario, del cual deriva su hipótesis sobre la ‘historia natural del cielo’.”7 Esto es, ya que la estructura actual nos lleva a conclusiones opuestas, es preciso postular que hay en dicha organización estructural actual una historia, un “proceso de morfogénesis oscurecido (su ‘lado oscuro’) que será preciso recuperar”. El descubrimiento de dicha morfogénesis es explicado por Kant de la siguiente forma: “En las actuales condiciones del espacio en el cual giran los cuerpos de todo el mundo planeta, no existe ninguna causa material que podría desviar o dirigir sus movimientos. Este espacio es completamente vacío o por lo menos en condiciones equivalentes al vacío. Por consiguiente, debe haberse encontrado alguna vez en otras condiciones, es decir, lleno de la suficiente cantidad de materia potente para transmitir el movimiento a todos los cuerpos siderales que se hallaban en él (…) Después que la atracción ha limpiado los citados espacios, reuniendo toda la materia dispersa en determinados conglomerados, los planetas deben ahora continuar sus cursos libre e invariablemente con el movimiento una vez impreso y dentro de un espacio que no ofrece resistencia.”8
¿Qué significa Naturaleza vs Sociedad?
Cuando hoy se dice que hay que desnaturalizar las ciencias sociales, se pretende evitar ese movimiento que realizó Marx, a saber, “naturalizarlas”. En efecto, a imagen y semejanza de esas ciencias naturales dialectizadas por la historia (Kant, Darwin), Marx vio la necesidad de eliminar la hipótesis del “primer impulso”, la idea de que el universo humano no era más que la expresión de los designios de Dios o de sujetos más terrenales pero no menos excepcionales (santos, reyes, emperadores). La revolución de Marx consistió en desarrollar el materialismo histórico, es decir, en descubrir las leyes de movimiento de la sociedad humana, leyes que según él mismo, actúan con la misma fuerza que las leyes de la naturaleza. Ese descubrimiento era el que hacía posible encontrar un orden inteligible y rechazar el puro caos o la intervención interna. La historia humana se mueve, entonces, siguiendo leyes inmanentes. La desnaturalización de los fenómenos esconde la contraposición naturaleza-sociedad y conlleva el supuesto de que la primera se caracteriza por ser estática, desprovista de una historia y una evolución propias. La contracara de la naturaleza estática, según esta visión, es la sociedad caótica, cuya particularidad sería el dinamismo sin orden. Por las dos vías se ha eliminado la historia, se ha recaído en la inmediatez. Como se vio, la naturaleza está muy lejos de ser estática: no sólo tiene una historia propia, sino que además ésta se caracteriza por el cambio y la generación de nuevos estados. Por esta razón, la desnaturalización le quita contenido y fundamento a la ciencia y a los fenómenos por ella estudiados, en tanto que los priva de su historia. Al mismo tiempo, priva a la historia de su orden, de su ley, y por lo tanto de un movimiento inteligible. Contra el posmodermismo podríamos gritar, ahora, ¡hazte amiga de la naturaleza, historia!
Notas
1 Engels, F.: Dialéctica de la naturaleza, Latinoamericana, Lima, 1988
2 Samaja, J.: El lado oscuro de la razón, JVE. Psiqué, Buenos Aires, 2008, p. 11.
3 Engels, op. cit., p. 24
4 Ibíd., p. 8.
5 Samaja, J., ob. cit., p. 121.
6 Ibíd., p. 123.
7 Ibíd., pp. 124-125.
8 Ibíd., p. 125