Feliz año para las escuelas de música

en El Aromo n° 17

Por el Grupo de Investigación de la Música en Argentina – CEICS: Ana Clara Moltoni, cantante y estudiante del Conservatorio Nacional Manuel de Falla, Juan Manuel Tabaschek, pianista, estudiante de la Escuela de Música Popular de Avellaneda y Cintia Baudino, guitarrista, estudiante de la Escuela de Música Popular del SADEM

Las escuelas de música están dando pruebas fehacientes de que la cultura es un campo de lucha. En esta última mitad del año, alumnos de escuelas de música y artes plásticas de la provincia de Buenos Aires y Capital han formado una Coordinadora para unificar sus planes de lucha. Golpeados por años de Ley Federal de Educación, comenzamos un embrionario proceso de sindicalización. Los delegados de los centros de estudiantes del Conservatorio de Música Juan José Castro (La Lucila), de la Escuela de Música Popular de Avellaneda, de la Escuela de Arte Leopoldo Marechal (La Matanza), del Conservatorio de Música Gerardo Gillardi (La Plata), delegados estudiantiles del Conservatorio de Música Julián Aguirre (Banfield), de la Asamblea de Estudiantes del Conservatorio de Música de Gral. San Martín y la Comisión Pro-Centro de Estudiantes del Conservatorio de Morón, reunidos en la Coordinadora de Estudiantes de Arte de la provincia de Buenos Aires, lanzaron la que ahora, después de la incorporación del Centro de Estudiantes del Conservatorio Superior Manuel de Falla (Capital), tomó el nombre de Coordinadora de Estudiantes de Arte. El hecho es relevante no sólo porque se suma otro sector a la lucha general, sino porque para nosotros es un puesto clave de combate contra la ideología individualista en el arte.
La lucha, si bien embrionaria, ya ha dado sus frutos: el 11 de noviembre, 80 compañeros de escuelas de arte que se manifestaron frente al Palacio Pizzurno, pese a un gran operativo policial, lograron entrar al Ministerio y presentar un petitorio al Vice Ministro de Educación, Alberto Sileoni, el Profesor De Cara (Consejo Federal de Educación) y Carmen Belvere (de Validez de Títulos). El mismo incluyó los siguientes puntos:
1. No al cierre del Plan n° 229 el 31 de Diciembre.
Exigimos se nos respete el plan de estudios con el que comenzamos y se firme un nuevo decreto que establezca la prórroga por tiempo indeterminado, hasta el día que el último alumno del plan n° 229 se
reciba;
2. Mantenimiento de la validez nacional de nuestros títulos;
3. No al desmantelamiento del Ciclo Superior;
4. Derecho a exámenes Libres;
5. Justificación y revisión de correlatividades;
6. Reconocimiento del FOBA en el título (curso de ingreso, de tres años, que no se contabiliza como
horas cursadas);
7. No a la baja de la calidad educativa;
8. Edificios propios y dignos: material didáctico;
9. Aumento de presupuesto para educación;
10. Becas, viandas y boleto estudiantil.
En líneas generales no hubo novedades. La nación se desligó, argumentando que es un tema de las provincias.
Está claro que para hacer Arte en Argentina es necesaria la organización, tanto como para estudiar, comer, vivir y pensar. Esto ya lo han comprendido gran parte de los alumnos de las escuelas artísticas.
Que el campo está abonado para la lucha lo demuestran no sólo la crisis del sistema -todavía latente y sin resolución- sino la misma predisposición de los compañeros. En el caso del Manuel de Falla, bastó con pegar la nota de El Aromo nº 11 (junio 2004) denunciando la situación del Conservatorio, para generar un mini escándalo que obligó a su director, Carlos Spector, a tener que recorrer por primera vez las aulas dando explicaciones. Sus reiteradas maniobras de distracción y aprietes no han logrado amedrentar al incipiente Centro que le sigue haciendo frente. También contamos con el hecho de que la mayoría de los directores de los conservatorios musicales encargados de implementar el ajuste educativo están desprotegidos, ya que el Ministerio da por sentado que los estudiantes de arte van a aceptar pasivamente sus disposiciones.

Sin embargo. con organizarnos por nuestras necesidades corporativas inmediatas no va a alcanzar. La unidad en torno a un programa exclusivamentesindical puede llevarnos al estancamiento, la derrota y quizás a la desmoralización. Tal es así que en una de las charlas-debate organizadas por Razón y Revolución en el marco de esta campaña (realizamos tres en las cuartas Jornadas de RyR en setiembre, y cuatro más en noviembre en el conservatorio De Falla, en el de San Martín, en la EMPA y en el SADEM), los responsables del Sindicato de Músicos (SADEM) defendieron la política del Ministerio de Cultura de Kirchner (a pesar de, contradictoriamente, reivindicar también al Frente de Artistas en Lucha en la ANT, que coordina LuchArte, del Polo Obrero). La defensa “apolítica” de intereses puramente gremiales les permite recibir las migas de la descomposición estatal y lavarse la cara por izquierda firmando adhesiones
a “los piqueteros de la cultura”. El SADEM, que en realidad sí ha tomado una definición política clara (es abiertamente kirchnerista), no interviene en la lucha por mayor presupuesto porque considera que es mejor montar una Escuela de Música paga, lo que refrenda su “autonomía” del poder, y a la vez impide a la mayoría de los hijos de trabajadores de la música acceder a una formación como la de sus padres. Esta es una patética pero efectiva muestra de los límites del sindicalismo.
La contraparte la tenemos también en nuestro movimiento. La Escuela Popular de Música de Avellaneda ha sido pionera en la lucha contra el Estado para obtener mejores condiciones de estudio. Los compañeros ya han hecho tradición: con reiterados cortes al Puente Pueyrredón han conseguido mejorar la situación edilicia y derogar el ingreso restringido. Su experiencia señala el camino. El CEMPA llegó hasta donde pudo gracias a que entroncó sus reivindicaciones con la lucha del movimiento piquetero en su momento de mayor auge. Los límites actuales (el municipio y la gobernación siguen dilatando la consecución de un edificio propio y no han hecho nada para garantizar materialmente el ingreso irrestricto) también muestran el agotamiento de las perspectivas políticas de los compañeros que dirigen el Centro. Su íntima relación con los programas del autonomismo piquetero los hace defender un apoliticismo aislante. Según los compañeros, el arte no interesa a la burguesía, porque implica la elevación de la calidad humana. Todo arte sería, en consecuencia, contestatario. Sin embargo, vivimos una coyuntura que muestra la importancia de los artistas en la consolidación de consenso con los valores burgueses: nacionalismo popular, religiosidad, irracionalismo romántico, individualismo. Abundan los ejemplos de músicos “populares” que, habiendo hecho fama de revolucionarios en los setenta, hoy son
regentes de los caprichos burgueses: recorriendo todos los festivales oficiales en plazas y estadios o llegando a puestos ejecutivos, como Peteco Carabajal en la intervenida Santiago del Estero.
Los músicos debemos empezar por asumir la importancia de nuestra función en la lucha de clases. Somos portadores de conocimientos que pueden difundir y consolidar sentimientos a favor o en contra del régimen capitalista. Eso explica el ata que sobre los institutos que atraen a los hijos del proletariado y la pequeño burguesía pobre. Eso explica que los planes estén cada vez más dirigidos a formar docentes (disciplinadores de mano de obra) y menos a formar artistas. Si no dejamos de lado los falsos prejuicios anti-intelectuales nunca estaremos a la altura de las tareas que la nueva lucha nos depara.
Para ser los mejores artistas posibles, para garantizar materialmente que lo seamos, debemos encarar no sólo la agitación y la organización sindical, sino que debemos lanzarnos al debate franco y abierto sobre qué tipo de intereses vamos a defender con nuestro arte, qué tipo de sociedad vamos a ayudar a construir. Eso es discutir un programa político que guíe nuestras acciones. Debemos discutir qué queremos tocar y cantar, porque si no sabemos hacia dónde vamos, ¿como haremos para triunfar?
Este fue un buen año para los estudiantes de música. Con investigación, creación, peñas, aromos y movilización, los artistas nucleados en RyR seguiremos trabajando para que el año que viene sea mejor. Para hacer realidad una cultura de los que luchan contra el sistema, una cultura piquetera.

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