Las migraciones internas estuvieron en el centro de los debates sobre la emergencia del peronismo. Muchos dirigentes sindicales provenían de Entre Ríos. En este artículo analizamos la situación estructural que los llevó al éxodo.
Rodolfo Leyes – Grupo de investigación de la Historia de la Clase Obrera Argentina – CEICS
Desde los primeros tiempos del capitalismo, las migraciones son una de sus marcas de origen. Del campo a la ciudad, de la tierra a la fábrica, de la fábrica al nuevo mundo o dónde hiciese falta. Por traumático que parezca –y lo fuera- el capitalismo en su revolución constante de las fuerzas productivas, no deja escapar a los hombres y mujeres, cuya única propiedad es su fuerza de trabajo o un puñado de ilusiones. A mediados de la década del ‘20, el agro-pampeano ingresaba a una nueva etapa de inversiones, lo que llevó a su transformación en profundidad. Un proceso de mecanización creciente aumentaba la producción, pero reducía la demanda de obreros. La desocupación se convirtió en uno de los problemas más importantes para la clase obrera entrerriana, engrosada por cientos de colonos agrícolas quebrados. Desocupación o éxodo eran las alternativas a las que se enfrentaban miles de ellos.
¿Cuántos…?
La desocupación empujó a miles de entrerrianos a buscar otros horizontes. Durante el periodo 1895-1914, los obreros de origen entrerriano fuera de la provincia eran unos 25 mil. En el periodo intercensal siguiente, 1914-1947, se calculaba sólo en Buenos Aires, Gran Buenos Aires y Santa Fe a unos 125 mil entrerrianos expulsados. Los que habían migrado quintuplicaban la cifra anterior.
Si comparamos porcentajes totales, el dato puede ser más duro. El censo de 1947 indicaba a la provincia de Entre Ríos con una población de 787.363 personas, los 125 mil entrerrianos afuera equivalían al 16% de sus habitantes. El dato desglosado por destinos, indica unos 105.000 entrerrianos habitando la ciudad de Buenos Aires y su conurbano. Años posteriores esta tendencia se profundizaría.
Detrás de este cambio en el movimiento demográfico no hay que perder de vista otra de las transformaciones. Por primera vez en la historia provincial, el censo de 1947 contaba a 434.029 habitantes en la ciudad, es decir el 56%, contra 342.251 que aún permanecían en el campo.1 El Boletín del Departamento de Trabajo decía:
“El campo se despuebla. Los motivos del problema son muchos. Introducción de la máquina en diversas labores agrarias, la pérdida de sus lotes de muchas familias de deudores hipotecarios vencidos por los malos años, la atracción irresistible de las ciudades con sus placeres superficiales y confort generalizado, la propaganda estimulante de diarios y radiotelefonía alrededor de los menores hechos ocurridos en las ciudades, la legislación social de privilegio para el trabajador urbano, la llegada al país de fuertes masas de inmigrantes sin oficio, residuos de viejos burgos europeos, etc. […] El amontonamiento de gente desconcertada y desalentada en las puertas de las ciudades, sin la costumbre ni condiciones para vivir en las urbes ha creado a nuestros gobernantes el serio problema de una desocupación atípica, claramente artificial en este país ubérrimo […] El campesino llegado a la ciudad en busca de trabajo pronto se convierte en un vencido por su inexperiencia y falta de adaptación a la dura realidad de las noches sin techo y los días sin pan.”2
La explicación de los autores del Boletín, deja entrever la magnitud del proceso y, la reacción de sorpresa de la clase dominante que no podía ofrecer una alternativa válida al proceso que nacía de las mismas entrañas del capitalismo.
Para otro lado
Las migraciones periódicas estacionales eran una constante. Desde principio del siglo XX, trabajadores entrerrianos cruzaban el río Paraná rumbo a Santa Fe y el norte de Buenos Aires, a trabajar en la cosecha.3A mediados de la década del `20, José Peter, destacado dirigente comunista de la carne – aquel que será desplazado por Cipriano Reyes en los albores del peronismo- recordaba, como había sido aquello de dejar la provincia de Entre Ríos, de la que era nativo:
“…tomé un día el tren en la estación Lazo para trasladarme a la provincia de Buenos Aires a trabajar en la deschalada de maíz […] Allá dejaba mi querido Entre Ríos. No resultaba fácil alejarme de todo eso que me era tan querido y entrañable. Pero no había más remedio, el hambre y la pobreza son crueles y no admiten términos medios: o se muere de hambre o se lucha con él buscando otros horizontes. Lo cierto es que yo también, como todos los trabajadores que venimos del interior, anhelaba vivir bajo un techo más o menos permanente, trabajar en un lugar fijo. Estaba cansado de esa vida nómada que había hecho durante los últimos años; harto de dormir bajo los talas, sobre la paja de las trilladoras o sobre sucios cueros en las estancias. Había que decidirme, y yo, como tantos lo hicieron antes y después, enfilé hacia nuevos rumbos. Mi patria se me abría amplia y grandota, con mi modesta carga de pobreza y esperanza…”.4
Peter, hijo de colonos y peón agrícola durante los últimos años antes de migrar, como otros entrerrianos –podríamos agregar al dirigente anarquista Ángel Borda o al peronista Augusto Vandor-, abandonó la provincia inicialmente en búsqueda de empleo, por un proceso de empobrecimiento y proletarización que hacía insostenible la vida, para nunca más volver. Al ser permanente la desocupación en este espacio provincial, el éxodo parecía una salida lógica. Un periódico de Paraná, de 1938, recordaba:
“La terrible depresión económica que se deja sentir desde 1930, y que persiste, aunque con menos intensidad, provocó, entre sus diversas derivaciones, un movimiento migratorio acentuado, aumentó en forma extraordinaria la desocupación y los linyeras se vieron cruzar en todas direcciones. Las gentes, en busca de mejoramiento para su situación, o en procura de trabajo, evolucionaban de un lado a otro. La necesidad impuso andanzas y adioses…”5
La perspectiva del fin de la guerra y la vuelta –hipotética- de los migrantes preocupaba a todos. Sobre la costa del Uruguay, el periódico El Entre Ríos de Colón, hacia 1945 decía:
“Durante los últimos meses la escasez de trabajo en esta región no alcanzó a adquirir contornos alarmantes porque un gran porcentaje de la población proletaria emigró en busca de mejores posibilidades rumbo a los centros industriales del país. No se trata, verdaderamente, de una solución deseable la del éxodo de familias enteras de trabajadores corridas por la necesidad; lo conveniente hubiera sido retenerlas creando en este mismo ambiente posibilidades para su subsistencia, pero infortunadamente nuestra provincia ha quedado en ese aspecto en un lamentable retraso. El agudo problema habrá de presentarse, sin embargo, cuando muchos de los actuales y ocasionales emporios manufactureros del país deban clausurarse una vez terminando el conflicto bélico mundial, porque entonces la mayor parte de los obreros que hoy se han establecido en esas zonas populosas habrán de regresar a estos lares sin que existan posibilidades económicas que brindarles.”6
La experiencia y sus límites
La pampa argentina, como resultado de su alta competitividad, tuvo un temprano proceso de industrialización de las tareas agrícolas –y de las industrias accesorias- lo que afectó directamente a uno de los pilares de las fuerzas productivas, la mano de obra. Miles de obreros y chacareros menos competitivos, fueron arrastrados fuera del mercado, generando una temprana sobrepoblación obrera, que encontró su reciclaje, su reocupación en dos sitios: fuera de la provincia y dentro de la estructura del Estado.
Vimos que la masa de población entrerriana expulsada fue a parar a Buenos Aires. Al pasar, hemos citado los lugares dentro de la estructura sindical ocupados por algunos de sus representantes más destacados, señalando, una vez más, que los trabajadores migrantes no eran una novedad desvinculada de las tradiciones sindicales mundiales, o locales. También, y fundamentalmente, este proceso particular nos señala que la pampa fue la primera expulsora de población, antes que la Argentina “profunda” extra-pampeana. Con respecto a las migraciones y su relación con el peronismo debemos agregar que, una de las principales preocupaciones del gobierno surgido del golpe de 1943 y el gobierno electo de 1946 fue intentar detener la desocupación mediante la intervención estatal directa.
Una de las bases centrales de la participación de la clase obrera en la alianza peronista se funda en que éste conjura el fantasma del desempleo. El análisis de los fenómenos que provocaron las migraciones y el temor que existía a que, de cerrarse las fábricas, los emigrados volvieran a sus provincias, que tampoco tenían trabajo por ofrecerles, muestra la importancia de este factor. El mismo también se aprecia si se considera que Perón, en su segundo mandato, atacará salarios y condiciones laborales, pero intentará preservar los niveles de empleo. De esta manera, el peronismo desde sus orígenes implicó una forma de contención a la población obrera que aparecía como sobrante para el capital. Este fenómeno se agudizó con el crecimiento de esa población sobrante, algo que se observa en el apoyo al menemismo de los sectores más pauperizados de la clase obrera contenidos por la red manzaneras y en el peso de la asistencia social, el empleo público, el cooperativismo, etc., que –por ahora- ha garantizado la adhesión de esta misma fracción de la clase al kirchnerismo.
Notas
1 República Argentina, Ministerio de Asuntos técnicos, IV Censo General de la Nación, Censo Poblacional, Tomo I, Dirección del Servicio Estadístico, Buenos Aires, 1949, p.LXIX y 1. Recchini de Lattes, Zulma & Lattes, Alfredo: Migraciones en la Argentina, Buenos Aires, EIDT, 1969, Gráfico Nº22, p.128.
2 Boletín del Departamento provincial de trabajo, Año I, Núm. 2, Paraná, Febrero de 1940.
3 Bialet Massé, Juan, [1905]: Informe sobre el estado de la clase obrera, Buenos Aires, Hyspamerica Ediciones, 1985, T. I, p.153.
4 Peter, José: Crónicas Proletarias, Buenos Aires, Ed. Esfera, 1968, pp. 14-15.
5 El tiempo, Paraná, 12/03/1938.
6 El Entre Ríos, Colón, 03/14/1945.