Eternos oficialistas. La industria de la construcción, de Cristina a Macri
Las grandes empresas de la rama viven de la obra pública, donde embolsan millones, y ello es indefectiblemente motivo de escándalo. El acceso a las licitaciones depende, entre otras cosas, del buen vínculo con el gobierno de turno. Y en la política burguesa los favores se pagan: por derecha (con aportes a las campañas electorales) o por izquierda (con coimas).
Gonzalo Sanz Cerbino
Grupo de Historia de la Burguesía Argentina-CEICS
Los grandes capitales que operan en la industria de la construcción han sabido alinearse, en los ’60 y ’70, en los frentes “liberales” promotores del ajuste de los gastos estatales, como ACIEL o APEGE. Sin embargo, no debe deducirse de ello que compartan el núcleo de las posiciones “liberales”, cuyos defensores más acérrimos se encuentran entre los patrones agropecuarios. La crisis orgánica abierta en los ’50 fue el laboratorio en donde se delinearon los programas políticos de la burguesía argentina, que aún se mantienen vigentes. Al “derrroche” populista, imposible de sostener ante a la tendencia a la contracción de la renta de la tierra, el gran capital industrial y agrario opuso el programa del ajuste, que se expresaba en los frentes mencionados. Sin embargo, en el seno de esta alianza apareció una contradicción central: mientras los grandes industriales organizados en el Consejo Empresario Argentino (CEA) bregaban por un ajuste limitado, que no atente contra las bases de su acumulación basada en el proteccionismo estatal, la burguesía agraria pretendía eliminar por completo las transferencias de renta que cercenaban sus ganancias. De esta contradicción emerge el programa liberal-desarrollista, que pretendía resolver la crisis eliminando los gastos destinados a sostener la acumulación de los pequeños capitales, sin afectar a los grandes industriales.1 Mientras se soltaba la mano a las pymes, se avanzaba en el ajuste salarial y el aumento de la explotación para los obreros, debían redoblarse los mecanismos que protegían a la gran industria, tan ineficiente como el resto. Los popes de la construcción tendieron a alinearse con este último programa. En el análisis de la situación del sector en los últimos años encontraremos las razones de este alineamiento.
¿Quién es quién?
La construcción es una rama heterogénea, en la que encontramos tanto a pymes con una mínima dotación de empleados que operan en el sector privado, como a las megaempresas que acaparan la obra pública. Los capitales que realmente importan son las que dominan la Cámara Argentina de la Construcción (CAMARCO). En los últimos 10 años, un puñado de empresarios ocupó los principales puestos en su Consejo Directivo: su actual presidente, Gustavo Weiss, titular de Eleprint; su predecesor, Juan Chediack, dueño de la empresa homónima; CarlosBacher, de Techint, Aldo Roggiodel Grupo Roggio, Carlos Wagner de Esuco S.A., Julio Crivelli de Crivelli S.A. y Gregorio Chodos, ex directivo de SOCMA, la empresa de Franco Macri. Ocupando un lugar secundario dentro de la estructura de CAMARCO se encuentran los representantes de otras constructoras de envergadura: Corporación Americana del Grupo Eurnekian, cuyo representante en CAMARCO es Juan Manuel Collazo; COARCO, representada por Patricio Gerbi; Cartellone, representada por Pablo Pérez Burgos; Supercemento, que integra la Cámara a través de Miguel Marconi; IECSA, la firma que Macri le vendió a su primo Ángelo Calcaterra, representada por Javier Sánchez Caballero y JCR, representada por Jorge Ordonez. Probablemente los nombres resulten conocidos para el lector: todos ellos han amasado fortuna de la mano de la obra pública. En una tercera línea dentro de CAMARCO se encuentran los representantes de empresas fuertes a nivel provincial: es decir, aquellas por las que se canalizan las obras públicas administradas por los gobernadores e intendentes. Dentro de este grupo se destacan Teodoro Argerich, presidente de las empresas de Nicky Caputo, “hermano de la vida” de Macri y gran contratista en la Ciudad de Buenos Aires; Diego Buracco, de Centro Construcciones, contratista en provincia de Buenos Aires y “recaudador” de fondos de la campaña de Scioli; Graciela de la Fuente, de la empresa Martínez y De la Fuente, contratista en el Gran Buenos Aires de estrechos vínculos con Aníbal Fernández; y Ricardo Griot, de la empresa rosarina PECAM, involucrado en un escándalo por el manejo de fondos del programa Sueños Compartidos en su ciudad. El más conocido de los “gestores” regionales de obra pública, Lázaro Báez, nunca integró CAMARCO.
Buena parte de estas empresas se han visto envueltas en denuncias de corrupción. El caso más resonante fue sin duda el de Lázaro Báez, pero los involucrados en este tipo de negociados son muchos más. Eleprint, la empresa del actual presidente de CAMARCO Gustavo Weiss, por ejemplo, fue denunciada por diputados de la Coalición Cívica en 2005 por cobrar sobreprecios en la construcción de cárceles en Buenos Aires. También fue vinculada al affaire Skanska, que sacó a la luz las facturas truchas con las que se intentaba camuflar el pago de sobornos. En 2011, Eleprint y su socia, Martínez y De la Fuente, recibieron denuncias por sobreprecios en la refacción de estaciones ferroviarias. En 2013 se sindicó a Weiss como uno de los “recaudadores” de la campaña de Martín Insaurralde: había llegado el momento de pagar los favores.2
Sin embargo, no solo los empresarios “kirchneristas” aparecen en las denuncias. Luego de la detención de José López en el convento de General Rodríguez, los popes de CAMARCO se apuraron a deslindar responsabilidades. Quien entonces presidía la entidad, Juan Chediack, de estrechos vínculos con Massa, salió a decir que habían alertado al gobierno K sobre los negociados de Báez y que la Cámara era ajena a esos manejos. Incluso señaló que Báez ni siquiera era socio de CAMARCO. La réplica de DeVido no se hizo esperar: además de señalar que a Chediack no le había ido tan mal en los últimos doce años, ya que había conseguido más de 5.000 millones de pesos en obra pública, desnudó sus vínculos con Báez. Poco tiempo antes, Chediack se había asociado a Báez y Calcaterra para presentarse a la licitación de la represa Kirchner-Cepernic, que finamente se adjudicó la firma Electroingeniería, cuyo dueño es un viejo amigo de Carlos Zanini.
Macri y su familia también han sido salpicados por los escándalos en la rama de la construcción. Uno de los conflictos que enfrenta Macri es su vinculación con Nicolás Caputo, amigo de Mauricio e integrante de su “mesa chica”, que fue también uno de los principales beneficiarios de la obra pública en la Ciudad de Buenos Aires. El otro problema es IECSA, la constructora que heredó de su padre. Al iniciar su carrera política, en 2007, Mauricio vendió su participación en la empresa familiar a su primo. Sin embargo, eso no evitó que al asumir la presidencia los medios kirchneristas cuestionaran el conflicto de intereses, al punto que Calcaterra se vio obligado a vender la empresa a Pampa Energía de Marcelo Midlin. IECSA, bajo la conducción del primo Ángelo, se convirtió en una de las grandes contratistas de obra pública durante el kirchnerismo. Como casi todas las grandes constructoras, aparece en la causa Skanska y como aportante a la campaña de Cristina Kirchner en 2007. Es más, algunos directivos de la empresa de Calcaterra fueron mencionados en la causa por dádivas en que se condenó al ex secretario de Transporte Ricardo Jaime. Al parecer, le regalaron al funcionario un automóvil, un vuelto al lado de los millones que Jaime le hizo ganar a IECSA con la adjudicación de obras en los ferrocarriles. Sin embargo, el principal problema para IECSA viene de su asociación con Odebrecht, la constructora que está en el centro del escándalo con el Petrolão en Brasil. IECSA y Odebrecht son socias en la obra del soterramiento del Ferrocarril Sarmiento. El escándalo internacional podría salpicar también a otros popes del negocio de la construcción en Argentina que se asociaron oportunamente con Odebrecht: Eleprint, Roggio, Supercemento y Cartellone.3
Claramente, en esta no se salva nadie. Es que todas las grandes empresas de la rama vivieron y viven de la obra pública, donde embolsan millones, y ello es indefectiblemente motivo de escándalo. El acceso a las licitaciones depende, entre otras cosas, del buen vínculo con el gobierno de turno, tanto a nivel provincial como a nivel nacional. Y en la política burguesa los favores se pagan: por derecha (con aportes a las campañas electorales) o por izquierda (con coimas). Esta situación, que aflora parcialmente en las crónicas periodísticas desde hace años, quedó en evidencia cuando salió a luz la trama de corrupción que enloda a Lázaro Báez y a todo el gobierno kirchnerista. Sin embargo, no fueron ni Clarín ni Carrió quienes destaparon la olla, sino el propio Julio De Vido, que para contrarrestar las denuncias contra Baéz publicó el “ranking” de los beneficiarios de la obra pública durante la “década ganada”, en la que amigo de Néstor recién aparece en el puesto 40.4 El ranking está encabezado por Techint, que embolsó 16.420 millones de pesos entre 2003 y 2015 en obras públicas nacionales. Le sigue Electroingeniería, con 15.494 y IECSA con 14.050 millones. En quinto lugar se encuentra la Corporación Americana de Eduardo Eurnekian, en séptimo Odebrecht, novena Esuco, decima Cartellone, onceava Roggio, decimotercera JCR y decimocuarta Chediack. Un poco más atrás están Supercemento, Petersen del Grupo Eskenazi, COARCO, IMPSA del Grupo Pescarmona y, detrás de Báez, Eleprint de Gustavo Weiss.5 La verdad, no se pueden quejar…
De Cristina a Macri
El negocio de la construcción, o al menos una parte de él, viene alicaído desde hace algunos años. Durante el último mandato de Cristina fue golpeado por el cepo al dólar, que afectó el mercado inmobiliario y redujo la construcción de viviendas en el sector privado. A ello se sumó la recesión, que agravó la situación. Desde que asumió Mauricio, las cosas no han mejorado. Durante 2016, la actividad se contrajo un 13,3% respecto al año anterior (que no fue bueno), y se perdieron más de 60.000 puestos de trabajo. Sin embargo, salvo alguna queja aislada, los popes de la construcción han sido oficialistas con Cristina, y lo siguen siendo con Macri.
Para quienes necesitan quedar bien con Dios y con el Diablo, las elecciones suelen ser un momento complicado. Las presidenciales de 2015, con un final cabeza a cabeza, lo fueron aún más. Por esa razón, los dirigentes de la construcción evitaron los pronunciamientos tajantes. Al mismo tiempo que mandaban a uno de sus principales dirigentes, Gustavo Weiss, a la cena de campaña de Macri, invitaron a De Vido a la 63º Convención Anual de CAMARCO. En la convención, realizada cuando Macri ya era presidente electo, se elogió los planes de vivienda del kirchnerismo y se reclamó su continuidad en tanto debía considerarse una “política de Estado”. El “homenaje” a De Vido no fue casual. Más allá de la excelente relación que los dirigentes de CAMARCO mantuvieron siempre con el titular del Ministerio de Planificación (Gustavo Weiss llegó a afirmar que era “el mejor ministro de la historia”), pretendieron con ese gesto marcarle la cancha a Macri. Con la actividad sumamente cuestionada por los manejos turbios y un presidente electo con pretensiones de reducir el gasto, los fastuosos negocios de antaño corrían peligro. Destacar los programas de vivienda bajo el kirchnerismoera una forma de reclamarle a Macri la continuidad de la obra pública. La campaña prosiguió durante diciembre y enero, cuando las autoridades de CAMARCO reclamaron públicamente los pagos adeudados de los contratos de obra. Es que el macrismo se tomó algunos meses para revisar licitaciones y contratos, y las deudas se fueron acumulando. Agitando los índices negativos que afectaban a la actividad y denunciando la pérdida de puestos de trabajo, salieron a exigir que Macri pague las deudas de sus predecesores.6
Los lazos con las nuevas autoridades, sin embargo, se recompusieron bastante rápido. Para mayo de 2016, el presidente de CAMARCO Juan Chediack ya estaba anunciando la inminente “reactivación” del sector, a pesar de que los números indicaban lo contrario. Elogió, a su vez, la “capacidad de gestión” del equipo económico, con quienes se reunían “a diario” para estudiar los proyectos de licitación, “obra por obra”. ¿Qué había cambiado en tan poco tiempo? El Gobierno había liberado el dinero para la obra pública. Como señaló Chediack, “los brotes verdes son los llamados a licitación que se producen en Vialidad Nacional, AYSA y Vivienda social”.7 En octubre de 2016, se realizó una nueva Convención Anual de la entidad, a la que asistió el gabinete en pleno, encabezado por el propio Macri, que además de “transparencia”, prometió multiplicar la obra pública. Chediack respondió con nuevos elogios: “está haciendo las cosas de manera correcta, aplicando un modelo basado en la inversión y la competitividad, para encauzar la economía de nuestro país en el actual contexto mundial”.8
En diciembre, asumió la presidencia de CAMARCO nuevamente Gustavo Weiss, claramente identificado con el kirchnerismo. Sin embargo, tampoco escatimó elogios para Macri. Con todos los indicadores del sector a la baja, no dudó en felicitar a Macri por las medidas de fondo tomadas, como el fin del cepo cambiario, la normalización del INDEC y el arreglo con los holdouts. Cuando el propio Macri había calificado su gestión con un ocho, Weiss, rápido para chupar las medias señaló: “en algunas áreas, como esas medidas decisivas le pondría hasta un 10. En otras, 7 u 8”. Y agregó: “El sector vive en el paraíso a comparación de lo que sufría hace un año atrás”.9 En marzo de 2017, Weiss fue uno de los dirigentes empresarios que valoró positivamente el discurso de Macri en la apertura de sesiones legislativas. A contramano de muchos industriales, que tenían más quejas que elogios, Weiss destacó el anuncio del “plan de infraestructura más ambicioso de la historia”, ya que abriría “un camino de inversiones y trabajo”. Se ve que la crisis del sector no lo afectaba, ni a él ni a sus socios. Es que su negocio no está en la construcción privada que se contrae con la recesión, sino en los millones provenientes de la inversión estatal, que el presidente promete multiplicar. Por eso Weiss destacó la “enorme cantidad de licitaciones de obra pública que se realizaron el año pasado y que este año continuarán en gran número”.10 Macri, a quien Weiss calificó de “estadista”, respondió abriendo (una vez más) la billetera. En abril de este año anunció un plan para la construcción de 100.000 viviendas, por el que se firmó un acuerdo entre el gobierno, la Cámara de la Construcción, los bancos públicos y privados y los sindicatos (UOCRA y Sanidad). Mientras el Gobierno se comprometió a garantizar créditos subsidiados y rebajas de impuestos, y los sindicatos accedieron a mejorar la productividad reduciendo el ausentismo en el sector, la Cámara hará lo que hace siempre: hacer buenos negocios con los dineros públicos.11
Desarrollistas
El alineamiento sin fisuras con Macri de una Cámara de la Construcción que se había cansado de rendir pleitesías al kirchnerismo nos habla no solo de la naturaleza del negocio que representan, sino también de las características del gobierno de Mauricio. Que empresarios que viven básicamente del presupuesto estatal se deshagan en elogios a la nueva administración muestra lo lejos que está Macri del liberalismo. Como la burguesía industrial de mayor tamaño, que también necesita de los recursos estatales para sobrevivir, la industria de la construcción es básicamente desarrollista. Y Mauricio claramente colma todas las expectativas.
Frente a la crisis, la burguesía desarrollista y sus gobiernos proponen un ajuste que no los alcanzará: reducir el empleo público, aumentar la productividad, bajar los costos laborales y los subsidios al pequeño capital. Pero evitan a toda costa afectar los mecanismos de protección y transferencia de ingresos que los benefician a ellos, los grandes patrones. De allí que los dirigentes de CAMARCO no escatimen elogios al presidente cuando la actividad y el empleo en el sector no dejan de caer: claramente, no son ellos los afectados por la crisis, sino los pequeños capitales que ni aspiran a acceder a las licitaciones. Los grandes capitales de la construcción, que disfrutaron las mieles del kirchnerismo mientras hubo recursos para sostener las inversiones en obra pública, hoy son macristas de la primera hora. Es que el desarrollismo y su apuesta a mejorar la competitividad sistémica gastando millones en infraestructura, auguran negocios aún mayores a los que proponía “el mejor ministro de la historia”. Millones producidos con nuestro sudor, que gastan otros, mientras nos exigen ajustar los cinturones porque “se acabó la fiesta”. Se ve que esa fiesta, a la que nunca fuimos invitados, para algunos no terminó…
Notas
1Ver Sanz Cerbino, Gonzalo: “La lógica del enemigo. Los programas de la burguesía argentina y sus límites, 1955-1976”, en Razón y Revolución, nº 29, 2016, disponible en https://goo.gl/7JSugE; Sanz Cerbino, Gonzalo: “¿Un desarrollista detrás de los uniformes? La política económica de Martínez de Hoz”,en El Aromo Nº 95, marzo-abril de 2017, disponible en https://goo.gl/7i4ixi; ySanz Cerbino, Gonzalo: “¿Un liberalismo desarrollista?”, en El Aromo Nº 90, mayo-junio de 2016, disponible en https://goo.gl/rqyYdv.
2https://goo.gl/hwDNUw, https://goo.gl/radFu0 y https://goo.gl/5dfWQu.
3https://goo.gl/WJLquK, https://goo.gl/fqk3wP, https://goo.gl/dDkrg1, https://goo.gl/p43999, https://goo.gl/6Ipb5J yhttps://goo.gl/hwDNUw.
4La trampa de DeVido es que al no contabilizar para el ranking las obras de provincias y municipios, tanto Baéz como otros contratistas “amigos” se ven relegados en el ranking.
5Ministerio de Planificación Federal: “2003-2015. Participación de empresas en obras públicas nacionales”, 2015.
6https://goo.gl/fK3s2g y https://goo.gl/OjY0r3.
7https://goo.gl/hFLd8A.
8https://goo.gl/By2e3N.
9https://goo.gl/s8m1Fu.
10https://goo.gl/SHngYP.
11https://goo.gl/X17lqP.