El capitalismo se basa en la explotación, el lector ya lo sabe porque lo explicamos en La Hoja Socialista nº 1. La burguesía, dueña de los medios de producción, obtiene de nosotros, los trabajadores que solo tenemos nuestros brazos, un plusvalor que es su ganancia. El Socialismo, por el contrario, supone la propiedad colectiva de los medios de producción. Mediante la revolución, la clase obrera expropia a la burguesía y se convierte en dueña de lo que realmente le corresponde. Al eliminarse la propiedad privada, se elimina también la ganancia. Ya no van a existir los parásitos que viven del trabajo ajeno.
En el número anterior de La Hoja explicábamos como esto liberaría el trabajo y nos permitiría disfrutar del ocio verdadero. Lo que le proponemos en esta ocasión al lector es un ejercicio que nos permite tener una imagen parcial y aproximada de lo que nos puede ofrecer una sociedad que eliminó la ganancia. Veamos.
Todo burgués tiene que resignar parte de su ganancia para reparar las máquinas y, en ocasiones, renovar su stock de tecnología. Ese gasto el socialismo no lo va a eliminar, sencillamente porque constantemente avanzará en el desarrollo de la ciencia y de la técnica. Así logrará construir máquinas mejores y más eficientes, que simplifiquen y minimicen el trabajo humano. Pero el grueso de la ganancia capitalista, no se dedica a ello, sino a los grandes gastos superficiales a los que nos tienen acostumbrados los burgueses: canillas de oro, autos bañados en diamantes, vacaciones en el espacio, y un largo y ridículo etcétera. Todos son casos reales, no exageramos. Esa parte de lo que constituye la ganancia capitalista sí tendrá otro destino en el Socialismo. Será para el disfrute del conjunto de la sociedad.
Comencemos el ejercicio. Obviamente, las cuentas actuales de la burguesía no son claras y no muestran a ojos vista las ganancias y los gastos de los capitalistas. Pero tenemos formas de aproximarnos a ellas. Por ejemplo, en todo 2016 en la Argentina se fugaron 11.966 millones de dólares. Es claro que esa plata no tiene que ver con la renovación del stock ni con el avance tecnológico, sino una parte (solo una parte) del consumo del capitalista. Ahora bien, ¿qué destino podrían tener en una sociedad diferente?
Pensemos en la salud. Ese dinero pagaría unas 200 clínicas con 10 quirófanos cada una, sala de maternidad, neonatología, cuidados intensivos, camas para 180 pacientes y su propio centro de diagnóstico con dos resonadores magnéticos, dos tomógrafos y un angiógrafo. Eso si tomamos las cuentas de los últimos sanatorios construidos por Galeno, que incluyen también la ganancia para la empresa constructora y todos los proveedores de insumos, además de todos los gastos oscuros a los que nos acostumbra la burguesía. Es decir, una cuenta aproximada que tiende a minimizar el alcance real de esa riqueza en manos de los obreros.
Vayamos al problema de la vivienda. La mejora general de una villa miseria, según el Banco Interamericano de Desarrollo, cuesta aproximadamente 5 mil dólares por familia. Con ese gasto se aseguraría red vial pavimentada, agua, alcantarilla, drenaje, alumbrado público y título legal. Es decir, con la suma anterior podríamos ofrecer una vivienda decente a casi dos millones y medio de familias. Insistimos, todos números muy conservadores. ¿Y escuelas? Alcanzaría aproximadamente para 3.150 escuelas con 25 aulas cada una, si tomamos por buenos los cálculos del Plan Aurora en Córdoba que, como suele ocurrir en la obra pública, sus costos están inflados. Todo esto, recordemos, con los dólares que se fugaron en un solo año. Uno solo. Piense qué se podría hacer en cinco o seis.
Podríamos seguir tomando diferentes indicadores del destino de la ganancia capitalista para ver los beneficios sociales que producirían, si la sociedad estuviera dirigida por los verdaderos productores de la riqueza. Y sin embargo, solo lograríamos presentar una pequeña, muy ínfima, imagen de las potencialidades de una sociedad que no se basa en la ganancia, sino en las necesidades humanas.