“Hay pactos subterráneos que no se iban a echar a perder por un expediente”
Entrevista al periodista y abogado Horacio Lutzky, sobre el encubrimiento del atentado a la AMIA, la dirigencia judía y el acuerdo bilateral con Irán
Fabián Harari
Valeria Sleiman
LAP-CEICS
En su libro, Brindando sobre los escombros, Horacio Lutzky condensa una investigación de más de 15 años sobre el papel de la dirigencia judía, el Estado argentino e Israel en el encubrimiento del atentado a la AMIA. En esta entrevista, indagamos sobre esa trama, sobre los vínculos del Estado de Israel con la dictadura y sobre el acuerdo con Irán.
Horacio Lutzky es abogado y periodista. Fue director del periódico Nueva Sión (1991-1995 y 1999-2000) y de la sección de noticias de la señal Alef Network (1995). A partir de sus críticas a la dirigencia comunitaria, se lo despidió de ambos medios. Fue observador en el juicio oral y público de la causa AMIA y asesor parlamentario ad honorem para el dictamen acusatorio contra la Corte Suprema de Justicia de la Nación, por su mal desempeño en la investigación del atentado contra la Embajada de Israel. El año pasado, publicó su libro Brindando sobre los escombros (Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2012), una investigación donde describe las maniobras de encubrimiento del atentado a la AMIA de la dirigencia judía, en colaboración con el Estado argentino y con la diplomacia israelí y norteamericana. El Aromo se acercó para discutir con él estos temas. Aquí, lo más importante de la charla.
Horacio, ¿cómo llegó a esta investigación?
Siempre traté de congeniar dos intereses: la cuestión jurídica y el periodismo. En la post dictadura apareció un medio que unía esas pasiones. Se identificaba con los derechos humanos y con una ideología de izquierda dentro de la comunidad judía: un periódico llamado Nueva Sion. Me acerqué y empecé a colaborar. Teníamos una mirada muy crítica con el establishment comunitario. Pasó el tiempo y me ofrecieron la dirección. Con amigos, uno de ellos Marcos Doño -que estaba en la redacción y fue detenido-desaparecido en la época de la dictadura-, pergeñamos la idea de hacer un programa y luego una señal de televisión. La idea necesitaba de capitalistas. Había dos grupos, uno inversor y otro de trabajadores. Quedé como vicedirector del último. Rápidamente, uno de los accionistas se comió al resto: Rubén Beraja. Era presidente del Banco Mayo, de la DAIA y del canal. En la dirección de noticias, manejábamos la línea Marcos Doño, Roxana Levinson -familiar de víctimas en ambos atentados- y yo. Éramos un grupo muy sólido en lo ideológico y pensábamos que el canal no tenía que tener otro objetivo mayor que el de denunciar impunidad, que ya estábamos viendo. Empezamos a salir en los primeros programas con revelaciones fuertes, que son las mismas que diecinueve años después se están dando por probadas, es decir, que había una fuerte conexión local, que había que investigar a la policía y a los servicios, que había una pista siria y que el menemismo estaba encubriendo.
Ahí comenzamos a sufrir episodios de censura por parte de la dirección del canal. Por un lado, despidieron a los trabajadores que estaban en la dirección de noticias y llegamos a enfrentamientos, que en ese momento no teníamos tan en claro a qué obedecían. Pensamos que eran temas financieros. Pero no era así. Llegó un momento en que tuve que entrar hasta con un oficial de justicia para sacar material periodístico. Sostuvimos una pelea con intercambio de cartas documento, con denuncias y demás, que duró un año aproximadamente. Anularon el departamento de noticias, fomentaron enfrentamientos internos y le impidieron entrar a gente del canal. Antes que destruyeran el material, yo hice una acción para poder entrar a buscar mis cosas, porque habían puesto seguridad interna, que era gente del Banco Mayo. Ocuparon de facto el canal. Ese fue el episodio que me hizo entender que algo estaba tremendamente mal, porque uno por lógica espera que los criminales no contribuyan al esclarecimiento y traten de desviar las investigaciones, pero lo que es absolutamente escandaloso es que representantes de las víctimas sean quienes están en contra del esclarecimiento. Ahí es donde nace una sospecha que después se fue solidificando.
Usted en su libro relata los vínculos de la dirigencia comunitaria y de Israel con la dictadura…
Tendría que hacer una diferencia: la comunidad judía y la dirigencia. La comunidad judía ha sido particularmente perseguida por la dictadura. Eso tiene que ver tanto con un compromiso con las causas populares como con una visión prejuiciosa y antisemita de los dictadores. Un presidente de la DAIA tuvo un hijo secuestrado por la dictadura militar, Nehemias Resniki. Pudo salvar al hijo y siguió siendo el presidente de la DAIA. Hubo otro caso: Jaimovich, era presidente de la DAIA de Córdoba y su hija murió y hoy pertenece a las asociaciones de familiares de detenidos y desaparecidos. En el caso de Resniki, hubo quienes criticaron duramente que no haya renunciado y hay quienes marcan que a partir de ahí empieza un giro de no denunciar, un pacto de no-agresión. Sea cual fuera la explicación, es cierto que la DAIA tuvo una actitud macartista con los perseguidos que iban a solicitar ayuda. Les cerraba la puerta, los ninguneaba. Israel, en esos años, en su búsqueda de desarrollar su industria militar, encontró un nicho interesante en Argentina, pero particularmente en dos momentos: cerca del año ’78, ante el conflicto del Beagle, y especialmente en las postrimerías de guerra de Malvinas y en el comienzo, donde prácticamente era el único proveedor. En el medio de esos períodos, también hubo abastecimiento. Entonces paradójicamente el régimen militar, que tenía una ideología radicalmente antisemita, sostenía relaciones muy cordiales y amables con el Estado de Israel.
Vamos al corazón de su libro, allí cuenta, nombre por nombre, cada uno de los dirigentes que tuvo la DAIA y muestra sus conexiones con el poder político en los ’90.
El libro está enfocado en la cuestión del encubrimiento y el apoyo de cierta dirigencia judía a los encubridores. Dentro de esa mirada hay un momento, que es el que está representado en la tapa del libro, que me parece simbólico, porque es la foto de dos presidentes de la DAIA homenajeando a un procesado por encubrir la investigación del atentado: el comisario Fino Palacios. Hay dos de esos dirigentes de los años ’90: José Hercman, quien era el presidente de esa entidad en ese entonces, y Aldo Donzis, quien fue hasta hace muy poco presidente de la DAIA. Lo que muestra la foto es, desde Beraja hasta los años 2000, una línea única y uniforme. Otro personaje interesante en la foto es el comisario Santos, uno de los involucrados en la represión en Plaza de Mayo en diciembre del 2001 donde murieron 30 personas. Y el otro es Carlos Soria, que integraba la comisión bicameral de seguimiento, que fue más bien de encubrimiento, que tenía lazo directo con la SIDE y que estaba claramente interesado en que no se investigue absolutamente nada. Otro dato de Soria es una foto donde están compartiendo una cena con Priebke. Hercman tuvo de inquilino a un agente iraní, un pescado gordo y la gente dice que fue casualidad. Son todas las casualidades permanentes…
Lo curioso es que a la semana siguiente de ese acto tenían que empezar a declarar todos los policías. Una semana antes, hicieron un acto de homenaje. Un escándalo. Pensemos que entre los dos atentados hubo una docena de policías que no estuvieron donde tenían que estar. Entonces, esto solo, indica por dónde había que empezar a investigar.
¿Puede describirnos a la dirigencia judía, más allá de Beraja?
Roberto Zaidemberg fue un abogado que tuvo participación en algunos tramos de la causa como mano derecha de Rubén Beraja. Apareció imputado en las investigaciones por el vaciamiento del Banco Mayo como titular de una de las empresas beneficiarias de presuntos autopréstamos. Mediante ese mecanismo, el Banco Mayo recibió 298 millones de pesos-dólares que desaparecieron en cuestión de no más de siete semanas. En los tiempos siguientes se dedicó a hacer lobbie en favor de Galeano: mandar cartas a los diarios y denunciar a los familiares que criticaban la historia oficial.
José Hercman fue un contador que hizo fortuna en la época de las privatizaciones de Menem, básicamente, como asesor del grupo Meller. Fue de las personas del riñón de Rubén Beraja y fue presidente de la DAIA, después de él. Pero ni bien comenzó a trabajar como dirigente en la DAIA, en el año ’91, realizó un contrato de locación con un agente iraní, que fue acusado de ser parte de la trama local del atentado. No denunció oportunamente que tenía semejante personaje como inquilino, quien manejaba las finanzas de la embajada de Irán y, por eso, ésta le salió de garante. Ese inquilino representaba a una empresa conocida como GTO, que se encargaba de exportaciones-importaciones. Está claramente identificada como la responsable de las triangulaciones y la obtención de armas en distintas partes del mundo.
Jorge Kirszenbaum concentraba todo el poder comunitario: negocios y lo que movía la Fundación Banco Mayo. A partir de ahí, se convierte en incondicional de Beraja y, en los años siguientes, va a ser uno de los presidentes de la DAIA. Defendió la historia oficial, diciendo que si cae Galeano, cae la causa AMIA. Últimamente se lo vio como abogado defensor de De La Rúa.
¿Cuál es su hipótesis sobre el origen el atentado a la AMIA?
En los años ‘90, agentes iraníes como John Pashai hacían sigilosas compras de armas y explosivos a Fabricaciones Militares en Argentina, mientras Irán presionaba al gobierno argentino para que cumpliera con la entrega de material y tecnología para el desarrollo de su planta nuclear, compromiso obligado por un contrato millonario. Estados Unidos e Israel favorecieron la ruta iraní de armas argentinas para los musulmanes bosnios, pero se opusieron rotundamente a la provisión de elementos para el desarrollo nuclear de Irán. En Buenos Aires, los tres países mantuvieron un inestable acuerdo en el envío de armas a los Balcanes, pero se enfrentaron duramente en dos bandos opuestos respecto del cumplimiento del convenio nuclear, objetivo estratégico central del país de los ayatollahs. La pulseada fue perdida por Irán, que en diciembre de 1991 vio cómo el embarque de material nuclear que le estaba destinado -ya cargado en el puerto bonaerense de Campana- fue abruptamente suspendido por presión de Estados Unidos. Entre los intentos de apaciguar la indignación iraní, negociadores argentinos se comprometieron a suministrar armas y explosivos para los combatientes islámicos que enfrentaban a los serbios en Bosnia, con el aval de Estados Unidos. Irán aceptaría el “premio consuelo”, pero no dejaría de tomar revancha. Esa tensa relación podría justificar el espionaje que los ineficaces servicios de inteligencia argentinos desarrollaron sobre la sede diplomática iraní antes de los atentados. En el descontrolado tráfico de armas y explosivos intervinieron agentes iraníes, que para los envíos actuaban en obligado acuerdo con representantes de Croacia, punto de ingreso por mar hacia Bosnia. Al menos parte de los embarques de explosivos se hicieron en un sector del Puerto Nuevo de Buenos Aires, de cuyas inmediaciones salió el volquete depositado en la puerta de la AMIA, minutos antes de la explosión. El volquete era de propiedad de Nassib Haddad, quien no podía justificar grandes compras del explosivo amonal, realizadas en los meses anteriores. Haddad fue detenido a pocos días del atentado, pero liberado en cuestión de horas tras urgentes gestiones del coronel Carlos Franke, jefe de Fabricaciones Militares. Muchos nombres que aparecieron como sospechosos con el tráfico ilegal de armas desde Argentina, en los años ’90, y en los atentados a la Embajada de Israel y la AMIA, venían realizando operaciones con nuestro país desde los años de la dictadura militar. Allí se entrecruzaron oscuros negociantes argentinos, israelíes y de otros puntos de Medio Oriente.
La política secreta y los negocios sucios diluyen los límites entre criminalidad y cuestiones de Estado, y con ello, obturan las posibilidades de obtener verdad y justicia. Más alla de consideraciones humanitarias, los intereses estadounidenses –respaldados por Alemania y el Vaticano- pasaban por repeler las intenciones expansionistas serbias y el tráfico ilegal de armas era un elemento esencial. Una investigación promovida por la bancada republicana del congreso norteamericano, sintetizada en un informe de más de 700 páginas -Final report of the select subcommitte to investigate the United States role in iranian arms transfers to Croatia and Bosnia- de octubre de 1996, documentó cómo el gobierno de Bill Clinton habilitó “luz verde” al canal iraní de contrabando de armas para los musulmanes de Bosnia. Otras investigaciones independientes, demuestran que la trama comenzó antes, bajo el mandato de George Bush (padre), como política que fue llamada de “ojos cerrados”, donde los norteamericanos conocían perfectamente el tráfico, pero no intervenían pese a su carácter de garantes del embargo dispuesto por la ONU. El modelo incluía fondos sauditas tal como antes se había hecho en Afganistán apoyando a los combatientes islámicos para echar a los soviéticos. Con Clinton, la colaboración fue activa y directa, con la intervención del embajador norteamericano en Croacia, Peter Galbraith, que realizó desesperadas gestiones para frenar los reiterados enfrentamientos armados entre croatas y musulmanes, que por meses impedían la llegada de los suministros iraníes para Bosnia (a través de Croacia). La condescendencia secreta con los iraníes contradecía el discurso público norteamericano. El asunto se reactualizó años después, cuando quedó en evidencia que entre los miles de combatientes islámicos o “mujaidines” que actuaron en Bosnia y accedieron a armas con el visto bueno estadounidense, figuraban militantes de Al Quaeda, ligados directamente a Osama Bin Laden, quien recibió un pasaporte bosnio. Entre ellos, el 2° comandante de Al Quaeda -Ayman al Zawahiri- y Khalid Shaikh Mohammed, que también obtuvo ciudadanía bosnia. Mohammed es considerado el cerebro de los ataques a las Torres Gemelas en el 2001. Si bien en 1996 el congreso norteamericano se había interesado en investigar estos oscuros lazos, después de los miles de muertos en el World Trade Center, ni demócratas ni republicanos desearon volver a revisar nada sobre el tema. Tampoco les resultaba atractivo que se expusiera a la luz pública cómo algunos de los miembros de la red iraní, que armaba a los bosnios contra los serbios, contaron con todo tipo de apoyos en Buenos Aires para traficar armas y explosivos, hasta que se produjo el atentado a la AMIA, por el que acusan precisamente a un grupo iraní.
Acá hubo representantes de los bosnios-musulmanes, entre los cuales aparecen militares que actuaron en la dictadura. Uno de ellos, del entorno de Massera. Aparece involucrado también Al Kassar, que tuvo un embargo de cuentas en una causa que llevaba el juez Baltasar Garzón. Al Kassar era el apoderado del gobierno argentino para la venta de armas. Los croatas se quedaban con un 30, 40 o 50% de los envíos, según distintas estimaciones. Le cobraban un impuesto de tránsito. Entonces, los iraníes ponían dinero para obtener armas. Pero no siempre las armas llegaban a destino. Lo importante es que a cinco o diez minutos de la AMIA, había un almacenaje descontrolado de toneladas de armas y de explosivos, en cuyo tráfico estaban interesados agentes sirios y agentes iraníes con el visto bueno de Estados Unidos, de Israel y la participación de Argentina.
O sea que habría una vinculación entre la AMIA y la explosión de Río Tercero…
Siempre se intentó de que estas causas no tuvieran ningún punto de contacto. Lo que se presentó durante tantos años engañosamente como un accidente, hoy está demostrado que fue un crimen de Estado para encubrir -en mi opinión- no sólo el tráfico de armas, sino también las derivaciones con el atentado a la AMIA. Esa es mi hipótesis.
Por lo que usted sugiere, el motor del atentado tiene un contenido más económico: la suspensión de los contratos por el proyecto Cóndor.
Eso, sumado a la irritación siria que, por ese momento, había prohibido el ingreso de Menem a su país, debido a que había estallado el escándalo con la familia Yoma. Había amenazas de vendetta, incluso de la familia política del presidente, porque la habían procesado a Amira. Había reclamos de Assad que fueron públicos. O sea, el incumplimiento con el embarque de material nuclear sin dudas fue algo así como un casus beli para los iraníes. En el lapso de unos pocos meses, se había desarrollado la necesidad, tanto de Irán como de Siria, de producir algún contraataque importante.
En el ámbito público se habla de la famosa traffic, ¿por qué usted problematizó su existencia?
La traffic aparece en la causa apenas dos horas después del atentado, insertada por el comisario Castañeda, que está procesado por destruir pruebas. En ese momento era absolutamente imposible determinar que existía una traffic blanca, como dice él en una de las primeras fojas. En las actuaciones siguientes, se sabe que hubo apretadas a testigos para que dijeran haber visto una traffic. Por ejemplo, hay una testigo que era ascensorista de la AMIA y que vio cómo desde una camioneta se bajaba una pila de bolsas de materiales de construcción y se la dejaban al costado derecho de la AMIA. La AMIA estaba en refacciones, pero resulta ser que el corralón de materiales, en realidad, ese día jamás llegó a enviar ningún pedido. Con lo cual, no se sabe quién dejó eso y no se sabe qué tenían esas bolsas, que esta testigo con toda su inocencia describió con lujo de detalles. Pero a nadie le interesó profundizar sobre esa vertiente. El volquete que se dejó en la puerta de la AMIA, cinco minutos antes del estallido (o de los estallidos), era de propiedad de un señor que tenía su depósito a unos escasos cien metros, de donde salía el tráfico de explosivos y de armas, que además era un referente importante del centro islámico, al que concurrían tanto los Menem como Al Kassar. Ahora, si en realidad entró circulando por Pasteur una camioneta traffic, conducida por un señor con rasgos árabes, que fue vista por una testigo vinculada a un miembro de Bomberos, que fue absolutamente contradictoria en su testimonio (que se quebró incluso), que en un momento dijo que “lo miró a los ojos fijamente y que se asustó por la apariencia árabe del que iba manejando”… En fin, esa hipótesis de una camioneta que viene de Foz de Iguazú volando, con un señor con turbante y se estrella contra la AMIA, deja afuera cualquier otra especulación.
La pista siria digamos…
La pista siria y la pista de la zona liberada. La pista del tráfico de armas, lo cual no implica que no haya habido señuelos.
Estaban también las negociaciones de Siria e Israel por el Golán.
Bueno, eso es uno de los motivos por los cuales después se decidió que a Siria había que dejarla afuera de toda responsabilidad, sumado a que Siria hizo los deberes con occidente en reiteradas oportunidades. No nos olvidemos que cuando fue el envío de naves al Golfo por parte de Argentina (1991), Siria estuvo en el mismo bando. Y no nos olvidemos que pese a todo, pese a la retórica inflamada, la realidad es que la frontera entre Israel y Siria ha sido, a lo largo de décadas, la más tranquila. Entonces, hay pactos subterráneos y no se iban a echar a perder por un expediente en el extremo sur del continente.
No es raro que las primeras pericias las haya hecho el Mossad. Ellos deberían saber algo…
Bueno, un poco yo lo cuento. Yo tomé un libro (que se llama justamente Mossad), que confirma esta hipótesis. O sea, cuenta que hubo agentes del Mossad que fueron a patearle la puerta a sus directivos y les dijeron “olvídense de este expediente, se archiva”. Claro que lo sabían.
El kirchnerismo gobernó durante diez años y casi no hubo avances en la causa. ¿Es responsable también de que la causa no haya avanzado?
Sí, claro. Pero tampoco puedo perder de vista que, cuando asume esta gestión, pasaron nueve años de destrucción sistemática de pruebas. Milagros no se pueden hacer. Lo que sí se puede hacer es ir a fondo con el tema del encubrimiento, y ahí es donde yo creo que se puede hacer mucho más de lo que está haciendo la actual gestión.
¿Qué opina del memorándum que se está votando en el Congreso?
El memorándum en sí creo que es inconducente, que tiene serios defectos conceptuales y técnicos y que no va a servir para lo que supuestamente se propone. Yendo a lo técnico, hay una cuestión que me parece elemental: si se aprueba el memorándum, por ley interna pasa a ser un tratado. Según nuestra Constitución, un tratado tiene un rango superior al de una ley interna. Si ese tratado sostiene que las declaraciones se van a producir después de realizarse una cantidad de procedimientos, eso significa que el Estado argentino, por una ley superior, aceptó un compás de espera. Ese compás de espera, sancionado por un tratado, es absolutamente contradictorio con una orden de detención y comparecencia inmediata, como serían las alertas rojas de Interpol. Con lo cual, si cualquier interesado se presentase ante el juez argentino a decirle que cumpla con esa ley superior, el juez Canicoba Corral debería comunicar a Interpol que quedan sin efecto esos pedidos de comparecencia inmediata, porque el Estado se comprometió a un compás de espera y carece de sentido el alerta roja. Entonces, lo único cierto es que los iraníes van haber logrado ese efecto, que es el que les preocupa. Después, lo que interesa es lo que nunca se terminó de profundizar: la materialidad del hecho del encubrimiento. Lo único que tenemos en concreto, y con procesamientos firmes, es que hubo una gigantesca maniobra para encubrir. Bueno, tenemos que saber por orden de quién, para qué y para encubrir qué. Y sin tomar como cierto nada de lo que se toma dogmáticamente. Ni siquiera la existencia de la famosa camioneta, porque a lo largo de estos años todo lo que eran verdades absolutas se fueron desmoronando. Entonces, hay que tomar nuevos caminos, como el tráfico de armas.
Por lo que se ve, ni el gobierno, ni la oposición parecen interesados en avanzar realmente sobre la causa…
Por lo menos hasta ahora, es muy deficiente lo que se está viendo.