Muñoz: “Se torna insostenible la antinomia indígena/no indígena”
AIM DIGITAL
12-3-2015
La filiación indigenista no permite a los integrantes de las comunidades reconocerse como obreros desocupados, lo que legitima la violencia del gobierno que se apropió de consignas para justificar una disyunción que niega la pertenencia del colectivo a la del resto de sus congéneres que padecen la violencia estructural del Estado de clase que les cercena el derecho a la vivienda, salud y la educación, explicó a AIM Roberto Muñoz.
En Argentina “se torna insostenible en términos estructurales la antinomia indígena/no indígena”, indicó a esta Agencia el doctorando en Historia, quien señaló que “si se identificaran como clase obrera desocupada lo que se impondría es el reconocimiento en sí del sujeto”, lo que permitiría romper con la fractura al interior de la misma clase.
Para sostener esa premisa Muñoz detalló que desde el Ceics se avanzó “en la caracterización social de lo que comúnmente se denominan como ‘pueblos originarios’ o ‘pueblos indígenas’ y cuando se analizó la condición social de estos sujetos se observó que la forma concreta de reproducción de esa población es la condición de obreros desocupados, a diferencia de lo que dice el grueso de la producción académica sobre este tema que los construye poniendo el foco en la identidad, delimitándolos por fuera del desarrollo capitalista general de la Argentina”.
La condición de obreros se justifica en que población de esa zona que se piensa como ‘un otro’ “fue proletarizada hace ya, por lo menos, un siglo; en el caso de Chaco incorporándolos como cosecheros transitorios del algodón, aunque previamente eran fuerza de trabajo de los ingenios y en la actualidad, mecanizadas esas actividades y al no haber sido absorbidos por otras, pasan a ser clase obrera desocupada y en ese sentido es una de las fracciones más pauperizadas de la clase y es lo que explica que concentran los peores índices sociales, ya sean de mortalidad infantil, desnutrición y todo lo que tiene que ver con condiciones de vida”.
Ante ese diagnóstico, el investigador afirmó que la dirigencia indigenista “se detiene en un aspecto secundario de la reproducción de esta población y de ahí surgen las consignas centrales de los movimientos campesinos e indígenas, ya que muchas organizaciones adscriben a esa identidad: campesina e indígena”. En ese sentido, explicó “se detienen en el supuesto carácter de productores agrarios, de productores que verían mutiladas sus posibilidades de reproducción en tanto tal”. Pero en contraposición a esta falsa representación, si se partiría que las condiciones de reproducción de la vida de estos sujetos tienen que ver con su condición de obreros desocupados “la tarea que se impone no es la reforma agraria sino luchar por las condiciones de vida digna que son las mismas por las que lucha el conjunto de la clase, es decir, vivienda, salud, educación”, aunque aclaró que “recuperar las tierras es una lucha válida e importante que no está dada por su condición de agricultores sino por mantener su espacio de vivienda”.
Trazada la hipótesis, el sociólogo enunció que no hay diferencia entre un desalojo en Chaco, Formosa o Misiones y uno en el gran Buenos Aires, ya que “son dos fracciones de la misma clase obrera luchando por sus condiciones de vida”.
Una cooptación que refuerza un imaginario falaz
Fiel a sus principios reaccionarios, el bonapartismo tardío del gobierno de turno que conduce el kirchnerismo logró cooptar a la mayoría de las comunidades con sus propias banderas de reivindicación histórica haciendo usufructo de una extorsión económica ante las necesidades estructurales de las poblaciones oprimidas del norte que se identifican erradamente como comunidades autóctonas.
Precisamente, Muñoz detalló que “cuando se observa la forma que se reproduce esta población se visualiza que la mayoría de los ingresos se consiguen, fundamentalmente, por los planes sociales, que en parte explica la cooptación que tuvo el kirchnerismo con las poblaciones indígenas, salvo el caso de la comunidad Qom ‘La Primavera’ y algunos otros más contados”. Así, el grueso de las organizaciones “adhieren al kirchnerismo que logró, al igual que con el movimiento piquetero, una regimentación, una cooptación en base a la distribución de planes sociales que se constituye en una de las únicas vías de ingreso de esta población”. Además, existen algunos puestos precarios estatales que tienen que ver con la supuesta reivindicación indígena “como los maestros bilingües, los agentes sanitarios indígenas y cargos municipales que no tienen salarios de más de 2500 pesos”. Estas variables develan las formas en que se reproducen estas poblaciones “sujetas a estos elementos y no a una supuesta relación especial con el monte y las posibilidades de desarrollo que tendría ese espacio con producciones tradicionales que son mutiladas por el avance del capital”.
Así, el kirchnerismo aferrado al relativismo cultural justifica la situación de miseria “haciendo propio los planteos más caros del indigenismo acerca del autonomismo por lo que sostienen que se le entregaron tierras, se respetan sus hábitats y tienen sus dirigentes, prácticamente, los tratan como una Nación vecina” por lo que, en ese sentido, el indigenismo “termina siendo una herramienta del kirchnerismo para justificar esta situación de miseria”.
En ese marco, “los casos de muerte por desnutrición de niños que pertenecen a una comunidad no significa que el resto de la población viva en una situación diferente”, ya que ejemplificó que según datos oficiales “hay provincias enteras del norte del país que carecen de sistema cloacal y de acceso al agua potable, es decir, hay una situación estructural donde vive el grueso de la población más allá de la identidad indígena o no”.