Por qué Razón y Revolución abandona la Fuentealba para armar la Corriente Nacional Docente Conti-Santoro
La Agrupación Sindical Carlos Fuentealba nació para presentar a los docentes entrerrianos una alternativa a las corrientes que dominan AGMER desde hace años. Los burócratas peronistas de
la Celeste, que negocian según convenga al gobierno de turno, o los opositores rojinegros, oportunistas radicales y macristas, se pelean por ver cuál de los dos acepta la paritaria más baja, cuál de los dos se adelanta a llenarse la boca con la “canasta básica” como non plus ultra de la miseria docente. La base de tal comportamiento no es un problema moral (“son chorros”) ni organizativo (son “burócratas”) sino su dependencia de los partidos políticos burgueses. Pueden ser
perfectamente honestos y democráticos, pero nunca representarán otra cosa que aquello que les conviene a los patrones. Obviamente, para que las “bases” no se rebelen, es necesario que la burocracia consiga algunas concesiones. A esas concesiones, que no son más que migajas, el peronismo los llama “conquistas históricas”. La Fuentealba, en su negación de la lucha política, su confinamiento a un basismo sindical sospechoso y su rechazo de toda organización, no razona de
manera demasiado distinta.
Los compañeros docentes entrerrianos se merecen mucho más que eso: no solo condiciones de trabajo y salarios mucho mejores, sino una herramienta con la cual construir una alternativa política independiente de los partidos patronales. Lo que implica además un combate ideológico contra el sentido común dominante. Dicho de otro modo, enfrentar a los patrones en todos los campos en los que ejercen su poder. A más de un año de su formación, la Fuentealba no dijo
presente en ninguno de estos campos de batalla. Es decir, representa un retroceso incluso en relación a la burocracia. En lugar de desplegar aquello que prometió ser, la Fuentealba se agota en mezquinas rencillas internas encabezadas por gente que carece de todo programa y, cuando logra balbucear alguna idea, repite las de aquellos que dijo combatir. Todo para juntar, la expresión no podría ser más correcta, “contactos” para las próximas elecciones sindicales. Eso es todo: el nacimiento de una nueva burocracia. En efecto, la Fuentealba no participó de la lucha docente de los últimos dos años.
No participó ni siquiera del evento más elemental para cualquier agrupación que busque defender los derechos de los docentes: la discusión paritaria. Se limitó a declamaciones pobres de contenido y generalidades vacías:
1) En El delegado nº 1 la Fuentealba dijo mantenerse en “estado de alerta” durante el 2015 para “garantizar” la reapertura de la discusión salarial y la efectivización de las discusiones sobre otros puntos vitales que distinguen a la paritaria entrerriana: vivienda y condiciones de trabajo. Incapaz de proponer un camino y un conjunto de acciones, se limitó a estar “alerta”. Por supuesto, no hizo nada más que eso.
2) En la paritaria 2016 tuvo apenas un rol testimonial, no siendo su planteo muy distinto al que pedía la burocracia Celeste-Integración y al que se arribó con el gobierno. La Fuentealba pidió un
salario inicial igual a la canasta básica de 15.600$ y, en un contexto inflacionario desatado, la reapertura de la paritaria recién en junio. Se colocó a la retranca del proceso, porque su propuesta no era muy diferente a la que se terminó arreglando, para beneficio de la estrategia macrista de reducir los salarios mediante la inflación. Frente al tarifazo y la inflación, el pedido de una cláusula gatillo hubiera sido más efectivo.
3) La Fuentealba repite consignas ajenas sin capacidad de crítica alguna. ¿Qué implica un salario igual a la canasta básica total? El rol del sindicato debe ser el de elevar las condiciones de vida de sus trabajadores. Pero la Canasta Básica Total no cubre más que los alimentos. Así, un salario que solo alcanza para eso reduce, al conjunto de los compañeros que recién se inician en la docencia, a la pobreza lisa y llana. La canasta de pobreza no considera, por ejemplo, la adquisición de bienes culturales ni servicios que son de primera necesidad para un docente, como internet. La reproducción de un docente, en tanto trabajador de la cultura, necesariamente excede los montos
que calcula la CBT: el maestro viaja, hace cursos, compra libros, va al teatro, necesita conexión a internet, acceso a material bibliográfico, etc. El salario inicial debería ser, por lo menos, equivalente a dos CBT. La consigna que la Fuentealba repite cándidamente, consolida la pauperización intelectual y moral de los compañeros, avala y auspicia el embrutecimiento generalizado de la docencia.
4) La Fuentealba limita su intervención a los momentos de discusión salarial con la patronal, como si ése fuera todo el problema y como si se resolviera con reclamar la CBT. Pero la precarización docente es una realidad que viene profundizándose hace por lo menos treinta años en todo el país, como consecuencia de la descentralización educativa llevada adelante por radicales, menemistas, kirchneristas y macristas. La descentralización, además de redundar en la fragmentación sindical, condena a los docentes de las provincias más pobres a salarios inferiores y peores condiciones de trabajo. Así, el “federalismo educativo” redunda en un gigantesco ahorro de recursos para el Estado nacional, a costa de los docentes, además de copiar la miseria local. La forma de superar la dispersión es levantar como consigna la unificación nacional del salario docente (Básico, antigüedad y cargo), y dejar únicamente librado a particularidades las variables correspondientes a zonas desfavorables por geografía.
5) Como venimos diciendo, la Fuentealba no parece advertir la importancia de superar la discusión meramente salarial. Las paritarias deben ser consideradas como una instancia más abarcadora y de
largo plazo que lo meramente salarial y sus consignas exceder el pedido de “salario igual a la canasta básica”. Dicho de otra manera, hasta la Celeste hace más por los docentes en este aspecto. En Entre Ríos nuestra paritaria incluye el problema de la vivienda, que afecta a miles y miles de compañeros, que o bien no tienen vivienda propia o bien viven en zonas inundables. Las condiciones laborales no son un dato menor. En escuelas cada vez más violentas, la actividad docente se vuelve cada día más insalubre. La Fuentealba no solo no ha hecho casi nada al respecto, sino que ni siquiera se lo ha propuesto.
6) La Fuentealba lucha contra “la privatización” del sistema educativo, suponiendo que el problema que enfrentan los docentes es la proliferación de escuelas privadas, fenómeno que no se verifica realmente. Mientras tanto, la educación en su conjunto, la pública y la privada, se degrada al punto de resultar insoportable para los docentes e inútil para los alumnos. La degradación de la educación es el tema central de la lucha docente, tema completamente ignorado por la agrupación, en nombre de un fantasma.
7) Poner al tanto de los compañeros del conjunto de problemas que hay que enfrentar, es una tarea elemental de toda organización que se dice “clasista”. En casi dos años de existencia, la Fuentealba no ha conseguido sacar más de dos boletines informativos, cuyo contenido no supera el nivel del sentido común. Es decir, la reproducción del statu quo.
8) Por ello concilia discursivamente con la burocracia. En sus documentos, la Fuentealba no eligió una estrategia de combate frontal. Prefiere matizar sus críticas, considerando “loables” algunas
de sus demandas. Para la Fuentealba, la burocracia es un conjunto de “compañeros” que se ha “desconectado” del mundo del trabajo. Para evitar la “burocratización”, entonces, enarbola la consigna del retorno periódico a los cargos. El problema central de la dirigencia sindical no es su carácter no obrero, sino el programa y el interés que representa: el de la burguesía. Con o sin “retorno”, la burocracia se reproduce sola, porque su esencia es la limitación corporativa a la discusión salarial.
9) Pretendiendo ser dirección, la Fuentealba toma decisiones que demuestran su incapacidad para tal función, como cuando otorga “libertad de acción” a los afiliados en relación a las elecciones sindicales en las que donde compiten dos fuerzas pro-patronales. Es decir, abandona a los compañeros en el momento mismo en el que hay que intervenir decididamente. Por ejemplo, llamando y militando por el voto en blanco y la consigna “compañero, no vote patrones”.
10) En el mismo sentido, la Fuentealba no supera el límite mental del capitalismo. La lucha por la “defensa de la educación pública” es un ejemplo. Eso no nos diferencia de las corrientes patronales, la CTERA, por ejemplo. Cuando CTERA defiende a la educación pública, le quita su contenido de clase y, tal como hizo el kirchnerismo, supone que el problema es el “neoliberalismo privatizador”. Nosotros no luchamos por una educación pública cuyo contenido no es otro que la reproducción de la ideología burguesa.
Nosotros luchamos por una educación socialista, es decir, al servicio de la lucha de los trabajadores por un mundo distinto. Defendemos una educación científica que devele los hilos que atan la dominación capitalista. No defendemos la educación degradada que brota de la naturaleza de las relaciones sociales en descomposición en las que vivimos. Por ello, reclamamos la centralización del sistema educativo, porque entendemos que frente a la fragmentación que sufre la clase obrera, un sistema educativo homogéneo mejoraría sustancialmente la calidad. Pero, sobre todo, luchamos contra la degradación del contenido de la educación burguesa, que condena a nuestros hijos a la ignorancia y transforma las escuelas en aguantaderos de chicos.
Algunos compañeros se preguntarán por qué no defendimos estas ideas dentro de la Fuentealba. Lo hicimos, pero estamos cansados de las concesiones políticas a “compañeros” a los cuales no les importa otra cosa que “rosquear” permanentemente en una “interna” ridícula de una agrupación que no reúne a más de 20 simpatizantes, siendo generosos e incluyéndonos a nosotros mismos. Esos “compañeros” son los que, en nombre de la lucha contra la “burocracia”, nos entretuvieron meses y meses en discusiones “organizativas” en las que se negaban a una centralización elemental y a una división de tareas más elemental todavía.
El resultado era obvio: gente que se reunía para hablar y hablar pero a la hora de hacer, nadie se hacía cargo. Cuando logramos imponer una estructura organizativa mínima, bastó que no pudiéramos concurrir a la siguiente reunión para que los compañeros “anarquistas” aprovecharan nuestra ausencia y dieran marcha atrás con todo lo acordado. Algo parecido sucedió cuando intentaron excluir de la agrupación a los compañeros docentes desocupados, es decir, a los jóvenes
estudiantes que están buscando trabajo. O cuando señalamos que no había que reunirse con la Rojo y Negro porque no había nada que hablar con ellos. Estos son solo botones de muestra. Sería largo,
tedioso (y vergonzoso) enumerar la serie de hechos de este tipo que se repiten
permanentemente.
Hace falta aclarar, sin embargo, cuál es la función de este comportamiento. Quienes se declaran “anarquistas” y rechazan toda organización, en realidad buscan construir un liderazgo personal, sin ninguna estructura que los controle. Así, el “anarquismo” organizativo resulta ser la cobertura de una burocracia en formación, a la que no queremos pertenecer ni queremos apoyar. Por eso nos vamos y por eso intentamos construir otra cosa, sobre nuevas bases.