Entre halcones y palomas. Macri y los partidos políticos
Macri intenta superar la crisis de los partidos acelerándola. Pero no tiene otra estructura similar para oponer. La salida del bonapartismo va a ser mucho más traumática de lo que cree todo el arco político burgués y, la oportunidad, mayor a la que cree toda la izquierda.
Juan Perrotat
LAP – CEICS
Macri llegó a la presidencia sin un armado territorial propio -a excepción de la Ciudad de Buenos Aires- y, por lo tanto, en profunda dependencia con un partido que sí lo tiene: la UCR. No obstante, una vez asumido el mando, dispone de una triple caja para intentar una construcción propia: el presupuesto de Nación, el de Ciudad y el de la Provincia de Buenos Aires.
La función del macrismo es desarmar el bonapartismo heredado. En términos políticos, eso implica restablecer los lazos entre la clase obrera y la burguesía, que se traduce en la primacía de la mediación institucional (burguesa) y la estabilidad del sistema de partidos en el marco de la democracia (burguesa, claro). Para eso, hay que reestructurar los partidos políticos y su funcionamiento. La dispersión del PJ debe dar lugar a una unificación y, del otro lado, debe haber otro partido organizado que opere como contrapeso y como reemplazo.
Uno de los proyectos más acariciados por Mauricio es el de construir un partido sólido y amplio, pero sin la incorporación de organizaciones de masas que presionen hacia el interior. El objetivo es sacar a la política de las calles (sin importar cuán controladas pudieran estar) y llevarla a los despachos. Hacia eso marcha el PRO, a través de una serie de debates internos, que giran en torno a dos problemas: la base de masas y la estrategia frente a los grandes partidos.
¿La base está?
Como se trata un partido relativamente nuevo, pequeño y carente de un armado nacional, se suele pensar al PRO como un espacio homogéneo y armónico. Sin embargo, esto no es así. Desde que Macri asumió la presidencia, el PRO decidió normalizar su condición legal en cada provincia, lo cual implica la elección de cargos provinciales con una posterior homologación de una Carta Orgánica. Debido a las internas propias de cada provincia, Macri –mediante Humberto Schiavoni, y Francisco Quintana- tuvo que intervenir los distritos y poner a sus propios dirigentes como “interventores”. Variados casos lo reflejan: Catamarca, Corrientes, Misiones, Jujuy, Chaco, Tierra del Fuego, San Juan, Tucumán, Entre Ríos y Mendoza. Es en este contexto donde se puede ver la necesidad de las alianzas con la UCR.
Si avanzamos sobre el armado territorial, encontramos problemas similares a la estructuración nacional: un desarrollo embrionario y poco sólido. Las alternativas son la utilización de la estructura existente o la construcción de una propia.
Un ejemplo de lo primero lo podemos ver en la relación con Margarita Barrientos o con los movimientos que acordaron la paz social a cambio de planes. La relación entre Barrientos y el oficialismo se da de manera directa, sin necesidad de intermediarios. Si bien ha sido un foco de relación entre el PRO y el barrio, esta relación no parecería ir más allá del mero asistencialismo, muy lejos de una construcción de tipo partidaria. Un caso parecido es el de Maximiliano Sahonero. Militante del PRO, actualmente ocupa una banca en la Legislatura de CABA. Además, antes de asumir se encontraba a cargo de la presidencia de la Juventud PRO de Capital. Sahonero vivió en la Villa 20 y terminaría de consolidar su nexo como militante bajo las alas de la gobernadora, mientras ocupaba el cargo de ministra de Desarrollo Social en la Ciudad. Sin embargo, en el barrio de origen de Sahonero no se registra tampoco una construcción partidaria de magnitud con vistas a un desarrollo a largo plazo. Otra opción es el vínculo con organizaciones que se vinculan con los intendentes, que antes respondían a Cristina y ahora acompañan al PJ que garantiza la “gobernabilidad”.
Una línea diferente es la que propone Carolina Stanley. La ministra de Desarrollo Social se encuentra llevando a cabo un trabajo de construcción partidaria con anclaje en los barrios más pobres del país, de cara a la formación de un cuadro orgánico de punteros que respondan al PRO. Este trabajo territorial comenzó a llevarse a cabo recientemente, en barrios de la primera y tercera sección del conurbano bonaerense y en las afueras de Córdoba y Santa Fe, con 215 jóvenes. Se lo llama informalmente el “cordón popular”, pero el nombre de la organización se llama “Acá Estamos”, que responde al programa social del ministerio y depende de la Subsecretaría Nacional de Juventud, a cargo del también presidente de la Juventud Nacional PRO, Pedro Robledo. Los jóvenes que forman parte del mismo figuran como empleados estatales que cobrarían un promedio de 8.000 pesos mensuales1, y según Robledo, tienen prohibido identificarse con símbolos partidarios. Esto demuestra que los “cuadros territoriales” están más ligados a la administración que al PRO. Aunque no se cumpla, está mostrando una baja voluntad de armar una base de masas identificada con el PRO como partido. En una línea parecida se inscribe el llamado al “voluntariado” docente.
Estamos entonces ante un partido que no tiene una base de masas estructurada. Frente a eso, se debate entre dos opciones: “comprarla” o crear una propia. Aunque lo más probable es que se elija una combinación de ambas, por ahora, se impone la primera opción. De cualquier manera, el desarmado del bonapartismo también exige otro vínculo con los punteros y la asistencia social, más ligada al estado y menos dependiente de la relación con tal o cual dirigente. Ahora bien, las alternativas que se presentan aquí están atadas a otro debate.
El círculo y las alianzas
Las disputas en las secciones provinciales expresan un conflicto que se desarrolla dentro del núcleo del PRO y enfrenta a dos “bandos”. Uno, en el que se puede ubicar a dirigentes de peso como Monzó, Michetti, Vidal y Frigerio. Aunque mantengan internas incluso entre ellos mismos (como ocurrió entre Vidal y Monzó, que se disputaron la hegemonización de la construcción partidaria en Buenos Aires), se encuentran trabajando para crear puentes con fuerzas peronistas. La presencia de nada menos que Eduardo Duhalde en la apertura de sesiones de la provincia, al lado del gabinete de la gobernadora, es toda una señal. El papa Francisco parece estar detrás de esta estrategia.
Michetti también fue bien clara cuando recientemente dijo que distintos gobernadores peronistas podrían sumarse a Cambiemos de cara a las elecciones legislativas. Nombró a Bordet (Entre Ríos), Schiaretti (Córdoba) y a Uñac (San Juan). Por su lado, Monzó -quién se reconoce como justicialista- sostuvo que era necesario incorporar a dirigentes peronistas “impresionantes” como Urtubey, Katopodis, Randazzo, Julián Domínguez y Bossio. La misma predisposición tiene Frigerio, debido a que, como Ministro del Interior y Obra Pública, es el nexo entre el Ejecutivo y los gobernadores.
A este “bando” se le opone la de figuras que también poseen gran peso dentro del PRO como el trío Peña-Quintana-Lopetegui y Durán Barba, los cuales sostienen mantener lo más intacto y hermético posible al núcleo del PRO, más preocupados por la gestión que por un armado partidario consolidado, lo cual implica un distanciamiento mucho más marcado y tajante con el peronismo, en pos de mantener intacta la alianza con la UCR. En otras palabras, estamos hablando del “bando” que no tiene como problema actual un proceso de construcción partidaria sólida, sino mantener el sello del PRO, a base de alianzas, sin abrirse a otras variantes políticas como el peronismo. Casualmente, el consejero más íntimo de Mauricio se llama Carlos Grosso.
En la UCR, una fracción detrás de Ricardo Alfonsín, Juan Manuel Casella, Jorge Henn y Miguel Ponce que amaga con romper el bloque con Cambiemos2, frente a la supuesta falta de consideración a la hora de tomar decisiones dentro de la coalición. Por otro lado, se encuentran dirigentes como José Cano y José Corral, presidente del Comité Nacional de la UCR e intendente de la capital santafesina. Se trata de dirigentes más cercanos a Mauricio. Usualmente, en esta fracción se ubican los que poseen cargos públicos, como los gobernadores Cornejo, Colombi, Morales y los jefes de las bancadas de Diputados y Senadores, Mario Negri y Ángel Rozas. En la reunión, los dirigentes de la UCR habrían sostenido su intención de evitar internas con el PRO, y a partir de ello se crearía una “mesa operativa” para unificar candidatos. Su líder es Ernesto Sanz.
La relación con los mandatarios peronistas -principalmente con los gobernadores- se ha mostrado muy fluida desde un inicio, como es el caso de Schiaretti (Córdoba), Gutiérrez (Neuquén), Weretilneck (Río Negro), Bordet (Entre Ríos), Urtubey (Salta) y Uñac (San Juan). Más allá de no consolidarse -al menos en el corto plazo- en una alianza política, Macri se ha encargado de ganarse a los gobernadores por la vía monetaria. Es decir, con transferencias de dinero ya sea vía decreto u obra pública, a cargo de Rogelio Frigerio. La estrategia del presidente se centra en la búsqueda de “gobernabilidad”, que se traduce informalmente en el apoyo de las medidas políticas del oficialismo, y formalmente en el Congreso a través de los senadores a cambio de apoyo financiero, No obstante, no todos los mandatarios provinciales mantienen una relación fluida con el PRO. Casos claros son los de Insfrán (Formosa), Verna (La Pampa), Rodríguez Saá (San Luis) y Kirchner (Santa Cruz).
El kirchnerismo intenta no perder todo e imponer sus condiciones, basados en una intención electoral en la Provincia de Buenos Aires del 20% y apunta a reunificar el PJ, incluso “perdonando” a los emigrados. Resulta muy difícil que lo logren, ya que fuera del piso de votos, no cuentan con organizaciones reales. La estrategia electoral de Mauricio es dividir en tres listas al peronismo: el Frente Renovador, el PJ no kirchnerista posiblemente encabezado por Randazzo y Julián Domínguez y el kirchnerismo.
En conclusión, lo que actualmente podemos observar es que, debido a ciertas decisiones tomadas en la coyuntura más reciente, Macri ha tensado su relación tanto con el PJ como con la UCR. El panorama que se asoma para Macri es complejo, ya que las dos estrategias que podría llevar a cabo genera dos frentes de conflicto que pueden llegar a desgranar a Cambiemos en su interior. Si Mauricio logra conjurar los choques, podría conciliar las dos estrategias dándoles una forma de sucesión: luego de consolidar el núcleo duro y ganar la elección con candidatos propios, salir a la caza del resto de los dirigentes.
Perspectivas
El PRO no intenta fundar un “tercer movimiento histórico”, como Alfonsín, ni un “movimiento transversal”, como Néstor. Tampoco parece dirigirse hacia el partido extenso, hegemónico y disciplinado como el que llevó adelante Menem, aunque tenga muchos puntos de contacto. Más bien, por ahora oscila entre una formación de cuadros muy sólida con base en maquinarias electorales y una amplia coalición gubernamental, que incluye al peronismo.
La estrategia frente a los grandes partidos tiene un doble sentido. Por un lado, se intenta acelerar las disputas internas y se saca provecho de ellas. Por el otro, se asegura una mediación con la población, a partir del apoyo de las grandes medidas y el acercamiento de sus principales dirigentes (especialmente, los gobernadores).
Sin embargo, este apoyo a la administración, favorable en los inicios, porta ciertos riesgos. En primer lugar, apoyarse exclusivamente en esos apoyos va aislando progresivamente a la estructura PRO. En segundo, acerca al PJ o a Massa al Gobierno y no le permite polarizar. Por último, y más importante, embloca a todo el sistema político, con poca posibilidad de recambio frente a una crisis importante.
Macri intenta superar la crisis de los partidos acelerándola. Pero no tiene otra estructura similar para oponer. Su propia construcción política, y la que propone para el resto, dejan a gran parte de la clase obrera atada con un hilo muy angosto (el voto, la asistencia estatal), lo que supondría una relación mucho más sólida (plena hegemonía) o, al menos, la inexistencia de una dirección potencialmente revolucionaria. Es claro que en Argentina no estamos frente a una ni otra. La salida del bonapartismo va a ser mucho más traumática de lo que cree todo el arco político burgués y, la oportunidad, mayor a la que cree toda la izquierda.
Notas
1http://www.lanacion.com.ar/1986119-la-militancia-macrista-el-gobierno-despliega-grupos-de-jovenes-en-villas-del-conurbano-para-ampliar-la-presencia-de-pro
2http://www.telam.com.ar/notas/201702/180324-radicales-disidentes-alerta-extincion-ucr.html