Nicolás Villanova
Las inundaciones en las ciudades provocan pérdidas de todo tipo, en particular, devaluación de las propiedades. Algo que se traduce en pérdidas de capital, sobre todo, entre los pequeños y medianos comerciantes y empresarios. Eso es lo que coloca a estos fenómenos en el marco del proceso normal de acumulación del capital. Un canal que no se termina, un entubado que no se hace, son productos de decisiones políticas que tienen detrás un soporte en intereses de clase, en particular, de las fracciones que dirigen el estado. A través de la manipulación de los recursos estatales, las diferentes fracciones del capital continúan la guerra que comienza en el mercado. Por eso, lo que aparece a simple vista como un “desastre” climático, oculta en realidad la tendencia a la expropiación de los pequeños y medianos propietarios. Esa es la razón que los lleva, normalmente bajo la forma de “vecinos”, a protestar y a exigir soluciones por parte del gobierno, como forma de reaccionar al proceso de expropiación. Es esta la causa profunda del proceso de lucha que la pequeña burguesía argentina desarrolló en los últimos 20 años, proceso que desemboca en las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001.
Con esta idea en mente, decidimos investigar la inundación del 24 de enero de 2001, una de las mayores de los últimos años, además de ser la más cercana al Argentinazo. Afectó, además, barrios que se movilizaron masivamente durante las jornadas que provocaron la caída de De la Rúa.
Los barrios más afectados fueron Villa Urquiza, Villa Pueyrredón, Saavedra y, sobre todo, Belgrano. Hubo alrededor de 300.000 damnificados, calles inundadas, semáforos rotos, casas donde entró el agua hasta un metro y medio de altura, estaciones de subte, garajes inundados, negocios cerrados, otros con mercaderías pasadas por agua vendidas luego a precios de liquidación. Aquellos edificios que no contaban con bombas de achique, tuvieron que recurrir a las empresas que cobraron un promedio de 500 pesos para desagotar los sótanos y garajes. También hubo cortes de luz: Edenor declaró que hubo 240.000 personas afectadas (62.000 usuarios) y Edesur 20.000 (5.000 usuarios). Telefónica contabilizó en 14.600 los usuarios que quedaron sin líneas. La nota luctuosa la dio la muerte de cinco ancianas, ahogadas en un geriátrico de Villa Urquiza.
Osvaldo Distéfano, titular del Centro de Comerciantes de Belgrano (organismo que representa a 2.000 de los 3.000 comercios de la zona de Belgrano, Las Cañitas y Barrio River), sostuvo que la inundación arrojó pérdidas por más de 10 millones de pesos y que más de 400 comerciantes perdieron unos 25.000 pesos cada uno. En la cuenta no se incluyen el lucro cesante y los más de 500 automóviles que quedaron inutilizados.
La indignación por parte de los vecinos y comerciantes de Belgrano comenzó a expresarse a partir del día 25 de enero, en las calles Blanco Encalada entre Cabildo y Ciudad de La Paz. Reclamaban una solución del gobierno al problema hidráulico. (Desde el año 98 el gobierno promete que va a ampliar el canal aliviador del Arroyo Vega que fue el que desbordó el día de la inundación). El jefe de gobierno porteño, Aníbal Ibarra, aseguró que habría un Plan de Compensación Económica: aquellos que hubieran sufrido pérdidas en sus propiedades gozarían de una reducción de hasta el 80% en la contribución de A.B.L.; los automovilistas que padecieron estragos en sus vehículos recibirían una suma fija a través de un descuento en la tasa de patente. El Banco Ciudad ofreció una serie de créditos para los damnificados por la tormenta, de entre 5.000 pesos para las personas y 30.000 para los consorcios de edificios, a una tasa promedio del 9% anual. En una entrevista realizada al presidente (Alberto González) y al vicepresidente (Sergio Endrigo), de la Comisión de Damnificados por las inundaciones del barrio de Belgrano (que se formó el día 25 de enero de 2001, y que tiene como objetivo presionar para que se termine la obra del canal aliviador del Arroyo Vega), ambos sostenían que el crédito otorgado fue a una tasa del 36% anual, y que “hay gente que en el día de hoy han cerrado sus negocios porque están debiéndole al Banco Ciudad. De un crédito de 5.000 pesos, pagaron 3.000, les quedaron 2.000 por pagar, y (por los intereses) tienen que pagar 8.000 pesos; (…). Con esto los comerciantes han cubierto un 30% de las pérdidas. El 70% restante fue sostenido por los mismos comerciantes, y los vecinos particulares han tenido que cubrir el 100% de las pérdidas.”
En este contexto de indignación es que los vecinos y comerciantes salen a la calle a protestar en contra de los créditos y exigiendo indemnizaciones. Así, durante el mediodía del martes 30 de enero de 2001, se concentran en un bar ubicado a metros de la esquina de Blanco Encalada y Cabildo, superando el centenar de personas. Deciden cortar la Avenida Cabildo hasta interrumpir el tránsito, portando carteles que con la consigna “no a los créditos”. Por la tarde, se intentó realizar una sesión en la Legislatura del Gobierno de la Ciudad, donde el Secretario de Obras y Servicios Públicos, Abel Fatala, iba a presentar un informe referente a las obras hidráulicas, a las causas de las últimas inundaciones y a las responsabilidades del caso. Finalmente, la sesión se pospuso debido a la presencia de la multitud de personas entre los que había vecinos, periodistas, legisladores y diputados de la oposición. Los vecinos de Belgrano se retiraron, convocando para el día siguiente a los diputados a la esquina de Blanco Encalada y Cabildo, anunciando un nuevo corte. Este sumó alrededor de 500 personas que exigían indemnizaciones por los daños.
Los días se sucedieron en reuniones con los funcionarios del área, con responsables del Banco Ciudad y con diversos representantes políticos. En la memoria de los participantes, las promesas fueron sólo eso, promesas. Todavía hoy el problema sigue sin resolver. A la cabeza de las protestas estuvieron los comerciantes del barrio y otros miembros de la pequeña burguesía, que eligieron como forma de protesta un método que ya por ese entonces tenía dueño: el movimiento piquetero. Aunque sus protagonistas no dejan de reivindicarlo como propio, no dejando de mencionar, sin embargo, los ejemplos de Cutral-Co y Tartagal, y del “Perro” Santillán.