Abraham León (1918-1944)
Militante de la IV Internacional
Asesinado en las cámaras de gas de Auschwitz
El sionismo nació entre el fulgor de los incendios pavorosos provocados por los pogroms rusos de 1882 y en el tumulto del caso Dreyfus, dos acontecimientos que revelaron la agudeza que alcanzó el problema judío a fines del siglo XIX.
La rápida capitalización de la economía rusa luego de la reforma de 1863, hace insostenible la situación de las masas judías en las pequeñas ciudades. En Occidente, las clases medias, desmenuzadas por la concentración capitalista, comienzan a volverse contra el elemento judío cuya competencia agrava su situación. En Rusia, se funda la Asociación de los Amantes de Sión. Leo Pinsker escribe La Autoemancipación, libro en el que preconiza el retorno a Palestina como única solución posible de la cuestión judía. En París, el barón Rotschild, que como todos los magnates judíos ve con poca simpatía la llegada a Occidente de los inmigrantes judíos, comienza a interesarse en la obra de la colonización de Palestina. Ayudar a los hermanos infortunados a volver al país de sus antepasados, es decir a irse lo más lejos posible, no tenía nada de desagradable para la burguesía de Occidente que, con razón, temía el ascenso del antisemitismo. Poco después de la aparición del libro de Leo Pinsker, un periodista judío de Budapest, Teodoro Herlz, asiste en París a las manifestaciones antisemitas provocadas por el asunto Dreyfus. Escribirá El Estado judío, que hasta hoy sigue siendo el evangelio del movimiento sionista. Desde el principio el sionismo apareció como una reacción de la pequeña burguesía judía (que aún constituye la base del judaísmo) duramente atacada por la creciente ola de antisemitismo, sacudida de un país a otro, y que procura alcanzar la Tierra Prometida para sustraerse a las tempestades desencadenadas sobre el mundo moderno.
El sionismo es, pues, un movimiento muy joven; es el más joven de los movimientos nacionales europeos. Esto no le impide, mucho más que todos los otros nacionalismos, pretender que se nutre de un pasado sumamente remoto. El sionismo, que en realidad es el producto de la última fase del capitalismo, cuando éste comienza a desintegrarse, sostiene que su origen se remonta a un pasado más que bimilenario.
Si bien el sionismo es fundamentalmente una reacción contra la situación creada al judaísmo por la combinación de la destrucción del feudalismo y la decadencia del capitalismo, afirma que constituye una reacción contra el estado de cosas existente desde la caída de Jerusalén en el año 70 de la Era Cristiana. Su reciente nacimiento es, evidentemente, la mejor réplica a esas pretensiones. En efecto, ¿cómo creer que el remedio para un mal existente desde hace dos mil años, pudo recién encontrarse a fin del siglo XIX? Pero el sionismo, como todos los nacionalismos, y aun con más énfasis, considera el pasado histórico a la luz del presente. Así como actualmente a los niños franceses se les presenta una Francia existente desde la Galia de Vercingétorix, y a los niños de Provenza las victorias de los reyes de la Ile de France sobre sus antepasados, como éxitos propios, de la misma manera el sionismo trata de crear el mito de un judaísmo eterno, eternamente expuesto a las mismas persecuciones. […]
El sionismo nunca se planteó seriamente esta pregunta: ¿Por qué durante esos dos mil años los judíos nunca intentaron, realmente, volver a esa patria? ¿Por qué fue preciso esperar a fines del siglo XIX para que Herzl llegara a convencerlos de esta necesidad? ¿Por qué todos los predecesores de Herzl, como el famoso Sebetai Zevi, fueron tratados como falsos Mesías? ¿Por qué los partidarios de Sebetai Zevi fueron ferozmente perseguidos por el judaísmo ortodoxo?
Naturalmente, para responder a estas interesantes preguntas se refugian en la religión. Mientras las masas creyeron que debían permanecer en la Diáspora hasta la llegada del Mesías, era preciso sufrir en silencio, dice Zitlovski (Matérialisme et la Question nacionale), cuyo sionismo es, por lo demás, bastante condicional. Pero, sin embargo, esta explicación no nos explica nada. Se trata precisamente de saber por qué las masas judías creían que era preciso esperar al Mesías para poder volver a su patria. La religión, por ser un reflejo ideológico de los intereses sociales, debe forzosamente corresponderlos. Actualmente, la religión no constituye en absoluto un obstáculo para el sionismo.1
En realidad, mientras el judaísmo permaneció incorporado en el sistema feudal, el sueño de Sión no era otra cosa que un sueño y no correspondía a ningún interés real del judaísmo. El posadero o el arrendatario judío de Polonia del siglo XVI, pensaba tan poco en volver a Palestina, como hoy en día el millonario judío de América. El mesianismo religioso judío en nada se distinguía de los mesianismos propios de las otras religiones. Los peregrinos judíos que iban a Palestina, encontraban allí peregrinos católicos, ortodoxos y musulmanes. Por otra parte, no era el retorno a Palestina lo que constituía el fondo de ese mesianismo, sino la creencia en la reconstrucción del templo de Jerusalén.
Todos estos conceptos idealistas del sionismo son inseparables, naturalmente, del dogma del eterno antisemitismo. Mientras los judíos residan en la Diáspora, serán aborrecidos por los autóctonos. Este punto de vista esencial del sionismo que constituye -digamos así- su esqueleto, está matizado, naturalmente, según sus distintas corrientes. El sionismo transpone el antisemitismo moderno a toda la historia, ahorrándose el trabajo de estudiar las diversas formas del antisemitismo y su evolución. Sin embargo, hemos visto que en distintas épocas históricas el judaísmo formaba parte de las clases poseedoras y recibía el mismo trato. En resumen, habría que buscar la razón del sionismo en la imposibilidad de asimilación a causa del eterno antisemitismo y en la voluntad de salvaguardar los tesoros del judaísmo.2
En realidad, la ideología sionista, como toda ideología, no es más que el reflejo desfigurado de los intereses de una clase. Es la ideología de la pequeña burguesía judía, asfixiada entre el feudalismo en ruinas y el capitalismo en decadencia. La refutación de las fantasías ideológicas del sionismo, no niega, naturalmente, las necesidades reales que le dieron origen. El antisemitismo moderno -y no el mítico antisemitismo eterno- es el mejor agitador en favor del sionismo. De la misma manera, la cuestión esencial que se plantea es saber en qué medida el sionismo es capaz de resolver -no el eterno problema judío-, sino la cuestión judía en la época de la decadencia capitalista. […]
Los teóricos sionistas gustan comparar el sionismo con los otros movimientos nacionales, pero en realidad, los fundamentos de los movimientos nacionales y del sionismo son totalmente diferentes. El movimiento nacional de la burguesía europea es consecuencia del desarrollo capitalista; refleja la voluntad de la burguesía de crear las bases nacionales para la producción, aboliendo las sobrevivencias feudales. El movimiento nacional de la burguesía europea está estrechamente ligado a la fase ascendente del capitalismo. Pero en el siglo XIX, época del florecimiento de los nacionalismos, lejos de ser sionista, la burguesía judía era profundamente asimilacionista. El proceso económico que da origen a las naciones modernas, planta las bases de la integración de la burguesía judía en la nación burguesa. […]Pues bien, el sionismo se propone resolver la cuestión judía sin destruir el capitalismo, que es la razón principal de los sufrimientos de los judíos. […]
Actualmente, el mundo entero está colonizado, industrializado y dividido entre los diversos imperialismos. En todas partes los emigrantes judíos deben enfrentar a la vez al nacionalismo de los nativos y al imperialismo dominante. En Palestina, el nacionalismo judío choca contra un nacionalismo árabe cada vez más agresivo. El desarrollo de Palestina, por la inmigración judía aumenta asimismo la intensidad de ese nacionalismo árabe. El desarrollo económico del país provoca el aumento de la población árabe, su diferenciación social y el crecimiento de un capitalismo nacional. Para vencer la resistencia árabe, los judíos necesitan del imperialismo inglés, pero este apoyo es tan perjudicial como la resistencia árabe. […]
Así a las crecientes dificultades que provoca la resistencia árabe, se agrega el juego pérfido del imperialismo británico. En fin, debe sacarse una última conclusión de las premisas fundamentales establecidas. Debido a su carácter necesariamente artificial, a causa de las pocas perspectivas de un desarrollo rápido y normal de la economía palestina en nuestra época, la obra de colonización sionista demanda considerables capitales. El sionismo requiere cada vez mayores sacrificios de los judíos del mundo. […]
Naturalmente, no se puede excluir un éxito relativo del sionismo en el sentido de la creación de una mayoría judía en Palestina e incluso de la formación de un Estado Judío, es decir de un Estado sometido a la completa dominación del imperialismo inglés o norteamericano. De ninguna manera esto sería un retorno al estado de cosas que existiera en Palestina antes de la destrucción de Jerusalén y, desde ese punto de vista, sería la reparación de una injusticia bimilenaria. […]
Ello no significará el comienzo de la solución de la cuestión judía. En efecto, la Diáspora judía de la época romana tenía sólidas bases económicas: los judíos desempeñaban una función importante en el mundo. La existencia o la ausencia de una metrópolis palestina, para los judíos de esa época, tenía una importancia secundaria. Hoy no se trata de dar a los judíos un centro político o espiritual (como lo quería Achhaad Haem) sino de salvar al judaísmo de la extinción que lo acecha en la Diáspora.
Ahora bien, ¿la existencia de un pequeño Estado judío en Palestina puede cambiar en algo la situación de los judíos polacos o alemanes? Admitiendo incluso que todos los judíos del mundo fueran hoy ciudadanos palestinos, ¿hubiera sido diferente la política de Hitler? Hay que estar afectado de un incurable cretinismo jurídico para creer que, sobre todo en la época actual, la creación de un pequeño Estado judío en Palestina podría cambiar en algo la situación de los judíos del mundo. […]
La guerra imperialista y el triunfo del hitlerismo en Europa constituyen para el judaísmo un desastre sin precedentes. El judaísmo se encuentra ante la amenaza de su completa exterminación. ¿Qué puede el sionismo ante tal desastre? ¿No es evidente que la cuestión judía depende muy poco de los futuros destinos de Tel-Aviv, sino mucho más del régimen que mañana se establecerá en Europa y en el mundo? Los sionistas tienen muchas esperanzas en una victoria del imperialismo anglosajón. Sin embargo, ¿existe una sola razón para creer que la actitud de los imperialistas anglosajones diferirá después de su eventual victoria, de su actitud de antes de esta guerra? Es evidente que no. Y admitiendo incluso que el imperialismo anglosajón cree una especie de engendro de Estado judío, hemos visto que ello tendría poca influencia en la situación del judaísmo mundial. Una gran inmigración judía a Palestina después de esta guerra, tropezará con las mismas dificultades que encontró antes. En las condiciones del capitalismo decadente es imposible trasplantar millones de judíos. Sólo una economía socialista mundial planificada sería capaz de semejante milagro. Pero esto supone, naturalmente, la Revolución proletaria. Pero el sionismo pretende, precisamente, resolver la cuestión judía independientemente de la Revolución mundial. Al menospreciar los orígenes reales de la cuestión judía de nuestra época, meciéndose en sueños pueriles e insensatas esperanzas, el sionismo demuestra que es una excrecencia ideológica y no una doctrina científica.3
Notas
*Tomado de La concepción materialista de la cuestión judía. Por problemas de espacio nos vimos obligados a seleccionar los párrafos más salientes. [Nota del Editor]
1 Hay un partido burgués religioso-sionista (Misrahi) y un partido obrero religioso-sionista (Poalé Misrahi).
2 Bohm, Die Zionistische Bewegung, Cap. III.
3 En este capítulo se trata el sionismo en tanto que ligado a la cuestión judía. La significación del sionismo en Palestina constituye, naturalmente, otro problema.