Por Mariano Schlez y Oscar Canteros – En el año 2000, un levantamiento popular, con cortes de ruta y cacerolazos, derrocó al presidente ecuatoriano Jamil Mahuad en lo que se dio en llamar “La rebelión de Quito”. Mahuad había anunciado por radio y televisión la dolarización de la economía, la profundización del proceso de privatizaciones y la flexibilización laboral. Semejante capacidad de acción no es excepcional en el pueblo ecuatoriano: tres años atrás, había hecho lo propio con Abdalá Bucaram. En 2005, el que cayó, bajo circunstancias similares, fue el otrora “líder antiimperialista”, Lucio Gutiérrez. Efectivamente, las masas arrasaron con tres gobiernos asumidos por medio de elecciones. Rafael Correa, el actual mandatario, ha intentado mostrarse como un legítimo representante de este proceso. Sin embargo, su “revolución ciudadana” se ha montado sobre un caballo difícil de domar.
Las condiciones de la rebelión
La República del Ecuador, ubicada entre Colombia y Perú, posee un territorio de 264.370 Km2 y una población de 12.156.608 habitantes, de la cual el 61% es urbana y el 39% rural. 1 Sus principales riquezas son el petróleo y los minerales, ubicadas en la Región Oriental. La riqueza que sale de su explotación, sin embargo, no beneficia a las grandes mayorías: un 61,3% de la población se encuentra por debajo de la línea de pobreza por “necesidades básicas insatisfechas” y un 31,9% en situación de “pobreza extrema”. 2 A ello debemos sumar una tasa de analfabetismo del 9%, un promedio de escolaridad de 7,3 años y que tan sólo la mitad de la población tiene acceso regular a los servicios de salud.
En términos económicos, la rama petrolera es el principal sostén de su reciente crecimiento. El precio WTI del barril de petróleo pasó de 26,18 dólares en 2002 y alcanzó su pico el 3 de julio de 2008, con 145,31 dólares, 3 aumento que redundó en un crecimiento de la balanza de cambios, que creció de un -3,9 en 2002 a un 5,7 este año. La incidencia del petróleo es evidente si tenemos en cuenta que la balanza “no petrolera” cayó, en el mismo lapso, de un -7,9 a un -9,2 y que, en 2006, de un total de 12.728 millones de dólares exportados, 6.934 millones correspondieron a petróleo, 2.899 millones a manufacturas y 1.213 millones a bananas.4 Sin embargo, la rama petrolera no es de las más poderosas a nivel mundial: hacia mayo de 2007, mientras Venezuela producía unos 2,4 millones de barriles diarios, Ecuador alcanzaba los 511.425.5 Semejantes diferencias resaltarán al compás de la crisis mundial: el precio promedio del barril en diciembre bajó a 45 dólares, lo que explica la preocupación del Banco Mundial, que plantea para Ecuador que “el entorno externo se deteriora rápidamente como resultado de la crisis global”.7 Desafío que se magnifica a la luz de la historia reciente del pueblo ecuatoriano.
Una clase en helicóptero
Entre 1996 y 2006, se sucedieron los gobiernos de Abdalá Bucaram (1996-1997); Rosalía Arteaga (sólo varios días); Fabián Alarcón (1997- 1998), Jamil Mahuad (1998-2000), Gustavo Noboa (2000-2003), Lucio Gutiérrez (2003-2005) y Alfredo Palacio (2005-2007). Es decir, siete gobiernos en diez años, de los cuales tres llegaron al poder por medio de elecciones y fueron derrocados por movilizaciones de masas.8
Abdalá Bucaram (1996-1997), del Partido Roldosista Ecuatoriano (PRE), cargaba ya con seis años de luchas, iniciados en 1990 con el primer levantamiento que paralizó al país.9 Las masas respondían a un proceso de ajuste que implicó una reducción del 37% del gasto social entre 1996 y 1999, un descenso salarial del 47,7%, entre 1980 y 1996, y un aumento del desempleo del 6,1% al 11%, entre 1990 y 2004.10 Semejante ataque determinó la reacción que finalizó con el derrocamiento de Bucaram, que contaba con sólo seis meses en el poder.
El siguiente presidente electo, Jamil Mahuad, intentó detener las movilizaciones a través de una reforma constitucional que incorporó algunas de las reivindicaciones indigenistas, como declarar a Ecuador país “pluricultural y multiétnico”. Claro que estas concesiones simbólicas dejaron de pesar cuando estalló la crisis de fines de los ’90. Mahuad impuso un tope a los retiros de ahorros (un corralito a la ecuatoriana), dolarizó la economía y profundizó el proceso de privatizaciones y de flexibilidad laboral, que provocaron el relanzamiento del movimiento de masas. La clase obrera ecuatoriana había preparado el terreno con la creación de un organismo con perspectiva de doble poder: el Parlamento de los Pueblos, que llamó a la desobediencia civil y asumió los poderes del Ejecutivo.11 El 21 de enero de 2000, la Rebelión de Quito derribó al gobierno e instauró una Junta de Salvación Nacional, integrada por el coronel Lucio Gutiérrez, el presidente de la CONAIE, Antonio Vargas, y Carlos Solórzano, ex presidente de la Corte Suprema de Justicia.12 Sin embargo, renunciaron ante la oposición de los partidos y cámaras empresariales burguesas. En su reemplazo, asumió el vicepresidente Gustavo Noboa, que continuó con el programa de Mahuad.
El nivel de conflictividad determinó, tres años después, la elección de uno de los dirigentes de la Rebelión de Quito: Lucio Gutiérrez, candidato del Partido Sociedad Patriótica 21 de Enero (PSP), triunfó con amplio apoyo de los movimientos sociales e indigenistas. Su asunción, en enero de 2003, contó con la presencia de Fidel Castro y Hugo Chávez. Supo entonces prometer una lucha contra la corrupción y el neoliberalismo. No obstante, olvidó su discurso progresista a los tres días, cuando aumentó los combustibles un 35%, redujo los salarios de empleados públicos un 20% y congeló el gasto público.13 A los pocos meses, incluso las organizaciones más conciliadoras ya lo habían abandonado, reincorporándose al torrente insurreccional. La conflictividad creció hasta la noche del 13 de abril de 2005, cuando unos 5 mil manifestantes con cacerolas, al grito de “que se vayan todos”, exigieron la salida del presidente. Lucio Gutiérrez ordenó la represión y decretó el estado de emergencia, pero la intensificación de las protestas quebró al ejército, que no reprimió. El miércoles 20, ante 50 mil personas que pedían su cabeza, Lucio Gutiérrez escapó en helicóptero del Palacio Presidencial.
Semejante triunfo tampoco llevó al poder a un gobierno revolucionario, sino al vicepresidente Alfredo Palacio, que continuó en su cargo hasta las elecciones de 2006. Ese año, Rafael Correa basó su campaña en mostrarse como el representante del movimiento insurreccional, planteando acabar con el neoliberalismo y la “partidocracia”, detener las negociaciones del Tratado de Libre Comercio, renegociar la deuda externa, disputar una mayor porción de la renta petrolera y no renovar la posesión de la base de Manta a EE.UU.14 Desde que asumió, en enero de 2007, otorgó una serie de concesiones a las masas: llamó a una Asamblea Constituyente, incrementó el gasto social en los sectores más movilizados (salud y educación), aumentó los salarios obreros y, en los primeros seis meses, duplicó el monto del Bono de Desarrollo Social (de 15 a 30 dólares) y el de Vivienda (de 1.800 a 3.600 dólares).15
Sin embargo, y a pesar de manifestarse como un defensor del “socialismo del siglo XXI”, ya perdió el apoyo de la CONAIE que, en mayo de este año, rompió con él y llamó a levantarse contra su gobierno. Correa respondió que prefiere irse a la casa antes que permitir que los indígenas le impongan su agenda y que los millonarios ingresos por recursos naturales no pueden quedar en manos de un grupo, “por sufrido y postergado que haya sido”.16
El caudal de las aguas nuevas
La burguesía ecuatoriana atraviesa, desde mediados de los ’90, una crisis de hegemonía que le impide reconstruir un Partido que ate a las masas a la legalidad burguesa y detenga su tendencia a la acción directa. La debilidad de la economía y la ausencia de una renta poderosa, similar a la de Venezuela o la Argentina, le impide imponer un reformismo con una cierta capacidad de mantenerse en el tiempo. Los sucesivos gobiernos llegaron al poder como resultado de insurrecciones e intentaron contener a las masas otorgándoles algunos de sus reclamos. Los levantamientos le arrancaron a la burguesía una mayor cantidad de concesiones: de la reforma constitucional de Mahuad se pasó al gobierno de uno de los dirigentes de la Rebelión de Quito y, de allí, a la “revolución ciudadana” de Correa.
Por otro lado, a pesar de los propagandistas de los “nuevos movimientos sociales”, la clase obrera tiene un rol central en el proceso ecuatoriano: estudiantes, docentes, médicos, obreros, jubilados y trabajadores estatales se movilizaron a través de sus gremios. También las centrales obreras y los llamados “campesinos” tienen un papel dirigente, destacándose el Frente Unitario de Trabajadores (FUT), la Central de Trabajadores del Ecuador (CTE), la Federación Nacional de Afiliados al Seguro Social Campesino (FEUNASSC) y la Federación Nacional de Organizaciones Campesinas, Indígenas y Negras (FENOCIN). Sin embargo, quedó en manos de los partidos, frentes y coordinadoras la función de llevar a un plano político las reivindicaciones sectoriales: la CONAIE, la Coordinadora de Movimientos Sociales, el Frente Popular, el Partido Comunista, el Socialista, la Federación de Indígenas Evangélicos del Ecuador (FEINE), el Movimiento Pachakutik, el Movimiento Popular Democrático y el Congreso Nacional de los Pueblos, con programas contradictorios y en diferentes momentos, se incorporaron al torrente insurreccional.
Mientras que las condiciones objetivas profundizan las posibilidades revolucionarias y el bonapartismo de Correa pierde legitimidad, la fuerza social insurgente tiene por delante la tarea de la conformación de un agrupamiento político que aglutine a todas las organizaciones en lucha. Semejante entidad debe mantenerse independiente del régimen y discutir un programa común. Sólo si se logra evitar la dispersión se podrá eludir un ciclo que se ha repetido por una década: crisis, movilización, triunfo de la insurrección y reemplazo de un presidente burgués por otro. La profundidad de la crisis ya está limitando la capacidad de Correa para otorgar concesiones, lo que actualiza la cuestión de la dirección política de las masas, que se disponen a recomenzar la tarea histórica a la que están llamadas. Nos queda pendiente un análisis más pormenorizado de las fuerzas insurreccionales. Cumpliremos en próximas entregas.
Notas
1Censo INEC, 2001, en www.vicepresidencia.gov.ec/.
2Organización Panamericana de la Salud, en http://www.paho.org/spanish/dd/ais/cp_218.htm#problemas.
3Energy Information Administration.
4http://devdata.worldbank.org/AAG/ecu_aag.pdf.
5El Universo, 28-5-2008, en www.eluniverso.com y La Prensa, 13-6-08, en www.laprensa.com.ni.
6Banco Central del Ecuador, en www.bce.fin.ec/.
7“Ecuador. Reseña del país”, en http:// web.worldbank.org/.
8Paz y Miño Cepeda, Juan J.: “Ecuador: una democracia inestable”, en Historia Actual Online, Núm. 11 (Otoño, 2006), pp. 89-99.
9Paz y Miño Cepeda, Juan J.: “La Asamblea Constituyente de 2007: un nuevo ciclo histórico en Ecuador”, en Boletín del THE, Universidad Católica del Ecuador, Facultad de Economía Quito, Noviembre-Diciembre de 2007, en http://puce.the.pazymino.com.
10Moreano, Alejandro: “Ecuador en la encrucijada”, en OSAL, Año VI, n° 19, CLACSO, Bs. As., 7-2006.
11El País, 13-1-2000, en www.elpais.com.
12OSAL: “Cronología del conflicto”, Junio de 2000.
13OSAL: “Ecuador. Cronología [enero- abril de 2003]”, año IV, n° 10, eneroabril de 2003.
14Paz y Miño Cepeda, Juan J.: op. cit., p. 9.
15Ver www.hoy.com.ec, 21-3-07, 28-3- 07 y Unda, Mario: “Ecuador. Los primeros 6 meses del gobierno de Correa: ¿incertidumbres a las puertas del cambio?”, OSAL, 7-7-07.
16www.aporrea.org/imprime/n114328. html.