El día 22 de noviembre se realizó un panel de debate en la Facultad de Humanidades de la UNaM (Universidad Nacional de Misiones), titulado “El Trabajo Sexual y el Feminismo”. Allí participó una antropóloga, Lucía Fretes, la secretaria general de AMMAR, Georgina Orellano y una estudiante y “trabajadora sexual”, Ivana Alegre. Se trató de una contra-actividad que buscaba enfrentar las intervenciones que desde Trece Rosas venimos haciendo en la provincia contra la prostitución. En el panel se dijeron muchas mentiras, argumentos sin sentido y se repartieron ataques a Trece Rosas. Lo que nos interesa aquí es poner sobre la mesa las barbaridades de una organización, AMMAR, que quiere legalizar el proxenetismo.
Repasemos brevemente lo que se dijo. Fretes defendió argumentos liberales, según los cuales la prostitución está bien porque “cada uno hace lo que quiere con su cuerpo”. Alegre se dedicó a atacar a Trece Rosas, diciendo que había sido expulsada de allí por ser “trabajadora sexual”. Completamente falso, porque nunca dijo eso cuando fue parte de la organización. Sí se fue porque comparte el mismo programa de AMMAR: la legalización de la prostitución y el proxenetismo. Por eso se fue a las filas de las fiolas.
Finalmente, Orellano se despachó con varias barrabasadas. Que como nadie elige su trabajo en el capitalismo, la prostitución es un trabajo más y no hay que estigmatizarlo porque existió siempre y siempre va existir. Que las abolicionistas somos “moralistas” y que hay que discutir con el poder para conseguir la despenalización de la prostitución y de los intermediarios entre las prostitutas y los clientes. Una defensa abierta del proxenetismo.
Lo que se ve de conjunto, es una defensa cargada de intereses individuales, divisionistas, donde cada quien hace lo que quiere. Esto choca contra todo lo que viene conquistando en el último tiempo el movimiento feminista: poner en discusión los femicidios, la brecha salarial, el aborto no punible, una educación sexual no sexista, etc. Logros que se han conseguido colectivamente con consensos de millones de mujeres y no defendiendo individualidades ni el derecho de cada uno a hacer lo que se le venga en gana.
Digámoslo con claridad. Legalizar la prostitución no contribuye a la liberación de la mujer. Todo lo contrario: es una herramienta más para construir su opresión. La prostitución reafirma la superioridad del varón sobre la mujer y mercantiliza la sexualidad. Por eso mismo, no solo son responsables los proxenetas, sino también los clientes. A las abolicionistas no nos interesa cuidar a los clientes que, como Orellano afirmó, no pueden tener una vida sexual porque las mujeres “blancas” no los desean (con patologías, con amputaciones o simplemente “feos”). Así, además, sacan a reflotar su racismo puro según el cual cualquier feminismo que se les oponga es “blanco”, mientras “las negras” tienen que coger con paralíticos y enfermos por plata y por… ¿piedad?
Todas las que luchamos por la liberación de la mujer, debemos avanzar en una legislación que penalice el consumo de prostitución tanto como a todos quienes se benefician del sistema prostituyente. Nunca estaremos en contra de las putas, son compañeras que queremos arrimar a nuestro campo de lucha para terminar de una vez por todas con el sistema opresor que hace de nuestras vidas una mercancía, una incubadora y una herramienta más para fines ajenos a nosotras.
Esa es la verdadera libertad que queremos ganar, no aceptamos la adaptación a la miseria ambiente y mucho menos para agrandar los bolsillos de proxenetas y empresarios de la sexualidad humana. En nuestra batalla no cederemos ante el avance del lobby proxeneta, seguiremos dando las luchas que haya que dar, sin quebrarnos ante las presiones, amenazas y difamaciones.