Por Fabián Harari – El nacionalismo plantea que la conciencia nacional que se expresa en la Revolución de Mayo se remonta a los más lejanos orígenes, que es “innata”. Por lo tanto, ante la crisis, despierta aquel sentimiento que dormía esperando la mejor oportunidad para ver la luz. Este tipo de explicaciones son la que mejor se ajustan al gusto “nacional y popular” del kirchnerismo y cuya expresión es Felipe Pigna. Otros plantean que esa conciencia nunca existió porque la burguesía de ese entonces era de “inmadura”.1
Sin embargo, en momentos de crisis históricas ninguna clase puede improvisar sus dirigentes revolucionarios y, mucho menos, las organizaciones políticas correspondientes. En una coyuntura de enfrentamiento directo, no hay tiempo para formar a los grandes cuadros. Hay que prepararlos con anticipación. La clase que haya forjado los mejores dirigentes será la que venza. La formación de la conciencia “nacional” es la formación de la conciencia burguesa, la forma que asume la representación colectiva de los intereses comunes a los propietarios de capital. Para construir esa conciencia debe construir el personal necesario, una dirección política. ¿Cómo llega la burguesía criolla a mayo de 1810?
Los partidos legales
La burguesía local comenzó su trabajo político desde muy temprano, antes aún que la sacudiera la Revolución Francesa. Hemos hablado del Gremio de los Hacendados, que data de 1775.2 Sin embargo, se trata de una actividad sindical. En términos políticos, en 1779 comienzan a aparecer pasquines anónimos denunciando la política de la corona con respecto a los impuestos y al hecho de que deben remitirse para España. En 1795, se descubre una conspiración de criollos y esclavos que intentaban emular a sus pares franceses. Los responsables fueron encarcelados. Se trataba de organizaciones sumamente dispersas y sin una base sólida de acción.
Es en 1801, cuando nace la primera organización estable, el primer partido burgués propiamente dicho: la Sociedad Patriótico Literaria. Esta sociedad edita el primer periódico con cierta difusión: el Telégrafo Mercantil, rural, político, económico e historiógrafo. Tanto la Sociedad como su periódico, funcionaban sin autorización alguna de la corona. Su status legal se sostenía en una solicitud aún sin respuesta. Las notas más importantes eran anónimas o se firmaban con seudónimo, pues la justicia podía caer sobre el autor. ¿Quiénes eran sus dirigentes? Cabello y Mesa, Juan Hipólito Vieytes, Manuel José de Lavardén, Juan José Castelli y Manuel Belgrano. Todos, futuros revolucionarios (con la excepción de Lavardén, quien falleció en 1809). En el periódico se discutía la política de la corona y se exponían los principios que debían regir en el gobierno del Río de la Plata. La organización y su órgano suscitaron la fuerte oposición de las autoridades, pero no se quedó atrás y salió a responder. En su segunda editorial, el editor Cabello y Mesa escribe:
“¿Quiénes son los que han retardado la publicación de este Periódico? ¿Quiénes los perturbadores de unos establecimientos en que, puede decirse con verdad, pende interinamente la mayor ilustración, grandeza, y prosperidad de estas Provincias? ¿Son los sabios Argentinos? ¡Qué error! ¿Los ilustres Ciudadanos y verdaderos Patriotas? ¡Qué engaño! Son ciertos espíritus pusilánimes, ilusos y destemplados que, muy poco, ó nada comprehendian la grande utilidad de mis proyectos […] Pero que yo solicito un nuevo plan de política, por el cual clama el público sensato, ¡Y aún me temo obstáculos! Sí, temo a los malos, temo a aquellos hombres que desacreditarán mi celo.
[…] Salga el Telégrafo y en breve la Sociedad Patriótica Literaria y Económica, que ha de adelantar las ciencias, las artes y aquel espíritu filosófico que analiza al hombre, lo inflama y saca de su soportación, que lo hace diligente y útil. Fúndense aquí ya nuevas escuelas, donde para siempre cesen aquellas voces bárbaras del escolasticismo…”3La organización toma una posición opositora, plantea un reordenamiento político general adscripta a las ideas iluministas, o sea, burguesas. En el Telégrafo Mercantil pueden leerse ciertas reivindicaciones concretas. En primer lugar, exigían la libertad de comercio y la abolición del monopolio. Es decir, lo que pide cualquier burgués: que rija la ley del valor. En particular, porque toda la recaudación de las tarifas aduaneras y del sistema impositivo se giraba hacia Europa para que la corona financie sus guerras:
“¿Es por ventura, modo de hacer felices á los hombres el privarlos del Comercio y de todo divertimento de los sentidos, sujetarlos á un estado de mortificación, con el pretexto de endurecerlos para los trabajos y fatigas, y hacerlos capaces y propios para el servicio Militar? ¿Por ventura, la naturaleza, o la providencia determinaron a los hombres una perpetua guerra, y despedazarse los unos a los otros, a manera de brutos salbages?”4
Pedían asimismo, el “arreglo” de la campaña. Esto es, que se expropiara a los pequeños productores que ocupaban tierras precariamente y se combatiera el cuatrerismo. Así, estos gauchos no tendrían más remedio que contratarse, y por salarios que los propietarios consideraran “razonables”. Otra reivindicación era la ayuda oficial para la constitución de saladeros. Hasta el momento, el ganado vacuno se aprovechaba por el cuero. La carne, el sebo y las astas no eran sino derivados menores. El saladero permitiría la valorización de las vacas. Por último, propugnaban por mejoras técnicas en la producción agraria. Así, se estableció un concurso que premiaba a aquellos productores que mostraran los mejores adelantos tecnológicos aplicados a sus campos. Todas estas reivindicaciones van a ser implementadas por el gobierno revolucionario apenas asuma. Recordemos que en 1810 se declara el libre comercio y un código rural de trabajo, y que en 1811 aparece el primer saladero, a partir de la habilitación del puerto de Ensenada.
El partido no se limitaba a reivindicaciones en el ámbito político y económico. Como toda organización que intente representar a su clase, expresaba la forma de ver el mundo de la burguesía. Así, el periódico publicó una serie de obras artísticas que pugnaban por el programa burgués. La que se lleva las palmas es la anónima Oda al Comercio. Anónima, porque como dijimos más arriba, podía traer problemas legales. Se trata de un trabajo sin desperdicio que defiende al burgués frente al noble y pone sobre la picota el prestigio nobiliario:
“Entiendes por Nobleza / gastar la vida en bayles, / en saráos, en convites, / en odios, en maldades, / en maltratar á el pobre, / / en beberle la sangre? / Si por Nobleza entiendes estos rasgos infames, / de una perfidia indigna / no es Noble el Comerciante”5
¿Poesía pura? Que va: arte revolucionario. Hubo un tiempo en que nuestra burguesía tuvo artistas que se animaron a utilizar su arte para cantarle cuatro frescas a su enemigo histórico. Esta obra en particular, permanece en el más absoluto silencio. Adivine el lector los motivos de tamaña omisión.
La Sociedad Patriótica y su Telégrafo Mercan til fueron disueltos a un año de su existencia. La orden provino directamente del rey. Pueden entenderse las razones. Sin embargo, el grupo no se disolvió. En su último número anunciaron que iban a seguir activos en el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio. Éste periódico fue dirigido por Juan Hipólito Vieytes, quien había participado activamente en el anterior. La nueva publicación mantuvo una mayor moderación en sus opiniones, lo que le permitió continuar sus actividades hasta 1807. En marzo de 1810, Belgrano comienza a editar el Correo de Comercio. Allí recoge la herencia del periódico que le precedió:
“El ruido de las armas, cuyos gloriosos resultados admira el mundo, alejó de nosotros un periódico utilísimo con que los conocimientos lograban extenderse en la materia más importante a la felicidad de estas provincias: tal fue el Semanario de Agricultura, cuyo editor se conservará siempre en nuestra memoria…”6
El nacionalismo (el “progresista” y el otro) no dejan de insistir en que Belgrano defendía los intereses del conjunto de la población. Pues bien, él se encarga de desmentirlo. Su periódico tenía por fin el desarrollo de un sector específico de la sociedad, está dedicado a los “labradores, artistas y comerciantes”, formas en que se manifestaba la existencia burguesa. En un momento de debilidad de la clase dominante, el periódico toma definiciones más explícitas: “A vosotros todos [se refiere a labradores, artistas y comerciantes] nos dirigimos a ofrecer nuestros trabajos, sin tener otro interés, ni otras miras que las de vuestro adelantamiento…”7.
La actividad ilegal
No obstante, las organizaciones burguesas no se limitaron a la actividad legal, sino que desarrollaron sociedades secretas, más conocidas como logias. Las logias masónicas eran la forma que tomaron los primeros partidos burgueses revolucionarios y representaban una ruptura con el monarca y con la Iglesia. De allí que fueran perseguidos por el clero. Eran organizaciones extremadamente centralizadas, como toda organización clandestina. Llevaban nombres que hacían referencia a la actividad subversiva y a la ciencia: Caballeros racionales, Lautaro, Club de los Sin Camisa, etc. ¿Qué hacía una logia? Analizaba la coyuntura política, se establecían los principios del gobierno futuro, se preparaba la conciencia y la moral del dirigente para las grandes tareas (el desapego a la familia, el asesinato si fuera necesario).
La primera logia masónica en Buenos Aires data de 1804 y fue dirigida por el portugués Juan Silva Cordeiro. No tuvo demasiada trascendencia pero conformó la primera experiencia de ese tipo de la cual se nutrieron las organizaciones siguientes. En 1806 se funda Estrella del Sur, con colaboración inglesa. Sus dirigentes conformarán el futuro elenco morenista: Saturnino Rodríguez Peña y Aniceto Padilla. El primero deberá exiliarse en Brasil, debido a las persecuciones a las que fue sometido. El segundo estableció lazos con Bolívar y Francisco Miranda. Hacia 1807 se funda la Logia Independencia o Logia de los Siete, una organización secreta que reúne a Castelli, Vieytes, Belgrano, Nicolás Rodríguez Peña, Juan José Paso y Chiclana, entre otros. Estamos ante elenco que va a dirigir la toma del poder y los destinos del Estado revolucionario.
En definitiva, la dirigencia revolucionaria se forjó en los 15 años anteriores a la crisis. En ese período la burguesía se dio una variedad de formas de lucha: legales, semilegales y clandestinas. La dirección revolucionaria aprendió a librar combates políticos, militares (la creación de milicias en 1806) y culturales, como vimos. Esta concentración y combinación de etapas y formas organizativas en apenas pocos años le dio a la burguesía criolla una superioridad político intelectual sobre su adversaria. Una clase social, políticamente hablando, no es “madura” o “inmadura” en sí, se forja y se desarrolla a través de la relación con sus dirigentes.
Notas
1 Son partidarios de esta hipótesis historiadores de corrientes tan disímiles como José Carlos Chiaramonte, Rodolfo Puiggrós, Tulio Halperín Donghi y Milcíades Peña.
2 Véase nuestro libro La Contra. Los enemigos de la Revolución de Mayo, ayer y hoy, Ediciones ryr, Bs. As., 2006.
3 Telégrafo Mercantil, Rural, Político, Económico e Historiógrafo del Río de la Plata, Edición digital a cargo de Laffont Ediciones Electrónicas, Bs. As., 1998, t. I, nº 1, folio 2 (las cursivas son del original).
4 Telégrafo Mercantil…op.cit., t. I, nº 3, folio 18.
5 Ídem.
6 Correo de Comercio, 3 de marzo de 1810, Edición facsimilar a cargo de la Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, 1970.
7 “Dedicatoria a los labradores artistas y comerciantes”, 3 de marzo de 1810, en idem.