El “gobierno de científicos” sin vacuna

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La provisión de vacunas es uno de los problemas prioritarios que enfrentamos hoy en día. Es cierto que existe una escala de producción insuficiente de las vacunas aprobadas hasta ahora en el mundo, pero no es eso lo que explica el faltante de vacunas en nuestro país. Se trata de una decisión política del gobierno, que por un lado no pone a disposición los recursos suficientes para desarrollar vacunas localmente y por otro no compra las cantidades necesarias de vacunas para inmunizar a un porcentaje alto de la población. Que esto último es posible aun siendo un país no productor de vacunas ni un país “central”, lo demuestran, por ejemplo, países como Brasil, Chile o Marruecos, que han vacunado más cantidad de gente que Argentina en términos absolutos. Sin embargo, la Argentina podría haberse evitado tener que lidiar con la competencia por la compra de vacunas si hubiera destinado recursos suficientes al desarrollo de una vacuna local.

Proyectos nacionales

En la Argentina existe suficiente capacidad técnica, sobre todo en términos de recursos humanos, para el desarrollo de varios proyectos de vacunas. Decimos varios porque para poder tener una vacuna, es necesario explorar inicialmente varias opciones para que alguna consiga completar todas las fases.

Actualmente en el país están en marcha al menos cuatro proyectos de vacunas, todos en fase pre clínica:

-El proyecto conjunto de equipos de investigación de Estudios Inmunológicos y Fisiopatológicos (IIFP, CONICET-UNLP) y el Instituto de Investigaciones Fisicoquímicas Teóricas y Aplicadas (INIFTA, CONICET-UNLP) busca desarrollar una vacuna a partir de fragmentos de la proteína S (de “spike protein”) del virus.

-El proyecto de un equipo de investigadores del Conicet y de la Universidad de San Martín, que busca desarrollar una vacuna en base a proteínas recombinantes. Este grupo recibió un subsidio de 100 mil dólares otorgado por la Unidad Coronavirus del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación.

-El proyecto conjunto de equipos de investigación del Centro de Investigación y Desarrollo en Inmunología y Enfermedades Infecciosas (CIDIE) de la Universidad Católica de Córdoba, la Universidad Federal de San Pablo, en Brasil, y la Universidad de la Sorbona, en Francia. La idea es desarrollar una vacuna en formato de pastilla mediante la combinación de moléculas de varios virus que no infectan a humanos, que contiene proteína S del SARS-CoV-2 y se recubren con proteínas VSP (VSP, de “variable surface proteins”) de un organismo unicelular, como vehículo resistente usando para la administración de fármacos.

-El proyecto del Grupo de Nanomedicina Veterinaria de la Estación Experimental Agropecuaria del INTA que busca desarrollar una vacuna basada en nanotecnología. Se utilizarían liposomas (esferas pequeñas de lípidos) como componente principal. Este proyecto se presentó a la convocatoria para obtener un subsidio a mediados de 2020, pero no le fue otorgado. Luego consiguieron firmar un acuerdo para seguir adelante con Laboratorios Bagó.

¿Cuánto hay que poner?

El principal problema al que se enfrentan quienes pretenden desarrollar una vacuna es la falta de financiamiento para avanzar en las fases clínicas, que suponen una inversión relativamente alta. Las vacunas que hoy están siendo utilizadas, tras pasar la fase tres y ser aprobadas, tuvieron costos muy altos en dólares. Según un estudio de la Coalition for Epidemic Preparedness Innovations publicado en The Lancet, la fase 2 de los ensayos clínicos para desarrollar una vacuna puede costar por encima de los 1.000 millones. Es decir, se requieren inversiones en una escala muy grande. En el caso de las vacunas contra el Covid-19 esa inversión se concentró en un año, en lugar de lo que sucedió con otras vacunas en las que los gastos de desarrollo se distribuyen en varios años. El apuro por acelerar el desarrollo de la vacuna es la razón por la cual gobiernos y laboratorios dispusieron cuantiosos fondos. Por ejemplo, se estima que vacunas como la de Pfizer y AstraZeneca tuvieron un costo de inversión mayor a 2.000 millones de dólares.

Al comparar estas cifras con la inversión que promociona el gobierno argentino para el desarrollo de vacunas, no parece que las intenciones de obtener una vacuna local fueran serias. Recientemente el gobierno anunció que destinará 400 millones de pesos (algo más de 4 millones de dólares) para continuar con el desarrollo de vacunas en fase preclínica y para dos convocatorias más (estrategias de inmunización y secuelas de la enfermedad). Lo que van a ofrecer es una cifra ínfima en relación a lo que se requiere.

El financiamiento público de las vacunas ha alcanzado niveles muy elevados en países con mayor capacidad económica como Estados Unidos o Inglaterra. Pero no hace falta compararse con ellos para considerar la posibilidad de un desarrollo local. En Brasil, por ejemplo, hay en desarrollo 15 proyectos de vacunas de los cuales una ya pidió aprobación para pasar a la fase clínica. Cuba tiene cinco proyectos en marcha y dos de ellos ya se encuentran en fase 3. Es decir, países con menores recursos han podido invertir en desarrollos locales.

¿De dónde sale la plata?

A nadie se le escapa que el Estado argentino se encuentra quebrado y, por tanto, podría objetarse que no cuenta con el dinero suficiente. Pero su quiebra y la falta de dinero no son inexorables. Más bien son producto de la administración de los fondos públicos en manos de gobiernos burgueses e inútiles, que no priorizan la salud y la vida de la clase obrera, que es el grueso de la población, y que son incapaces de relanzar la economía. Para un país con el PBI como el que tiene la Argentina, el gasto para el desarrollo de una vacuna no puede resultar un obstáculo para disponer de la inversión necesaria.

Por ejemplo, este año ingresarán unos 8.000 millones de dólares por encima de lo que ingresó el año pasado por exportaciones agropecuarias al país. Con solo una fracción de ello podrían financiarse una o dos vacunas. Ni que hablar si se incautara una mayor porción. ¿En qué está usando el gobierno el dinero extra que está ingresando por exportaciones? En emitir LELIQs para planchar el dólar, por ejemplo. Se trata algo que quienes hoy son funcionarios criticaban cuando Macri lo hacía y hablaban de “fuga de divisas” y timba financiera. También se gasta en ofrecer créditos para productores agropecuarios, como recientemente se ha anunciado. En Santa Fe, por ejemplo, se destinarán a ese sector 26.500 millones de pesos (aproximadamente unos 270 millones de dólares). En provincia de Buenos Aires, habrá 60 mil millones de pesos (612 millones de dólares) para el sector agropecuario y pymes industriales. El país también recibirá unos 4.400 millones de dólares del FMI de un fondo para luchar contra la pandemia, pero en lugar de utilizarlo para compra de vacunas o financiamiento de proyectos, se va a usar para pagar los vencimientos de deuda del propio FMI. También podría echarse mano al impuesto a las grandes fortunas por el que se planea recaudar unos 307 mil millones de pesos (algo más de 3.100 millones de dólares). Sin embargo, el 45% de la recaudación de ese impuesto se destinará a subsidiar pymes y empresas de extracción de gas. En lugar de financiar a la burguesía se podría destinar ese dinero al desarrollo de vacunas.

Una vacuna local permitiría ahorrar mucho dinero en la compra y el traslado de vacunas desde el exterior. Por ejemplo, solo en la Sputnik V se gastaron más de 3 millones de dólares en transporte. Además, permitiría desarrollarla en base a las cepas que circulan en el país y adaptarla a ellas en caso de ser necesario. Ni que hablar que permitiría contar con vacunas suficientes para toda la población en caso que hubiera que volver a vacunar año tras año. Por último, y no menos importante, es el hecho que un desarrollo local colocaría a la Argentina como proveedor mundial de vacunas que probablemente haya que aplicar de forma anual. O sea, generaría un negocio muy importante para un país cuya economía es agro dependiente.

El “capitalismo de amigos”: una clase en decadencia y un gobierno inútil

Como vemos, los recursos para un desarrollo nacional están. Existen posibilidades objetivas para conseguir el dinero. Por tanto, el problema es político: un gobierno burgués que prefiere poner el dinero en sostener a capitalistas en lugar de ponerla en el cuidado de la salud de la población. Pero además es un gobierno de inútiles que no puede siquiera aprovechar una oportunidad para relanzar la economía porque privilegian los negocios de la burguesía planera amiga. En lugar de lanzarse a producir vacunas, prefiere garantizarle el negocio a un empresario amigo como Sigman. Para favorecer a Sigman, y con él a AstraZeneca y la Universidad de Oxford, el gobierno condenó a la población a una restricción en el acceso a las vacunas. Tan cortos de miras son que teniendo la capacidad para que el país entre como productor en el mercado de vacunas a nivel mundial, se privilegió a este parásito. Si la Argentina lograra desarrollar una vacuna, podría generar un ingreso potencial de 30 mil millones de dólares anualmente, porque probablemente haya que vacunarse todos los años. Ese monto es equivalente a lo que genera toda la región pampeana. Es decir, la Argentina tendría una oportunidad para relanzar la economía. La falta de visión de desarrollo hizo que el gobierno pierda la oportunidad de inaugurar una épica.

Esta falta de visión y de previsión, esta carencia de inversión en áreas como la ciencia en la que Argentina podría destacarse, es lo que alimenta la fuga de cerebros. Tenemos cientos de científicos trabajando en el exterior, lo cual muestra que existe un nivel de excelencia científica que es desaprovechado. El resultado es que se tiende a privatizar la ciencia. En lugar de hacer una convocatoria amplia a todos los científicos del país para crear equipos de investigación abocados al desarrollo de vacunas y garantizar su financiamiento, se privilegia a un burgués parásito y a una Universidad inglesa. Esto desmiente claramente cualquier discurso nacionalista y anti monopolios que levanta falsamente el peronismo. Mucho discurso, pero a la hora de elegir, se eligió apostar a un “monopolio extranjero” (además a una universidad inglesa, algo que los nacionalistas suelen repudiar). Queda claro que el discurso nacionalista no pasa de palabras rimbombantes. El gobierno eligió dejar en esas manos la producción de una vacuna en lugar de desarrollar una propia porque no tiene ninguna propuesta de desarrollo.

Si se hubieran puesto los recursos necesarios, Argentina podría estar hoy como Cuba a punto de comenzar a aplicar una vacuna propia y con posibilidades de exportarla. Ello además permitiría darle una perspectiva cierta al conjunto de la población de una vacunación masiva, en lugar de estar esperando todas las semanas las dosis que llegan a cuentagotas.

El problema de fondo es que la burguesía argentina es una clase en completa decadencia que no puede poner en pie un gobierno capaz de resolver los problemas. El capitalismo de amigos se instala porque nos gobierna una clase que no tiene nada más que ofrecer. Si queremos que la ciencia argentina tenga un futuro, es necesario cambiar el rumbo por el que nos vienen llevando todos los gobiernos. Se necesita un gobierno que deje de gobernar para esta burguesía planera y lo haga para los intereses de la clase obrera, en defensa de su salud y de su vida.

Razón y Revolución Ciencia y Técnica

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