El contenido real de una consigna

en El Correo Docente 8/Novedades

Que el salario debe cubrir la Canasta Básica Total (CBT) es una consigna que nadie pareciera estar dispuesto a discutir. A quienes lo hacemos, nos llaman “utopistas”. La mayor parte de los sindicatos, incluyendo aquellos dirigidos por la izquierda, plantean esa consigna para el salario mínimo en todas las ramas: salario igual a la canasta familiar. Así en abstracto, podría parecer razonable, garantizar una meta mínima. Pero, solo razonaremos bien si entendemos el sentido real de esa consigna. Entonces, hay que preguntarse por el contenido. En criollo, ¿qué es y qué tipo de bienes incluye la Canasta Básica Total? ¿Qué tipo de vida nos permite llevar esa mentada canasta?

La teoría

El valor de la Canasta Básica Total se define en base a los hábitos de consumo de una población “objetivo” específica de acuerdo a los criterios normativos kilocalóricos y proteicos imprescindibles para que un hombre adulto de entre 30 y 59 años de edad, que realice una actividad moderada, cubra sus necesidades. En general, los cálculos de la CBT básicas y otras más realistas varían. Según el INDEC, la canasta rondaría en torno a los 13.000$ y la del Gobierno de la Ciudad, al incorporar rubros elementales como el alquiler de vivienda (aunque, a menudo, sus valores son los “mejores” del mercado) trepa a los 22.000$. Si consideramos las CBT regionales el espectro se amplía. Pero, a pesar de las diferencias nominales, unos y otros hablan de un consumo mínimo indispensable para sobrevivir. La canasta se construye en base al consumo de las fracciones más pobres de la población -el segundo quintil del INDEC y los ventiles 8 a 11 de CABA. O sea, la canasta de pobreza se mide con los hábitos de consumo de los pobres. Una tautología solo justificada en clave estadística. Va de suyo que este es un primer límite: no vamos a hablar de lo “deseable” sino de lo mínimo requerido y consumido por esas fracciones pobres de la sociedad. Asociado con esto, hay otros problemas igualmente graves. Por empezar, ¿qué implica medir el consumo calórico necesario para realizar una actividad moderada? Está claro, no es equivalente el gasto calórico de un obrero de la construcción, o el de un cartonero, al de un trabajador de oficina, ni el de un docente taxi con dos cargos, todo el día de pie y viajando de escuela en escuela. Si la pobreza se mide con esas anteojeras no es osado suponer que hay una naturalización del desempleo abierto o estacional que supone que, la mayoría, realiza actividades forzosamente “moderadas”. Además, los hábitos están moldeados por la coyuntura histórica. No son iguales los hábitos de consumo en momentos de bonanza económica que en los de vacas flacas. Y en general, todas las oficinas estadísticas elaboraron sus hábitos en momentos, digámosle, difíciles: 1988 y la hiperinflación, 2004 luego de diciembre de 2001 y la licuación de los ingresos vía devaluación. No podemos ocuparnos de esto aquí. Por eso, tampoco vamos a cuestionar el valor nutricional de los “hábitos”. Seguramente, un nutricionista discutiría la proporción de los componentes de esa Canasta Alimentaria. Pensar todos estos problemas excede lo que aquí podemos hacer.

La práctica a fuerza de pan y azúcar                

En general, el INDEC no recomienda hacer ejercicios de ingresos o consumos diarios pero es la única forma de entender de qué hablamos cuando hablamos de CBT. La Canasta Básica de Alimentos incluye para el varón adulto un consumo mensual de 6 kilos de pan, 1,2 kilos de galletitas (mayormente saladas), 630 gramos de arroz, 1,3 kilos de fideos y 1,2 kilos de harinas, 7,7 kilos de papas (incluye una cantidad mínima de batatas), casi 1,5 kilos de azúcar, un cuarto kilo de dulces, un cuarto kilo de legumbres secas, casi 4 kilos de verduras, 4 kilos de frutas, 630 gramos de huevos, casi 8 litros de leche, un cuarto kilo de queso, 1,2 litros de aceite, 7 litros de gaseosas, 600 gramos de yerba , algunas infusiones (120 gramos para té y café) y condimentos como sal y vinagre. ¿Es mucho o poco? Bien, imaginemos cómo repartiríamos todos esos alimentos a lo largo de un mes con treinta días.

¿Carne todos los días? Depende: 200 gramos al día. Dos hamburguesas chicas o un churrasco pequeño (paleta, cuadrada, carne picada o cuadril son los rubros que aparecen listados como “carne”). ¿Con qué acompañarlo? Las opciones no son muchas: un huevo y cuarto o casi un tomate. Tal vez te convenga reemplazarlo por hortalizas, que siendo más livianas podrán dar la sensación de que ocupan más lugar en el plato, aunque no necesariamente sea el mismo efecto en tu estómago. La cena: medio plato de fideos, la quinta parte de arroz, el cuarto de huevo restante o la casi otra papa que sobró del almuerzo. Un cuarto de legumbres para distribuir al mes y poco más de 200 gramos de harina de maíz (polenta) que, a razón de 80 gramos por porción, da para dos platos y medio distribuidos en treinta días. También tenés un kilo de harina de trigo. ¿Pizza? Pero sin levadura, porque no está incluida, y con 270 gramos totales de queso. Mejor hacé tortas fritas, porque tenés casi un litro y medio de aceite para usar en el mes. Podés decidir, a lo largo del día, cómo repartir los casi cinco panes (tipo flauta livianos) que podrías consumir o las diez galletitas de agua diarias. No olvides que tenés que desayunar y merendar. Hay que repartir los 40 cafés o tés que podés tomarte en un mes o repartir los 600 gramos de yerba a razón de las 12 mateadas que vas a poder hacer, estimando 50 gramos consumidos cada vez que decidas prepararte unos ‘amarguitos’. Si querés tomar más veces, más vale que seques la yerba al sol. Tenés un vaso y un tercio de leche diarios: podés tomarlo solo y hacer rendir más las infusiones o tomar un mate cocido de leche, no vas a comer mucha carne así que, pensalo. Eso sí, tenés mucha azúcar para rellenar: casi cinco cucharadas o sobres para cada día. Si te sentís miserable, recordá que tenés 240 gramos de dulces al mes y siete litros y medio de bebidas gaseosas y edulcoradas para tomar. Según los datos del INDEC, todos esos bienes se pueden conseguir por 5.500$.

Bien, eso es la Canasta Básica Alimentaria. La diferencia entre ser indigente y ser pobre es el acceso a otros bienes y servicios por fuera de los alimentos. Qué bienes y servicios se incluyen es un verdadero misterio. La Ciudad de Buenos Aires, detalla qué incorpora dentro de los bienes no alimentarios: servicios de la vivienda como alquiler, expensas, servicios de luz, gas y agua; transporte y movilidad; comunicaciones; mantenimiento del hogar; servicios de esparcimiento y cultura (apenas un 5% del gasto familiar); bienes y servicios para la educación; higiene y cuidado personal, indumentaria; salud y equipo para el funcionamiento y equipamiento del hogar. A su vez, ese gran listado fue clasificado entre bienes básicos y no básicos, es decir, aquellos de los que se puede prescindir y se eliminaron bienes nocivos a la salud o suntuarios como cigarrillos, vehículos propios o turismo (léase vacaciones). De todo ese listado, el consumo básico implica acceso a los alimentos, vivienda, expensas, electricidad, agua, transporte y comunicaciones. Ojo, porque si sos docente en tres escuelas, es probable que vos solo consumas los casi 60 viajes a razón de 6,50$ estimados en el cálculo. Los rubros alimenticios de la Canasta de Ciudad no varían sustantivamente (alguna porción mayor de frutas y de yogures y se detalla la elección de cortes de carne baratos como carne picada, cuadrada, paleta, asado y nalga y pollo entero, algún porcentaje de fiambre paleta), dentro del rubro verduras papas, batatas, tomates y manzanas (seguido de naranjas y mandarinas) colonizan el rubro. Incluyen un valor de alquiler, es un paso, porque el INDEC ni lo considera, aunque sus valores suenen a chiste.

En lugar de repetir fórmulas, deberíamos pensar el contenido de eso que pedimos. Naturalizamos una vida de subsistencia, una vida al límite, una vida animal. Ese es el único horizonte que nos parece posible. La pregunta que debemos hacernos es hasta cuándo. Gastamos nuestra lucha para obtener una vida miserable y animal. Es hora de reorientar nuestro objetivo y para eso hay que empezar por entender el contenido real de las consignas.

INFO ECD 8-01

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