Por Sebastián Cominiello
No duró mucho. Entre controversias y desilusiones ha concluido el Mundial que para muchos (más para los amantes del buen fútbol) significaba la conmemoración y el triunfo del equipo de las estrellas (Argentina, claro). El Mundial permitió obviar, por tres semanas, la dura realidad en la que vivimos. Y ahora que el cuento finalizó, es hora de volver a las tareas. Las gambetas de Messi y la garra de Tévez han pasado a la categoría de recuerdo y volvemos a los problemas cotidianos y futuros, que se resumen todos en uno: la crisis del capitalismo. En efecto, para la burguesía mundial significa pensar en un pantano económico que no muestra signo de recuperación alguna. Para ello, contamos con el artículo de Eduardo Sartelli, en discusión con el marxismo ecléctico (el Nuevo MAS y Claudio Katz) sobre el origen y la evolución de la crisis. También los aportes del OME para conocer el lado “europeo” de dicho fenómeno en la actualidad. En el ámbito nacional, la situación pareciera distinta, pero no lo es tanto. La burguesía argentina conmemoró el 25 de mayo sus 200 años de poder. Asistieron a las calles del centro de Buenos Aires alrededor de 6 millones de personas en diferentes días. Por allí desfilaron las ideas más nocivas y falsas sobre la historia Argentina: el “poder” de la industria nacional (véase “Los mitos de la ISI”, en el OME), la vitalidad de la nación y de la democracia (a secas claro), etc.
El Bicentenario puede entenderse como una puesta en escena de la cultura burguesa que no veíamos desde hace tiempo, algo que sorprendió a muchos y asustó a otros. De eso nos vamos a ocupar en los artículos de Mariano Schlez y de Fabián Harari. En ellos, analizaremos las diferentes caracterizaciones con respecto al Bicentenario y qué se hizo desde la izquierda para contrarrestar dicho evento. Quizá para más de uno (¿alguien nombró 6-7-8?) ya sea hora de reconocer que el kirchnerismo ha triunfado y el pueblo lo ha reconocido el 25 de mayo. Pero si uno se toma el trabajo de estudiar la realidad, de observar los fenómenos subyacentes, esas afirmaciones no son más que lisonjas al regente. La realidad es otra, la historia es otra.