Homero, Krusty y la izquierda argentina. Improvisación y conocimiento histórico

en El Aromo nº 55

aromo55_homero_krusty_izquierdaMariano Schlez
Grupo de Investigación de la Revolución de Mayo – CEICS

Lamentablemente, teníamos razón. Incluso, lo anticipamos. Esperábamos equivocarnos, pero a esa altura de los acontecimientos, el hecho era irreversible. Y así nomás sucedió: para el Bicentenario, sin nada en las manos, los partidos de izquierda (a excepción del PCR) cortaron de allá y aquí, pegaron como les dio el tiempo y, como resultado, terminaron repitiendo barbaridades ajenas. A pesar de su intento por filiarse con la tradición del socialismo científico, difunden una visión burguesa de la historia argentina. A continuación, dos muestras: la historia según el Partido Obrero (PO)(1)  y según el Partido de los Trabajadores por el Socialismo (PTS).

“Si no miro no me pisan…”

Así es como Homero Simpson pretende cruzar la calle. Y así es como estas organizaciones intervienen en este campo: ningunean los trabajos y los debates en la izquierda hoy. Obvian también una ineludible (y necesaria) delimitación política e historiográfica del material escrito sobre el tema y pretenden hacer creer que están publicando toda una novedad, sencillamente porque no discuten con nadie. Llegan incluso al plagio del PCR, como el caso del PO en relación a Artigas en la Historia Argentina, escrito por Eduardo Azcuy en 1986.(2)

El caso del PTS es realmente sorprendente: anuncian que vienen a derribar mitos y recitan el credo posmoderno al pie de la letra. Su historia es la que difunden los intelectuales del régimen: Halperín Donghi (fundador en Argentina del revisionismo conservador), José Carlos Chiaramonte (Director del Instituto de Investigaciones Históricas) y Gabriel Di Meglio (quien produce los documentales del canal oficial), entre otros. A su mayor representante, Luis Alberto Romero, no lo citan por vergüenza, lo que constituye un acto de deslealtad intelectual. Detrás de su retórica izquierdista se esconde entonces un deslumbramiento por la academia. No solamente copian las explicaciones, sino las lamentables categorías de análisis. El lector no lo va a creer pero, para los compañeros, en el Río de la Plata dominan las elites. Aquella categoría inventada por los conservadores franceses, traída aquí vía Halperín, que procuró borrar a las clases de la historia. ¿Y cómo se define a la elite? Como aquellos grupos que se veían y eran vistos como detentadores del poder. O sea que lo que separaba a un esclavo de un comerciante monopolista era una simple apreciación subjetiva.

Veamos su “tesis”. El primer argumento es que en 1810 hubo una “revolución política” que empieza en 1808, debido a una vacante en el poder real. El argumento es viejo, pero fue levantado hace años por Marcela Ternavasio (una simpatizante del macrismo) y difundida en varios libros de divulgación. La cuestión es presentar a la revolución como un acuerdo ante un vacío de poder (y no un enfrentamiento con él) que viene de afuera (es decir, aquí no había ningún problema). (3)  El PTS defiende esta idea y hasta sostiene que las Invasiones Inglesas no constituyen un antecedente. Como toda prueba, cita a Halperín (si el Doctor lo dijo…). Pero leyeron mal: para Halperín Donghi la revolución empieza en 1806, ya que las milicias cumplen un papel fundamental en la revolución. En el acápite correspondiente advierte que “las Invasiones Inglesas abren la crisis institucional” y argumenta: “Sencillamente, no existe entonces para los grupos deseosos de poner fin al vínculo colonial otro marco organizativo que el que le proporciona la militarización”. (4)

Es decir, los compañeros no son siquiera buenos lectores, pero vamos al problema en cuestión. Luego de la primera invasión, una insurrección popular depone al Virrey y nombra a un ignoto oficial menor sin despacho. Antes de la segunda, una multitud pone preso al Virrey y le quita autoridad al máximo tribunal. Hay 8.500 hombres legalmente armados sobre una población de 40.000 personas. En los cuarteles se elige a los oficiales y se discute sobre política. El Cuerpo de Patricios, los Húsares, Arribeños, todas milicias que se forman en esa época, son las organizaciones que toman el poder en 1810. ¿Cómo puede sostenerse seriamente que eso no es un antecedente? Lo escribimos ya varias veces. Nos ha leído mucha gente, pero los compañeros no. ¿Será porque no somos “prestigiosos” académicos o porque llevados por un espíritu de competencia sectaria prefieren citar a cualquiera antes que a nosotros?
El segundo argumento es que no había ninguna voluntad de crear un Estado nuevo. Según explican:

“La revolución de mayo, en un primer momento no se proponía romper los vínculos con la monarquía  […] Es por ello que las proclamas de la época se harán a nombre de Fernando VII, lo que no será una ‘máscara’ como gustan decir a la historia liberal y revisionista, sino las auténticas intenciones de la elite criolla frente al poder real.”(5)

Tan a la derecha está el PTS que deja de lado el Plan de Operaciones Revolucionarias de Moreno (reivindicado hasta por el kirchnerismo). Claro que esto no le permite explicar por qué los revolucionarios plasmaron en los periódicos de aquel entonces la necesidad de transformar la estructura social. (6)

Con respecto a la independencia se ha escrito ya mucho sobre el tema y no vamos a inventar el agua caliente. Los compañeros no ofrecen ninguna prueba de que no hubiera una conciencia revolucionaria, simplemente repiten lo que dicen sus profesores. Como ya explicamos, más allá de lo que digan los revolucionarios, no puede creerse seriamente en la voluntad conciliadora de un grupo que toma el Estado por la fuerza, pone preso al virrey y sin esperar ni un día declara la guerra a la dominación española. Sí, ya sabemos que Milcíades Peña dice que la guerra no fue deseada y fue consecuencia de la intransigencia peninsular, pero el pobre Peña nunca leyó un documento.

Sin embargo, aún en el plano discursivo, tampoco puede sostenerse el argumento de la academia. Por el lado de Moreno, basta con revisar lo que escribió y publicó en la Gaceta de Buenos Aires, en 1810. Allí hay mucho material. Por ejemplo, el 10 de septiembre de 1810, Moreno publica completa la Declaración de Independencia de Venezuela. Es en la única ciudad, fuera de Caracas, donde se publica. Obviamente, porque los realistas pretenden censurarla. Ahora bien, hay más. En el periódico, a modo de introducción, se aclara: “La memoria de Fernando VII se considera como cosa de estilo, el pueblo no tiene más idea que hacerse independiente de todo poder extranjero”.(7)  Hay mucho más allí y se trata de una fuente muy accesible.

Ahora bien, si se nos permite, vamos a presentar un documento inédito hasta ahora. Veamos lo que dice al respecto un revolucionario a otro en una de sus cartas personales, en abril de 1811:

“Un país cuyas provincias no están perfectamente ligadas en su unión, que reconoce enemigos no tan débiles como algunos quieren figurarlos que debe temer los acechos de una nación vecina y debe desconfiar de la decantada protección de los ingleses, por último, no tiene armas y las que tiene están en un miserable estado, necesita guardar consecuencia con el disfraz político que vuestras mercedes entablaron, dejando a mejor tiempo correr del todo el velo de nuestra independencia absoluta.”(8)

La carta es privada. Por lo tanto, aquí no hay ninguna afirmación que esté hecha para quedar bien con nadie. El autor es Juan Pedro Aguirre y el destinatario Feliciano Chiclana. Aguirre es un importante dirigente revolucionario, capitán de Patricios, cabecilla del movimiento del 5 y 6 de abril de 1811, regidor y Alcalde del Cabildo y oficial de las milicias de Buenos Aires. Hasta ahora se pensaba que los morenistas querían la independencia y los saavedristas no. Bien, Aguirre era un saavedrista acérrimo.

Un último argumento, los compañeros catalogan a Saavedra como parte de la “elite” (ya nos ocupamos de semejante categoría) y a Esteban Romero como comerciante. Por toda prueba de esto ofrecen… una cita de Halperín. Hace varios años que fuimos algo más irrespetuosos con la academia y averiguamos el problema en las fuentes: la dirección de Patricios está compuesta, en su mayoría, por burgueses agrarios. Saavedra y Romero eran hacendados del norte. Romero, además, trabajó en Ranchos y Chascomús y fue Alcalde de Hermandad (juez rural). Los hacendados no eran parte de la clase dominante. Ya lo escribimos, pero los compañeros le creen a Halperín, que no ofrece una sola prueba.

El PTS se limita a reproducir sin matices la posición que la burguesía machaca permanentemente en los manuales escolares, en los profesorados de historia, en Clarín y La Nación y en donde pueda. Lo que los compañeros vienen a decirnos ya lo escuchamos en todos lados y hace mucho. Por lo tanto, lo que escriben no sólo es reaccionario (reproduce la ideología burguesa), sino redundante, o sea, inútil.

De apuro y a retazos…

El Partido Obrero cree que no hay que investigar nada y que este período no le interesa a nadie. Lamentablemente, tomó nota de que las masas estaban discutiendo la Revolución de Mayo cuando el Bicentenario ya era un hecho consumado. De allí la improvisación de sus escritos, que no son otra cosa que un relato armado a los tumbos. Hay cientos de errores allí. Vamos a señalar sólo algunos de ellos.

Como no sabe en dónde se metió, el PO presenta un artículo que atrasa más de 40 años y, por lo tanto, es inocuo. No discute con los historiadores que hoy construyen la ideología dominante, sino con una visión de la historia muerta hace rato: el mitrismo. La historiografía burguesa dominante hoy, los historiadores de Clarín, incluso el propagandista del ejército, Vicente Massot, coinciden con el PO y aseguran que la Revolución de Mayo fue un mito inventado por Mitre. Es más, el historiador de “los Mitre”, Luis Alberto Romero, que disfruta de una columna permanente en La Nación, afirma que Mitre fue lo peor que le pasó a la historiografía argentina. No le pedimos a la dirección del PO que lea nuestros libros ni los ajenos, pero podría, al menos, leer el diario.

Por otro lado, los datos de la realidad son importantes. Por ejemplo, el PO dice que Moreno representa la línea “popular”. Entre las medidas radicales, citan la creación del Tribunal de Seguridad Pública, en enero de 1811. Bien, hay un severo error: se creó dos meses después. Fue el 7 de abril y comenzó sus funciones el 19.(9)  No se trata de un preciosismo: ese tribunal fue impuesto por la insurrección popular saavedrista del 5 y 6 de abril contra los vocales morenistas que estaban contra la deportación de contrarrevolucionarios. En enero, estos morenistas aún tenían poder (e iban a recuperarlo en septiembre de ese año).

En ese mismo artículo, Cristian Rath asegura que el Gremio de los Hacendados se constituyó en 1792 cuando, en realidad, fue en 1775.(10)  Es  decir, antes de la creación del Virreinato. Y esto es importante, porque los hacendados se organizan antes que los comerciantes. También se escribe que las milicias rurales Blandengues son de 1792, desconociendo que se formaron cuarenta años antes, en 1751. La Corona no las reconoció, los hacendados se armaron ilegalmente y el Rey tuvo que dar su visto bueno en 1760.(11)  Tampoco se trata de un dato menor: implica una petición de los hacendados muy temprana sobre el control de los recursos rurales y una muestra muy temprana de su vocación de poder.

El 25 de Mayo de 1810 fue, para ellos, “un producto distorsionado y manipulado de los grandes levantamientos que acogieron a las Invasiones Inglesas –y del otro lado del océano-, del levantamiento nacional español del 2 de Mayo de 1808”. Obviamente, no se explica en qué consiste la “manipulación”. Ahora bien, si la revolución empezó con las Invasiones Inglesas de 1806, como reconoce ahora el PO, el episodio determinante no puede situarse dos años después. Además, desconocen un dato muy básico para cualquier revolucionario: mientras que la resistencia española se debilita, la revolución en Buenos Aires avanza. Es más, sin el famoso “2 de mayo”, la revolución porteña hubiera avanzado mucho más rápido en todo el continente, dado que el levantamiento español creó la Junta Central que mantuvo la autoridad en la Metrópoli (alentando a los sectores que “guardaban” la autoridad del Rey) y llegó a mandar ejércitos reconquistadores a las colonias…

El socialismo feudal

Para el PO, lo que distingue a la Revolución de Mayo es que las clases propietarias le tuvieron miedo al avance de los explotados, los verdaderos protagonistas del proceso insurreccional. Aquí hay dos errores graves para un marxista. El primero fáctico y el segundo teórico. En primer lugar, la revolución sí procuró liberar a los indígenas de sus cadenas precapitalistas. Como le dijimos a Pablo Rieznik, cualquier colegial sabe que Castelli abolió todos los tributos en una proclama escrita y reproducida en castellano, aymara y quechua.

Eso no era una patriada de Castelli allá lejos y en 1811. En Buenos Aires, el 8 de junio de 1810, la Junta proclamaba la integración de los indígenas al servicio miliciano con igualdad de derechos y obligaciones que los criollos: “En lo sucesivo, no debe haber diferencia entre el militar español y el militar indio. Ambos son iguales y siempre debieron serlo”.(12)  Claro, nos dirán, “es el espíritu de Moreno, pero luego de 1815 los unitarios derogaron todo esto”. Vayamos entonces a ver qué dice al respecto la Constitución unitaria de 1819, aquella contra la cual Artigas combatió:

“Siendo los indios iguales en dignidad y en derechos a los demás ciudadanos, gozarán de las mismas preeminencias y serán regidos por las mismas leyes. Queda extinguida toda tasa o servicio personal, bajo cualquier pretexto o denominación que sea. El cuerpo legislativo promoverá eficazmente el bien de los naturales por medio de leyes que mejoren su condición hasta ponerlos al nivel de las demás clases del Estado.”(13)

La  burguesía agraria intentó arrastrar a las masas indígenas para su política, no por caridad, sino porque los necesitaba para ganar una guerra. En el Congreso de Tucumán, se llegó a debatir el nombramiento de un rey Inca. Pero la mayoría de los pueblos originarios prefirió apoyar a los realistas. En Chile, por ejemplo, fueron el baluarte de la reacción y la reconquista. En Perú, se convirtieron en el último bastión contrarrevolucionario en las montañas, aún después de la batalla de Ayacucho. Se trata de datos muy elementales.

Ahora bien, hay un segundo problema, de tipo teórico. Primero: ¿por qué los indígenas no apoyaron el proceso revolucionario? Porque no se trataba de una sociedad sin clases: la revolución burguesa venía a romper la comunidad indígena, razón por la cual la abolición del tributo dejaba colgados a todos los kurakas (jefes) que lo cobraban. Algunos indígenas que se habían asimilado y procuraban comprar tierras, apoyaron la revolución. Aquellos que defendían formas de sujeción de tipo feudales, como las clases domianantes indígenas, la enfrentaron. El socialismo revolucionario no defiende modos de producción precapitalistas. Sí el socialismo feudal y el pequeñoburgués (Marx dixit). Más cerca del humanismo de Carrió que de la ciencia, el PO señala que la revolución no es progresiva porque termina en la masacre de los indios y en la reducción del gaucho. Cualquier revolución provoca masacres. El problema no es la muerte de seres humanos, sino su sentido histórico. Si la disolución de antiguos modos de producción en forma violenta es una tarea reaccionaria, entonces ninguna revolución representó un avance para la humanidad. Según el PO, entonces, habría que volver a las sociedades cazadoras recolectoras y restaurar el Imperio Inca. Semejante programa requiere, por lo menos, una cierta cantidad (y calidad) de pruebas, algo más que citas de Ferns y Zorraquín Becú…

Una revolución burguesa no busca el socialismo, sino la instauración del capitalismo. El sujeto de la revolución es la burguesía, no los explotados, que no portan ningún programa histórico superador. En su discurso, Altamira dijo que uno de los límites del levantamiento de 1806 es que fue dirigido por la burguesía criolla. Precisamente, esa fue su fortaleza: no perder nunca el control del proceso. Si se espera de esta clase la abolición de toda forma de explotación, entonces hay que decir que no existió ninguna revolución burguesa en el mundo, ni victoriosa ni derrotada. Esta gente no leyó ni el Manifiesto Comunista.

Estrellas de culebrón

Ahora el PO reconoce que luego de 1810 hubo una importante expansión de las fuerzas productivas, aunque anteriormente había dicho que era un obstáculo a su desarrollo. Fuimos nosotros los que hace más de cuatro años publicamos y sostuvimos la hipótesis del notable desarrollo de las fuerzas productivas luego de 1810. De hecho, sostuvimos un debate con el maoísmo sobre esto. Ahora bien, primero nos tildaron de mitristas, sin haber leído nunca a Mitre, y ahora reafirman lo que decíamos, sin siquiera citarnos. El método Krusty: se mira, se copia y se escribe como propio. Y si antes se dijo otra cosa, nadie se acuerda…

El PO copió al PCR, aunque no lo nombre, y reivindica su misma línea histórica: Moreno, Artigas y el federalismo “puro”. Krusty devaluado, porque mientras el PCR intenta darle un contenido de clase a los enfrentamientos políticos (los “farmers” contra los señores feudales), para el PO se trata de cuestiones puramente personales. Por ejemplo, los federales “traicionaron” a Artigas por las 20.000 vacas que ofreció Buenos Aires. Las causas económicas (la guerra se estaba comiendo las finanzas) o la naturaleza social de las fuerzas (el artiguismo representaba los intereses de los hacendados orientales) no tienen ninguna importancia. Al estilo Jorge Rial, todo pasa por quién se peleó con quién.

Leer, probar y conocer. Tres actividades contrarrevolucionarias

El PO dijo que a nadie se le cayó una idea. Debería ser algo más humilde. Sobre todo, porque la única y original que se le ocurrió fue recoger todas las que se le cayeron a la burguesía que dice combatir. En un debate reciente con el Nuevo Mas, no esconde su opinión de que “poner el trasero en el asiento de una facultad para discutir las características de los acontecimientos que ocurrieron hace doscientos años no puede ser confundido con la pelea política contra la burguesía nacional”.(14)  Curiosa negación de la intervención ideológica en la Universidad para un partido que se reclama “recontra-re-estudiantil”. Pero el hecho es que esos que “ponen el trasero” en la universidad, le llenan la cabeza todos los días no sólo a miles de estudiantes universitarios en todo el país, sino a todos los docentes secundarios y primarios y, por lo tanto, educan a toda la población nacional, apoyados en la fuerza del Estado. Lamentablemente, uno solo de los cientos de libros que publican interviene en más conciencias que el digno, pero escueto, acto del PO del 20 de mayo. Si será una intervención política de peso la de estos “intelectuales”, que varios partidos de izquierda (incluido el PO) repiten sus argumentos y sus (falsos) datos sin chistar…

NOTAS:

(1) Ver Rath, Christian: “El carácter de la Revolución”, en En defensa del marxismo, n° 38, mayo de 2010.
(2) Roldán Andres: “Artigas: El gran caudillo de la Revolución silenciado por los Mitre”, en En defensa del marxismo, n° 38, mayo de 2010
(3) Feijoo, Lucía y Florencia Grossi: “Apuntes para interpretar la Revolución de Mayo”, en Cuestionando desde el marxismo, n° 2, segunda época, abril de 2010, p. 14.
(4) Halperín Donghi, Tulio: Revolución y guerra, Siglo XXI, Buenos Aires, 1972, p. 174.
(5) La Verdad Obrera, n º 375
(6) Véase Harari, Fabián: Hacendados en Armas, Ediciones ryr, Bs. As., 2009, cap. V.
(7) Gaceta de Buenos Aires, Gaceta Extraordinaria del 10 de septiembre, Edición facsimilar, Junta de Historia y Numismática Argentina y Americana, Buenos Aires, 1910, t. I, p. 369.
(8) Archivo General de la Nación (AGN), Col. Casavalle, leg. 5.
(9) Registro Oficial de la República Argentina (RORA), Imprenta Especial de Obras, Buenos Aires, 1879, t. I, p. 108.
(10) La primera Junta data del 30 de mayo de 1775. Su constitución y reglamento pueden consultarse en AGN, IX, 30-1-4.
(11) AGN, IX, 24-10-11 y 24-10-12.
(12) RORA, op. cit., t. I, p. 25.
(13) Ídem, p. 506.
(14) Prensa Obrera, n° 1133.

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